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Música
Ibérico y rioplatense

Leo Rizzi: “Si convierto en rígido lo que para mí es una libertad, se acabó”

El músico español-uruguayo habla de sus raíces y su próximo disco de cara a su presentación en el Festival Medio y Medio.

08.02.2024 17:06

Lectura: 14'

2024-02-08T17:06:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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En el acento español de Leo Rizzi se filtran modismos y palabras que remiten a Uruguay. Un “vale” y un “vos” que conviven con naturalidad en varias de sus oraciones. Una voz que refleja y representa lo que es la historia de vida de Rizzi. Un puente que une dos continentes, dos países, dos culturas.

Leo Rizzi nació en Ibiza, en 1998. Con cuatro años, su familia vino a vivir a Uruguay y, hasta los quince, Leo se empapó en la cultura del país, incluyendo el rock nacional. Habla de No Te Va Gustar, La Vela Puerca y el Cuarteto de Nos con emoción. De Jorge Drexler admira la métrica, cómo recita y la forma de hablar tan personal. Afirma que del rock uruguayo se lleva el alma, que, según él, es medio “punkie”.

“Amapolas”, uno de sus sencillos, fue un antes y un después. Se hizo viral en TikTok, conocido en España, y también en México. Su crecimiento fue exponencial y llegó a colaborar con artistas como Pablo Alborán, Danny Ocean y hasta Raphael. Ahora, se prepara para lanzar su primer disco.

La música es lo que lo ayuda a sentirse más cerca cuando extraña a Uruguay. Es sensato si se tiene en cuenta que, antes de las giras, los sencillos y el éxito, Leo Rizzi comenzó cantando en el restaurante de sus padres cuando apenas era adolescente. Un restaurante en Punta Ballena.

Hoy, Leo Rizzi, ya con 25 años, se presenta en el Festival Medio y Medio. Curiosamente, el restaurante de sus padres es en frente. Para él, esto es una de los tantos logros que le hacen ver hasta dónde ha llegado. Las entradas se pueden adquirir aquí.

Foto: cortesía de la producción

Foto: cortesía de la producción

¿Venís seguido a Uruguay? 

Tuve una temporada en la que no vine. Los primeros cinco años que estuve fuera, no vine. Luego dije, “tengo ganas de volver”, y ahí volví. La primera vez fue con veinte años. A partir de ese momento, intento volver cada año. Vine el año pasado, vine este. Volver es muy importante para mí.

¿Por qué?  

Es reconectar un poco con lo que soy. Muchas veces uno se olvida, se va afuera y se cree que el camino es lineal, hacia delante, pero no. Hay muchas veces que te quedas con ganas de resolver cosas, no del pasado, porque eso pertenece a mí eternamente. La conexión que tengo con Uruguay es para siempre.

Dijiste que en España la música es mucho más “cerrada” que en Uruguay. 

Puede ser. Siento que en Uruguay se ha vivido una globalización más grande, que permite una filtración más grande de géneros. España tiene su tradición más marcada. Ha conectado mucho con Latinoamérica, lo urbano, que está muy presente. No sé decirte ahora dónde hay más amplitud de miras. No sé si suscribir a Leo Rizzi del pasado. Son escenas diferentes, acá siento que el rock está muy presente todavía. Al día de hoy, los jóvenes escuchan tanto a un Wos como a un NTVG. La herencia es más fuerte.

Siempre decís que tenés un género musical con apellido, ¿eso te permite mantenerte abierto en tu proceso creativo y no encasillarte? 

Totalmente. Para el artista, hoy en día, es un reto definir su sonido. En mi caso, el limitarse también tiene consecuencias. Decir, “no, solo hago rock”. Igual, es abstracto. Creer que solo por hacer rock no podés hacer otras cosas que te abren imaginarios, que te pueden llevar a lugares positivos. Hoy en día, el reto es tener la mente abierta al no pensar que te van a juzgar. La gente de afuera ya escucha todo. Estamos mezclando géneros y es buenísimo.

Comenzaste a presentarte en público con tan solo doce años en el restaurante de tus padres. ¿Qué buscaba ese Leo y qué busca este?

Hay una cosa muy esencial que se mantiene toda la vida. Lo que yo sentía cuando cantaba en ese momento, es la misma sensación o prima hermana de la que yo sentía cuando tenía doce años. Para mí, ese es el norte. Creo que al final lo que pasa es que te vas dando cuenta de los mecanismos de la vida, de la industria y cómo funciona un concierto. Lo que me movía a mí, era conectar con mi guitarra y soltar unas notas que me conmovieran. Es lo que pasa hoy. Con otras herramientas y mecanismos porque ya soy mayor. Pero siento que la sensación es la misma.

¿Y también generar algo con los demás?

Sí, pero cuando pensás mucho en eso, te perdés.

¿Cómo fue tu primera presentación en Uruguay?

Me sentí muy realizado. Vuelvo a mi país, y vengo a tocar con una perspectiva muy diferente a la que me fui. Está mi familia, pero también va a venir mucha gente que viene a escuchar mi música. Venir por segunda vez hace que se asiente la cosa. Esto es real, no solo un sueño. Me siento feliz y agradecido.

La vez pasada fue en Magnolio Sala, ahora es en Medio y Medio, en Punta Ballena, donde viviste.

A Montevideo la siento como casa. Mi familia vivía acá, pero yo vivía en Maldonado. Volver al Medio y Medio es muy potente, porque está en frente del restaurante de mis padres, donde yo me crie. Es como ir al restaurante de mis padres y decirle: “Mamá, lo hicimos”.

Más allá de lo personal, ¿qué esperás de un público de alta temporada en un festival?

Cuando voy a un show con un público que no conozco mucho, intento no poner muchas expectativas. Ahora estoy en un momento en el que no sé qué va a pasar. Estoy expectante, pero tranquilo. Hay salas donde me he sorprendido un montón.

Foto: cortesía de la producción

Foto: cortesía de la producción

Hablás de querer cantar lo que te sale del alma y no perder el norte. Es curioso que te hayas hecho viral por TikTok. Hoy en día se da una confrontación entre esa plataforma y la música, se teme que los artistas hagan música en función de triunfar ahí. ¿Cómo convivís con esos dos mundos?

Creo que TikTok es un medio, no un fin. Cuando tenés una propuesta que vive sola, va a vivir en TikTok y en la calle. Pero si tenés una propuesta que no vive en la calle, no va a vivir en TikTok. Cuando arranqué, tenía canciones muy comprometidas con el autoconocimiento, era algo que yo sentía en mi piel. Pero me di cuenta de que mucha gente lo sentía cuando compartí la historia y conectó.

Creo que no es algo reñido tener un mensaje y querer decir algo con una plataforma. Es verdad que se relaciona internet con un contenido banal, pero, hoy en día, todo el mundo está ahí. No hay que mirarlo con recelo ni con menosprecio, sino como un medio donde podés compartir lo que sea. Lo que crees, lo creas.

Una canción que se hace viral en TikTok puede levantar mucho. Los artistas pueden hacer un estribillo por esos 15 segundos de TikTok.  

Es real lo que decís. Hay gente que dijo: “Vale, si se pegan las canciones en TikTok voy a hacer guita o me voy a hacer famoso”, pero te podés frustrar en ese camino.

Cuando “Amapolas” se convirtió en una canción viral y un éxito, ¿cómo te sentiste?

Es loco. Tenés un FYP [For You Page] en el que no te sale lo que subís, entonces yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Pero te vas dando cuenta cuando la gente te dice que tu canción está en muchos lados. A partir de ese momento, todo cambia un montón. TikTok se ha convertido en esa plataforma que te levanta y ahí te agarra el mundo, las productoras, los festivales.

Hacés mucho hincapié en cómo funciona el mundo musical. Estás constantemente contando que es difícil, y más cuando uno recién comienza. ¿Cómo viviste el proceso de entrar en ese mundo? 

Es un golpe, hasta el día de hoy tengo muchas cosas que no sé, y aprendo a dejar que el mundo me enseñe poco a poco. Creo que es importante saber el funcionamiento para no perderte en él. Para no dejarte engañar en los propios mecanismos del sistema.

Te pongo un ejemplo. Vos te pensás que ser artista es estar pegado todo el rato, vivir en la fama y en el éxito. Pero ser artista es proyectar eso, y nadie te lo cuenta. Imagínate el famoso más famoso que se te ocurra. ¿Qué está haciendo ahora Harry Styles? Debe estar en pijama, despeinado, viendo una serie. Eso es la industria. La industria es aparentar éxito para que la gente cuando te recuerde lo haga en los momentos más despampanantes. Pero podés caer en un querer estar constantemente arreglado, bien, expuesto, exitoso. Podés caer en una enfermedad por querer estar todo el tiempo así. Yo creo que es un mecanismo que funciona así. Es un medio por el que tenés que pasar.

Hoy en día, la estética es muy importante. Entonces, uno intenta entrar en esos lugares sin que esos lugares entren en vos. Es un medio para vivir tu felicidad, que es hacer música. Todo esto es para volver a casa, agarrar una guitarra y decir: “Me dedico a esto”.

Uno ve al artista del que es fanático y cree conocerlo, pero es difícil saber lo que pasa del otro lado; en la persona que recibe miles de “te amo”, “sos lo mejor”, de otros que no conoce.

Desde el punto de vista interno, es una disociación muy grande. No te lo acabás de creer, la realidad no está de acuerdo con lo que estás viviendo. Yo soy fan de gente también, y sueño con ese momento de ver a la persona y decirle que soy su fan. Me pasó hace poco, de hecho, con un cómico español que me encanta. Necesitaba decirle que lo amaba. Es algo que sale natural, lo entiendo y me pasa.

Has sacado sencillos, pero tu primer disco está por salir. ¿Cómo fue el proceso de grabar sencillos a entrar en el estudio con un proyecto como un disco?

Es un viaje. Cuando hacés singles, el compromiso con la canción es de días, semanas. Con el álbum es una cosa completa de un año, capaz. Estar comprometido con ese trabajo, que es tan personal, cada día. Que avancen los días, los meses, que lo sigas viendo con la misma frescura y sentir que todo tiene sentido. Es un viaje. Vas variando, vas viendo cosas nuevas, decís: “Lo que compuse hace tres meses ya no me cuadra, ¿por qué dije eso? ¿Por qué grabe eso? ¿Por qué esa guitarra?”.

Es una constante revisión, que depende del presupuesto que tengas podes rehacer. Pero hay un momento en el que ya no podés tocar nada. Acostumbrarte a darte cuenta de que lo que hagas hoy, tiene que perdurar meses. Te obliga a pensar en la calidad, sin tener en cuenta el contexto puntual. Si hoy está de moda decir algo, está bueno que lo tengas en cuenta, pero tené claro que si lo vas a decir hoy, igual pasan cinco meses, deja de estar de moda y te la vas a comer. Pensá en esas cosas.

De acuerdo a las lógicas actuales de la industria musical, los discos están hechos para la posteridad.

Es la antítesis a lo que está pasando hoy en día. La flexibilidad que genera el mercado de TikTok se antepone al disco. El disco se tiene que mantener a largo plazo. Es lidiar con la temporalidad de las cosas, que también tiene mucho que decir. Lo que hagas artísticamente es una cosa que lo escuchás hoy y va a tener sentido, y lo escuchás dentro de diez años y también va a tener sentido. Es una cosa linda de pensar, pero es difícil.

¿Cómo te sentiste en el proceso de grabación, más allá de todas esas implicaciones? 

Es todo a la vez, es cansancio y también es algo hermoso. Siento que el sentimiento final es realización. Cuando ves el tracklist, decís: “Qué hermoso todo lo que hice”. No tenía nada antes de empezar, y ahora hay una vida ahí, en todo el proceso. Desde que lo previsualizas, hasta que lo visualizas y te pones a trabajar en las canciones. Creo que es terapéutico, estás trabajando con material tuyo que es sensible. En lo profesional, agarras mucha experiencia. Yo cuando empecé era otra persona. Ahora yo sé que no haría muchas cosas y haría otras muy diferentes.

No sos solamente vos, además. Trabajás con otras personas. Hay productores, hay músicos. ¿Cómo defendés tu visión?

Ese es el proceso más complejo, quizá. Porque el artista tiene una visión y luego está todo lo demás que acompaña, que llega a producir eso que tenés en mente. Es muy difícil bajar a tierra tal cual lo tenés en la mente. Entonces empezás a culpar a todo el mundo, porque si lo hacés vos solo, decís: “Yo quería hacer eso y quedó esto, fue mi culpa, lo hice yo”. Pero si hay cinco personas involucradas, empezás a disparar para todos lados.

No es fácil aceptar la obra final, que tiene una vida, mirarla con los ojos frescos. Es realmente complejo porque encontrar un productor o productora que entienda, que esté en el mismo proceso que vos y que lo sepa hacer, son tres cosas muy importantes. Topar con productoras que te entiendan, pero que trabaje otro material a la hora de producir sus cosas. Hay una dicotomía porque va a meter sonidos, cosas que son su sello, en algo que igual no está muy de acuerdo, entonces va a pelear. Casi que tiene que ser aquel amigo que escucha la misma música que vos.

Estudiás Bellas Artes, ¿como sentís que repercute en tu carrera? Has dicho que te gusta, a la hora de hacer un videoclip, darle indicaciones claras al director, por ejemplo.

Para mí, Bellas Artes me dio el lenguaje práctico para trabajar en el mundo del arte. No es, “me gusta el plano con un poquito de verde”. Tener los conceptos claros para poder dirigir es lo más lindo que me ha dado, porque puedo hablar y entenderlos, y me pueden entender y tomarme en serio.

¿Por qué estudiar bellas artes y no música?  

Es una muy buena pregunta. Ahora vuelvo al momento en el que tomé la decisión y yo, en ese momento, pensé que si me metía a estudiar una carrera de música capaz la aborrecía, y hacía rígido lago que para mí es hermoso. Si convierto en rígido lo que para mí es una libertad, se acabó. Creo que me vino bien, los conocimientos son hermosos y tenerlos te abren puertas.

Pero he hablado con mucha gente que ha estudiado música, los veo como que los han puesto dentro de una caja y ahora salir de ella es muy difícil. Me dicen: “No, es que la libertad que vos tenés la perdés al entrar en una carrera así”. Pero veo al conocimiento como algo lindo, me acerco a él desde la intuición. Busco en YouTube lo que me va interesando e intuyo que me sirve. “Me gusta la armonía que hace Fito Páez, seguro que hay algo explicándome en YouTube”.

Trabajaste con Raphael, Danny Ocean, entre otros artistas muy reconocidos. ¿Qué aprendiste de esos artistas durante sus colaboraciones?  

Para mí colaborar con un artista es intentar meterme en la cabeza de esa persona y conocer qué cosas hace para poder aplicarlas. En Pablo Alborán vi una intuición muy poderosa. Una forma de crear desde el niño. Sus formas de escribir y comunicar, creo que fueron lo que más me llegó. Rapahel es un artista que tiene ochenta años y sigue dando conciertos de dos horas y media. Me da como tierra decir: “Flaco, si hay una persona con ochenta años que está haciendo conciertos más largos que los tuyos, no te podes quejar, tenés tremenda fortuna y mucho por recorrer”. Sobre todo, te da la fuerza de decir que es posible transmutar las épocas, que es una preocupación del artista. No me quiero quedar en una época, quiero evolucionar con la gente y el mundo. 

¿Querés que la influencia uruguaya se sienta en tu música?  

Siento que empecé desde un lugar muy globalizado. Cada vez más, creo que la memoria de la herencia tiene mucho poder, hay que mirar para ese lado. Un mundo globalizado carece de alma también. ¿De dónde sos, si no sos de ningún lado?

Por Sofía Durand Fernández
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