En el acento español de Leo Rizzi se filtran modismos y palabras que remiten a Uruguay. Un “vale” y un “vos” que conviven con naturalidad en varias de sus oraciones. Una voz que refleja y representa lo que es la historia de vida de Rizzi. Un puente que une dos continentes, dos países, dos culturas.
Leo Rizzi nació en Ibiza, en 1998. Con cuatro años, su familia vino a vivir a Uruguay y, hasta los quince, Leo se empapó en la cultura del país, incluyendo el rock nacional. Habla de No Te Va Gustar, La Vela Puerca y el Cuarteto de Nos con emoción. De Jorge Drexler admira la métrica, cómo recita y la forma de hablar tan personal. Afirma que del rock uruguayo se lleva el alma, que, según él, es medio “punkie”.
“Amapolas”, uno de sus sencillos, fue un antes y un después. Se hizo viral en TikTok, conocido en España, y también en México. Su crecimiento fue exponencial y llegó a colaborar con artistas como Pablo Alborán, Danny Ocean y hasta Raphael. Ahora, se prepara para lanzar su primer disco.
La música es lo que lo ayuda a sentirse más cerca cuando extraña a Uruguay. Es sensato si se tiene en cuenta que, antes de las giras, los sencillos y el éxito, Leo Rizzi comenzó cantando en el restaurante de sus padres cuando apenas era adolescente. Un restaurante en Punta Ballena.
Hoy, Leo Rizzi, ya con 25 años, se presenta en el Festival Medio y Medio. Curiosamente, el restaurante de sus padres es en frente. Para él, esto es una de los tantos logros que le hacen ver hasta dónde ha llegado. Las entradas se pueden adquirir aquí.
Foto: cortesía de la producción
¿Venís seguido a Uruguay?
Tuve una temporada en la que no vine. Los primeros cinco años que estuve fuera, no vine. Luego dije, “tengo ganas de volver”, y ahí volví. La primera vez fue con veinte años. A partir de ese momento, intento volver cada año. Vine el año pasado, vine este. Volver es muy importante para mí.
¿Por qué?
Es reconectar un poco con lo que soy. Muchas veces uno se olvida, se va afuera y se cree que el camino es lineal, hacia delante, pero no. Hay muchas veces que te quedas con ganas de resolver cosas, no del pasado, porque eso pertenece a mí eternamente. La conexión que tengo con Uruguay es para siempre.
Dijiste que en España la música es mucho más “cerrada” que en Uruguay.
Puede ser. Siento que en Uruguay se ha vivido una globalización más grande, que permite una filtración más grande de géneros. España tiene su tradición más marcada. Ha conectado mucho con Latinoamérica, lo urbano, que está muy presente. No sé decirte ahora dónde hay más amplitud de miras. No sé si suscribir a Leo Rizzi del pasado. Son escenas diferentes, acá siento que el rock está muy presente todavía. Al día de hoy, los jóvenes escuchan tanto a un Wos como a un NTVG. La herencia es más fuerte.
Siempre decís que tenés un género musical con apellido, ¿eso te permite mantenerte abierto en tu proceso creativo y no encasillarte?
Totalmente. Para el artista, hoy en día, es un reto definir su sonido. En mi caso, el limitarse también tiene consecuencias. Decir, “no, solo hago rock”. Igual, es abstracto. Creer que solo por hacer rock no podés hacer otras cosas que te abren imaginarios, que te pueden llevar a lugares positivos. Hoy en día, el reto es tener la mente abierta al no pensar que te van a juzgar. La gente de afuera ya escucha todo. Estamos mezclando géneros y es buenísimo.
Comenzaste a presentarte en público con tan solo doce años en el restaurante de tus padres. ¿Qué buscaba ese Leo y qué busca este?
Hay una cosa muy esencial que se mantiene toda la vida. Lo que yo sentía cuando cantaba en ese momento, es la misma sensación o prima hermana de la que yo sentía cuando tenía doce años. Para mí, ese es el norte. Creo que al final lo que pasa es que te vas dando cuenta de los mecanismos de la vida, de la industria y cómo funciona un concierto. Lo que me movía a mí, era conectar con mi guitarra y soltar unas notas que me conmovieran. Es lo que pasa hoy. Con otras herramientas y mecanismos porque ya soy mayor. Pero siento que la sensación es la misma.
¿Y también generar algo con los demás?
Sí, pero cuando pensás mucho en eso, te perdés.
¿Cómo fue tu primera presentación en Uruguay?
Me sentí muy realizado. Vuelvo a mi país, y vengo a tocar con una perspectiva muy diferente a la que me fui. Está mi familia, pero también va a venir mucha gente que viene a escuchar mi música. Venir por segunda vez hace que se asiente la cosa. Esto es real, no solo un sueño. Me siento feliz y agradecido.
La vez pasada fue en Magnolio Sala, ahora es en Medio y Medio, en Punta Ballena, donde viviste.
A Montevideo la siento como casa. Mi familia vivía acá, pero yo vivía en Maldonado. Volver al Medio y Medio es muy potente, porque está en frente del restaurante de mis padres, donde yo me crie. Es como ir al restaurante de mis padres y decirle: “Mamá, lo hicimos”.
Más allá de lo personal, ¿qué esperás de un público de alta temporada en un festival?
Cuando voy a un show con un público que no conozco mucho, intento no poner muchas expectativas. Ahora estoy en un momento en el que no sé qué va a pasar. Estoy expectante, pero tranquilo. Hay salas donde me he sorprendido un montón.
Foto: cortesía de la producción
Hablás de querer cantar lo que te sale del alma y no perder el norte. Es curioso que te hayas hecho viral por TikTok. Hoy en día se da una confrontación entre esa plataforma y la música, se teme que los artistas hagan música en función de triunfar ahí. ¿Cómo convivís con esos dos mundos?
Creo que TikTok es un medio, no un fin. Cuando tenés una propuesta que vive sola, va a vivir en TikTok y en la calle. Pero si tenés una propuesta que no vive en la calle, no va a vivir en TikTok. Cuando arranqué, tenía canciones muy comprometidas con el autoconocimiento, era algo que yo sentía en mi piel. Pero me di cuenta de que mucha gente lo sentía cuando compartí la historia y conectó.
Creo que no es algo reñido tener un mensaje y querer decir algo con una plataforma. Es verdad que se relaciona internet con un contenido banal, pero, hoy en día, todo el mundo está ahí. No hay que mirarlo con recelo ni con menosprecio, sino como un medio donde podés compartir lo que sea. Lo que crees, lo creas.
Una canción que se hace viral en TikTok puede levantar mucho. Los artistas pueden hacer un estribillo por esos 15 segundos de TikTok.
Es real lo que decís. Hay gente que dijo: “Vale, si se pegan las canciones en TikTok voy a hacer guita o me voy a hacer famoso”, pero te podés frustrar en ese camino.
Cuando “Amapolas” se convirtió en una canción viral y un éxito, ¿cómo te sentiste?
Es loco. Tenés un FYP [For You Page] en el que no te sale lo que subís, entonces yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Pero te vas dando cuenta cuando la gente te dice que tu canción está en muchos lados. A partir de ese momento, todo cambia un montón. TikTok se ha convertido en esa plataforma que te levanta y ahí te agarra el mundo, las productoras, los festivales.
Estudiás Bellas Artes, ¿como sentís que repercute en tu carrera? Has dicho que te gusta, a la hora de hacer un videoclip, darle indicaciones claras al director, por ejemplo.
Para mí, Bellas Artes me dio el lenguaje práctico para trabajar en el mundo del arte. No es, “me gusta el plano con un poquito de verde”. Tener los conceptos claros para poder dirigir es lo más lindo que me ha dado, porque puedo hablar y entenderlos, y me pueden entender y tomarme en serio.
¿Por qué estudiar bellas artes y no música?
Es una muy buena pregunta. Ahora vuelvo al momento en el que tomé la decisión y yo, en ese momento, pensé que si me metía a estudiar una carrera de música capaz la aborrecía, y hacía rígido lago que para mí es hermoso. Si convierto en rígido lo que para mí es una libertad, se acabó. Creo que me vino bien, los conocimientos son hermosos y tenerlos te abren puertas.
Pero he hablado con mucha gente que ha estudiado música, los veo como que los han puesto dentro de una caja y ahora salir de ella es muy difícil. Me dicen: “No, es que la libertad que vos tenés la perdés al entrar en una carrera así”. Pero veo al conocimiento como algo lindo, me acerco a él desde la intuición. Busco en YouTube lo que me va interesando e intuyo que me sirve. “Me gusta la armonía que hace Fito Páez, seguro que hay algo explicándome en YouTube”.
Trabajaste con Raphael, Danny Ocean, entre otros artistas muy reconocidos. ¿Qué aprendiste de esos artistas durante sus colaboraciones?
Para mí colaborar con un artista es intentar meterme en la cabeza de esa persona y conocer qué cosas hace para poder aplicarlas. En Pablo Alborán vi una intuición muy poderosa. Una forma de crear desde el niño. Sus formas de escribir y comunicar, creo que fueron lo que más me llegó. Rapahel es un artista que tiene ochenta años y sigue dando conciertos de dos horas y media. Me da como tierra decir: “Flaco, si hay una persona con ochenta años que está haciendo conciertos más largos que los tuyos, no te podes quejar, tenés tremenda fortuna y mucho por recorrer”. Sobre todo, te da la fuerza de decir que es posible transmutar las épocas, que es una preocupación del artista. No me quiero quedar en una época, quiero evolucionar con la gente y el mundo.
¿Querés que la influencia uruguaya se sienta en tu música?
Siento que empecé desde un lugar muy globalizado. Cada vez más, creo que la memoria de la herencia tiene mucho poder, hay que mirar para ese lado. Un mundo globalizado carece de alma también. ¿De dónde sos, si no sos de ningún lado?