Por Nicolás Medina
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La historia de los hermanos Menéndez es uno de esos episodios que, por puro capricho del morbo humano, se quedan incrustados en el imaginario colectivo. No porque el caso sea único —en el mundo del true crime, la competencia es feroz—, sino porque mezcla todos los ingredientes que nos fascinan: tragedia familiar, abuso, riqueza y, por supuesto, un par de asesinatos que nos recuerdan que el sueño americano también puede devenir en una pesadilla con tintes de telenovela.
Decir que el true crime está en su auge, a esta altura, es una declaración tardía, casi ingenua. Si el género es ahora omnipresente, se debe en gran parte a su capacidad de adaptarse a los tiempos: desde documentales sobrios hasta series que parecen delirios estéticos con base real. Ejemplos como Making a Murderer (2015), The Keepers (2017) o Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer (2022) no solo revitalizaron el interés por crímenes pasados, sino que también transformaron estos relatos en eventos mediáticos. Aunque, si hay que hablar de un parteaguas moderno, Mindhunter (2017-2019), del gran David Fincher, merece mención especial por haber seteado el tono de una ficción más sobria y psicológica dentro del género.
Aunque ahora el true crime sea sinónimo de “producción Netflix”, el concepto en sí tiene historia. Allá por el siglo XVIII, ya se publicaban panfletos detallando crímenes escabrosos, una especie de precursor de los podcasts actuales. El auge literario vino después, con A sangre fría (1966) de Truman Capote como el punto de inflexión definitivo. Desde entonces, el género evolucionó, mezclando rigor periodístico y narrativas ficcionalizadas que siguen fascinando, o perturbando, a las audiencias.
Si bien el cine y la televisión han sabido explotar el género, es en los podcasts donde el true crime ha encontrado su expresión más popular y efectiva. Producciones como Serial (2014) no solo marcaron un antes y un después en la narrativa criminal, sino que también democratizaron el género al permitir que historias locales o menos conocidas llegaran a una audiencia global. Su formato íntimo, casi confesional, logra que el oyente se sienta parte de la investigación, potenciando el vínculo emocional y, por ende, el morbo.

Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024), Ryan Murphy
El éxito de casos como el de los Menéndez radica entonces en su capacidad para activar nuestro deseo de explorar la tragedia ajena. Hay algo inquietante en observar las grietas de una familia que, en apariencia, tenía todo: dinero, influencia, estatus. Pero también hay una especie de consuelo retorcido en diseccionar estas historias: nos hacemos con detalles que creemos “útiles”, como si estar al tanto de los horrores del mundo nos blindara de ellos.
La serie sigue los eventos reales que llevaron al asesinato de José y Mary Louise “Kitty” Menéndez a manos de sus hijos, Lyle y Erik, en 1989. Desde el juicio mediático hasta las alegaciones de abuso, la narrativa busca reconstruir un caso tan polarizador como complejo. Creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, cuenta con las actuaciones de Nicholas Alexander Chavez (Lyle), Cooper Koch (Erik), Javier Bardem (José) y Chloë Sevigny (Kitty).
Pensar que Ryan Murphy, la mente detrás de Glee (2009-2015), también sea responsable de algunas de las historias más oscuras de los últimos años es un ejercicio de contraste brutal. El universo de Murphy parece tan diverso como macabro. Desde American Horror Story (2011-presente), hasta la serie de Netflix sobre Jeffrey Dahmer, Murphy ha demostrado una habilidad peculiar para convertir tragedias en productos de entretenimiento masivo. Y aunque Glee no estaba exento de sadism, el salto al true crime marca una evolución o, quizá, un descenso controlado a las profundidades de nuestra fascinación por lo macabro.
Uno de los mayores aciertos de Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez es obviar la tensión del “qué” para enfocarse en el “por qué”. Desde el título, la serie no oculta su posición: los protagonistas son "monstruos" (aunque podría discutirse cuán justo es esto). La narrativa, entonces, se convierte en un retrato psicológico y social más que en un thriller judicial. Sin embargo, la ejecución de esta premisa no siempre está a la altura.
En episodios como "The Hurt Man", dirigido por Paris Barclay, la serie logra su cometido: explorar la ambigüedad moral y balancear escepticismo con empatía. Pero este nivel de complejidad narrativa no se sostiene a lo largo de sus nueve horas. La serie se tambalea entre un retrato visceral de las cicatrices del abuso y una exposición superficial que, a veces, parece más preocupada por el sensacionalismo que por la introspección.
Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez plantea preguntas provocativas sobre la naturaleza de la verdad, pero sus respuestas rara vez son iluminadoras. A momentos, parece debatirse entre mostrar a los hermanos como víctimas o como manipuladores consumados. Y mientras pocos episodios logran el difícil balance de empatía y escepticismo, otros caen en la reiteración y el exceso sin sentido, a fin de cuentas, no hay nada que nos sorprenda en la serie.

Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024), Ryan Murphy
Las actuaciones, sin embargo, son su mayor fortaleza. Bardem da vida a un José Menéndez que es tanto verdugo como producto de ciclos de abuso, mientras que Sevigny convierte a Kitty en un enigma trágico. Nicholas Alexander Chavez y Cooper Koch también entregan interpretaciones memorables, aunque es Koch quien se lleva los mayores elogios por su capacidad para transmitir vulnerabilidad y desconcierto.
La serie termina por dejar un sabor agridulce: poderosa en sus mejores momentos, pero incapaz de sostener su promesa inicial. Como espectadores, quedamos atrapados entre la fascinación por el morbo y el deseo de una narrativa que realmente cuestione el papel del género true crime en nuestra cultura. Quizá sea momento de preguntarnos: ¿quiénes son realmente los monstruos? ¿Los protagonistas de estas historias o nosotros, que no podemos dejar de consumirlas?
De cara a su nominación como Mejor Miniserie o Telefilme del Año en la nueva edición de los Globos de Oro, LatidoBEAT charló con los actores que le dan vida a estos personajes complejísimos, Cooper Koch, Nicholas Chavez y Javier Bardem.

Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024), Ryan Murphy
La serie intentar hablar de muchas cuestiones, pero desde la paternidad, ¿en qué crees que está el núcleo de lo que termina diciendo?
Javier Bardem (J.B.): Creo que de lo que habla, entre muchas otras cosas, es de lo importante que es darle a nuestros hijos el amor, la atención, el respeto y el apoyo que necesitan. Y también de motivarlos para que sean las personas que ellos quieren ser, siempre y cuando no lastimen a otros ni a ellos mismos. Esa es la decisión más importante para cualquier padre o madre. Y cuando nadie se encarga de eso y hay abuso, rechazo y falta de atención, pasan cosas malas. Y nosotros sabemos todo eso, pero de alguna manera se nos tiene que recordar constantemente porque seguimos haciéndolo. Y a fin de cuentas, nuestros hijos son el futuro de la sociedad en cualquier aspecto.
Este tipo de series ponen el reflector de nuevo en los casos reales. ¿Cómo lidian con esto como artistas?
Nicholas Chávez (N.C.): Creo que cualquier tipo de arte que haces es inherentemente político. La gente lo va a recibir y hacer con esta información lo que desee dependiendo de lo que crea. Y me alegra que este caso sea revisitado, porque en el segundo juicio que los hermanos tuvieron, ninguna de las evidencias relacionadas al abuso sexual fueron admitidas dentro del caso. Y desde mi punto de vista, ni siquiera tuvieron un segundo juicio. Al menos no uno que permitiera al sistema judicial actuar como se supone que debe. Así que me alegra que pueda ser revisitado.
J.B.: Creo que eso dice mucho de la calidad del show y el trabajo que Ryan Murphy y los creadores han hecho, creo que el trabajo sobre el detalle hizo que tuviera ese efecto en el caso real como para que alguien decidiera reabrir el caso y explorar evidencia nueva. Y que el eco del show, y cómo ha sido socialmente tan bien recibido, permitiera que la historia de estos dos hermanos fuera revisitada en la vida real.
Cooper Kooch (C.K.): Yo simplemente no tengo palabras, estoy muy agradecido de cómo se han dado las cosas y la relevancia que ha tomado. No hubiera imaginado que la serie tendría este impacto. Espero que les vuelvan a dar una sentencia. Creo que 35 años fueron suficiente. Creo que deberían haber sido condenados por homicidio imprudente en el 96. Creo que es hora de que sean liberados.

Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024), Ryan Murphy
La serie, particularmente tu personaje, Erik Menéndez, carga con el peso de una sociedad marcada por cierto concepto de masculinidad un tanto tóxica, ¿qué esperas que provoque en la audiencia?
C.K.: Creo que en nuestra sociedad, al menos para mí, se nos cría de esta manera en la que pensamos que el hombre no debe llorar, no debe ser vulnerable, expresar sus sentimientos. Deben ser rudos, deben ser hombres. Y eso es realmente toxico, porque todos los seres humanos encuentran fuerza y poder en ser vulnerables y hablar acerca de sus sentimientos y lo que han atravesado, aunque sea difícil. Espero que el show, y ver en mi caso a Erik hablar acerca del abuso que ha sufrido, ayude a otra gente a expresar lo que les ha pasado. A sentir la libertad necesaria para mostrarse vulnerables.
¿Qué creen que hace que estas historias de true crime sean tan atractivas para espectadores de todo el mundo?
N.C.: No estoy seguro acerca del género true crime en general, pero en el caso de los hermanos Menéndez creo que tiene que ver con que el caso esté envuelto entre tanto enigma. El hecho de que solo cuatro personas en todo el mundo saben lo que realmente sucedió, y que dos de ellas estén muertas. Y el hecho de que este caso haya desatado tanta controversia. Creo que la posibilidad de que la gente excave en esto, que intente empatizar con estos hermanos y lo que pasaron, es un ejercicio sumamente atractivo. Creo que eso es lo que le interesa tanto a la gente de este caso.
J.B.: Sí, y agregaría que siempre hemos estado interesados en nuestro lado oscuro. Y siempre intentamos acceder a los horrores que otra gente ha hecho para entender que nosotros no somos como ellos. Pero por otro lado, una vez que un show está realmente bien hecho, tenemos que entender que esta gente, los asesinos o los criminales, son seres humanos que han sufrido muchas cosas, especialmente cuando eran niños. Creo que eso nos lleva a nuestra propia infancia, y nos hace lidiar con nuestro propio trauma y nuestros problemas. Recalca lo importante que es abordar todo esto cuando podemos.
C.K.: Yo también creo que lo que te atrae del caso es la empatía que sentís por los hermanos, no necesariamente la parte sensacionalista del asesinato y todo lo referente a Beverly Hills. Y creo que a la gente le atrae mucho el hecho de que todo esto es difícil de creer. Uno no escribe este tipo de cosas, que esto haya pasado hace que le des muchas vueltas en tu cabeza. Pero sin dudas todo lo referente a Beverly Hills, Hollywood, el dinero, resulta llamativo para la audiencia, lo hace más extravagante.

Monstruos: La historia de Lyle y Erik Menéndez (2024), Ryan Murphy
Y como actor, ¿qué tan difícil se hace reconstruir este tipo de personajes sabiendo lo que hay detrás de ellos?
J.B.: Honestamente no pensé demasiado en el caso real y cómo debe haber sido esa experiencia en la vida real. Es decir, seguí los pasos que me indicaron Ryan Murphy e Ian Brennan, porque ellos hicieron una gran investigación sobre el caso. Por supuesto que hubo momentos en los que me sentí incómodo diciendo algunas cosas, expresando ciertas palabras o interpretando ciertas escenas. Pero siempre entendí que había una razón detrás de estos momentos. El sacar cosas que importaban, como exponer la debilidad de la masculinidad y qué significaba en esa época ser un hombre de viejos valores. También acerca de qué significa el amor verdadero, de lo que puede provocar la falta de atención en tus propios hijos. Y estas cosas no son específicamente del caso de los Menéndez, sino acerca de nosotros como sociedad. Así que me sobrepuse a algunas dificultades entendiendo qué había detrás de lo que estaba interpretando.
C.K.: Para mí fue muy difícil, sobre todo al principio. Uno pasa muchas horas con el personaje y al final del día estaba muy cansado y simplemente llegaba a mi casa sin siquiera encender la luz y me acostaba a dormir. Es muy intenso imaginar este tipo de cosas, asesinar a tus padres, este tipo de abuso. Darle vuelta a estas cosas es algo realmente duro. Y pensar cómo un ser humano puede hacer algo así. Todo eso hace que el proceso sea complejo de sobrellevar.

Lyle y Erik Menéndez
¿Hay algo en particular que hayas descubierto sobre tu personaje durante la preparación o el rodaje de la serie?
C.K.: Nada cambió realmente mi punto de vista. Incluso antes de llegar a la audición solo había visto algunos clips de los testimonios, pero cuando avancé en el casting y eventualmente cuando conseguí el trabajo, descubrí que en YouTube estaba el testimonio entero de Lyle y Erik. Y hubo historias que escuché de ambos de las cuales no tenía ni idea. Como una historia que Erik cuenta acerca de una vez que fueron de pesca con José y tenían miedo de entrar en el agua porque José les hablaba de unas tortugas mordedoras que iban a atacarlos. Y habla de cómo José los hizo nadar desde el bote hasta la orilla, lo cual era un tramo realmente largo, y lo aterrador que eran para ellos. Esta y otro tipo de situaciones que de cierta manera retrataban cómo era la familia. Porque no se trata solo de abuso sexual, es todo sobre cómo sus padres los trataban, que en el fondo es algo desgarrador y conmovedor que te hace entender mejor a tu personaje.
El show hace algo que hoy está cada vez más limitado que es llamar a las cosas por su nombre. ¿Por qué es importante tener este tipo de conversaciones incómodas?
N.C.: Creo que una de las mejores funciones del arte es que facilita la discusión. Tenés que ser intrépido para crearlo, pero también tenes que ser intrépido para consumirlo y para hablar de ello libremente. Y creo que todos están atravesando su propia vida, están en su propio viaje y con sus propias experiencias y es muy importante que como seres humanos no nos sintamos aislados. Queremos sentir que nuestros pensamientos son escuchados. Y para eso creo que es importante que comuniquemos nuestros pensamientos y sentimientos, y que tengamos conversaciones francas con la gente.
J.B.: Y hay que decir que Ryan Murphy es completamente intrépido, él no se guarda nada, en ninguno de sus shows, él siempre quiere exponer su punto de vista. Y su punto de vista es siempre acerca de estar abiertos, estar abiertos a cuáles son las verdades detrás del caso, las verdades sociales, políticas, económicas. Más allá de dos chicos matando a sus padres, que es una cosa horrible, hay una sociedad que está permitiendo que esto suceda. Por ejemplo, en el hecho de que uno de los padres era un hombre tan poderoso que nadie en su entorno se atrevía a ponerle un límite. Ni siquiera su esposa. Porque por cómo se nos crió, el hombre era una figura fuerte de comando. O el que un hombre no puede ser abusado por otro hombre, eso es como que no existiese. Esas cosas eran muy comunes hace 20 años, hoy podemos hablar sobre esas cosas abiertamente, pero aun así tenemos problemas para permitir que estas conversaciones se den. Porque hay vergüenza, sigue habiendo mucha vergüenza en que estas situaciones se den. Y el show hace un gran trabajo en exponer esto abiertamente.
C.K.: Yo creo que mostrar que podes hablar sobre cosas que te han pasado debería llevar a que la violencia no suceda, por ejemplo, que hubiera pasado si Erik y Lyle hubiesen sentido que podían ir a hablar con alguien acerca de lo que les estaba pasando. Eso hubiera salvado vidas y una gran cantidad de trauma. Al final, aunque sea muy difícil ver y escuchar estas historias, es importante que la gente sepa que estas cosas sí pasan y que si alguien ha pasado por estos problemas sepa que es escuchado, que tiene una voz para decir lo que le está pasando. Creo que con la campaña de Me Too ha habido mucha conversación sobre el abuso sexual hoy, en comparación a lo que sucedía hace 30 años, y creo que esto es sumamente importante.
Por Nicolás Medina
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