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Historias
Pick and grunge

La omnipresencia de Pearl Jam en la NBA y el rescate a Rodman en su momento más oscuro

Grunge, arcade y el pedido eterno por la vuelta de los Supersonics. Evidentemente, los comandados por Vedder siempre amaron tirar de tres.

06.03.2023 13:45

Lectura: 8'

2023-03-06T13:45:00-03:00
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Por Sebastián Chittadini

El lunes 22 de octubre de 1990 no se jugaron partidos en la NBA. Sin embargo, un jugador de la mejor liga de basketball del mundo sí jugó: hay registros de la actuación de Mookie Blaylock, concretamente en la ciudad de Seattle. Pero, para ser exactos, no fue Daron Oshay Blaylock quien actuó como telonero de Alice in Chains, sino una banda conformada por Eddie Vedder, Mike McCready, Stone Gossard y Jeff Ament. Esa noche, ante exactamente 299 espectadores en el Off Ramp Café y con el nombre del base de los New Jersey Nets, comenzó la carrera de la que sería una de las formaciones más famosas y legendarias del rock: Pearl Jam.

Setlist de ese primer show, en el que le abrieron a Alice in Chains.

Setlist de ese primer show, en el que le abrieron a Alice in Chains.

Grandes fanáticos del basketball, especialmente Vedder y Ament, habían decidido el nombre de la banda por la musicalidad y porque les gustaba mucho el estilo de aquel jugador electrizante que comenzaría la temporada 1990-91 de la NBA unos días después —el 2 de noviembre— anotando 10 puntos en la victoria de los Nets contra los Charlotte Hornets. Mientras los dos Mookie Blaylocks coexistieron, la banda llegó a realizar una gira que comenzó en febrero de 1991 e incluyó 12 shows en 15 días por los estados de California, Oregon y Washington. Sin embargo, como pasaba en las películas del Lejano Oeste, no había lugar para los dos. Cuando la versión musical de Mookie Blaylock firmó contrato con la disquera Epic, la versión basquetbolística hacía lo propio con Nike y eso llevó al sello discográfico a sugerir un cambio de nombre por temor a represalias legales. Así nacía Pearl Jam, cuyo primer disco —lanzado el 27 de agosto de 1991— se llamaría Ten, por el número 10 con el que jugaba Mookie Blaylock.       

Adelantándose por unos días a la salida del Nevermind de Nirvana, antes del primer campeonato logrado por Michael Jordan y de la expansión global que significarían para la NBA los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, Pearl Jam marcaba el punto de partida de la movida conocida como grunge. En la gris y lluviosa Seattle coexistían las letras oscuras e introspectivas de estas bandas y el espectáculo de los Supersonics personificado en Gary Payton y Shawn Kemp. Eran tiempos de un clima social de desesperanza que, globalización mediante, no tardaría en expandirse más allá de los límites de la ciudad y del país. Los elementos más destacados de la cultura popular estadounidense se convertirían en el alimento de la Generación X del mundo en la última década del siglo XX.

Eddie Vedder y los suyos alcanzarían rápidamente el éxito con su disco debut, lo que lógicamente llevó a que su música sonara en todas las radios. Incluso en la de una camioneta que estaba estacionada a unos metros de The Palace of Auburn Hills —estadio de los Detroit Pistons— en la fría noche del 11 de febrero de 1993. El estacionamiento estaba desierto, porque los Pistons estaban de gira. La noche anterior, habían perdido contra los Nets en New Jersey y Dennis Rodman no estaba con el equipo. El rey de los rebotes en la NBA estaba decidido a terminar con su vida, sentía que no encajaba desde que los Pistons habían dejado ir al entrenador Chuck Daly, una figura paterna que lo mantenía enfocado en su carrera. Mientras miraba el estadio con nostalgia y sostenía un rifle, prendió la radio. “Even Flow” y “Black”, dos de los más grandes éxitos de Pearl Jam, funcionaron para que su mente se relajara y dejara de lado los fantasmas que lo perseguían hasta dejarlo cara a cara con la muerte. Se despertó con la policía golpeándole el vidrio, sin saber que su camino se volvería a cruzar con el de la banda de Seattle.

Mientras, en ese mismo 1993, todavía en plena época dorada de los salones de arcade —“maquinitas”, en Uruguay—, el furor por la NBA era capitalizado por Midway, desarrollador del juego NBA Jam. El concepto era sencillo y efectivo: dos jugadores de cada equipo sin faltas, con saltos imposibles y redes prendidas fuego ante una racha de puntos. Un espectáculo visual lleno de dinamismo, gran jugabilidad y mucha diversión; aunque sin la máxima estrella de la liga. La licencia NBA no le permitía a Midway incluir en el juego —lanzado el 22 de mayo de 1993— a Michael Jordan, quien era dueño de sus propios derechos de imagen. El número 23, con sus acrobacias aéreas y su imagen, sabía que era responsable directo de la narrativa de los 90 y de la explosión de una NBA más global que nunca. Ya se decía que era el mejor de todos los tiempos, por lo que su era también podía ser considerada como la de mayor impacto. Unos días después —el 10 de junio—, a los 30 años y en la plenitud de sus poderes, ese hombre devenido en marca global e ícono de los 90 anunciaba su retiro tras ganar su tercer campeonato en forma consecutiva.

Eran tiempos de adolescentes que grababan la NBA en VHS, iban al videoclub, miraban videoclips en MTV, rebobinaban cassettes con una lapicera Bic para no gastar las pilas del walkman —tener un discman no era para cualquiera— y juntaban monedas para comprar fichas de maquinitas. También, desde Seattle, el grunge y los Sonics sacudían la modorra de una ciudad sin demasiada movida cultural. Bastó con que Pearl Jam capitalizara su amor por el basketball para unir fuerzas con Shawn Kemp, uno de los jugadores más espectaculares de la NBA. Jeff Ament, el bajista de la banda, amaba a los Sonics y los iba a ver siempre que podía. De golpe, se encontró realizando una sesión de fotos con el mejor jugador de su equipo para un póster que se repartiría entre los hinchas. Por otra parte, un video del especial NBA Superstars 3 juntaba a las espectaculares jugadas de Kemp con la canción Go, de Vs, el segundo álbum de Pearl Jam (1993). El espíritu adolescente del que hablaba Nirvana, otra de las grandes bandas de aquella movida, olía a todo eso.

El bajista Jeff Ament, fanático de los Seattle Supersonics, en un póster junto a la estrella del equipo, Shawn Kemp.

El bajista Jeff Ament, fanático de los Seattle Supersonics, en un póster junto a la estrella del equipo, Shawn Kemp.

La vida es conocida por dar muchas vueltas, para todo el mundo. Y unos años después, mientras la década avanzaba y encontraba a Pearl Jam siendo una fuerza dominante en la cultura popular, Dennis Rodman era una parte fundamental de otra franquicia de éxito global: los Chicago Bulls de Michael Jordan, en su segunda etapa con el equipo tras su experimento con el béisbol. Casualmente, Eddie Vedder es oriundo de Chicago y aprovechó su status para conocer a las estrellas del equipo de moda, siendo Rodman una de las principales. La versión rockstar del jugador conocido como El Gusano sería invitada a varias actuaciones de la banda y una foto de su globo ocular formaría parte de la portada de No Code, el cuarto disco de Pearl Jam (1996). Para 1998, siendo Rodman ya un gran amigo de Eddie Vedder, lo invitaría a cantar el himno de Estados Unidos en uno de los partidos de las Finales de la NBA que protagonizarían los Bulls y los Utah Jazz.

Aquel fue un maravilloso tiempo. No solo para Vedder o Rodman, sino para todos los que pudieron disfrutar de esos cruces entre la música, el deporte, los videoclips, los videojuegos y los pósters que adornaban los cuartos de tantos adolescentes en todo el mundo. Y en plena pandemia, ese tiempo volvió a ser el presente. Michael Jordan era otra vez la estrella del momento y se convirtió en meme sosteniendo una táblet mientras se ríe de Gary Payton, el base de los Sonics de Seattle y gran fan del NBA Jam. En el final de The Last Dance, la docuserie sobre el último campeonato de los Bulls, una voz quebrada y a la vez poderosa, muchas veces doliente y que se incrusta en los oídos con inequívoca dulzura pone la banda sonora cuando todos los miembros del equipo escriben unas palabras sobre el tiempo que pasaron juntos y su final tras el sexto título de la NBA en ocho años. Tras llevar sus sentimientos al papel, los tiran al fuego para dejarlos ir. La canción se llama “Present tense”, la banda es Pearl Jam.

Los Sonics ya no están en la NBA, aunque Vedder y Ament no se cansan de pedir su reinstauración en cada oportunidad que tienen. Nirvana, Kurt Cobain y Chris Cornell —el vocalista de Audioslave, otra de las grandes bandas que le hablaron a una generación desde la oscuridad de su poesía— tampoco. Ya casi no hay salones de maquinitas para jugar al NBA Jam y la Generación X tiene otro tipo de insatisfacción. Pero cuando Dennis Rodman despertó, Eddie Vedder —en su versión de sensible cantautor acústico— todavía estaba allí.

Jeff Ament y Eddie Vedder disfrutando en una partido de la NBA

Jeff Ament y Eddie Vedder disfrutando en una partido de la NBA

Por Sebastián Chittadini