En 2022, Eruca Sativa cumplió 15 años desde que los músicos cordobeses Lula Bertoldi, Brenda Martín y Gabriel Pedernera conformaron el trío musical, que se llamó Oruga en sus orígenes.
En ese marco publicaron Dopelganga, su séptimo disco de estudio, que es también un disco de covers. “Pongan rec y vemos cómo sale”: así describe Lula Bertoldi, cantante de la banda, el proceso de grabación, que les llevó una semana de trabajo e improvisación en el estudio.
El trío se propuso “versionar temas y que queden como si fueran de Eruca”, cuenta. Un “doble maléfico”, rockero, de canciones del repertorio latinoamericano. Por eso aluden al vocablo alemán con el nombre del disco, doppelgänger, que refiere al concepto de doble fantasmagórico o malvado de una persona. “Y quisimos hacer un cover de la palabra también”, agrega. Así llegaron a “dopelganga”, para Bertoldi, la “argentinización de la palabra”. En ese mundo, la banda entiende a sus canciones como “dopelgangas de las canciones originales” más que versiones.
Además de homenajear canciones del rock argentino, el repertorio del disco incluye versiones eléctricas de canciones acústicas, como “Mandolín”, de Gustavo el Príncipe Pena, “Sola en los bares”, de Man Ray.
El sábado 2 de setiembre, Eruca Sativa presentará Dopelganga en La Trastienda de Montevideo. Las entradas ya están a la venta.
Varias de las canciones que deciden versionar provienen del rock argentino, pero otras se escapan de ese género, como “Mandolín” o “Bolero falaz”. ¿Cómo fue la transición hacia el rock?
El caso de “Mandolín” fue particular. Siempre la cantábamos con Brenda en las guitarreadas o fogones. Hay muchas versiones acústicas, como la de Perotá Chingó o Loli Molina, más cercanas a la versión original. Sentíamos que le faltaba una versión más eléctrica. Justo estoy viendo un documental de Gustavo [Pena], La cocina. Lo encontré en YouTube y estoy muy fascinada con él, su historia, su forma de ser. Fue un personaje muy particular y comprometido con su poesía, su búsqueda, su arte. Además, fue muy poco conocido, por lo menos acá en Argentina. Incluso he tocado “Mandolín” y todo el mundo lo conoce, pero nadie sabe de quién es. Su repertorio tiene una magia muy especial.
¿Cómo decidieron qué canciones versionar?
Hubo dos criterios. El primero: teníamos ganas de hacer un tema de cada país que hubiéramos visitado en Latinoamérica en estos 15 años. Hicimos la primera selección y de ahí quedaron cuatro, de Aterciopelados [Colombia], el de Caifanes [México], el de Silvio Rodríguez [Cuba] y el de Gustavo el Príncipe Pena [Uruguay]. Pero después no nos sentimos muy identificados con temas de los otros países. Nos resultaba muy raro, no nos latía, lo veíamos un poco forzado. Entonces decidimos no seguir con ese criterio y elegir cuatro temas de rock argentino. Ahí saltaron “Corazón delator”, “Sola en los bares”, “El amor es más fuerte” y “Las habladurías del mundo”.
¿Y de qué forma las adaptaron al sonido de Eruca Sativa?
Hubo muy poca preproducción. No cuadramos con ningún productor con el que queríamos trabajar. Entonces fuimos solos al estudio. Fue muy palo y a la bolsa. Hicimos casi dos temas por día y eso estuvo buenísimo. El disco nos quedó muy fresco; imaginate que llegamos el lunes y el viernes teníamos el disco grabado.
Se sacaron las ganas de hacer.
Sí. “Sola en los bares”, por ejemplo, surgió porque nos pusimos a escuchar música en el propio estudio. Me acordé de Man Ray porque justo mi hijo estaba enganchado con un disco suyo. Nos pusimos a zapar y salió el tema. Fue muy fresco todo.
Sos música y madre, ¿cómo es la maternidad rockera?
Como se puede. Nico [Sorín], el papá de los enanos, también es un músico muy groso, tiene muchas giras internacionales, y entre los dos hacemos un tetris pero la llevamos bastante bien. Lo vivimos con naturalidad. Estamos mucho tiempo con nuestros hijos incluso. Trabajo desde casa, salvo que me vaya a ensayar, hacer notas, tenga gira o shows. Pero estoy mucho acá. Eso es un plus de nuestra actividad. Es verdad que los fines de semana me voy a tocar y Nico también, pero estamos la mayoría del tiempo juntos.
¿Los llevan mucho de gira?
Depende, hay épocas. Me los llevé mucho de gira a los dos hasta que tuvieron tres años; eran muy chiquitos, tenía que dar la teta. Pero ahora que están más grandes se quedan con Nico, o me los llevo porque él también está de gira.
Desde el inicio de Eruca Sativa, hace 15 años, ¿observás que el ambiente cambió respecto a ser mujer en el mundo de la música?
Sí, totalmente. Pero no es que cambió por arte de magia. Hubo un empuje súper fuerte de los movimientos de mujeres y disidencias acá en Argentina. Por suerte también muy apoyado por la actividad de fomento del Estado. Por ejemplo, el Centro Cultural Kirchner tuvo una gran apertura en su agenda a feminismo y disidencias. Eso fue muy groso, porque darle espacio en agenda a actividades que tienen que ver con la militancia no es menor. Hizo que el panorama cambie, que muchos artistas se visibilicen y logren trabajar del arte. Es oportunidad laboral. Es muy groso que hayamos ganado las batallas que se nos presentaron, como la ley de cupo. Estuvimos militando fuerte para que el 30% de las personas que se suban a un escenario en un festival, público o privado, sean mujeres o disidencias. Algunos festivales superan el 30%, y eso está buenísimo. En otros casos no se cumple y la opinión pública y las redes sociales se hacen escuchar. Es importante porque no solo es un cambio en las leyes, que al fin y al cabo proponen más equidad laboral, sino que además la gente cambió su mentalidad, ven con otros ojos la grilla de un festival. No son todos varones hetero cis. De todas formas, falta un montón, porque en determinados casos el cupo no se cumple, prefieren pagar una multa que cumplirlo. Está buenísimo que esté la ley, pero la sociedad es la que tiene que cambiar.
¿A vos te generó más oportunidades?
Hay cosas que ya no pasan, cosas que ya no se dicen o actitudes que ya no se ven tanto, por lo menos en el ámbito del rock, donde yo me muevo. No quiero decir que en el folclore o en el tango pase lo mismo, por ahí sigue habiendo situaciones de discriminación, sometimiento o invisibilización, o de subestimar a las mujeres en ese género por ser mujeres. En el ámbito en el que yo me muevo, que es más rockero y donde hay gente más militante, sí se cambió mucho. Y también se abrió el micrófono para otras voces en el escenario, y es muy importante eso.
¿Qué recordás de los inicios de Eruca Sativa?
Pasó de todo. En el medio fuimos padres, madres. Nos mudamos a Buenos Aires, vinimos desde Córdoba. Pero, a la larga, lo que siempre rescato es que somos los mismos, nos seguimos divirtiendo de la misma forma. El espíritu de familia, de banda de amigos, se mantuvo y a mí me parece lo más importante. Después, te puede ir mejor o peor, pero si no está eso siento que no hay nada. Elegís todo el tiempo estar con esas personas. Gabi y Brenda le dan sentido a que esto siga adelante. Porque realmente a veces hay momentos muy difíciles, sacrificados. Ser una banda de rock en Latinoamérica no es fácil, porque no respondemos a un mercado o demanda de cierto tipo de música, respondemos a lo que nos gusta hacer a nosotros y tenemos la suerte y el privilegio de que nos vaya bien. Es un privilegio hacer lo que te gusta sin estar al pie de la moda. Yo ya tengo 38 años y sigo haciendo rock en los escenarios y soy mujer. Es una forma de revolución y de plantar bandera; somos distintos y queremos que esto sea algo que le sirva a todos, que sientan que, de cierta forma, hay una representatividad. Ese es nuestro motor para seguir.
¿Mudarse a Buenos Aires significó un cambio para la banda?
Bueno, Eruca empezó a fines del 2007 y en 2010 nos instalamos finalmente los tres acá; primero los músicos, después el mánager del momento, después parte del staff. Fuimos moviendo las oficinas de Eruca. Ahora no es tan necesario, por ahí. Al haberse simplificado todo con las redes sociales, con internet, es distinto. Cuando nos mudamos para acá era otra época. Si bien no pasó tanto, pasó de todo. Hoy en día, es redistinto cómo nos comunicamos y promovemos nuestra música. En esa época íbamos con el CD a las puertas de las radios, dejábamos las gacetillas.
Su nombre original era Oruga, que mutó a Eruca Sativa, aunque la alusión a la transformación como concepto se mantiene, ¿de qué manera la viven en la banda?
En realidad, la transformación es lo que nos gusta mostrar con nuestra música. Todos los discos son distintos, tratamos de sorprender o hacer nuevo tipo de composiciones, explorar en distintos géneros. No nos gusta estar quietos, ni hacer siempre lo mismo ni que un disco suene igual al otro.
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