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Entrevistas
Primero músico, después baterista

Mateo Ottonello: “Hay que saber entender la música más allá del instrumento”

“El camino por adentro” es su segundo disco, un proyecto que le ayudó a encontrase y definir su estilo “mántrico” como instrumentista.

16.03.2023 17:58

Lectura: 10'

2023-03-16T17:58:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

En enero de 2020, Mateo Ottonello estaba en Montevideo y sin fechas para tocar. La temporada de verano en el este no le bastaba. Planeó un ciclo en Tribu —un bar en Palermo— que se llamó Música en la azotea. Para cada encuentro convocó a distintos músicos; músicos que admiraba y que no solo tocaban jazz. Urbano Moraes, Martín Ibarburu, Martín Ibarra, Rolo Fernández y Montemurro fueron algunos de los que pasaron por ahí, cuenta. Nombres de la música montevideana. Duró hasta que llegó la pandemia pero, en 2021, el ciclo revivió en La Trastienda como Mateo Ottonello Residencia. Los nombres siguieron entremezclándose: Hugo Fattoruso, Mariano Gallardo, Maximiliano Nathan, Luciano Supervielle.

“La idea era generar grupos que no existían, amigos que quería que conocieran a otros amigos porque, por ahí, venían de diferentes círculos”. El siguiente paso fue establecerse de manera definitiva en El Mingus, una esquina montevideana que honra el jazz donde Mateo toca hace un año cada domingo respetando la premisa que lo motivó a empezar: “Mezclar la data”. La unión musical terminó por ubicar a Mateo como un músico instrumentista líder. Un baterista que se sienta en la cabecera y que pretende sacar del nicho a la música instrumental.

Lo primero que se escucha en El camino por adentro, su segundo disco, es un punteo de guitarra. En esa canción, “Regreso”, la batería aparece tímida hasta que aparece un candombe. Por momentos, la función del instrumento se desconfigura; la batería no es la que solamente lleva el ritmo, o ni siquiera lo hace. Pero en otras pistas sí. Además de componer pensando en que todos los instrumentos pueden hacerse cargo de las distintas funciones que hacen de la canción, Mateo le agregó “sonidos electrónicos”, “bases medias traperas” y “solos de trompeta bizarro”. El resultado: un “mantra” de sonidos que son luminosos pero oscuros a la vez. 

Mateo Ottonello Group - Sesiones en La Tostaduría (2020). 

Describís a tu música como un mantra jazzístico: ¿qué es lo que más te seduce del jazz para hacer música?

La improvisación. El jazz es más un lenguaje y una forma de tocar e interpretar la música, que un estilo musical. De hecho, trato de no llamarle jazz a mi música. Para mí es música instrumental montevideana, ni siquiera uruguaya. Obviamente es uruguaya porque soy uruguayo, pero soy de Montevideo y me puedo hacer cargo de lo que siento ahí. El candombe es la música más autóctona de la ciudad, con lo que yo más conecto. Lo vibro desde ese lado, no me puedo hacer cargo de otras partes del país porque yo no soy de ahí.

Entonces, priorizás este lenguaje de la improvisación —que podríamos llamar jazz— ante la función de la batería, que es marcar el ritmo.

Sí, mega. Es todo una misma cosa pero, en esta época, nos llega con muchos más encasillamientos. Sí, la batería lleva el ritmo en el concepto que tenemos de la música actual, en lo mainstream, pero no siempre fue así. Pasa con todos los instrumentos. En la música instrumental improvisada, lo único que se busca es la conexión entre todos; que todos llevan el ritmo, la melodía. Hay que saber entender la música más allá del instrumento. Más que pensarnos como instrumentistas, somos músicos. Es importante verlo así para la gente y para nosotros. 

No respetar la —supuesta— función que tiene el instrumento te lleva a liderar una banda siendo un músico instrumentista, baterista. 

Creo que se ve más loco desde afuera porque estamos acostumbrados a ver que el baterista va atrás. Pero creo que lo vivo como cualquier otro músico líder. Por ahí se me hace un poco más difícil porque, al momento de componer la música, no soy violero o pianista y toco con las herramientas que tengo.

El lenguaje musical que manejás es más complejo, comparado con el mainstream, y no apunta a la masividad. ¿Cómo percibís que lo recibe el público?

Mi idea es sacar el jazz y la música instrumental de ese nicho —que no es parte del mainstream, de la cotidianidad, que no llega fácilmente a la gente—. Queda ahí en la sombra y solo le llega a esa persona que se pone a buscar. Es música de culto, sí, pero es importante que esa información llegue a toda la gente. El año pasado nos llamaron para tocar en Montevideo Sound City. Para mí esto fue tremendo porque, aunque soy músico de jazz, también me encanta tocar canciones. Subo al auto y me pongo un disco de Charly, Depeche Mode, los Beatles. Siento que muchos años me tuvieron encasillado en el jazz y, últimamente, dejó de pasar; viene Coti a tocar a Uruguay y me llama, a veces voy de cambio con Cuatro Pesos de Propina. Me gusta tocar música. 

¿Cómo es tu proceso de composición? 

Ayer me puse a tocar la guitarra y salió una canción. Medio que ya la terminé y quedé contento. Me gusta que la música salga. Cuando una canción lleva mucho tiempo, ya la empiezo a descartar. No soy de esos compositores que tienen reglas para componer. Compongo muy intuitivamente; agarro la guitarra, empiezo a tocar acordes, canto una melodía de lo que estoy haciendo. Uso mucho la compu, me gusta maquetar. Estuve muy copado con la música electrónica entonces me copé con Ableton para poner beats. Después comparto la maqueta con los muchachos y les consulto. Las melodías y armonías las hago yo. 

¿Y cuál fue tu búsqueda en las composiciones de El camino por adentro?

En este disco traté de ir a lugares más naturales para mí, no sé si llamarle raíz, pero a cosas más sencillas que realmente sentía. En mi primer disco apuntaba a ser un músico de jazz, venía reflasheado con esa música. La sigo flasheando, pero hoy no quiero ser eso. 

¿Hoy qué querés ser?

Hoy quiero ser yo. 

Entonces, ¿cuál fue la búsqueda en El camino por adentro?

Encontrarme. 

¿Musicalmente?

Y como persona, también. Todas y todos sabemos, más o menos, quiénes somos. Pero el proceso fue de sacarme caparazones. No tengo que demostrar nada. Solo demostrarme a mí quién soy. Hay un trap, un tema ochentero, hay más música electrónica. Me gusta todo eso. No es un disco que suena todo igual. 

Decís que este disco era el cierre de un ciclo; “De un Mateo que busca conectar con los demonios y prejuicios que nos ponemos en la música”. ¿Antes sentías que tenías que componer de cierta forma? ¿Te liberaste de esa presión?

Totalmente. Antes pensaba que tenía que estudiar todos los días y tocar con los mejores. Escuchaba cada disco que salía de los neoyorquinos, música compleja, datera. También lo agradezco porque aprendí un montón y me hizo estudiar. Me concentré en ese tipo de música. Pero yo no era solo eso. Estaba mostrando solo una parte.

De chico escuchaba Monterrojo, Bob Marley, Red Hot Chilli Peppers, Pink Floyd, Opa. A los 15 años bailaba cumbia y reguetón. Escuché a El Polaco. Me gusta la plena. Era como que estaba negando un montón de cosas que tenía adentro. No podía estar negado a todo eso que viví y sentí. Hoy por hoy no me pongo un disco de reguetón, pero sé que pasan cosas con ese mundo. Musicalmente todo aporta a lo que soy hoy. 

Me estaba limitando a disfrutar. El año pasado flashé con la música electrónica se me había bloqueado el baile y un montón de conexión con el cuerpo por ser una momia que solo le gustaba el jazz. 

¿Te sentís más creativo?

Sí, re. Me siento mucho más inspirado. Me soy más sincero.

Cada una de las composiciones de El camino por adentro tiene un mood distinto. ¿Qué representan?

Siento que son como capítulos. El nombre del disco terminó yendo hacia un lugar mucho más espiritual, pero en realidad empezó como algo rebanal. El tema que le da el nombre al disco, lo empecé a componer en Punta Rubia con mi tío en la playa. Agarré la guitarra y empecé a hacer el riff del tema mirando el mar. Me lo grabé en el celular y quedó en esa. El próximo año volví y me acordé que había empezado un tema, entonces agarré el celular y me puse a cantar arriba de lo que había grabado y terminé el tema. “El camino por adentro” porque, con mi tío, nos metíamos en unos caminitos para ir de Punta Rubia a La Pedrera, para llegar más rápido en vez de ir por la playa o la ruta. Eran unos caminos reflasheros y lo hicimos medio borrachos. Después terminó siendo un disco en el que me metí en un camino pero a mis adentros.

¿Son capítulos personales? ¿Etapas de tu vida?

Sentires, cosas que me pasaron que son parte de un proceso. Sobre todo, lo que pasó en mi viaje de irme hacia dentro y romperme. El disco es eso: el proceso de arrancarme la armadura. Soy esto. Por eso la tapa es un Mateo que no es Mateo: un personaje despersonalizado, un ser que se metió en el mundo a descubrirse.

Tapa de

Tapa de "El camino por adentro"

Los “capítulos de El camino por adentro.

“Regreso”

—Es como la entrada del camino, tenue. Y de repente sale con un candombe. Ahí se pudre todo.

“Void”

—Se pone oscuro mismo. Me lo imagino en un mal viaje de la vida, lo siento como una muerte, más allá de que es regroovero y te hace bailar. Le puse “Void” por la película The Void, que se trata de un joven que vende drogas. Todo es muy tecnológico, con muchos colores neón.

“El camino por adentro”

—También se empieza a complicar pero, en un momento, sale una melodía hermosa, después vuelve a las tinieblas. Siento que es la parte más deep del disco.

“Brujo”

—Es como empezar a entender la oscuridad, que está todo recontra mal hasta que te tranquilizás. Tenemos que conectar con esos dolores. Fueron años de decir: voy a conectar con esto, abrazarlo y permitirlo. Es como un trap con pocos acordes, muy mántrico.

“La salvadora”

—Se la hice a la casa en donde viví la primera vez que me independicé, con mis amigas, una casa que me salvó y donde aprendí un montón.

“Festejo”

—Es la celebración de todo esto. El nombre surgió cuando tenía el disco terminado. Fue parar un segundo, mirar al costado y reconocer lo que estaba viviendo. Agradecer. A veces, con la manija, me pasan cosas por el costado y no disfruto del todo por estar en el hacer. Me olvido de festejar.

“Fue un viento”

—Es una balada: estás derrotado, pero llegaste hasta el final, llegaste muy cansado a la orilla, pero llegaste.

Por Agustina Lombardi