Por Martín Inthamoussú
martinintha
Hace unos cuantos años, yo trabajaba aún como coreógrafo y me invitaron a hacer una coreografía en un programa de televisión. Al poco tiempo de estar ensayando, la productora me sugirió que yo debería bailar también. Le comenté que no era ese mi trabajo y su respuesta fue: si bailás más gente te ve y a vos te sirve. No sucedió el trabajo no remunerado.
Hace pocas semanas, una persona dedicada a la actividad académica me invita a realizar la tutoría de una estudiante universitaria en el sector de las industrias creativas y culturales. Al conversar sobre las condiciones, me comenta que no hay pago por esta tarea, pero que me darían un certificado. No sucedió el trabajo no remunerado.
No hace muchos meses, un dueño de un boliche montevideano contactó a una banda de un amigo. El dueño le sugiere que lo hagan gratis, porque recién está empezando y esta es una gran oportunidad de hacerse conocer. Y, obviamente, no sucedió el trabajo no remunerado.
En 2021, la UNESCO comunicó que la cultura y la creatividad constituyen el 3,1% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y el 6,2% del empleo total. El valor de las exportaciones de bienes y servicios culturales se ha duplicado en comparación con 2005, alcanzando los US$389.100 millones en 2019. De acuerdo con la información proporcionada por encuestas de hogares en diferentes países en 2019, las industrias culturales y creativas (ICC) 2.647.000 empleos solo en Latinoamérica. Representa entre el 0,7% (México) y el 2,5% (Uruguay) del empleo total. En el mismo informe, el 31% dijo que estaba trabajando y recibiendo remuneración, pero el 24% declaró estar trabajando informalmente.
Estamos acostumbrados a escuchar a artistas y trabajadores de la cultura a decirnos que es un privilegio poder vivir de su arte. ¿Es un privilegio realmente vivir de tu trabajo? Creo firmemente que eso es un derecho. Y para poder cambiar ese relato, debemos trabajar en toda la cadena de valor de las industrias creativas y culturales. Ese cambio debe ser transversal. Debe suceder desde los trabajadores y también desde quienes los contratan.
El Banco Interamericano de Desarrollo publicó en 2021 el Primer diálogo regional de políticas sobre industrias culturales y creativas con un enfoque intersectorial. Allí quedó en evidencia que estamos ante uno de los sectores con más empleos informales creando oportunidades desiguales, sin controles regulatorios o mínimos que las hacen muy inseguras, lo que quedó claro durante la pandemia cuando la mayoría de los trabajadores del sector, al perder sus empleos informales, no tenían seguridad ni protección en absoluto. El trabajo informal o autónomo suponía dificultades para proporcionar protección social a estos trabajadores que en la mayoría de los casos son autónomos o independientes. Gobiernos de todos los países reaccionaron rápidamente y lo que queda ahora es la oportunidad de medir claramente al sector para diseñar estrategias que formalicen a estos emprendedores culturales asegurando su futura estabilidad.
2,6 millones de puestos de trabajo en las ICC fueron afectados y una estimación por trabajadores y empresas de pérdidas en ingresos y ventas del 80% a causa de la pandemia.
El ecosistema creativo tiene una alta incidencia en el autoempleo, los empleos informales y precarios, por lo que los trabajadores de este sector siempre son muy vulnerables a las diferentes crisis. A esto hay que sumar las disparidades e inequidades dentro del propio sector, en el que podemos encontrar trabajadores con oportunidades formales y otros sin ellas. Solo en América Latina, el 24% de los trabajadores del sector cultural y creativo (CCS) pertenece a la informalidad, y el 18% trabaja de manera intermitente. Estos datos, relevados por el BID en The Impact of COVID-19 on Cultural and Creative Industries in LAC: Findings from Regional Surveys of Firms and Workers son, al menos, preocupantes.
Como lo afirmó el Banco Interamericano de Desarrollo, es importante diseñar mecanismos financieros que apunten a la tracción de la inversión público-privada, como el capital, el capital de riesgo o los fondos de inversión, así como la creación de mecanismos de financiamiento indirecto que acerquen a las industrias creativas y culturales con los sectores tradicionales. Esta perspectiva debe mantener a los trabajadores de CCS en el centro de la discusión, la escucha activa y el intercambio permanente a nivel regional.
Toda la cadena de valor tiene oportunidades de mejora, pero sin un entorno que colabore con el posicionamiento de las industrias en su lugar de relevancia, será muy difícil desarrollar un cambio. Necesitamos desde el productor del canal, el académico hasta el dueño del boliche que pueda entender que, así como no se le ocurre decirle al médico que lo opere de apendicitis gratis así lo conocen más personas, tampoco deberíamos pedirle eso a ningún trabajador de las ICC, a menos que sea consentido.
Desde la oferta, desde los trabajadores, desde la demanda, desde quienes contratan y desde todo el ecosistema laboral.
Necesitamos, y podemos, dar ese paso de validación, de respeto, de dignidad. Poder decir “soy artista” y que nadie tenga que preguntar: ¿y de qué vivís?
Por Martín Inthamoussú
martinintha
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla reportarcomentario@montevideo.com.uy, para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]