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Entrevistas
Errantes, solo en busca de un lugar

Marco Amerighi, el italiano que plasma a “una generación que tenía razón y nadie escuchó”

El escritor visitó Uruguay para presentar “Errantes”, una novela que aborda los torpedeados sueños de una progenie nacida para tenerlo todo.

15.05.2023 08:50

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2023-05-15T08:50:00-03:00
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Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy

En 1991, el canadiense Douglas Coupland lanzaba la que sería su primera y más exitosa novela: Generación X, una obra que buceaba en las inquietudes y desencantos de la hornada humana surgida luego de los baby boomers. Y lo hacía a través de unos personajes que, al frisar los treinta años, caían en la cuenta de que los brazos de mamá y los días de colegio habían quedado lejos, y el futuro se reduciría a tratar de engañar el tiempo a la espera de una improbable jubilación.

Y como cada generación necesita sus vates, el italiano Marco Amerighi (1982) recoge el testigo de la X y hace lo suyo con la Y, venida al mundo a partir de la década de 1980 y hasta medidos de la siguiente. A ese grupo social, y en especial en el primer mundo, le tocó —y le toca— ver cómo el estado de bienestar se resquebraja, el medioambiente se va al carajo y sobreviene the end of the world as we know it.

Sobre esas personas habla Errantes, novela cuya acción transcurre entre Pisa, ciudad natal del autor, y Madrid, donde estudió y vivió en los primeros años del presente siglo. Amerighi se gana la vida como escritor fantasma y traductor, y su dominio del español quedó en evidencia durante su reciente visita a Uruguay, donde se manejó con absoluta solvencia en el idioma de sus anfitriones.

Entrevistado Por Latido Beat, el escritor destacó que su estancia en España fue fundamental para convertirse en escritor.

La literatura es un asunto solitario

“Después de haberme licenciado en literatura española escogí un doctorado en literatura más bien europea, y esa etapa fue la que me llevó a la escritura. A otra escritura”, explica.

“La redacción de la tesis doctoral me llevó cerca de dos años, y fue en ese tiempo que entendí algo muy importante para mí: para escribir debes tener una buena relación con la soledad, y yo estaba en un departamento de filología, muy solo, con gente mucho mayor que yo, gente que no tenía muchos intereses además del trabajo que hacían, acerca de temas como El Siglo de Oro, algo muy específico. Todo lo que sucedía fuera de eso, ya no les interesaba”, recuerda. En aquel entonces, el autor mediaba la veintena.

“Quizá era demasiado joven o muy idealista, y buscaba otras cosas, otros conocimientos. Esa etapa fue importante porque me di cuenta de que no quería solamente trabajar sobre los libros de los demás: quería escribirlos. Y tenía esa buena relación con la soledad, me gustaba trabajar solo, enfocarme en ciertos temas, reflexiones, dudas, que me llevaban de ida a vuelta a casa. Era como un río del que nunca salía”, cuenta, y la metáfora fluvial no es casual, ya que en Errantes el agua —y en particular la del río Arno, que baña su Pisa natal— es casi un personaje más.

Errantes es la segunda novela de Amerighi, y fue publicada en Italia en el año 2022. Sin embargo, su génesis se remonta a más de un lustro antes. “Tardé tres años en escribirla, acababa de entregar mi primera novela a mi agente y, al igual que otros jóvenes y no tan jóvenes, esperaba que cambiaría no solo mi vida, sino también el panorama literario italiano... fíjate cómo uno se percibe”, recuerda entre risas.  “¿Y qué pasó? Nada. De hecho, mi agente tuvo unos cuantos problemas para encontrar una editorial que la publicara. En esa temporada, que fue de tres o cuatro meses de espera, pensé en dejarlo todo. Me pregunté para qué luchar tanto, si perfectamente podría hacer como si nada. No le había contado a nadie, ni a mis amigos más cercanos, que había escrito la novela, solo lo sabía mi pareja”, cuenta.

“Por supuesto, no lo hice. Mi agente encontró una editorial y la novela se publicó”, añade. Se trata de Le nostre ore contate, obra cuyo título reproduce el de una canción de la banda italiana de rock Massimo Volume. El libro salió al mercado local en 2018 y fue reconocido con el premio Bagutta Opera Prima.

En ese momento de crisis y vacilaciones acerca de su debut literario, nació en la cabeza de Amerighi el personaje de Pietro, protagonista de Errantes, y al que el autor define como “alguien que está en un cruce”, porque “al inicio de cada una de las tres partes de la novela, él está parado y no sabe qué elegir: no quiere elegir. Por un lado, tendría una vida muy tranquila, que su familia ha escogido por él, y por el otro una vida desconocida y por eso mismo más estimulante”. A la hora de encarar esa disyuntiva, incide la mayor seña de identidad de Pietro. “Él tiene miedo, no posee atributos, y en cada etapa de la novela, se ve ante encrucijadas como las que afronté yo. La novela terminaría ahí, casi al empezar, si no fuera porque hay un par de personajes que lo empujan”, cuenta el autor. Uno de ellos es su hermano mayor, Tomasso, que es una especie de reverso de Pietro: un portento del deporte y del intelecto. El otro es Dora, una joven madrileña que alberga en su interior un universo roto, pero que es también lo opuesto a la vacilación estéril que atenaza al protagonista.

Is a punk rocker

En ese elenco de secundarios no tan secundarios también aparece Andrei, un rockero veterano y un tanto hecho polvo, que sugiere a Pietro que tal vez no sea necesario escoger en la encrucijada, y que el persistir en el sitio en el que uno está puede ser una opción revolucionaria. Y para ello pone como ejemplo nada menos que a la banda The Ramones.

“Yo quería salirme de esa retórica del ascenso, del mejoramiento, que demasiadas veces en la literatura es algo moral, quería escapar de eso: ¿quién dice que mejoramos como seres humanos si obtenemos algo? ¿por qué?”

“Es la visión antirretórica que yo buscaba, y en eso la música punk me ha ayudado mucho, porque no es solo un género en contra de algo, como los gobiernos o cosas que no funcionan en la sociedad. Tiene, y especialmente en el caso de los Ramones, otra especificidad: está en contra de la evolución. Los Ramones siempre han sacado la misma canción, siempre iban vestidos de la misma manera”, expresa el narrador, y entiende que esa actitud sostiene “el derecho a no evolucionar en una sociedad que nos presiona diciéndonos que tenemos que cambiar, porque los cambios son —supuestamente— etapas de acercamiento a un modelo mejor. Entonces es como subir unas escaleras en las que vas con fatiga, con esfuerzo, arrastrándote, y quizá ya no puedes más, pero tienes interiorizado eso que de que tienes que ir para adelante”, describe.

En ese sentido, “pararse, elegir no entrar en esa movida, puede ser una opción rebelde, como un poder más que algunos de estos personajes empiezan a tener y a ejercitar. A Pietro también esto le cuesta más porque, tiene demasiado miedo”, añade.

“Yo quería salirme de esa retórica del ascenso, del mejoramiento, que demasiadas veces en la literatura es algo moral, quería escapar de eso: ¿quién dice que mejoramos como seres humanos si obtenemos algo? ¿Por qué?”. Por ello, tanto el autor como su creación son conscientes desde el principio de que “Pietro no va a progresar mucho: si parte del 0, llegará al 0,2, más o menos”, comenta con humor. Sin embargo, ese joven más bien abúlico “sí aprende algo, una lección muy importante que está definida por el último adjetivo que describe a Pietro, que es la palabra libre. Tarda 350 páginas, y nosotros con él, para llegar a decir que es libre, que todo lo que ha hecho hasta entonces solo la ha llevado a ser libre: libre de la presión de la sociedad, libre de la presión de su familia y libre de escoger, finalmente. Tiene ya 28 años, no puede mejorar y está listo para enfrentarse al fracaso, a perder el tiempo, a quedarse parado, si eso es lo quiere hacer”.

Ventanas hacia el río

Ambientada entre 1991 y 2008, Errantes fue calificada por la crítica italiana como una novela generacional, dado que de algún modo plasma inquietudes y avatares comunes a toda una generación. Su autor concuerda con ello, pero entiende que “fundamentalmente es una novela de personajes”.

“Quise encontrar una manera errante para una estructura ontológica que reflejara este tema de los errantes: una escritura errante para una novela errante, y la única manera que encontré para conseguirlo fue abrir unas ventanas, quizá un poquito al azar, sobre las vidas de los personajes”, explica.

“En la vida casi nunca tenemos la sensación de estar viviendo algo fundamental, algo importante, muy poco a menudo nos pasan cosas interesantes, y a Pietro le ocurre lo mismo. Abrimos esas ventanas y lo encontramos en Madrid, en una mesa como esta (hace un gesto abarcador) estudiando todo el día en la biblioteca de la Universidad Complutense, y no le pasa nada. Y un poco más allá hay una chica que lo mira y se acerca para echarle una mano y entonces podría ocurrir algo... pero no ocurre. ¿Por qué? porque la vida es así, con muchísimos cruces, y yo sentí que debía dejar a mis personajes en la misma libertad que yo buscaba como escritor y que quería que tuviera Pietro”, asegura.

“Él llega a esa libertad muy tarde, porque siempre es el último de los últimos, es muy tímido y nunca le sale nada bien a la primera”, comenta con genuino afecto hacia su personaje. “Sentí que debía aceptarlo a él y a los otros como venían, y eso me sirvió, a mí y a los lectores, para acercarnos a ellos. Por eso, así como abrí unas ventanas también cerré otras, sin explicar a veces todo lo que había pasado en medio con cada personaje”, cuenta acerca del método escogido para su novela, y que tiene que ver con la idea de que “la narrativa, como la vida, no es una escalera donde cada tramo está definido. Es como un círculo, pero no muy bien diseñado, y se escapa un poco de las manos. Esta novela es así también. Me di cuenta de que, si bien trabajé para darle una estructura muy sólida, también tiene la fuerza de un río, porque lleva mucha agua”, insiste.

Esa agua, presente de manera literal en los ríos Arno y Manzanares, “de vez en cuando se escapa, y también los personajes se escapan”, algo que para Amerighi no es un problema, sino lo contrario. “Es parte de esa filosofía errante que yo buscaba, y por la que me he tomado muchas libertades a la hora de escribir, y le he dejado mucha libertad a los personajes”, repite.

Almas solo en busca de un lugar

Los protagonistas de Errantes tienen elementos en común, especialmente Pietro y los dos adláteres peregrinos que conoce en Madrid, la española Dora y el francés Laurent: están “rotos” en algún sentido, y han pagado onerosos pontazgos existenciales por —paradójicamente— negarse a cruzar algún Rubicón, o a saltar por ciertos aros.

Para el autor, esos sujetos ficticios “seguramente son representativos de una generación que, en Italia y en Europa, no había sido muy contada. Por eso quería enfocarme un poco en ellos”, señala, para luego analizar a esa generación dentro de su coyuntura.

“Esa idea de una generación que está fuera del tiempo me pareció muy llamativa, porque es algo incluso más agobiante que perder el espacio geográfico”

“Después de la Segunda Guerra Mundial, en Italia empezó una parábola de crecimiento muy definida y fuerte”, algo que en la obra se ve reflejado en dos personajes relevantes: el abuelo y el padre de Pietro. El primero es “un héroe de esa guerra inútil” como lo fue la invasión de Etiopía en la década de 1930, y al que Pietro llama “El Mayor”. Al segundo lo moteja como “El Mutilado”, dado que perdió un meñique en circunstancias nunca explicadas, quizá relacionadas con “negocios un poquito ilegales” en los que se involucraba.

Finalmente, ese impulso socioeconómico de posguerra periclitó y “llegamos a esa generación de los que nacieron entre los finales de los 70 y principios de los 90, una generación crecida en la convicción de que el futuro iba a ser algo muy sencillo, como una alfombra roja a cuyo extremo encontrarían el éxito: una familia, hijos, un buen trabajo. Y en cambio, lo que pasó fue que a mitad de los 80 y en los 90 empezó una parábola de decrecimiento muy fuerte”, razón por la que la de los errantes será “la primera generación desde el siglo XIX que ya no va a mejorar respecto a la situación de las generaciones pasadas, sino que va a empeorar”.

Toda una generación quiere escapar

Para Amerighi, esa realidad “es un choque muy fuerte para esa generación, y se ve reflejada en hechos reales que aparecen en la novela”, como la contracumbre de Génova en el año 2001, y los atentados de Atocha, en 2004. En cuanto al primero de esos episodios, hoy quizá un tanto olvidado dentro y fuera de Italia, Amerighi considera que es ideal para narrar “esa etapa que fue fundamental, porque esa generación, que era muy unida, se encontró con el muro del gobierno. Fue una generación que salió a la calle para protestar y hablar sobre las mismas cosas de las que se habla ahora: el cambio climático, las deudas de los países pobres, una manera más ética de vivir, la globalización. Quiero decir que era una generación que tenía razón, pero nadie la escuchó”, sostiene.

“Esa generación, y solo esa generación, que es una generación del siglo XX, pero que no tiene nada que ver con el siglo XX, es en la que está Pietro, que tampoco tiene nada que ver con los moldes anteriores, con su abuelo, con su padre. Entonces ¿cómo vives en una sociedad que ha crecido con esos esos modelos y donde te sientes desarraigado? La única solución posible es irse. Irse simplemente para irse, para buscar algo que allí no encuentras”, considera.

Sobre ese hecho de sentirse forastero en la propia tierra, Amerighi evoca un concepto acuñado por el filósofo ambiental Glenn Albrecht: la solastalgia, un dolor sufrido al descubrir que el mundo donde uno vive se desgastó y mutó y, por lo tanto, no hay donde regresar.

“Estás en tu casa, en tu país, y te das cuenta de que tu presente se ha roto, se ha gastado, ¿entonces qué haces? El pasado del siglo XX se ha ido y sientes que igual no podrías encajar ahí.  El futuro es ese donde no hay trabajo, y con una idea de familia y de éxito que tampoco son tuyas, y el presente es eso que está pasando delante de ti como ese río del que hablaba antes, y que es la nostalgia del presente”, expresa.

Por todo ello, la de Pietro y sus coetáneos “es una generación que no solo ha perdido un espacio al que agarrarse: también ha perdido el tiempo, está fuera del tiempo. Esa idea de una generación que está fuera del tiempo me pareció muy llamativa, porque es algo incluso más agobiante que perder el espacio geográfico. Porque en ese caso, igual te vas a otra parte y encuentras algo, pero con el tiempo no puedes hacer eso”.

Al hilo de sus consideraciones sobre el devenir temporal, Amerighi destaca que en la novela “la reflexión sobre el tiempo es central”, y que la generación plasmada en ella “ha tenido también la capacidad de tomarse su tiempo, algo que a veces desde fuera ha sido interpretado como perder el tiempo, y es una acusación que a veces nosotros también formulamos contra la generación siguiente”, reconoce.

Arroba, SMS, Dialup

Las definiciones al uso consideran que la renovación generacional se produce aproximadamente cada 25 o 30 años, y no siempre se aprecian cambios radicales en ese relevo. Por ejemplo, un herrador de caballos en la Edad Media podía trabajar con las mismas herramientas y técnicas que su padre y su abuelo, y en el mismo contexto social que ellos. Ahora, la aceleración tecnológica hace que un adolescente viva en un mundo muy diferente al de sus progenitores, y eso deriva en “generaciones dentro de generaciones”, fenómeno que también se aprecia en Errantes.

Pietro y sus amigos no son de la época de la máquina de escribir ni de los periódicos impresos, pero tampoco nacieron al calor de las redes sociales o el streaming: encajan en algún punto intermedio, y se formaron a golpe de email y SMS. Sobre ello, el autor subraya que eligió que la acción de la obra finalizara en el año 2008, porque ese fue el año en el que Facebook comenzó a hacer furor en Italia.

La inmediatez absoluta de las redes sociales hizo, según el autor, que se perdiera algo que le interesaba abordar. “Hasta entonces había algo que era otro matiz más de la espera. Cada vez que esos chicos y esas chicas escribían algo, luego no sabían si les iban a contestar. Y en ese tiempo, en esa espera, podía suceder algo”, sugiere.

Por ello, Errantes es una novela atravesada por mensajes de texto y correos electrónicos que cruzan ciudades, países y continentes, y cuyas respuestas pueden no llegar, o hacerlo cuando ya no importe.

Por Gerardo Carrasco
  gcarrasco@m.uy