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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Los libros y sus autores

Mercedes Estramil, la uruguaya que podría o podría no ser Iris, un pichón asustado

La escritora uruguaya dice no tener favoritos, que admira algunos por unas cosas y a otros por otras. Una colaboración con HUM y Estuario.

21.07.2022 11:44

Lectura: 6'

2022-07-21T11:44:00-03:00
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Mercedes Estramil, nacida en Montevideo, 1965, es escritora y periodista. Fue colaboradora del suplemento La Semana, El País Cultural y revista BLa. En poesía, obtuvo el Premio Municipal por su libro Ángel sólido (1994; inédito) y publicó Lennon & McCartney, poemario escrito a cuatro manos junto a Álvaro Ojeda (2019). Casa editorial HUM publicó sus novelas Hispania Help (2009), Irreversible (2010), Rojo (Premio Narradores de la Banda Oriental, 1996; HUM, 2011), el volumen de cuentos Caja negra (2014), los relatos de Iris Play (2016) y las novelas Washed Tombs (2017; Premio Bartolomé Hidalgo en 2018) y Mordida (2019, Premio Bartolomé Hidalgo en 2020).

¿Cuándo empezaste a escribir? 

A escribir ficción en la adolescencia, pero sin intencionalidad de escritora. A escribir en serio casi a los treinta. 

¿Te acordás de cuál fue el primer libro que te marcó?

El beso de la mujer araña, de Puig. Lo elegí y lo pagué con mi primer sueldo y no tenía idea de que se podía escribir así. Todavía me acuerdo del olor de las hojas. 

¿Dejar de leer o dejar de escribir? ¿Por qué? 

No me planteo ninguna de las dos por separado. Pero es más factible dejar de escribir que dejar de leer. 

Contanos qué estás leyendo ahora.

El mal menor, de C.E. Feiling.

Quisiera dar un gran rodeo, el epistolario (parcial) de Henry Miller.

Relatos de Stephen Crane.

¿Cuáles son tus escritores uruguayos favoritos? 

No tengo escritores “favoritos”. Algunos me gustan por unas cosas y otros por otras. 

¿Identificás influencias?

No.  

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

¿Alguno que te guste recomendar?

Muchos, sin orden de preferencia: Pablo Casacuberta, Anderssen Banchero, Alicia Migdal, Álvaro Ojeda, Guillermo Álvarez Castro, Hugo Fontana, Cecilia Ríos, Natalia Mardero, Luis Fernando Iglesias, Gabriel Peveroni. 

¿Sos de releer? ¿A qué libro solés volver?

Vuelvo a varios, pero leí muchas veces El Gran Gatsby de Fitzgerald, El guardián entre el centeno, de Salinger y La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo. 

Para este fin de semana, recomendanos un libro, un disco y una película.

Otro Manhattan, de Donald Antrim.

Luz natural, de Dénes Nagy

The Gereg, de The Hu.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública.

El día que pase te cuento. 

Tu autobiografía en una frase.

Lo vivido y lo soñado es todo uno. 

Tenés que convivir un mes con una autora o un autor: ¿a quién elegís?

Michel Houellebecq y Claire Keegan.  

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

Un lugar para volver.

La Ruta 40, argentina. 

El primer verso que te viene a la mente.

“Dices que la ira volvería, tal como lo hizo el amor”, de Anne Sexton.

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Para lo mismo que en el resto del tiempo: verlo desde otro lugar. 

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Nooo, no quiero quedar entrampada en un menú. 

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

Cambian a lo largo de la vida y tienen que ver con tener o no tener. Dependiendo de qué creas que necesitás, serás feliz o miserable. 

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Sobre Iris Play

Pisando las fronteras de la crítica y la ficción llega Iris Play: una fundamentalista literaria de tomo y lomo, cínica y mentirosa, sin culpas ni vergüenza. A pesar de ser dolorosamente uruguaya, Iris no histeriquea ni debate; cuando trabaja no tiene tiempo y cuando no trabaja no tiene ganas. Incomprendida e inadaptada, le queda el universo ilimitado de su notebook para salir a buscar con qué entretenerse y a quién golpear: autores, libros, redes de ligue, información. No es una chica del todo mala. Ama la literatura y sobre todo a los escritores muertos que la acompañan “más que los vivos, unos desconsiderados, egoístas y pretenciosos que no pueden acompañarse más que a sí mismos”. Igual que ella, que se ama, narcisista, como todos los críticos. Aunque en el fondo sea una provocadora de corazón sensible, escudada en el humor y el ingenio verbal. Un pichón asustado, también, como todos los críticos.

¿Alter ego de la autora? Preguntarle a ella. Lo que empezó siendo una serie de disparatadas notas mensuales escritas para Revista BLa se convirtió en esta ácida, inteligente y actual tragicomedia de Mercedes Estramil, autora ineludible en la literatura contemporánea uruguaya.

Un fragmento: 

Cuando mi madre, con ese candor matutino de todas las madres, me bautizó Iris, estaba lejos de suponer que mis aptitudes visuales para la vida iban a ser tan pocas. Me dediqué a la literatura. 

Ustedes me dirán y con razón (ustedes siempre tendrán razón) que hay mucho escritor bien capaz de conjugar lo uno y lo otro. Por ejemplo, sacando dinero del recipiente de la literatura y volcándolo en el vaso de la vida, o extrayendo piedra de la cantera de la vida para destilar diamantes literarios. De acuerdo, las imágenes son algo clisés, pero he estado leyendo a Dan Brown y si de algo adolece el vicio literario es de la compulsión de copiar. ¿Acaso la primera enseñanza manuscrita no consiste en dictados y copias? Pues eso... Cada vez debo tener más cuidado con lo que leo, y hacerme cada tanto un análisis de IDI (índice de influencias). Los períodos en que mi IDI sube de modo alarmante coinciden con sucesos puntuales del tipo de: 1) alguien ha ganado el Nobel, 2) alguien ha ganado el Rómulo Gallegos, o bien 3) alguien ha ganado el casero Lolita Rubial. Particular fue el año en que Elfriede Jelinek se alzó con la presea sueca, y debo reconocer que el verbo alzar, adjudicado a esa mujerona fóbica que se pasa escribiendo chanchadas, no es lo más adecuado. En los meses siguientes, me embebí de la polémica burguesa y de género, y de esa modalidad tan antipática de hablar de los personajes como si fueran un atajo de imbéciles cuadriculados. Por fortuna jamás pasé de unas pocas páginas y mi bochorno fue vivido a solas, como el del placer solitario. Esto último, como notarán, es otra reminiscencia de la austriaca. En fin, que nada de lo que absorbí sirvió para algo, lo regurgité como un queso rancio. Me dije a mí misma en una de esas noches de tormento creativo: el Nobel, Iris, como cualquier premio, es como una película rusa: cuando despertás, ya terminó.

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