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Contenido creado por Catalina Zabala
Música
¿Monolítico o monótono?

Lester Bangs: el crítico implacable que impugnó el mito del rock

El periodista entró al mundo de la música por la fuerza y se convirtió en una pieza clave de los sesenta.

12.02.2025 12:22

Lectura: 13'

2025-02-12T12:22:00-03:00
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Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose

Thurston Moore todavía no era el fundador y uno de los líderes de Sonic Youth. Por el momento, se dedicaba a tocar la guitarra y a vagar por las calles de Coral Gables en Florida. Un día descubre una reseña sobre Metal Machine Music (1975), el quinto disco solista de Lou Reed.

La historia la conocemos todos: fue un fracaso comercial. Lou venía de varios discos que, si bien no le brindaron un éxito rotundo, le permitían seguir grabando y no ir a pérdida. Hasta que, de repente, decidió sacar una oda al ruido, un estudio de 63 minutos en el que la distorsión solitaria y el caos imperan como una bestia de seis cabezas. La reseña, publicada en el diario Creem en setiembre de 1975, se titulaba: "¿Monolítico o monótono?"

La reseña en cuestión la escribió Lester Bangs. Enmarcado en su —a esa altura, reconocible y mítico— estilo narrativo, Bangs enumera distintas observaciones girando en torno al disco. Más bien, teorías al respecto.

En el primer punto, entre otras elucubraciones, advierte: "Este álbum es, o quiere ser, una suerte de manifiesto antisocial definitivo". En el número dos, dice: "El hecho de que solo se trate de un descerebrado jugueteando con electrónica y magnetófonos no significa que no se trate de una aproximación válida. Lou toca el amplificador tan bien como toca la guitarra". En el punto número tres, destaca: "¿Sabes cuando te notas tan tenso y ansioso que todos los nervios de la nuca se enroscan en una bola ardiente? Pues si ese amasijo pudiera hacer música, sonaría como este álbum". Luego, el punto cuatro: "Esto es lo que suena en el sistema circulatorio de Lou". En el punto cinco reflexiona acerca del ascenso meteórico de Lou y plantea que, quizá, esta seudoactividad frenética no sea más que la reacción de un Lou Reed aterrorizado al haberse, por una vez en su vida, encaramado en lo más alto, proviniendo desde unas (presuntas) raíces del punk callejero. Hasta llegar al punto seis: "Cualquiera que no se haga al menos tres pajas al día es un desviado".

El joven Moore salió entonces corriendo a comprar el disco, como cuenta en el documental Lou Reed: Rock and Roll Heart (1998), de Timothy Greenfield-Sanders. Si lo entendemos dentro de lo que luego fue Sonic Youth, logramos posicionarlo como una influencia directa en su sonido.

Por aquel entonces, Bangs intentaba meter sus bocados periodísticos en Creem, The Village Voice y en la Rolling Stone. Revolucionó el género al mejor estilo del periodismo gonzo. Irrumpió en la escena a mediados de los años setenta, y se mantuvo tanto en los márgenes como en el centro de atención hasta su muerte en el año 1982.

En ese mismo artículo al respecto del disco de Lou Reed, logramos identificar varias de las características que hicieron de la prosa de Bangs algo completamente genuino y disparatado: el humor ácido, la crítica corrosiva por donde se la mire y la posición en contra de alimentar los sobrenutridos mitos que usualmente envuelven a las figuras del rock. Planteaba preguntas, no se dejaba embelesar, no interesaba que estuviera escribiendo sobre Lou Reed. No se permitía traicionarse y este impedimento le valió de un estilo subversivo y también de unos cuantos enemigos.

Esta suerte de intención periodística se ampara en el recurso de la primera persona: quien escribe no está enumerando ni manejando datos como si de un acta fundacional se tratase, sino que se involucra y se vuelve una especie de coprotagonista de la historia, al mejor estilo gonzo, acercando de esta forma el texto periodístico al terreno de la literatura.

Son varios los textos icónicos de Bangs, véase la entrevista ficticia (realizada varios años después de la muerte del que prendía fuego su guitarra) a Hendrix. Sin embargo, el primer libro que se dignó a recoger estos artículos, columnas y misceláneas fue Reacciones psicóticas y mierda de carburador, una antología compilada por el crítico Greil Marcus en 1987. Se editó en español bastante tarde, en el año 2008.

Lester Bangs

Lester Bangs

"Lo que necesitamos son más 'estrellas' de rock dispuestas a hacer el ridículo, tirarse de cabeza a la parte más honda de la piscina y, si es necesario, incluso avergonzar a su público mientras no les quede un atisbo de dignidad o aureola mística" (Bangs, L. 2008). 

A esa "biblia salvaje" le precedió Venas al frente, festines de sangre y mal gusto (2023), también publicado en español por Libros del Kultrum (editorial especializada en literatura del rock, han publicado desde la autobiografía de Johnny Cash hasta la obra lírica completa de Nick Cave) aunque esta vez el trabajo de edición fue realizado por John Morthland. Se le llamó Prosas reunidas volumen dos, en el que encontramos artículos que reflexionan sobre el resurgimiento de los Doors, al cual tituló: "Jim Morrison: Un necio dionisiaco" una década después. Capítulos titulados "Rockumentales", a la carrera entre los cuales destaca: "Cazurros en Babilonia: En busca de Jamaica con Bob Marley y un nutrido elenco de miles de personas". También "Puede que la muerte sea una bendición", la ficticia entrevista a Hendrix, entre otros simpáticos e interesantes desvaríos como aquel que habla de Miles Davis y lo cataloga como "música para muertos vivientes".

En este segundo volumen nos topamos con un Bangs mucho más narrativo y cronista. Contiene sus artículos, claro, de los más memorables, pero también textos que son difíciles de encasillar. Críticas a la ciudad de Nueva York, textos previamente inéditos, comentarios acerca de la nostalgia y los hábitos de escucha. Casi todos fueron escritos entre el año 1980 y el de su muerte, en 1982.

En ellos gustamos de pequeñas muestras que forman parte de un deseo superior que mantuvo Lester en esa última etapa de su vida: volcarse cada vez más a la narrativa. Una que bebe de Hunter S. Thompson, de Richard Ford, de Kerouac y de Carver. Plagada de agudos y filosos comentarios que mezclan el humor con la inteligencia, la capacidad de observación y el descontento natural que un escritor puede tener con su entorno.

"En estos últimos años, California se ha convertido en un lugar en el que es tan fácil patearse y en el que, por ende, resulta tan tentador perderse, que uno casi se ve obligado a poner en duda la necesidad de unirse a la turba de mocosos que está más en la onda por estos lares. No hace absolutamente nada por redimirse; con todo, la intensidad de nuestro desprecio, en última instancia, no es sino el reflejo de la ineluctable y silenciada admisión de que nuestra Nueva York, caricatura de lo que antaño pudo ser, es tanto o más aborrecible. Como cuando hablé por teléfono, hace algunos meses, con mi sobrino de San Diego, que trabaja en una tienda de patines, y me dijo: ´Sí, ya sé cómo es Manhattan. He visto todas esas películas de Woody Allen´" (Bangs, L. 2023).

En su última semana de vida fue entrevistado por Jim DeRogatis, quien debía cumplir una tarea para la secundaria. Tras su muerte, DeRogatis decidió dedicar sus esfuerzos en tratar de reconstruir la vida de aquel que había fallecido en soledad. Lo logra con la primera biografía del crítico, titulada Let It Blurt (2000), que hasta el momento se consigue solo en inglés.

En el libro, Bangs habla sobre sus primeros coqueteos con el jazz, el descubrimiento, y en consecuencia, enamoramiento con la literatura y sus reflexiones acerca del rol y la manera de hacer periodismo. Un libro que nos ayuda a conectar con el momento en el cual el periodista irrumpió en la escena musical, con su carisma y sus interpretaciones. En el cual entendemos su intrepidez por la que, en el año 1981, después de que la revista The Village Voice le pidiera que realizara un top con los mejores discos del año, dijese que no había sido publicado nada que tuviera demasiado mérito. Y fue un año en el cual se editaron discos de The Birthday Party, MC5, Minor Threat, The Replacements y otro sinfín de bandas más.

Fue hijo de una madre devota testigo de Jehová que sirvió, en su buena medida, para fomentar la rebeldía del que más tarde fuera uno de los críticos de rock más influyentes de nuestro tiempo. Su madre descreía por completo de todo lo que no estuviera forjado a fuego, en este caso tinta, en las páginas de la Biblia. Bangs se escondía para consumir fervientemente todo tipo de estímulos creativos, visuales y sonoros que lo alejaran del campo magnético y religioso que en su casa se había cimentado. Leyó a los beatniks, todo lo que pudo de ciencia ficción, escuchó jazz y rock and roll y absorbió cómics como si fueran barbitúricos, droga que más tarde le causaría un sinfín de estragos hasta el día de su muerte.

Por otra parte, su padre dedicó su vida al hedonismo y a la autodestrucción. Era alcohólico y camionero, en ese orden. Una noche, Conway Bangs se quedó dormido en el sillón tras un largo turno de jolgorio, bebidas blancas y esfuerzos. Justo antes de cerrar los ojos y cruzar el umbral del sueño, encendió un cigarrillo. Esto provocó que el mismo cayera, con su brasa roja aleteando, e incendiara el sillón. Murió calcinado.

Lester dedicó su tiempo a desarrollar una melomanía que luego sería el motor para vomitar su agudeza mental. Sus críticas finas nacieron cuando de joven empezó a escuchar discos, a comprarlos y a robarlos. Entrenó su oído, generó opiniones de esas que solo el conocimiento puede formar. Intentó crear bandas y tocar instrumentos. Solo se manejó bien con la armónica y estuvo en bandas como The Delinquents, con quienes llegó a grabar un disco titulado Jook Savages On The Brazos (1981). También tocó, aunque brevemente, la batería en una banda que hacía covers de Wire.

En Let It Blurt cuenta cómo fue ganándose la moneda lavando platos, vendiendo zapatos de mujer y realizando cualquier changa que se le pusiese enfrente. Todo esto mientras era un espectador en primera fila. A su alrededor se gestaba la psicodelia del renombrado verano del amor, los Beatles tocaban por última vez en San Francisco. Declara haber sido testigo de la degradación del rock, de cómo este poco a poco se fue apagando y alejándose de sus raíces para transformarse en un negocio. En 1977 afirmó que el rock empezó a ir cuesta abajo a partir de 1968. Notaba una pasteurización por parte de todos los artistas en pos de atraer más público. Esta degradación fue una bandera que se colgó y llevó a lo largo de su carrera y corta vida.

Una tarde, tras terminar la jornada de trabajo, Bangs vió un anunció en el que la revista Rolling Stone incitaba a la gente, a jóvenes entusiastas, a que mandaran sus reseñas y sus críticas de discos. Así fue como Bangs pudo publicar su primera nota en la revista, una crítica a Kick Out the Jams (1969), el disco debut de la banda oriunda de Detroit MC5.

Es sabido que el disco, a esta altura, es considerado un clásico. Un disco que forjó las bases del protopunk e impulsó a que el género se deformara en lo que luego terminó siendo el punk. Sin embargo, Lester no pensaba que fuera la gran cosa y lo calificó de ridículo y pretencioso. Argumentaba que el disco se vendía como un contrapunto al free jazz, género que estaba en boga por aquel entonces, y que se encontró con un incipiente disco de garage.

Los editores de la Rolling Stone quedaron sorprendidos por la prosa contestataria e inteligente del joven muchacho, y rápidamente lo incorporaron a sus filas. Años más tarde, Bangs confesaría que ese disco en realidad era uno de sus favoritos.

Fue afín de bandas como Kraftwerk, al igual que Jethro Tull y Slade. Cabe destacar, además, la visión propia que defendía. Pongamos de ejemplo la aparición de Blondie, que en el momento en el que comenzaron a tocar en el circuito de pubs y locales, digamos el CBGB, nadie los quería. Bangs sí. Escribía sobre ellos, una de las pocas críticas favorables de su álbum debut en 1976 era de Lester, y los halagaba como si se tratase de los salvadores. Años más tarde, en 1980, le ofrecieron escribir la biografía del grupo. Y lo hizo, pero a su manera, entrevistando a todos los enemigos públicos de la banda y retratando no muy simpáticamente a Debbie Harry.

Despotricó contra el Radio Ethiopia (1976), de Patti Smith, en una crítica tan infernal que nadie quiso publicarla, en la que afirmaba que la expansión experimental y creativa de Patti se había agotado con la salida de Horses (1975). Un disco que, según decía, lo había dejado sin aliento. En Radio Ethiopia argumenta un agotamiento en las formas y claras señales de que la cantante se había vendido.

Influenciado por los beatniks como Kerouac y Burroughs, Bangs apuntó a ganarse la vida como escritor. Tenía todo el tiempo entre manos proyectos de libros de no ficción y material más inclinado al territorio estrictamente literario. No logró materializar ninguno de ellos. Falleció a los 33 años debido a una sobredosis accidental.

Si en la biografía que hizo de Rod Stewart (1981), en coautoría con Paul Nelson, Bangs afirma haber creído siempre que el rock and roll se reduce a un mito, pareciese que buscó incansablemente destrozar esta creencia propia. Afianzado en el uso de ráfagas de diatribas y palabras implacables, planteó su propia revolución propulsada por las drogas, el alcohol y el atrevimiento, influenciando de esta forma a un torrente de personas que encontraron musicalidad en sus críticas, que diseccionan las oraciones y mastican las palabras. Y si tras la muerte de Lennon calificó a los Beatles como "músicos talentosos", pero que solo fueron "un momento", la corrosividad de Bangs surgió en un momento, y uno clave. Momento en el cual, tras cualquier crisis, como la pueden sufrir los países, se vislumbran nuevos rumbos.

El que planteaba el periodista era uno fresco, personal y que trataba, en su forma, de transmitir sus propios valores y la fuerza que tenía la música para hacer de este mundo un lugar mejor.

Al propio Jim DeRogatis, sin ir más lejos, cuando le fue reclamado por parte de la editora de la Rolling Stone que hiciera una reseña positiva de Hootie And The Blowifish, banda norteamericana de rock que percibió cierta popularidad en la segunda mitad de los noventa, hizo todo lo contrario y más tarde fue despedido. Intentó publicarla en otros medios y nadie quiso hacerlo. Esta intención de no acatar todo lo dictaminado y forjar así una voz propia con sus valores personales es una declaración no muy vista en los tiempos que corren. Quizá ese atrevimiento, osado y rebosante de improperios, sea el legado más palpable de Lester Bangs en nuestra cultura.