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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
Llenos de vida, llenos de magia

La Vela y su presentación en el Antel Arena: crónica desde adentro de la familia puerca

Los entretelones de un show consecutivo que reunió más de 20 mil personas en torno a una de las bandas más convocantes de la escena local.

20.05.2024 12:03

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2024-05-20T12:03:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

El estreno en el lugar ameritaba vivir de cerca la experiencia de una banda que ha tocado por distintos rincones del mundo, pero que aún tenía escenarios por descubrir en la capital nacional. Esa es la razón por la que esta crónica narra también parte de los entretelones del grupo, su equipo técnico, los diversos invitados e, incluso, su entorno familiar.

La fecha inicialmente fijada era la del sábado 18 de mayo, pero la brutal demanda de localidades hizo que se agregara una instancia anticipada que se volvió a agotar. Por tanto estrenar con un sold out un día antes resultaba una yapa exquisita por demás. Sin embargo, a pesar de no estar pendientes de la venta de entradas (agotadas anticipadamente), el debut resultaba todo un desafío técnico y artístico que, por supuesto, generaba ansiedad.

Tempranamente comenzó el desfile por los pasillos tras el escenario, y a medida que se aproximaba la hora de apertura, la densidad y velocidad del tránsito comenzó a aumentar. Había decenas de personas en el backstage, desde las chicas de Niña Lobo (grupo invitado en la primera fecha, la segunda sería Alucinaciones en Familia), su equipo técnico; el crew que se encargaría del circuito cerrado y el registro audiovisual; el staff puerco y los distintos miembros de la Vela; sus familias, amigos y personal de cocina y seguridad.

Al ser una banda numerosa (8 integrantes), los afectos cercanos se multiplicaban por todo el lugar. Una de las primeras imágenes que captaba la atención al llegar a la sala del back era una especie de campamento que las infancias de la Vela habían montado bajo el mantel de la larga mesada de comidas.

Allí, se escondían Lolo, Mateo, Feli y Milo, un plantel de entre 7 y 8 años, hijos de Coli Quijano, Diego Méndez y el Cebolla Cebreiro que comparten la experiencia generacional. Alrededor, madres, hermanas, padres, y amigos que esperaban calefaccionados la hora del comienzo. Frente a la sala estaban los camerinos, donde los miembros de la banda entraban y salían ajustando los últimos detalles antes de tocar.

El último en llegar fue el bajista Nico Lieutier, el “Mandril”. “No puedo venir temprano, me da mucha ansiedad y me mamo si me pongo a chupar”, confiesa. “Por eso me quedo tomando unos mates en casa hasta venir para acá”.  

Supervisando cada detalle siempre andaba Juan Zas, el histórico manager de la banda, monitoreado con su handy y dueño de una calma envidiable. “Es el oficio, ese que tenés vos para hacer tu trabajo”, me dijo. Mientras, en la puerta, el “Vikingo” filtraba a quiénes podían pasar para salvaguardar la calma y la intimidad.

Pero también están las chicas de La Vela: Lucía Montero, chequeando cada rol y sosteniendo la calma, y la legendaria Sibyla Trabal en el acceso a la prensa y facilitando el trabajo de los medios desde los primeros tiempos de la banda.

Camerino de La Vela en el Antel Arena (Foto: Carlos Dopico)

Camerino de La Vela en el Antel Arena (Foto: Carlos Dopico)

Cerca de las 19:30, el primer invitado en llegar fue Ruben Rada, quien se pidió un café y a quién de inmediato Manolo Ferreiro (asistente de la banda) acercó la letra impresa de “El Viejo”, el hit  del De bichos y flores que, desde entonces, no ha parado de sonar, y que Rada incluyó en su álbum de candombe Con ayudita de mis amigos. "Acá estoy, me escapé de casa", advirtió el mítico músico que, a sus 80, acababa de llenar el Luna Park y estrenar su película documental.

Apenas después, arribó Fernando Santullo, otros de los convidados a cantar. “Me invitaron a hacer ‘La sin razón’”, confesó el vocalista de El Peyote, “pero no voy a rapear la letra de la canción, sino unas estrofas inéditas que tenía y que logré que entraran poco antes del punteo final. No voy a hacer freestyle, lo mío es de guión. Tengo todo medido, fui al ensayo y vine también ayer a la prueba de sonido”, comentó.

Mientras tanto, el Cebolla caminaba en círculos tratando de facilitar el ingreso de un par de amigos que no lograban llegar hasta el back. “Estuve una sola vez en este lugar, cuando vine a ver a Fito. Te imaginarás que con las giras de la banda, no tengo mucho crédito para venir a ver espectáculos”, confesó, mientras se dirigía hasta escenario para presentar a Niña Lobo, e introducir a las encargadas de abrir la noche en el lugar.

Con una sonrisa de oreja a oreja apareció José PP Canedo, el baterista de la banda, que en segundos nos contó del embarazo de su compañera y su debut en paternidad. En una maniobra fugaz apareció el Enano Teysera, que saludó con abrazos y aprovechó para salir unos minutos a fumar. Luego se mantuvo mayormente en el camerino donde la banda se refugiaba en su privacidad.

“Nunca había estado acá, por eso la prueba de sonido fue extensa”, dijo Esteban Demelas, el experiente sonidista argentino (ex bajista de Manolo & los Vespas y miembro del proyecto Wild Gurí). “De todas formas, hasta tener público es difícil saber qué va a pasar. Puede afectar la concurrencia, la humedad e incluso uno mismo, porque nunca estás igual”.

“Yo vine únicamente a la inauguración del Antel Arena”, advirtió Daniel Blanco, el legendario ingeniero de sonido de IFU que desde hace años controla el monitoreo de La Vela, mientras que el iluminador Seba Cybulski señaló: “Yo estuve una sola vez acá, dando una mano al ‘Manteca’ en un festival de música tropical. De todas formas, lo mío es controlado y ya podes probar todo antes de estar acá”.

La Vela en escena (Foto: Carlos Dopico)

La Vela en escena (Foto: Carlos Dopico)

Cuando cada uno de los técnicos estaba en su lugar, Luis Pages (road manager) dio la señal y la banda salió del back rumbo a la antesala del escenario. Los escoltaba el equipo de filmación que dirige Rodrigo “Chancho” Labella (responsable de los distintos registros publicados), y Matías Bello (encargado de las redes de la banda). Una vez que llegaron hasta la escalera, como en un ritual, se dieron los abrazos previos y el aliento generalizado, mientras que en los parlantes sonaban las estrofas de Tufic Memet, el jingle de uno de los personajes de aquella serie setentera de lucha libre argentina que fuera muy popular en Uruguay, Titanes en el Ring.

Mientras tanto, Fede González (otro de los técnicos de escenario) mostraba a la banda un cronómetro con el tiempo en reversa para subir a tocar. Los primeros en hacerlo fueron PP Canedo y el Mandril, luego Santi Butler y Rafa Di Bello y, finalmente, la sección de vientos que integran Coli Quijano y Ale Piccone, que esta vez reforzaba Martín Morón, marcando el pulso de “Jugando con fuego”, el sexto tema del Discopático, noveno trabajo de la banda con el que decidían abrir el show.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Un riff certero de bajo en un beat up tempo, con el que La Vela buscaba caldear la fría noche otoñal y que engancharían con el clásico “Huracán”, para desatar el primero de varios pogos a lo largo y ancho del campo. Luego vinieron “Casi todo”, “Y así vivir”, tras el que Sebastián Teysera aprovechó para agradecer la concurrencia: “Gracias por acompañarnos en una nueva aventura”, y así dar pie a “Por la ciudad”, tema que tuvo un coro absoluto en todo el lugar con “Tengo una banda amiga que me aguanta el corazón, / Que siempre está conmigo, tenga o no tenga razón”.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Este segundo bloque, de siete, en el que La Vela había estructurado el recorrido climático del show, es en el que comenzaron a citar a los invitados. Tras tocar “Escobas”, llegó el turno de “La Pastilla”, para el que subió Diego Arquero rapeando: “Todos los caminos tienen sentido si te hacen gozar / Rompe el caparazón, salte del nido”.

Luego, tras “Paraíso”, llegó “La sin razón”, uno de los temas más rockeros de la banda, montado en un riff poderoso que arrasa desde El Impulso. El estadio estaba incendiado y muchos entre el pogo se habían ya descamisado, revoleando sus prendas por el aire. Fue ahí que Teysera y Cebreiro dejaron lugar a Santullo, quien asaltó el escenario rapeando el texto de su autoría: “Él mastica la ciudad / pisa firme cada esquina / encuentra cosas nuevas / rupturas y rutinas, mucha gente / Quilombos latentes que estallan de repente / abajo del blanco de este sol. / Él busca en la mirada encontrar antes que nada / en los ojos el reflejo que de lejos le recuerda / que todo lo que antes quiso ser / se parece a casi todo lo que le tocó ser hoy / Puede ver su trayectoria en las vías y estaciones que recorre de memoria / y en su cabeza guarda como una idea bastarda / miles de mapas mentales que repletos de señales / le indican en qué eje se teje / el mecanismo que maneja / cada salto y cada trompicon / cuando se lo lleva puesto / La sin razón”.

Fernando Santullo, segundos antes de cantar (Foto: Carlos Dopico)

Fernando Santullo, segundos antes de cantar (Foto: Carlos Dopico)

La banda estaba a pleno, ajustada, sin guardarse un resto para el día siguiente, con un Enano que recuperó la voz, y un Cebolla que recorrió cada rincón del escenario. Pero lo más notorio es la energía con la que viven el show, sin presiones, alentándose mutuamente y cubriendo las espaldas de quien pudiera cometer algún error. Sobre el costado derecho, de frente al público, está la mesa de monitoreo que pilotea Daniel Blanco, atento a las necesidades de cada uno.

Del lado opuesto, sobre la izquierda del escenario, es territorio de Manolo y Cocho, los dos asistentes técnicos que disfrutan la fiesta al tiempo que hacen su función. Afinan los instrumentos, marcan entradas y salidas, y disponen del frigobar a bordo de show. Tras la intervención de Santullo, coreaban a dúo: “¡Santullo queda fijo, Santullo queda fijo!”.

Mientras la banda tocaba, toda la familia puerca agitaba desde primer balcón a la izquierda del escenario.

Los hijos de La Vela (Foto: Carlos Dopico)

Los hijos de La Vela (Foto: Carlos Dopico)

Promediaba el show y tras “No sé” se venía el momento de Manolo al micrófono, para entonar junto a los Sebastianes el conmovedor “Colabore”, que a horas de una nueva marcha del silencio tomaba mayor dimensión: “Saben dónde están, van apareciendo. / Saben dónde van, esquivando el peso del tiempo. / Llorando por hoy ser la carne. / Llorando por hoy ser la carne. / Mi cañón les va a disparar. / Colabore para no desaparecer”.

Luego de “Polidoro”, otra invitada. La Niña Lobo, Camila Rodríguez, subiría a cantar otra del Impulso, “Para no verme más” y completar el segmento con “Caridad”, “Claroscuro”, “Sin palabras”, “Caldo” y “Burbujas”.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

De ahí en más, el tramo más frenético del concierto. Ante un pequeñísimo intervalo, Teysera preguntó: "¿Seguimos?". Y arremetió con “Alta Magia” para desatar otra vez el pogo y rememorar el pasado: “Pará hermano, / pará un poquito que estamos de la mente…”. Siguió “Por Dentro”, “De Atar” —que contó con la guitarra filosa de Matías Bello, de Mota—,“Haciéndose pasar por luz” y cerró con “El profeta”.

La banda bajó del escenario y volvió al corredor para tomar aire antes del final. Eran ya las 23:10 y todos sabían que se venía el último tramo. Por eso fue que un grupo de fanáticos comenzó a desplegar una extensa bandera sobre la primeras filas del campo que rezaba: “La indómita tribu, esto recién empieza”.

Luego de unos ocho minutos, la banda volvió tocar. La lista de bises incluía aún un puñado suculento y guardaba el secreto de dos últimos invitados, pero traía además viejas canciones que otra vez volvían a tocar.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Hace un tiempo, les pregunté al Enano y el Mandril: ¿Hay clásicos que ya les tienen agotados, que sienten anacrónicos o sencillamente que ya han tocado demasiado?

Nico Lieutier (N.L.): Por momentos, algunos pueden agotar, pero las idea es antes mandarlos al “freezer” para que no nos saturen. Y después, cuando se extrañan y nos dan ganas de volver a incluir, se incluyen. Ahora venía del freezer “José sabía”. Entró en 2022 y está feliz. Pero en un momento, sobre todo al Enano, le estaba por agotar. En el show, él queda siempre solo a cargo de esa canción.

Sebastián Teysera (S.T.): La historia es no llegar a la situación extrema de no tocarla nunca más. Preguntale a Divididos si siguen tocando “Qué ves?”, o a Las Pastillas del Abuelo “El sensei”… No hay que llegar a un lugar donde no haya vuelta atrás. Todos creemos que la canción no se merece eso.

N.L.: “El viejo” (una de sus más célebres canciones) la congelamos también, durante un tiempo.

S.T.: Cinco años.

N.L.: Y “Zafar”, también.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Este último tramo sacaba a todas del freezer. Tras “Sin Avisar” y “Todo el karma”, el Enano anunció a un invitado ajeno al mundo del rock y el Cebolla presentó al emblemático músico de la cumbia del interior Chacho Ramos, quien ya había tenido la experiencia de desembarcar en este enorme escenario.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Ramos interpretó “Zafar” y despertó una ovación que seguiría encendida hasta el final porque inmediatamente después entró el enorme Ruben Rada para cantar “El viejo” y poner a todo el estadio a bailar. Rada, con tanto escenario encima, arriesgó contrafrases en medio de la canción y combinó el clásico “Vamo' la Vela de mi corazón” —que nació con “Vuelan Palos”— con “un vino pa’ entibiar”. Teysera, Cebolla, Coli, Rafa y Nico, lo adoraban con reverencias.

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

Foto: Mauricio Rodríguez (@maurirod.uy)

El segmento final cerró con “Llenos de Magia”, el himno que abre A Contraluz, el tercer álbum de la banda, y que a instancias de su vigésimo aniversario, la Vela acaba de volver a grabar.

Sobre el final, Teysera volvió agradecer: “Por tantos años de amor, respeto, pasión, paciencia y de calenturas, también. Las canciones seguirán vivas a pesar de todos nosotros. Hasta la próxima”.

Y, sin dar tiempo al Cocho, que quedó con la guitarra a mitad de camino, el Enano comenzó a entonar a capela “José Sabía”. Mientras la banda dejaba el escenario, Nico Lieutier agarró la guitarra a un costado y advirtió: “¡La está tocando un tono más arriba!”. Fue así que, tras un par de estrofas, Teysera pidió finalmente la acústica y volvió a entonar la canción de despedida: “Al dolor de seguir vivo / que es lo bueno que tiene el dolor. / Y también al placer / de ganar y perder. / Cuando todo parece jodido es cuando hay que poner. / Si todo parece jodido es cuando hay que poner”.

La Vela salió del escenario pero las charlas continuaron en el descanso contra la escalera. Abrazos, sonrisas, y satisfacción coronaban el final de la jornada. Afuera, la fiesta seguía y por los corredores continuaban retumbando los ecos de la canción. 

Teysera, Cocho, Santullo y Lieutier luego del show (Foto: Carlos Dopico)

Teysera, Cocho, Santullo y Lieutier luego del show (Foto: Carlos Dopico)

Durante más de dos horas, repasaron un extenso repertorio de 29 canciones (una por año de actividad) que abarcó toda su discografía. Desde su debut Deskarado (2018) hasta el más reciente álbum,  Discopático (2022)A casi 30 años de la fundación de la banda y a más de cinco de haberse inaugurado el estadio cerrado del Antel Arena, La Vela Puerca celebró su debut con dos noches colmadas de público.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico