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Música
Navegar de a dos

Milky Chance, la banda alemana que nació a partir del jazz y busca la experimentación

Philipp Dausch y Clemens Rehbein, integrantes de la banda, conversan sobre su gira latinoamericana, sus comienzos y su sello independiente.

21.05.2024 17:53

Lectura: 9'

2024-05-21T17:53:00-03:00
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Por Sofía Durand Fernández
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La primera vez que estuvieron en Montevideo corría el año 2018. Philipp Dausch recuerda haber dicho que si tuviera que exiliarse, la habría elegido como destino. "Se siente como un buen lugar para esconderse", afirma en entrevista con LatidoBEAT. También parece recordar quién era el presidente de Uruguay, a través de descripciones, pero no logra dar con el nombre en su memoria. Pregunta cómo le está yendo a nuestro país en términos políticos, y agrega que ellos también tienen elecciones el año que viene.  

Pero para Philipp Dausch y Clemens Rehbein, integrantes del duo musical Milky Chance, Berlín es el lugar correcto para estar, al menos en este momento, y a pesar de los pocos días soleados al año. Comenzaron en la ciudad de Kassel haciendo jazz. En 2013, "Stolen Dance", su primer sencillo, se convirtió en un éxito rotundo e internacional. "Down By The River", perteneciente al mismo álbum, Sadnecessary (2013), apareció en la banda sonora del videojuego FIFA 15. 

Comenzaron a tocar juntos, aunque sus gustos musicales no eran los mismos. Hoy en día, además de ser compañeros de banda y amigos, también tienen su propio sello de música independiente. "Es importante porque en la historia del negocio musical, o de los negocios en general, hay grandes poderes sacando provecho de los más pequeños", dice Philipp Dausch, además de agregar que más de un artista piensa en la idea de ser independiente. 

Tras seis años, Milky Chance vuelve a Montevideo. En esta ocasión, se presentarán en la Sala del Museo. Las entradas se pueden adquirir aquí.

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

Europa y Sudamérica son dos continentes con características bastante disimiles, no es la primera vez que traen su tour por acá.

Phillipp Dausch (P.D.): Estuvimos por primera vez en 2018, así que fue hace mucho tiempo, pero tenemos buenos recuerdos. Recién estábamos hablando de eso, nos acordábamos mucho de los lugares donde tocamos. Pasamos muy bien y fue emocionante, porque ninguno de los dos conocía Sudamérica. Como vos decís, la diferencia entre Europa y Sudamérica es bastante grande, hay un montón de cosas por descubrir.

Vivimos en un proceso de globalización, acompañado de una fuerte presencia de redes sociales. En Living In a Haze, su último álbum, tienen una colaboración con Fatoumata Diawara y, además, exploran diferentes géneros. ¿Buscan de manera activa nuevos sonidos y géneros?

P.D.: Si, inconscientemente. Es algo que empezó de manera muy prematura, por cómo fuimos criados y por la generación a la que pertenecemos. Por ejemplo, teniendo acceso a las redes sociales, pero incluso antes, con YouTube. Personalmente, tenemos un gran interés en todo tipo de música, nunca fuimos fanáticos acérrimos de una cosa.

Después, tuvimos acceso, entonces siempre nos gustó navegar a través de todo tipo de música. En ese sentido, valoro el impacto de las redes sociales o, en general, de la globalización, porque podés entrar en contacto con artistas con los que conectas, sin la necesidad de un intermediario. Podés mandarle un mensaje a tu artista favorito u a otro al que realmente admirás, eso hace que, hoy en día, un montón de cosas sean posibles.

Viven en Berlín, una ciudad multicultural, ¿qué impacto tiene en lo que hacen y en su proceso creativo?

P.D.: Nos impacta, es el lugar correcto para nosotros. Creo que no hay otro lugar en Alemania donde podríamos estar.

¿Hay algún otro lugar en el mundo dónde les gustaría estar, o Berlín es su lugar en el mundo?

P.D.: Nunca digas nunca. Estamos en Berlín porque nuestras familias están ahí, son las personas las que hacen que vivas en cierto lugar. Es genial vivir en Berlín, nos encanta. Pero hablando por mí, algún día quiero vivir en otro lugar.

Clemens Rehbein (C.R.): ¿Dónde vas a vivir? ¿Cerca del mar?

P.D.: Sí, definitivamente en algún lugar donde haya más luz solar en un año, eso seguro.

C.R.: Esa es la parte dura de Berlín, el invierno.

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

Empezaron tocando jazz, un género que permite la experimentación, las jams y, de alguna manera, jugar con la música. En la actualidad, ¿piensan que hay algo de eso que aún tienen en cuenta?

C.R.: Definitivamente, cuando tocábamos un montón de jazz aprendimos a improvisar. Cuando alguien está tocando ciertas cuerdas o cierto ritmo y tenés que entrar, tenés que improvisar, ir con la corriente y estar muy presente en el momento. No hay pentagramas.

P.D.: Sabés las reglas, pero querés romperlas. Eso es lo bueno del jazz. No solo como un género, como dice Clemens, hay diferentes tipos de jazz, pero inmediatamente uno se imagina todo tipo de acordes complejos, cuando no solo se trata de eso. Siento que es la forma más profunda de artesanía musical. El jazz también puede utilizar pequeñas notas, para mí es más como una filosofía musical.

¿Consideran que, en la actualidad, mantienen esta filosofía hacía su música?

P.D.: Hay un balance, obviamente. No somos una banda de jazz y, además, tenemos que ser honestos con nosotros mismos y con nuestra música. En nuestras presentaciones en vivo hay varias reglas estrictas, pero también hay pequeños momentos en los que nos permitimos improvisar y me parece que eso es algo importante. Creo que está más presente en nuestro proceso creativo. Eso del lado filosófico del jazz donde es más sobre la simplicidad de encontrar grandeza en la música, las melodías correctas. Ahí es donde volvemos. Pero más allá de eso, ya no somos una banda de jazz.

C.R.: Nos enseñó a ser espontáneos y confiar en nuestra intuición. Cuando tocás algunos acordes y empezás a cantar, eso es improvisar. Y después, de repente, sale una melodía y empezás desde ahí. Pero al principio, se trata de improvisar y ver qué sale de ahí.

P.D.: También en nuestros arreglos cuando tocamos en vivo. Por ejemplo, cuando cambiamos cosas o cuando nos juntamos con la banda, nuestro baterista es un baterista de jazz. Cuando averiguamos cómo queremos hacer ciertos arreglos, en gran medida, lo hacemos a partir de jams. No hay pentagramas y no vamos a lo que está grabado. Es más como, "veamos a dónde vamos cuando tocamos". 

Vienen de ese mundo y, sin embargo, cuando “Stolen Dance” salió al mundo se convirtió en un hit mundial. En algunos nichos musicales existe un prejuicio sobre la música comercial. ¿Cómo conviven con el hecho de tener hits y éxito y estos prejuicios? 

P.D.: Creo que, en general, somos humanos y siento que los humanos siempre tienen una tendencia extraña a querer lo que no tienen. Personalmente, tuve momentos donde me vi conflictuado con eso, porque es la forma musical más pura, y probablemente lo sea si, con todo lo que hay además de la música, solo hacés lo que concierne a la creación musical. Eso es muy admirable, pero creo que también es nuestra verdad, cómo empezamos, cómo creamos y, además, en donde estamos actualmente y en lo que se convirtió el proyecto. Estamos contentos con ello y lo disfrutamos.

Si hiciéramos jazz de manera exclusiva, no te estaríamos hablando y no estaríamos ganando nada de dinero. A veces te vas a encontrar diciéndote a vos mismo, "¿estoy presionandome hacia cierto lugar, o no?", pero mientras seas consciente de ello y no estés solo, va a estar bien. Está bueno porque somos una banda, no estás vos solo con tu cabeza, tenés a otros en los que apoyarte, preguntar y pedir opiniones. Eso ayuda. 

Cortesía de la producción

Cortesía de la producción

Son amigos, incluso antes de Milky Chance. ¿Cómo se ayudan entre sí en esos momentos, y durante el proceso creativo? 

C.R.: Apoyándonos y entendiéndonos entre nosotros a partir de haber vivido experiencias y situaciones similares. Estamos en el mismo barco. A veces, te sentís perdido, pero no estás solo, entonces estamos perdidos en conjunto. Esto es algo que aplica para la vida en general, pero es muy importante tener amigos, gente alrededor que ames y que te ame. Tenerse el uno al otro para navegar. 

Hablamos de la parte positiva, pero, además de ser amigos, también son socios. ¿Es difícil cuando el vínculo abarca más de un aspecto? 

P.D.: Creo que hubo tiempos donde fue duro, crecés con eso y también tenés que ser muy honesto. No siempre es fácil, eso seguro. Pero, hasta ahora, siempre hemos estado lo suficientemente alineados para querer hacer esto en conjunto. Es verdad que, mirándolo desde afuera, la amistad y los negocios puede ser algo complejo. Pero, hasta ahora, ha funcionado.  

Tienen un sello independiente, ¿qué los llevó a tomar esa decisión? 

C.R.: Siempre tuvimos ganas de hacer cosas por nuestra propia cuenta. Sucedió al principio, también, pero fallamos. Un par de años después, encontramos la gente correcta, construimos un equipo alrededor y decidimos ser independientes otra vez.

P.D.: Vino con la experiencia. Como dijo Clemens, al principio teníamos la necesidad de hacer cosas por nuestra cuenta, pero no teníamos tanta habilidad o conocimiento. Después y con dos álbumes, estuvimos con una gran disquera. Durante ese tiempo, fue bueno tener la estructura y el poder, además de haber conocido a la gente correcta y formar un gran equipo. Diez años después, con más experiencia y esas mismas personas, entendimos que era el momento correcto para intentarlo de nuevo porque aun teníamos la necesidad y, además, es lo que funciona mejor con nosotros como banda. Ya sabés como las cosas, las estructuras y los grandes sellos trabajan, y no todo está bueno.

Hay un montón de flexibilidad en ser independientes y, en general, vivimos en tiempos donde un montón de artistas piensan en ello. Eso también es lo bueno del mundo digital. Sacar al intermediario así muchos artistas pueden promoverse a sí mismos, trabajar en su música por su cuenta, manejar sus propios derechos. Es importante porque en la historia del negocio musical, o de los negocios en general, hay grandes poderes sacando provecho de los más pequeños. 

Por Sofía Durand Fernández
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