Por Federica Bordaberry
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Lo que sucede ahora es variante. Las figuras son poco definidas, conviven entre sí, se mezclan, se abrazan, se enlazan. Están deformadas, todas, o formadas en un imaginario que existe en otra mente. En otras mentes. En algún momento predominaban los colores tierra, y luego predominaron los colores pop. Los colores neón. Siempre, sin embargo, se distingue una figura humana, que no es humana, pero que comparte carácter con aquello.
Viven, conviven, se desarrollan, en un bastidor. Entre un pincel, tubos de pintura y dos personas. En una casa en la isla balear de Mallorca, en un jardín donde cae pinocha y piñas desde el cielo, y de forma novedosa en un estudio.
Aunque eso existe desde 2021. En algún momento, todo aquello fueron personajes definidos por líneas negras, mascotas digitales, que construían Maite García (1996) y Manuel Puig (1991) desde Barcelona.
Ambos son uruguayos. Ambos nacieron en Montevideo. Ambos se fueron de su país natal hacia Barcelona en 2018 a hacer un Máster en Ilustración. Ambos desarrollaron el proyecto de gráfica digital Gabinete Exquisito. Ambos se fueron a Mallorca en 2021 para dedicarse a la pintura. Son pareja. Tienen un mismo proyecto artístico en común.
Viven juntos, firman juntos, pintan juntos.
Se dedican a eso, a ser pintores.
“Uruguay te tira mucho más cuando estás afuera. Cuando estábamos ahí no nos sentíamos tan uruguayos como estando acá”, dice Maite García a LatidoBEAT. “Ahora tomamos mate todos los días. En Uruguay, capaz que tres veces por semana, o tomaba con amigos. Ahora escuchamos Jaime Roos todo el día”, agrega Manuel Puig.
Con respecto a su primera retirada de Uruguay, ¿por qué la inquietud de irse?
Manuel Puig (MP): Fueron varias cosas. Yo nunca había ido a Europa y un mes antes de venirme a vivir acá me fui de vacaciones con mi hermano y primos. Volví copado, nunca pensé que iba a ser tan grande el cambio. Después empezaron a haber cosas en la facultad con las que no estábamos contentos. Maite dijo que se iba y se iba a ir al otro año. Al final le salió irse ese año y dije, “yo ni loco me quedo solo”,no queríamos separarnos y le dije, “voy contigo”. La perseguí.
¿Por qué Barcelona puntualmente?
Maite García (MG): Porque hablaban español, porque había facultades que estaban buenas y porque la movida de diseño ahí estaba muy buena. De ilustración, también. Al principio estaba buscando irme a cualquier lado y cuando me puse a buscar para ver qué estaba pasando afuera, el lugar que más me tentó fue Barcelona. Berlín me tentaba mucho, pero con el alemán y encima el plan era ir sola… Después ya eramos dos, podríamos haber ido a un lugar mas arriesgado, pero algo que sentía medio cercano y distinto era Barcelona.
MP: Claro, no iba a ser tan duro el cambio.
Los dos se enfocaron en estudios de ilustración, sobre todo a partir de herramientas digitales. ¿En qué momento decidieron pasarse a la pintura, medio analógico?
MP: Eso fue un poco por Maite. Ella ya estaba súper saturada de todo lo digital. Yo soy una persona que, cuando estoy cómodo, me quedo más tranquilo. Maite siempre tiene ganas de salir de la zona de confort, ella quiso ser pintora.
MG: Yo, en realidad, siempre quise ser pintora. Pero cuando era más chica lo veía como algo imposible, como decir “quiero ser poeta”. Era demasiado privilegio dedicarse a la pintura y tampoco me sentia preparada. No sabía ni para dónde arrancar. Entonces, el diseño me dio unas bases visuales que están buenas.
No me arrepiento nada. Siento que hacer el salto ni si quiera fue un cambio. Para mí fue como una evolución o un cambio de medio, pero tampoco nuestro lenguaje cambió tanto, ni nuestras ideas. Se desarrolló hacia ese lado.
MP: Son los mismos dibujos que veníamos haciendo, en evolución, como todo. El lenguaje sigue estando ahí.
MG: Nosotros nos dedicábamos a una área del diseño que era muy artística. No hacíamos diseño web. Era diseño de mascotas, ilustración, dibujo. Cada vez más, tratábamos de llevarlo a algo más de autor, por decir de alguna manera. Al final era un divague porque estás haciendo algo con tu nombre, pero no es totalmente libre. No se siente tan bien poner tu nombre en algo que no lo decidiste todo tú. Fue como muy natural el paso a la pintura.
El proyecto Gabinete Exquisito fue germen de lo que hacen hoy, ¿cómo lo armaron?
MG: Fue a raíz del máster en Ilustración que hicimos en Barcelona. Tuvimos un profesor que se llama Sito Mujica, el coordinador del máster, que es el que empezó todo. Fue gracias a él porque en la clase, los primeros proyectos, los hacíamos separados. Cuando nos vio trabajando, nos dijo que veía que trabajábamos bien juntos y que podíamos hacer juntos los proyectos. Que nos iban a exigir un poco más, porque éramos dos, pero que no había problema. Nos pusimos a trabajar juntos e hicimos como proyecto final a Gabinete Exquisito.
Gabinete Exquisito empezó basado en Barcelona, pero ahora ustedes viven en Mallorca. ¿Cómo cambió el proyecto más allá de la pintura, a partir de lo geográfico?
MP: Nos fuimos de Barcelona un poco espantados por la pandemia. La idea era irnos a un lugar más tranquilo y tratar de hacer el cambio hacia la pintura. Así fue. Llegamos, vinimos al medio de la nada, seguimos trabajando con Gabinete un par de meses y después, apenas salió la primera oportunidad de exponer en algún lado con la pintura, fue “chau, Gabinete”. Nos costó mucho decirle chau, nos dio muchísimo y hasta el día de hoy lo seguimos extrañando un poco.
MG: Cuando vinimos acá, teníamos algunos proyectos que estaban en marcha y decidimos terminar eso, pero no agarrar nada nuevo. Hubo del destino porque veníamos con pila de proyectos al mismo tiempo y el día que dijimos, “vamos a frenar esto”, no nos salieron proyectos por dos meses. Vinimos a pintar y nos dimos cuenta que nos gozábamos mucho más pintando. Así fue que dijimos, “ya está, vamos a ponerle pausa y, si vemos que no aguantamos, volvemos, pero por ahora ponerle pausa”. Ahora no tengo ganas de hacerlo, pero no siento que lo matamos a Gabinete. Quedó ahí. Es algo que sigue vivo aunque no esté en el mapa.
Volviendo a Barcelona, ahí tuvieron proyectos de gráfica digital como “No Planet, No Fun”, diseñaron para marcas y eventos uruguayos. A esa altura, ya había una estética definida de lo que hacían. ¿Cómo se llega a eso? ¿A definir una estética? Además, siendo dos.
MG: Haciendo.
MP: Haciendo. Algo muy importante de nosotros es que, para llegar a otro lenguaje, copiamos de nosotros mismos. Tanto yo copiarle a Maite como Maite copiarme a mí. Ahí se fue desarrollando. Yo interpretando un dibujo de Maite, tratando de llevarlo a mi lenguaje y viceversa. Fuimos llegando a resultados increíbles que nos encantaban.
MG: Sí, estar de a dos tiene eso también. Ves cosas del otro. Capaz que yo dibujaba algo que me parecía inmundo, Manuel lo veía y le parecía que estaba bueno y me lo copiaba. Cuando veía que él lo hacía, me parecía que estaba bueno, porque lo ves en otra persona y te hace quererte más a ti y querer más al otro. Está bueno. Creo que la clave es dibujar todo el día y mirar muchas cosas.
MP: Dibujar todo el día. También, al convivir, estamos todo el día juntos y consumimos casi todo lo mismo. Cuando nos conocimos charlamos de todo y veníamos con las mismas inspiraciones desde hacía años. Desde que somos chicos. De mirar las mismas películas de Disney y que nuestras películas favoritas de la infancia fueran las mismas. Los gustos musicales, también. Siempre tuvimos muy vinculado todo, muy parecido.
Cuando estudiábamos en Barcelona ,el dilema de todos los estudiantes de nuestra clase era buscar un estilo, era el cliché. A nosotros nunca nos preocupó eso. El estilo era dibujar, que quede bueno y darle. Nunca centrarnos y cerrarnos en que esto quede así y nunca más poder hacer nada. Después te aburrís de eso al mes y quedás trancado en algo que ya no querés ni hacer.
MG: Al estilo, hoy en día, siento que lo exigen mucho. Sobre todo, cuando trabajás a nivel comercial con marcas, que quieren tener algo que se note que es tuyo. Pero el estilo es mucho más que una paleta de color o una línea. Es como tu letra, es algo que te sale de adentro.
Siempre pongo el ejemplo de que, para mí, la mejor manera de ver cuál es tu estilo es jugar al Pictionary, que tenés que hacer algo rápido, mostrarlo y que el otro lo entienda. Ahí te sale algo que no estás tratando de hacer ni lindo, ni característico tuyo, ni nada. Estás dibujando porque te sale. De a poco, empezás a concientizar qué cosas te gustan y qué querés repetir y repetir. También te vas obsesionando y vas empezando a repetir, pero no obligarte a hacerlo.
Eso de definir, no de forma consciente, pero tener una identidad, a veces encorseta a los artistas. Después les cuesta pensar desde un lugar que no sea ese, ¿les pasa?
MG: No. La verdad es que tratamos de que no. Al revés, a veces nos pasa que dudamos si no deberíamos encorsetarnos un poco más y después nos damos cuenta que no. Además, todo el mundo que nuestras obras nos dice que se re nota que es nuestro. No podés decir, “no lo voy a hacer porque no parece hecho por mí”. Después si no parece y no lo querés mostrar, por lo menos ahí podés experimentar para descubrir a dónde querés llevar tus cosas. Tampoco vas a hacer algo que sea nada que ver a lo que hiciste ayer.
MP: Ahora hace como dos meses que no salimos del estudio y estamos pintando sin parar. La cabeza te queda súper quemada y, a veces, no podés ni interpretar tus propias cosas. Por eso, como decía Maite, a veces viene alguien y te dice que todo esto tiene algo en común. Uno, viéndolo como propio, no tenés forma de distinguirlo.
MG: La forma de resolver las cosas es lo que hace la identidad, para mí. No podés escaparte de tu estilo. Capaz que no te gusta, pero es algo que lo traés adentro.
MP: Cuando te tratan de encasillar en algo, eso te da más fuerza para salir. Nosotros arrancamos pintando con un tipo de color mucho más terroso y ya nos encasillaban en eso. Fue que nos digan eso para decir “ahora vamos a pintar con colores pop”. Es el desafío de tratar de romper un poco.
Además de ser pareja de pintores, son pareja romántica. Casos como el de ustedes hay, pero pocos. Se me ocurre una exposición hace poco que hubo en el Malba, de Yente y Del Prete, argentinos. ¿Cómo hacen para fusionar dos cabezas en un solo proyecto?
MG: No es muy usual, pero en nuestro caso tiene mucho sentido porque al habernos ido solos y estar juntos todo el día, estar todo el dia pegados, los últimos años nos fuimos formando muy parecidos. Entonces, pensamos casi igual. No sé si es bueno o malo, pero es muy fácil trabajar de a dos. Es como trabajar de a uno. No sé a quién le puede pasar esto porque tenés que pasar una locura de tiempo juntos para llegar a esto, pero pierde un poco el sentido trabajar separados.
MP: Cuando empezamos a pintar, empezamos separados. Habremos estado unos meses así y, por adentro, creo que los dos estábamos un poco incómodos trabajando separados, porque iba uno y ayudaba en una cosa, o pintaba lo del otro. Un dia dijimos, “si toda la vida trabajamos juntos, vamos a hacerlo juntos”. Fue así que empezamos a pintar de vuelta juntos.
MG: Ya lo teníamos muy aceitado, dibujar juntos, respetar lo del otro y no pelearnos.
MP: Creo que una de las preguntas que más nos hace la gente cuando nos ve, es eso: ¿cómo hacen para trabajar juntos? Para nosotros es tan natural que no sabemos ni explicar.
MG: Siento que en todas las parejas hay discusiones y las nuestras son siempre por la pintura, por nuestro trabajo. Después, lo demás va todo muy suave. Está bueno pelearse un poco y poder tener esos enojos de una forma un poco más sana.
Leí que su obra oscila entre la figuración y el expresionismo abstracto, ¿cómo se llevan con las etiquetas?
MP: No nos gustan, pero hay veces que son necesarias para pasar las ideas a texto. No nos gustan porque hoy queremos pintar figurativo, pero mañana queremos pintar abstracto, o mañana queremos dejar el bastidor en blanco. Pero es como una necesidad, algo hay que decir.
MG: A mí no me molesta.
MP: No, no me molesta. Al revés, cuando me vinculan a una corriente y es una corriente que me encantó toda la vida, es “qué bien que me vinculen a este artista o a esta corriente”. Lo que siempre quisimos transmitir y nunca lo dijimos.
MG: Justo esta etiqueta de entre la abstracción y la figuración al final no es nada. Es muy ambiguo y es muy abierto. Entonces, no me molesta para nada. No siento que nos encasille en una cosa o la otra. Aparte, si oscila quiere decir que, a veces está allá, y, a veces, está acá. Es súper figurativo a veces y, a veces, no. Por eso para mí nos representa muy bien en que no nos encasillamos con una cosa ni con la otra. Qué más libre puede ser que la etiqueta que esa, no sé.
Con el tiempo han generado un imaginario de su obra, sobre todo con lo digital: personajes, colores, formas. ¿Hay alguno al que le tengan más cariño que a otro?
MP: Creo que es siempre el mismo personaje que se va adaptando.
MG: Es siempre el mismo, solo que a veces le crecen orejas más largas o bigotes, o le crecen los pies un poco, pero son todos muy parecidos. Muchos de nuestros personajes son copiando a Atún, nuestro perro, sus orejas o sus poses.
MP: Creo que el espectador nunca podría ver la relación. Siempre me preguntan, ¿no pintan a su perro? Está en todos lados, pero no te vas a dar cuenta nunca. El perro, el primer año, tenía una oreja parada y una oreja caída. Si ves nuestros cuadros, casi todos los personajes que hacemos tienen una oreja caída. Inconscientemente, no sé si fue copiándolo a él o qué, pero se dio así. A veces no es tan obvio y nos gusta que no sea tan obvio.
Toda la explicación que te podamos dar es una reflexión después de haberlo hecho, no están premeditadas las cosas que hacemos. Nosotros hacemos y después lo entendemos. Por lo general, cuando vamos con una idea muy planificada es cuando queda peor y terminamos tirando eso. Siempre está bueno tener una idea muy abstracta, o algún tipo de composición, pero muy vago todo.
MG: Algo que ya hicimos en tres exposiciones fue que las hicimos enteras y, la semana antes de exponer, la empezamos toda de vuelta e hicimos otra cosa. Por eso, para mí las ideas vienen aunque estés pintando feo. Lo importante es pintar porque después te llega la data y sentís una energía distinta y una libertad cuando estás pintado que, no siempre llega, pero si pintás te llega.
Hablando de exposiciones, quiero hablarles de “La sombra del pino”. Siento que no lo podrían haber construido en otro lugar que no fuera Mallorca, que Mallorca fue necesario para que existiera. En ese sentido, ¿qué tanto les condiciona el lugar en el que están a la hora de pintar?
MP: Creo que el espacio donde trabajás es muy importante. Hace dos meses que estamos en un espacio nuevo, pero antes pintábamos en casa. “La sombra del pino” se da porque pintamos en el jardín en pleno verano y es una zona donde está lleno de pinos. Estás pintando y te cae todo el tiempo pinocha, o te cae una piña en la cabeza. Te condiciona mucho porque, cuando pintabámos en casa, nos armamos ahí el garage, que era muy chiquito, y mirábamos un cuadro que habíamos pintado en el garage, y mirábamos un cuadro que habíamos pintado afuera, y nos gustaba mucho más el que estaba pintado afuera. Ahí no teníamos límites de espacio. Podíamos expresarnos mucho más. Podíamos ensuciar. Era otra libertad. Ahora que estamos hace dos meses en este lugar nuevo.
MG: Cambió todo. Creo que siempre lo que estamos pintando nace de lo que estamos viendo. Depende de lo que estemos viendo lo que va a salir. Es todo una mezcla de cosas que estamos viendo, situaciones. Cuando nos mudamos para acá, por ejemplo, veíamos muchas carretas. Hay muchas cosas acá en Mallorca que son de un lenguaje muy antiguo y, cuando venís de otro lado, que nunca lo veías, te llama la atención.
Entonces, muchas de las cosas que pintamos estando acá son muy mallorquinas. Las carretas, los aviones, porque acá estas en una isla y tenés que estar todo el día tomándote un avión para ir a cualquier lado, barcos. Cosas sencillas, tampoco pintamos cosas complicadas. Es imposible que no te cambie el lenguaje mudándote a otro lado. No sé si el lenguaje, pero la imaginería.
MP: Influye mucho, sí. Capaz que si estás pintando en el medio de Islandia, en medio del hielo, pintás otro cuadro.
MG: Sí, el lugar y el momento. Cuando es verano te da ganas de pintar con algunos colores, cuando es invierno con otros, cuando tenés calor pintas de una forma y cuando tenés frío pintás de otra. Es como un diario un cuadro. Ahí va el momento.
Ahora en breve van a estar en Uruguay de vuelta, visitando, ¿tienen alguna exposición planificada?
MG: No, no tenemos nada planificado, pero tenemos muchas ganas de exponer en Uruguay.
Por Federica Bordaberry
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