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Mari Oneill, la influencer uruguaya que escaló en Instagram y llegó a miles de personas

Año de nacimiento: 1995. Lugar: Montevideo. Profesión: influencer. Curiosidad: se pintaba un lunar para parecerse a Luisana Lopilato.

24.06.2022 13:21

Lectura: 32'

2022-06-24T13:21:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Se sabe que si nadie fuera a ver shows en vivo, los shows en vivo no existirían. Se sabe que si el ballet no gozara de aplausos, el ballet no existiría. Se sabe que, si a las galerías de arte no fuera nadie, y nadie comprara piezas, las exposiciones no estarían. Se sabe que hacer una obra de teatro, estrenarla, y que el público sean solo los asientos vacíos, no tiene ningún sentido.

Es que la cultura, en general, no tiene sentido sin su público, sin su gente. La cultura es, en definitiva, su gente. Y no solamente porque sea quien presencia, sino porque es quien genera tema, quien cuestiona, quien mueve y redirecciona. La cultura se forma constantemente por la gente. 

Quizá la definición de cultura más conocida sea la más básica, la de un diccionario. En este caso, la Real Academia Española dice: "Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.". Está, entonces, el grupo social, en determinada época, y sus modos de vida y costumbres como parte de eso que define a la cultura. Lo otro, para nada menor, es el grado de desarrollo (artístico, científico, industrial, etc.).

Y si 44.5 mil personas consumen los contenidos de otra, si muchísimas más utilizan esa plataforma en un tiempo y espacio para consumir, para el ocio, para comunicarse, para criticar y cuestionarse, ¿no es todo eso también cultura?

Son 44.5 mil personas las que siguen a esta persona, a este Personas. Es que las redes sociales son cultura.

De su nacimiento, ella, no sabe mucho. Tampoco preguntó. Sí sabe la hora en que nació porque, años después, se interesaría por la astrología. Lo otro que sabe es que a los tres meses ya estaba subida a un avión, yéndose a Italia con su padre, el conocido jugador de fútbol Fabián Oneill, y su madre.

Con lo que pasó en su infancia sucede lo mismo, no lo tiene muy claros. Sobre sus primeros recuerdos asume, porque no sabe, que tienen que ver con su abuela, que fue como su segunda mamá. “De vivir con nosotros, pasar veranos con ella, de tener tremendo vínculo, esa abuela muy maternal que te da la mema a escondidas, ver Tommy y Jerry”, dice Marina Oneill.

Esa abuela falleció con 54 años, de cáncer de mama. Cuando la tuvieron a ella, “mi mamá tenía 20 y mi papá 21, gracias a que mis papas me tuvieron jóvenes yo pude disfrutar a mi abuela”, agrega.

En su viaje a Italia, el destino fue Cerdeña, una isla. Cree que, quizá, por eso le gustan y le interesan las islas. Y viajar a ellas. Allí fue porque su padre estaba jugando en un cuadro y allá estuvo hasta los cinco años, cuando sus padres se separaron.

El siguiente paso fue Uruguay. El apartamento en el que estuvo cuando volvió, en Punta Carretas, sería el mismo en el que viviría los primeros cuatro años de su independencia. “No me acuerdo lo que yo sentía estando ahí, pero seguro que donde estaba mi mamá yo estaba bien”, comenta.

Por lo que le dicen, esa Marina niña “era bastante bien y medio loquita, como ahora”. Uno de los recuerdos, de los pocos, es del día que le regalaron su primer celular. Vino por parte de su padre, “me trajo un celu que era como un huevito, redondito, que se abría para arriba, era el último de ese momento, re pro, creo que fui la primera en tener celular de mi generación”, dice. Tendría doce o trece años.

¿A partir de dónde recuerda? A partir de los 22 años, que es cuando se independizó. Antes de eso, y después de eso, el tema profesión no estaba muy claro. Aunque, cuando le preguntaban, decía que quería tener una marca de ropa. Marina creció siendo una adolescente que, por la cultura a la que estaba expuesta, se pintaba un lunar en la cara para parecerse a Luisana Lopilato en Rebelde Wey.

Cuando terminó el liceo, se mudó un año a España. “Siempre me gustó viajar y siempre quise vivir un año afuera, siempre fui bastante desapegada, no hay muchas cosas que me aten a estar en Uruguay. Si estoy acá es porque lo quiero, o hoy que estoy en pareja y lo decido, pero en realidad siempre dije que me gustaría vivir en otro país”, agrega.

Estando allá, lo que hizo, fue “buscarse la vida”. Se fue con bastantes ahorros, pero trabajó cuidando niños e, incluso, montó su propia marca de accesorios. Ese fue el primer emprendimiento, Chiquitúa, que es como le decía su abuela. “Vendía accesorios, pero en negro, metida atrás en un cuartito, miedo que vengan los policías y me encuentren, todo muy turbio”, recuerda.

Su madre, incluso, le mandaba las piedras por FedEx porque, allá en España, no vendían esas piedras preciosas para hacer collares.

En España también comenzó a estudiar diseño de modas, hasta que volvió a Uruguay. Volvió con su emprendimiento y, dice, fue “furor porque yo lo que hacía era ver qué está pasando en Uruguay. En ese momento, en Uruguay se usaban los collares de piedras preciosas, estaba todo muy de moda con eso, y en España como que no tocaba mucho esa cosa”.

En Uruguay siguió un tiempo con eso, hasta que se aburrió. Su siguiente proyecto fue un second hand con dos amigas del Liceo Francés. Mientras tanto, llegó a estudiar seis meses de la carrera de Psicología y, después, pasó a hacer Producción de Moda en la Escuela de Pablo Giménez.

Con el tiempo, Marina Oneill comenzaría con gestión de redes de marcas de ropa y, gracias a eso, se convertiría en una de las influencers más vistas de Instagram en Uruguay. Gracias a eso, a todo aquello, a todo esto anterior, a cada paso dado, sería conocida por 44.5 mil personas (la cantidad de seguidores que tiene actualmente en la red) como Mari Oneill, esa influencer que no solo habla de moda, sino que también habla de salud mental, de derribar tabúes, de cómo ser feliz en los tiempos que corren.

¿Cómo llega el momento en que te volvés influencer?

Después de tener el second hand con mis amigas del Francés, que tuvimos un local en Sinergia Design. No sé cuánto tiempo estuve con eso, pero terminó y empiezo a hacer una agencia de redes. Me empiezo a vender como para manejar marcas de redes sociales. En ese momento, las primeras marcas que maneje fueron Coki Shoes y Marina Nature.

Me acuerdo un día en que fui al local de Marina Nature ahí en Avenida Brasil y le dije a la dueña “si hacemos un video, si yo te filmo y vos mostrás la ropa estoy segura de que eso va a rendir más que tenerla en el perchero”. De hecho, no sé si no fui la precursora de los videos de las tiendas. Me dice “ni en pedo Mari, me muero de la vergüenza, filmate vos” y le digo “bueno dale, cero drama”.

Ahí me metí en el probador e hicimos la primera “acción”, digamos. En ese momento yo hacía 8, 10 looks, 15, un embole. Hoy hago tres y digo, “basta, por favor”, no solo porque aburro al público, sino porque es una masa para mí. Son muchas horas de laburo. En ese momento, yo trabajaba pila y no tenía idea de cuánto cobrar. Eran los arranques, que nunca sabés, y es algo tan efímero, es raro. Entre que charlás con la mina, tomás un mate, después entras al probador. Entonces, ¿qué cuenta ahí? No es tangible tu laburo.

Ahí me filmo y ponía “hoy vino @MariOneill a mostrar sus looks”. Explotaron ventas, fue hermoso, pila de gente. Ahí me empezaron a seguir muchas seguidoras de Marina Nature a mi propio Instagram. Vino la de Coki Shoes y me dijo “yo quiero que me hagas esto a mí también”, y después me empezaron a llamar clientes que yo no les manejaba ni siquiera las redes sociales. Creo que lo que me rindió mucho fue que yo estaba en los arrobas de todas la marcas.

Me fui ganando todo un nicho de gente, fan de la moda y consumidores. Fui como muy directo al punto. Creo que eso estuvo bueno porque me gané a todas las followers de todas las marcas, que les interesa la moda, para poder yo mostrar mis looks, desde mi Instagram, y fue eso un poco.

Mis amigas dicen, porque yo no me acuerdo, como que yo re quería ser influencer, como que yo decía que quería hablar a la cámara, que se me hacía muy fácil. Nunca fue un problema, siempre fue tan fácil, era como estar hablando con una amiga, para mí nunca fue un problema.

Sos una influencer, sobre todo, de Instagram. ¿Por qué esta plataforma y por qué no te has pasado a otras plataformas?

Soy instagrammer de corazón. Eso, a veces, me da miedo, porque si un día se le antoja a Mark Zuckerberg cerrar Instagram me moriré de hambre. No, pero me tendré que buscar la vida. No sé, no me divierten otras. Me divierte mucho Tik Tok, lo consumo mucho me encanta. Estoy en el baño, miro, para dormir, miro. En mi tiempo libre lo re miro, me parece muy dinámico y está bueno, pero ya me parece como menos orgánico. Soy más de las cosas orgánicas, más del hacer y subir, hacer y mostrar y así como sale, no de editar. Cuando hice IGTV los editaba y todo, pero también dejaba los bloopers, las partes en blanco y negro. Me equivocaba y todo, como que intentaba que fuera lo más orgánico. Creo que voy más por esa onda.

¿Cuáles son los beneficios y cuáles son los perjuicios que tiene Instagram?

Yo amo Instagram. No sé si tengo algo malo para decir de Instagram. Los contras, te puedo decir contras de las redes sociales en sí, te puedo decir esto de la exposición, o del hate, o de la gente que se hace cuentas fake. Creo que eso de las cuentas fake son de las cosas que no están buenas, que tendrían que estar más monitoreadas también, o que directamente si a vos te están diciendo cosas malas que no te muestre el mensaje, no lo querés ni ver, no sirve, no suma. Creo que ese es el punto débil de la red social y de muchas otras, pero es el juego de estar ahí.

Hoy por hoy sos de las influencers más vistas en Uruguay. ¿Qué tipo de responsabilidad conlleva eso para ti?

Un montón, pero me lo tomo bastante tranquila, porque yo siempre le di un juego o un giro a mi red. No es una red simplemente de consumo y de ver lo que hay en el mercado. Siempre estoy dándole lugar al debate, a la salud mental, intentando conocer un poco al público, hacerlo cuestionarse cosas que me parecen que están buenas, hablar de prejuicios, de pastillas, de psiquiatras, de depresión, de ansiedad, de un montón de cosas, intentando naturalizarlo y sacarle el tabú.

Creo que ese es mi aporte desde mi lugar y lo que me mantiene adelante. Si tuviese solo una red para mostrar ropa no iría conmigo, creo que es mi diferencial también, desde algún lado. Pero lo hago tan natural que ni siquiera me genera una presión, realmente es genuino. No es que digo, “ahora voy a hablar de esto para qué mi laburo tenga sentido”, no, es que realmente me nace hacerlo así y no lo podría hacer de otra manera. Yo laburo de esto pero vine a aportar algo a este mundo.

¿Cómo te llevas con esto de que hay que saber qué parte de la vida de uno hay que mostrarle al público y qué parte no?

Yo muestro todo. Tal vez no ventile mi día a día real, pero sí lo hago bastante. Creo que eso también es lo cercano, lo que hablábamos recién, la responsabilidad. Creo que la responsabilidad, justamente, es mostrarse natural, mostrar que somos personas como el resto y bajar la idealización que existe para nosotros. Siento que de ahí ya aportás un montón.

Si mostrás que todo es perfecto ya estás haciendo un daño a mucha gente, porque vos dirás que capaz todos deberían saber qué es una red social y todos mostramos nuestros mejores momentos. Sí, pero en realidad si por lo menos podés decir, “hoy tengo un día malo, hoy no estuvo bueno, sepan que yo también lloro”, creo que va por ahí. Yo muestro bastante, cuento bastante y, en algún momento, siento que se lo debo al público. No sé por qué, pero lo cuento. Siento que le hace bien a otro. Capaz que lo cuento cuando me termina de pasar. Hay días en que me levanto y tengo terribles ganas de llorar y tengo que hacer el look del día, me aguanto las lágrimas y pienso, “¿se habrán dado cuenta que tengo un día de mierda o me sale bien?”. Hay que laburar también.

¿Cuál es la Marina que mostrás en redes? Si tuvieras que definirla…

Yo creo que soy yo, real. Muestro todas mis facetas. Muestro mi faceta feliz, mi faceta extrovertida, mi faceta de la moda, pero también me muestro a mí llorando, mostrando mis vulnerabilidades, subiendo las cosas que escribo que ahora empecé a escribir. Es como abrir mi alma con un montón de gente que por ahí ni idea, tirarse al vacío. Pila de veces le pregunto a mis amigos si para ellos soy igual a las redes, porque yo no me doy cuenta, capaz soy otra persona, y me dicen que soy igual, idéntica. Yo, en realidad, lo que quiero es que, si me ves en la calle y me venís a saludar, digas que soy igual, no hay nada diferente.

¿Cómo hace Mari, que es igual a la Marina fuera de redes, para decidir qué marcas muestra y cuáles no?

Me tiene que gustar. Tal vez no la marca en su integridad completa, pero sí tengo que encontrar algo que me guste. Yo lo que muestro es lo que me gusta. Por ahí la gente piensa que yo muestro todo lo que consumiría y no. Creo que todas las marcas tienen, más menos, algo bueno para mostrar. Algún look se va a poder rescatar, algo va a estar bueno y algo podemos armar con eso. Me tiene que cerrar bastante, tiene que ir conmigo, me tengo que sentir identificada, no voy a mostrar la marca de alguien punk porque tal vez pueda encontrar un top en cuerina que esté buenísimo para salir, pero seguramente la marca no quiera mostrar eso o no lo quiera hacer para vender masivo, se está identificando con un público que no.

Pero las selecciono yo, como que la filtro. Yo siento que siempre algo se puede rescatar. Sí soy súper genuina a la hora de mostrar las cosas, yo elijo los looks. La gente tal vez piensa que a mí me mandan las cosas y, en realidad, yo lo elegí antes de mostrarlo al look y antes de que me llegara a mi casa.

Hace no tanto tiempo contaste en redes que habías pasado por un episodio de ansiedad, y lo contaste después de que sucediera, que tiene que ver con eso que contabas hace un rato, pero ¿eso es algo que vos decidís guardarte?

Yo creo que somos todos diferentes. Yo no sé si soy la voz cantante de los influencers. De hecho, creo que no, pero a mí particularmente me pasó que en el momento en que transité la ansiedad, mi psicóloga me dijo, “cerrá las redes sociales” y yo dije no podía, “tengo contrato con esta marca, tengo esto, tengo que hacer esto, tengo el calendario lleno, qué le digo a la gente”. Ella me dijo que importaba, que no pasaba nada, que cerrara todo, yo tipo me muero. Ahí yo le dije a mi psicóloga que le tenía que contar al a gente que me iba, no podía irme así nomás.

Ahí subí una cosa que decía “bajar las llaves”, un poco una frase que me había dicho mi psicóloga. Abajo expliqué que me iba por unos días, que estaba pasando por un momento raro y diferente, porque fue la primera vez que me pasó. Ahí me fui dos semanas y volví. Nunca hice un reel o un IGTV, digo porque es más largo y porque está bueno que quede grabado, de cómo transité todo ese momento y cómo fue. Nunca lo hice, pero lo tengo pendiente. No conté el paso a paso. Mucha gente me empezó a escribir sobre cómo hice para salir de ahí, pero no hay reglas para esto, es como muy difícil, siempre lo transitamos distinto y cada uno está en un proceso diferente en su vida.

Yo creo que lo manejé como lo sentí. “En este momento solo tengo que explicar que estoy pasando un mal momento y que me voy, tal vez después explique qué es lo que me está pasando porque de hecho recién lo estoy empezando a sentir, ni siquiera sé cómo va a terminar, qué es lo que me va a pasar estos días”, es un poco eso.

¿Cómo aprende uno a cuidarse, en ese sentido?

Sigo aprendiendo, en realidad. Tampoco evitar que te pase. Este año me volvió a pasar, en mucho menos grado. La primera vez siempre es la peor, no sabés qué te está pasando, cómo salgo de acá, esto es imposible, nunca me pasó. Ves lo desconocido y te aterra bastante. Ya después, me lo tome como que esto volvió a pasar para decirme algo, decirme “frená, pará, hay algo que no está bien, resolvelo”. Empezás a darte cuenta de que es una pregunta que tengo que responderme, y tomar desde otro lugar, y ya sabés que pasa.

En mi caso, tengo una vida muy acelerada, soy una persona ansiosa de por sí, soy una persona muy activa, me cuesta mucho bajar. Entonces, considerar tener momentos tranquilos, solos, de conexión con la naturaleza, clave, de planes relajados, al aire libre, hacerte un espacio para ese tiempo de placer, de irte para afuera, conectar más cuando estás haciendo cosas tan simples como tomarte una copa de vino en algún lado, mirar las estrellas de noche, qué se yo. Encontrar momentitos así.

Creo que eso es clave para el día a día y, después, terapia. Es algo que yo siempre recomiendo, y a todo el mundo. Siento que a nadie le escapa de eso, creo que todos necesitamos hacer terapia, la gente que piensa que no, pero un poquito siempre. Es una ayuda para descargar, es un espacio para descargar, para hablar, para sacar, para sanar un montón de cosas.

Y yo me amigué mucho con el reiki, desde el año pasado estoy yendo una vez por semana. Son dos horas que estoy tranquila con alguien que me está pasando energía, haciendo masajes. Tener esas pequeñas cosas. El deporte también, hacer algo, yoga, meditación, deporte, algo. Yo lo deseo hacer al aire libre, porque me encanta. Ahora lo estoy haciendo en la playa. Es como un momento que está bueno, bajás y estas en otra cosa.

Otra de las cosas que has mostrado en tus redes sociales es a tus parejas. ¿Cómo reacciona tu comunidad a eso?

La verdad, hermoso. Este año, cuando presenté a Fede, que es el segundo novio que presenté en Instagram después del ser influencer, digamos, fue re lindo. No parábamos de recibir mensajes espectaculares. Fue una pelota de amor que duró como una semana recibiendo mensajes divinos. De verdad que tengo una comunidad muy increíble. Creo que en estos tres años años, capaz que recibí solo tres hates, y hates potentes.

También, mostrar a tu pareja es un paso grande cuando estás así. Siento que también para tu relación es algo importante. Para mí, mostrar a alguien en redes significa estoy yendo a por todo. No muestro al chico con el que estoy saliendo, lo mediría un poco por ese lado. Pero la gente reacciona re lindo.

Después, obviamente, dar explicaciones cuando te separas es un bajón, pero ya todos se dan cuenta. Cuando me separé de Agus estuve casi dos semanas para decirlo y la gente ya sabía, ya te preguntaban. Es obvio, pero yo me tomé mis días para ver cómo lo decía, de qué manera, y para estar clara en ese momento para poder comunicarlo y no enredar a todo el mundo. Eso es el tiempo, que halábamos hoy de cómo manejarlo. Creo que tiene un poco que ver con eso. Proceso la información porque esto es mío y primero tiene que pasar por mí para poder yo decirlo a la gente, que eso también es un espacio importante para darse.

Recién hablabas y me decías que tenés una comunidad re linda. En ese sentido, te quiero pedir que me definas a tu comunidad. ¿Cómo es la comunidad de Mari?

Mi comunidad es como yo, y eso suena re narcisista, pero mi comunidad es re parecida a mí. Me siento re identificada con ellas, son como loquitas, pero son personas que se toman el tiempo de mandarte un mensaje lindo constantemente. Para mí son como muy buenas personas, personas profundas, sensibles, personas alegres, que le desean el bien al otro, de corazón, real, que, por lo menos, quieren ir hacia la alegría.

Un ejemplo estúpido es que las marcas me escriben y me dicen, “yo ya sé cuándo es una seguidora tuya cuando está mandándome corazones”, porque son tan amorosas, por ese tipo de cosas que hacen, que son gestos. Qué lindo estar rodeada de esta gente, por lo menos digitalmente, es re bueno. Y, en definitiva, sí, muy buena gente.

¿La comunidad llega a ti o la vas a buscar tú? ¿Cómo se crea una comunidad?

Yo creo que la genera uno. En realidad, eso me lo enseñaron ellos. Es un poco yo siempre agradeciéndoles a ellos por ser como son. Ellos me dicen, “no, te agradecemos a vos por ser como sos y nosotros lo que damos es un poquito de lo que vos nos das, este mensaje es por todas las veces que me ayudaste a salir, me ayudaste a pensar en algo, me ayudaste a cuestionarme, tu mensaje me sanó”. Entonces, yo te devuelvo con este corazoncito y con esta forma de ser que tengo contigo y con desearte lo mejor.

Pero yo creo que la crea uno, 100%, porque la gente en realidad te sigue porque se siente identificada, porque es una parte tuya. Es como que algo en común tenemos. Hablo de la comunidad en general. Algo sentís que tenés que ver conmigo, o por lo menos si te gusta mi look que estoy mostrando, o mi estilo, o mi forma de pensar, o mi forma de hablar.

Yo, por ejemplo, soy muy acelerada y hablo mucho. A veces, hay personas que eso les parece un plomo. Yo no puedo ver a una persona que habla a tres por hora, decime la información rápida, pero hay gente que me pone, “dejá de hablar tan rápido, por favor, no entendemos nada”. Capaz que a esa persona le molesta como hablo, pero se la banca porque dice, “a esta mina la banco fuerte igual”. Algo tiene que ver contigo, se identifica con algo, son parte con vos en algún punto, algo en común tenés con esa gente. Creo que el nexo de conectar a todas estas personas es una, ser influencer.

Se dice que el influencer vive del canje y que tiene la vida solucionada. Contame qué es lo que hace el influencer detrás de cámara, todo el trabajo que no se ve que hay detrás de eso.

El influencer, para mí, puede vivir de canje, no pasa nada con eso. Creo que es un prejuicio que se generó ahí. Yo creo que lo que hay que entender es que es un laburo y que, si vos tenés las cosas que tenés, es porque te las ganaste. Por más que te las estén regalando, te las regalan por algo. Hay un intercambio ahí. No creo que alguien esté regalando por ahí cosas sin pedir nada a cambio. Sería muy raro.

Yo, particularmente, no laburo por canje a no ser que sea algo que necesito puntualmente. Por ejemplo, me mudé y necesitaba amueblar mi casa. Obviamente, no le voy a estar cobrando a un sillón que sale 60.000 pesos. Yo necesito del sillón, vos me lo querés dar, yo te puedo hacer la publicidad. Ahí está el canje que yo hago.

Después, en el día a día, no laburo por canje con nada. Lo dejé de hacer hace mucho tiempo. Al principio, lo hacía por esto de ayudar y porque había emprendedores que no podían pagar, pero lo que pasa con eso es que llega un punto en que se te llena la casa de cosas, ya no podés recibir regalitos, tenés que filtrar y tenés que devolver. Vos me das, yo te hago la publicidad y te lo devuelvo.

La gente piensa que todas las cosas que muestro las tengo en mi placar, pero mi ropero no tiene todo lo que mostré esta semana, ni todos estos meses, ni hace dos años, sino me desbordaría de ropa. Sería una montaña de ropa mi casa, no es así. Yo, ahora, en este momento, estoy trabajando con una mánager que arrancó en febrero.

Quiero hacer énfasis en el laburo que hay atrás de todo esto, que parece una boludez, que yo hice hace mucho tiempo, y creo que fue una de las cosas que hice para cuidarme y para cuidar mi salud mental, también. Fue como empezar a delegar un poco todo esto porque es un montón, y a delegar un poco también el estar con el celular, porque soy una persona que trabaja con el celular constantemente. Hoy por hoy nos comunicamos y está todo tan globalizado con el celular, si encima tengo que estar gestionando a qué hora me traes la ropa, si te sirve el presupuesto o no, respondiéndote el mail, hablando contigo, hablando por celular, es un montón.

En realidad, Mari, que es mi mánager, hace todo. Tenemos una planilla de Excel, una de 2020, una de 2021, y una de 2022, y ahí están todas las fechas del año. Yo ya trabajo con marcas hace bastante tiempo, como que son marcas fijas y tenemos planes más fijos. También tenemos planes de marcas que vienen a trabajar por primera vez conmigo y les mandamos un presupuesto. Tenemos ya varios presupuestos estipulados.

Ella es la que se encarga de hacer todo eso, pero más o menos el orden de las cosas es: viene una marca, te escribe, le preguntás qué le gustaría hacer, generalmente es un unboxing o algo de eso. Si es algo más particular, se presupuesta por separado. Ahí les paso el presupuesto, la persona dice “ok, me va, ¿podría ser en esta fecha?”, ves la fecha, cerrás esa fecha. Después, yo me manejo con que esa marca tiene que pagar el día anterior a que yo reciba la ropa, me tiene que mandar la ropa el día anterior, también. Yo hago la acción y al otro día se hace la devolución de la prenda. Después, mando métricas y el feedback también.

Hay un laburo atrás porque llegan muchas propuestas por día. Mari me dice todo el tiempo que no hay día que no responda millones de mensajes, un montón. Hay mucha cosa. Eso y propuestas de grandes como Claro, Santander, L’Oreal, que son contratos que hay que firmar, que hay que darle vueltas, que hay que leer páginas y páginas, que tenés que estar muy alerta. Uno solo no puede, es un montón.

¿De qué manera estuvo presente la carrera futbolística de tu padre en tu vida?

A nivel de recuerdos, no me acuerdo, sinceramente. Tampoco me acuerdo de ir a la cancha o verlo jugar, esas cosas no me acuerdo. Mi papá abandonó el fútbol cuando yo era muy chica y, como te hablé de esta memoria nula que tengo, nada. Creo que es la primera vez que he hablado de mi papá, no lo he nombrado en ningún momento. De hecho, creo que debe haber gente que hace dos más dos, cuatro, pero hay otros que me parece que ni siquiera saben, y creo que son la mayoría, quién es mi papá.

Eso es un tema. Primero, que es una de las heridas más grandes que tengo en la vida. Como todo niño o niña, que es complicado. Mi papá es una persona que está enferma y, a parte, fue un papá bastante ausente por esa enfermedad. Siento que es un tema como que sigo resolviendo, por eso tal vez no lo hablo mucho. Estoy esperando a poder resolverlo para contarlo, para que le sirva a otro, como todo lo que me sucede, porque me parece que está buenísimo.

Por otro lado, porque dije, “este es mi camino y yo quiero hacer mi camino por mi propio lado, no quiero estar contando que yo soy porque mi padre es”. Es como que yo soy yo, mi papá es él, y cada uno eligió su vida y hace las cosas a su forma. Nunca lo conté. En ese sentido, no me afectó en mi laburo o en nada. No me dio, ni restó, absolutamente nada, gracias a Dios. Lo que sí está bueno es que siempre sentí mucho respeto por la gente que sí sabe, toda mi vida. De hecho, cuando iba al colegio, que también que sabían quién era mi papá, siempre había buenos comentarios. Se ve que hizo buenas cosas.

La gente lo quiere mucho y eso está bueno. Capaz, si tuviese que convivir con un padre que la gente odiara, sería bastante complicado, que por suerte eso no.

¿Qué te dejó tu papá?

El 70% de lo que soy yo, soy mi papá. Tengo muchas cosas más de mi papá que de mi mamá, a nivel de personalidad. Mi mamá es mucho más tranquila, más paciente, más administrada, mucho más tradicional. Le cuesta tirarse al agua, le cuestan los cambios, piensa mucho las cosas antes de hacerlas, es muy cautelosa, que para mí está demás, pero yo soy mucho más explosiva, impulsiva, de ir, de cambios, de adaptarme a todo. Eso creo que lo saqué de mi viejo. El desapego con el dinero, también, las ganas de ayudar a los demás. Tengo muchas cosas de mi papa.

Quiero pasar al tema astrología, que sé que te interesa. ¿Cómo empieza ese camino?

Eso empieza cuando tengo el ataque de ansiedad. Yo me voy a una casa del árbol en Punta del Este. Una amiga que me rescató un poco en ese momento, donde claramente no podés ver a mucha gente y estés en un mood en que no querés ruido.

Justo era mi cumpleaños. Viví un ataque de ansiedad justo en el proceso de mi cumple y una amiga me dijo, “te voy a regalar la carta natal”, y me regaló con Adri, que es una astróloga en Punta del Este, que es una divina. Con ella hice la carta natal que, claro, es creer o reventar. Estás ahí sentado con un desconocido que te encaja toda tu vida.

Me acuerdo de que la loca arrancó y me dijo “sol acá, papá ausente o murió”, y yo ¿qué? ¿cómo? Y todos podrán decir vio tu apellido, y yo les juro que no porque el resto de todas las cosas que me dijo fueron una locura. Ahí dije, “esto es increíble”. Cómo vos podés saber, y no que es que tenés un súper poder o sos un médium, no, simplemente estás leyendo el cielo y los planetas de cuando yo nací y podés darme un montón de data. Ahí dije, “wow, esto es una buena herramienta para aprovechar”.

Y con Adri hice una regresión también a mi infancia, que fue muy loca, ahí empecé mi caminito por la astrología, que me empezó a interesar y empecé a creer un poco.

Además de tu trabajo como influencer, está Vermut, está Bruta, y me imagino que algún otro kiosko. ¿Cómo hacés para no sobrecargarte de horas laborales? Le pasa mucho al emprendedor que trabaja muchas más horas que el resto y no necesariamente pagas.

Delegando, es la única manera. Y me cuesta mucho delegar, como a todo emprendedor. Entiendo que a todos nos pasa, sentís que no hay nadie que lo pueda hacer como vos. Hay una cuota ahí como de narcisismo, que es un poco real. Nada como algo propio, que uno le pone la camiseta, la garra, labura mil horas.

Siento que ahí está la diferencia, pero es delegando. Creo que es la única manera. Y confiando y haciéndote un buen equipo que se ponga igual la camiseta, mantener ese equipo motivado etc.

Soy una persona que va a tener, a lo largo de su vida, un millón de emprendimientos porque soy de emprender constantemente, es como un poco lo que me mantiene arriba. Creo que el mensaje es ese, delegar.

¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?

No sé si tengo un día más feliz de mi vida, creo que tengo varios días más felices de mi vida. Seguro tengo muchos, por suerte, porque no sé cómo definir si un día es más feliz. Cuando son días felices, son felices por igual, todos.

Creo que cuando hago cosas que tienen un impacto en otros es cuando me generan un día feliz. Por ejemplo, cuando hice la campaña del suicidio fue un día muy feliz para mí. No sé si ese día puntual, o cuando salió y lo vi, y me emocioné. Me acuerdo de estar en la playa y se me caían las lágrimas de los mensajes que recibía de pila de gente. Ahí, en ese impacto, cuando hacés esas cosas, me acuerdo de que es un día feliz.

Por el contrario ¿cuál es el día más triste?

También, muchos. De los días más tristes de mi vida fue cuando tuve el ataque de ansiedad. Fueron días muy tristes, muy para adentro, muy oscuros, muy de pozo, muy de no entender qué está pasando, de no poder controlar. Creo que está muy salado no poder controlar tu cuerpo, tu mente, y no poder salir. Sentir que no podés. Creo que ese fue el peor día y hoy ya no lo voy a volver a repetir porque ya tengo otras herramientas. Sé que puedo, no importa lo que esté pasando, sé que puedo. Ya arrancó desde otra base.

¿Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes?

A vivir sin papá. Eso es algo que tuve que aprender. No sé si lo tuve que aprender porque es lo que me tocó, pero cuando crecés te das cuenta del impacto que tiene eso en tu vida. Es tu 50%. Después de eso te das cuenta de que tenés un montón de mambos que vienen de ahí, que realmente duele y que tiene que ver con tu niño interior, con tu vida, con tu infancia, con tu nacimiento. Que todo tiene que ver con todo, en realidad.

Lo que no pasó ahí después impacta en un futuro y hay un montón de cosas a sanar. Creo que eso sí es a los golpes porque no está en tu control, y es un aprendizaje que te servirá para otra vida, pero no para esta.

¿Cuál fue el momento en que sentiste mayor libertad en tu vida?

Siento libertad en mi vida todos los días, por suerte. De verdad. Y creo que más desde que me independicé y aprendí que puedo tener mis cosas y que puedo hacer lo que yo quiera. Creo que todos los días siento libertad. Soy una persona re libre.

Si estoy acá es porque quiero estar. Si estoy con alguien es porque quiero estar. Si trabajo de esto es porque quiero trabajar de esto. Si me quiero comprar algo, me lo compro. Si me quiero tomar un avión, me lo tomo. Me siento muy libre todos los días. No sé si tengo un día más libre que otros, siento que soy libre todos los días.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Me veo en el cielo, pero no sé, no sé si creo tanto en eso. Justo ayer estaba pensando en hacer un debate en Instagram en que consideramos qué es una mala persona, en qué nos basamos para considerar que alguien es una mala persona.

Me intriga mucho cuál es la respuesta de la gente porque creo que todos tenemos algo, un error. Si me decís “hacer daño con intención”, en algún momento capaz que también lo has hecho, qué se yo. Tal vez, si lo hacés todos los días de tu vida, sí, corrés al infierno. Pero si alguna vez te salió, somos seres humanos, no sé, yo creo que tengo el cielo. Quiero creer. 

Por Federica Bordaberry