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Maite Alberdi: “La industria del cine chileno ha crecido mucho”

La directora de “El agente topo” y “La memoria infinita” estrenó en Netflix su primer largometraje de ficción.

16.01.2025 16:35

Lectura: 10'

2025-01-16T16:35:00-03:00
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Por Nicolás Medina
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El cine latinoamericano lleva décadas haciendo equilibrio entre la notoriedad internacional y el desconocimiento regional. Sin embargo, Maite Alberdi es uno de esos nombres que, a pesar de las barreras de distribución y la invisibilidad que pesa sobre los documentales, ha conseguido perforar el techo del anonimato local. 

La cineasta chilena, con una sensibilidad que conjuga lo íntimo y lo político, construyó su reputación con piezas como El agente topo (2020), un retrato melancólico y a la vez cálido que la llevó hasta los Óscar. Y en 2023 se llevó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cine de Sundance con La memoria infinita, que también ganó un Premio Goya como mejor película iberoamericana en 2024 y le valió una nominación a los Óscar como mejor largometraje documental. Antes de eso, ya había explorado la complejidad humana en La once (2014) y Los niños (2016), consolidándose como una voz singular en el género documental.

Sin embargo, El lugar de la otra (2024) representa un cambio de registro. Es su primera incursión en la ficción, un terreno donde sus métodos de observación se enfrentan a nuevas demandas narrativas y estilísticas. Y aunque el cambio podría parecer radical, la directora mantiene su interés por retratar el microcosmos de las relaciones humanas en contextos cargados de tensión histórica y social. Y no solo se adapta al formato, sino que lo resignifica desde su experiencia.

El lugar de la otra toma como punto de partida un hecho real recogido en el libro Las homicidas (2019), de Alia Trabucco. Este trabajo de no ficción examina casos de mujeres chilenas acusadas de asesinato en la década de 1950, y explora cómo los prejuicios de género influyeron en su tratamiento legal y mediático. Entre esos casos está el de María Carolina Geel, una escritora que mató a su amante y desató un escándalo nacional. Este capturó la atención de Alberdi. 

La directora afirma que lo que le pareció interesante fue la tesis de Alia, que dicta que "las mujeres en esa época fueron perdonadas por la Justicia por el simple hecho de ser mujeres. Y condenarlas implicaba visibilizarlas" y, por lo tanto, sacarlas de su rol de mujeres buenas, de casa.

“Era mejor tratarlas como locas, como que tenían problemas psiquiátricos, las liberaban y como mucho las mandaban al manicomio o las hacían pasar por algún tratamiento psiquiátrico. Ese fue mi interés y parte también de un interés bastante documental, el libro es un libro de no ficción y es un caso que me interesó de los otros cuatro porque estaban todos los archivos, el expediente, tenía los testimonios de los testigos, estaba toda la prensa”, explica Alberdi.

El lugar de la otra (2024)

El lugar de la otra (2024)

La película sigue a Mercedes, personaje ficticio que trabaja junto al juez designado para tratar el caso de Geel. Y conforme se adentra cada vez más en el caso, Mercedes comienza a querer ocupar el lugar de la asesina cada vez más, casi como si en el fondo fueran la misma persona. Mediante esta decisión casi lúdica, Alberdi reconstruye no solo el evento, sino también las tensiones culturales de un Chile profundamente patriarcal. Y lo interesante es cómo la directora elige evitar los grandes gestos dramáticos. En cambio, opta por lo cotidiano: cartas, titulares de diarios, declaraciones judiciales, detalles mínimos que revelan mucho más de lo que aparentan. Es una ficción que dialoga constantemente con la historia, pero que se permite tomar distancia crítica.

“Todos los testimonios que ves son los reales, las cartas son las reales, la prensa y los titulares son los que aparecían en los diarios. Y el personaje de Mercedes es como si fuera yo o las guionistas mirando a este caso”, comenta la directora.

Alberdi, entonces, construye una película casi protofeminista que no busca solo narrar un crimen o un juicio, sino cuestionar los roles de género y la construcción de narrativas públicas sobre las mujeres. Si bien se inserta en un contexto específico, sus preguntas resuenan más allá de la época y el espacio, aspirando a interpelar al espectador sobre las estructuras que moldean nuestras percepciones de justicia y moral.

El cine ha encontrado en “el otro” una fuente inagotable de fascinación y de conflicto. La pantalla grande ha sido testigo de innumerables intentos por comprender o explotar lo que se percibe como ajeno. Sin embargo, pocos formatos lo hacen con la urgencia y la crudeza del documental, donde “el otro” no es un concepto abstracto, sino una presencia real y tangible.

Alberdi, con su experiencia en este terreno, entiende que mirar al otro no es un acto inocente. Es una operación cargada de poder y, en muchos casos, de voyeurismo. El lugar de la otra entonces, se inserta en esta tradición, pero con una vuelta de tuerca: convierte a Mercedes, su protagonista, en la observadora. A través de sus ojos, la película no solo reconstituye los hechos, sino que también reflexiona sobre cómo las mujeres han sido construidas como objetos de observación, ya sea en los tribunales o en los diarios sensacionalistas. Pero, ¿por qué optar por el cambio de registro e incurrir en la ficción?

Alberdi contesta: “Fue un caso tan público que había muchos materiales que me permitían reconstruir desde mi cabeza que funciona como documentalista ese hecho histórico. Y siento que para mí es como el documental de época que hubiese hecho si esos personajes estuviesen vivos hoy". 

“Elegí esta historia para volcarme a la ficción porque no tenía a nadie en la realidad para seguir para contar el caso. Si María Carolina hubiera estado viva —pero murió hace 8 o 10 años— habría ido a seguirla, definitivamente. Pero no tenía de quien agarrarme para contar aparte de los documentos. Y los documentos son los que me llevan a la ficción. No tenía cómo representarlo de otra manera, no había cómo observar, no habían testigos vivos, ni voces para narrar, y creo que eso es lo que me lleva definitivamente a la ficción”, agrega. 

Pero al margen de hacer una propuesta reductiva en base a los materiales y archivos, la película se propuso integrar la historia de Mercedes y crear algo íntimo, y para ello recurrió a una dupla de guionistas, donde, casualmente, se encontró a la uruguaya Inés Bortagaray.

El lugar de la otra (2024)

El lugar de la otra (2024)

“Soy una gran admiradora de Inés, y me encantó cuando surgió su nombre como una posibilidad de escritura. Me parece una escritora muy sensible y una historia muy mínima y muy íntima siendo que estamos retratando un caso público. Al final lo que le pasaba a Mercedes era muy doméstico. Y sentí que Inés era perfecta para eso. Y creo que el gran desafío para Inés y Paloma [Salas], las guionistas, fue transformar esta historia en una que tuviera eco hoy y que no fuera una película de época para decir lo terrible que era cómo trataban a las mujeres en esa época, fue un gran desafío para ellas pensar preguntas sobre la libertad y los espacios que muchas veces no logramos conquistar en lo doméstico y en los cuartos propios”.

El lugar de la otra se apoya en una estética contenida, pero elegante, sin caer en excesos. Mientras la película producida por Fábula (la productora de los hermanos Larraín) cuenta con un diseño de producción impresionante que recrea el Chile de los años cincuenta, Alberdi se permite jugar con ciertas decisiones que hacen que la película se sienta original en su propuesta de uso de dispositivo y las reglas que establece, sobre lo que Alberdi comenta: “Yo creo que la película está llena de reglas invisibles. Que no son conscientes para el público, pero uno como director al crear universos crea sus propias reglas estéticas. La más evidente creo que tiene que ver con la diferencia en el código estético de Mercedes imaginando como fueron esas escenas, que nosotros le llamamos flash-fantasy, que sería imaginarse cómo fue algo. Algo que para mí es muy referencial de Errol Morris y The Thin Blue Line (1988), donde me están contando el caso y cada uno se imagina su versión, pero no necesariamente fue así. Para mí eso es muy de documental. Y ese código tiene otros colores, otros lentes, queríamos marcar que era ella imaginando y no el presente diegético”.

El lugar de la otra (2024)

El lugar de la otra (2024)

“Y también me puse otra regla —continúa—, yo me pregunté todo el tiempo, como documentalista, cuáles eran mis restricciones de cámara cuando estoy filmando un documental. Y es muy sutil, pero nunca hay planos contra planos. Porque cuando estoy haciendo un documental nunca puedo hacerlo. Y para mí eso me da una sensación más tiesa, pero también más realista desde el punto de vista de la cámara. La imposibilidad de la multiplicidad de ángulos. Salvo en el juicio, donde uno siempre está a dos cámaras. Pero el resto del tiempo es como cuando te toca filmar en la casa de alguien y estableces los tiros de cámara y desde ahí construyes. Creo que llevé mi forma de filmar a la ficción”.

El panorama cinematográfico chileno atraviesa una etapa que, por momentos y desde afuera, parece sacada de un cuento. Exposición internacional, premios, galas: todo parecería estar ahí. Autores como Sebastián Lelio, Pablo Larraín y la misma Alberdi, en ese sentido, son, puede que sean, los referentes más pulidos, con esa suerte de halo internacional que no hace más que confirmar su capacidad para hacer de lo local algo universal. Pero la cosa no termina ahí. Un poco más en las sombras, el cine independiente chileno viene pegando fuerte, con nombres como Felipe Gálvez, que aleja a su público de las fórmulas y lo arrastra a un territorio más áspero, o la dupla León y Cociña que, con su cine experimental y arriesgado, no tiene reparos en jugar con las fronteras del lenguaje visual. 

“Creo que la industria del cine chileno ha crecido mucho. Es una cinematografía que yo admiro mucho, sobre todo por su diversidad. Creo que hemos aprendido todos los directores a defender nuestras voces y nuestros estilos. Entonces ya no se puede hablar de una estética transversal, sino que cada uno va defendiendo sus intereses. Pero al mismo tiempo creo que, aunque ha crecido exponencialmente la cantidad de producciones chilenas, en Latinoamérica aún cuesta hablar de industria cinematográfica”, reflexiona Alberdi.

“Es un cine que depende de los fondos públicos, y los fondos no alcanzan al nivel en el que ha ido creciendo la industria. Y creo que el streaming nos ha ayudado mucho a pensar otro tipo de películas. El lugar de la otra era una película imposible de imaginar con un fondo público. Yo le agradezco a Netflix y a los streamings que nos permiten a los directores ponernos también en otros lugares creativos. Pero creo que esos espacios son muy excepcionales, donde incluso los presupuestos del streaming no van a ser los de otros territorios. Entonces creo que en la industria latinoamericana es algo que entendemos entre vecinos, pero es muy difícil el concepto de industria en comparación a otras, donde hay más financiamiento privado, más fondos de inversión, y hay otras formas de recuperar las inversiones que aquí todavía no se dan. Y también dependemos mucho de que aumenten los financiamientos, en Chile todavía hay grandes deudas con el presupuesto de cultura, que recién va a cambiar, pero que no se condice con la cantidad de películas que se hacen", concluye.

El lugar de la otra se encuentra disponible en el catálogo de Netflix. También lo están sus documentales nominados al Óscar: El agente topo y La memoria infinita.

Por Nicolás Medina
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