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Perfiles
Armas en lo de Mirtha

Las criaturas de Fernando Peña, el hombre que bajó de los aviones para entretener a miles

En la fecha de su cumpleaños y tras quince años de su fallecimiento, Fernando Peña sigue siendo considerado disruptivo.

31.01.2024 18:55

Lectura: 8'

2024-01-31T18:55:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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Primera advertencia. No escribas homosexual ni ningún subterfugio parecido. Soy puto, y escribí puto. Si me traicionás, no volvés a verme”. Eso le dijo Fernando Peña (1963 - 2009) a Alfredo Serra, periodista argentino que lo entrevistó numerosas veces.  

Hay algo cautivante en el personaje arquetípico que nace en cuna de oro y se rebela. Aquel que es educado en los mejores colegios, con los mejores modales y costumbres. Que es construido para un tipo de vida acorde al statu quo. Y que, aun con todo eso, no alcanza. Capaz porque, al ver el lado B, se vuelven cínicos. Capaz porque ya nacen de esa manera. Ejemplos sobran y, quizá, el más evidente es el del músico italiano, cantante de Sumo, Luca Prodan. Casos así abundan, y no solo entre los personajes públicos.

Es natural que el azar le agregue a cualquier historia una cuota interesante. El hecho universal de que un mínimo gesto o acción puede modificar el curso de las cosas de manera permanente. Una característica intrínseca a la existencia, que a veces se da el lujo de darle un giro de tuerca trascendental a la vida de tan solo unos pocos.  

Resulta que la historia de Fernando Peña cuenta con estos dos componentes. Nació en la madrugada del 31 de enero de 1963 en Montevideo. “Día incómodo, hora incómoda, inoportuno, como siempre”, escribió al respecto en su libro Gracias por volar conmigo (2007). Hijo de una actriz y un periodista deportivo. Fruto de una relación conflictiva. Vivió sus primeros años en Carrasco y asistió al British Schools. A los siete años, se mudaron a Buenos Aires y comenzó a asistir al Saint Andrew's School. Dos colegios de primera. 

Fue su abuela, también actriz, quien le cultivo el germen de la actuación. Desde muy chico, Peña amaba los aviones. A los 13 años comenzó a teñirse el pelo con manzanilla, maquillarse y pintarse las uñas. Esos serían los primeros vestigios de su futuro. 

Fernando Peña en

Fernando Peña en "La Luna", con Jorge Lanata

Milagros López, una mujer cubana. Ese fue el personaje que Fernando Peña hacía como azafato, escondido en la cabina, y que salía por los parlantes del avión. Basado en una azafata real que conoció, pero que se impregnó en él y se convirtió en una de sus tantas criaturas. Un día Lalo Mir, periodista argentino, se subió a uno de los aviones donde trabajaba y lo escuchó. Fue a buscar a la mujer y se encontró, en vez, con Fernando Peña. Este le pidió que no dijera nada en la radio porque, sino, lo iban a echar de su trabajo por los cielos. “Pongamos a Milagritos en la radio”, le contestó Mir, según el libro Puto Lindo (2019), de Diego Scott.

Así fue su debut, mandando grabaciones de Milagros López al programa “Tutti Frutti” de la Radio Del Plata. El éxito fue total. Los oyentes, al igual que Lalo Mir en un principio, asumían que la criatura de Peña era una persona real y no un personaje. Su personaje tendría hasta un programa de boleros. Con el tiempo y por la respuesta positiva del público, nuevas criaturas se incorporaron al programa radial, a tal punto que a veces hasta interactuaban entre ellas. Después, vendría Rock & Pop con la “Negra” Vernaci y él, junto a sus personajes, siguió creciendo. Finalmente, Peña se ganó su propio programa en los 2000: “El Parquímetro”, por FM Metropolitana. Saldría al aire de lunes a viernes por cuatro horas.  

Martín Revoira Lynch, un empresario de Zona Norte que tenía su propia sección llamada “Gente como uno”. La Mega, una mujer que hacía comentarios subidos de tono. Palito, un personaje al que el mismo Peña definía como un “negro cabeza, pero buena persona”. Roberto Flores, un hombre afeminado y gay. Estos solo son algunos de los más de veinte personajes que convivían en Fernando Peña. Construcciones a partir de estereotipos de todos los estratos sociales, retratados de manera histriónica y absurda.  

Estos discutieron con Diego Ripoll —su compañero de programa—, con los oyentes, con todo el mundo. Hablaría sin pudor de sexo, drogas, homosexualidad, enfermedad. Los llevaría al teatro con obras como “Esquizopeña” y escribiría libros. Sería invitado a programas de televisión. Fue amado. Fue odiado. Probablemente, haya llegado a provocar ambas cosas, de forma simultánea. 

“Bueno, ahora te voy a pegar un tiro”. Eso le dijo Fernando Peña a Mirtha Legrand, mientras estaban sentados en una mesa redonda en el estudio de televisión donde se graba el programa. Mientras la conductora hablaba, Peña sacó un arma de manera repentina y le dijo eso. Mirtha apenas pestañeó. Solo le expresó su descontento, entre risas incómodas. Él se justificó diciendo que la gente pedía esto. Acto seguido, se metería el revolver en la boca. Hace un tiempo, este fragmento de entrevista volvió a resurgir y se convirtió en meme.  

A esa misma entrevista llegó vestido de pollera y borcegos, repleto de bijouterie y con lentes puestos, junto a su perro. Mostró el tatuaje en el brazo que decía “VIH+”. Afirmó que le hizo muy bien convertirlo en poesía. Anunció que había contraído el virus en su programa de radio. Utilizaba términos como “sidoso”, comentarios plagados de humor negro, y pedía al público que llamara para hacer chistes al respecto. Llegó a lamentarse de que la gente “nunca supiera cuando habla en serio o en joda”.  

El desenfado y franqueza de Fernando Peña eran disruptivos. Si lo eran antes, hoy serían muchísimo más escandalosos. Hablaba abiertamente de su consumo de drogas. Pedía que le digan “puto lindo”, porque defendía que “puto” no era un insulto. Fue considerado uno de los precursores del “destape gay”. No le molestaba que se supieran detalles de su vida privada. Hablaba de la muerte como algo que no lo asustaba, sino que lo tranquilizaba.  

¿En dónde se trazaba el límite entre Peña y sus criaturas? ¿Cuánto había de Peña en sus declaraciones públicas? ¿Había una diferencia entre el Fernando Peña que aparecía en público y el que se guardaba para sus conocidos? 

Peña falleció el 17 de junio de 2009, con 46 años. Fue velado en la Legislatura, con un ataúd decorado con lentejuelas y con whisky para los que asistieron. Muchos lamentaron su muerte. Entre ellos, Mirtha Legrand, que ese día no salió al aire. También Ricardo Iorio. Jorge Lanata escribió sobre él para despedirlo.  

Años más tarde, se publicó una carta suya. Era para la hija de uno de sus amigos, una vez que cumpliera quince.  

"Querida Magdalena, yo no sé adónde estaré para cuando tomes este vino. Me llamo Fernando Peña y soy o era amigo de tus padres. Te pongo era porque a lo mejor para cuando la abras ya estoy muerto (puede suceder). Espero que hayas entendido algo de lo difícil que es vivir para tus primeros quince años… falta…es más, nunca se deja de aprender. Sé siempre fiel a lo que quieras, escuchá solamente a tu corazón y no dejes que un hombre te robe el amor que tenés por vos misma. Suerte, Fernando Peña", decía.

Es por eso que, tal vez, esas preguntas perdieron trascendencia. Poco importa quién realmente era Fernando Peña si su arte entretenía y hacía feliz a personas que podían estar en los polos opuestos. Poco importa, porque claramente es lo que él hubiera dicho al respecto.  

Hasta el día de hoy, Fernando Peña les hace falta a muchos. ¿Su humor sería lo suficientemente resistente para sobrevivir a estos tiempos, o tendría que adaptarse? ¿Sería capaz de adaptarlo? ¿Qué opinaría Peña de la actualidad?  

“Todo lo pago, odio el canje”, dijo en la entrevista con Legrand. Sería divertido que Peña hubiera llegado a la época de los influencers y las redes sociales. Al igual que con tantas otras cosas. Había mucho de saber captar ciertos síntomas sociales y traducirlo al humor de la manera más disparatada en lo que hacía.  

Por Sofía Durand Fernández
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