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Contenido creado por Manuel Serra
Historias
El Boca-River de la vida

Montevideo y Buenos Aires: una historia de amor (y música) desde los ojos de un punkie

Cruce de ríos, escenarios legendarios, relaciones inclaudicables, anécdotas inolvidables, muchos amigos. Y tipos de cambio, obviamente.

07.11.2023 13:04

Lectura: 9'

2023-11-07T13:04:00-03:00
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Por Marcos Motosierra
@pibedestroy

Empecé a viajar regularmente a Buenos Aires a fines del 2000, hace ya 23 años. Durante todo este tiempo ha pasado de todo. Ocho presidentes (contando al efímero Rodríguez Saa, de sólo siete días), tres monedas, un estallido social (el grande de 2002, seguido por varios más periódicamente). Se pasó de la derecha a la izquierda y viceversa. Perdieron una final y salieron campeones del mundo. El Papa es argentino. Murió D10S. La Argentina es omnipresente en la vida de los uruguayos, obsesivamente estamos mirando qué es lo que pasa del otro lado del charco, con ojos críticos, recelosos, envidiosos. Como un recordatorio de lo que podríamos llegar a ser y no somos, o no podemos ser. Para que no hagamos lo mismo, o lo que no nos atrevemos a hacer. Y se sabe, ellos nos quieren más a nosotros que lo que nosotros a ellos.

Y así como no se puede opinar sobre metal sin ser metalero, no se puede opinar de Perón sin ser argentino. El peronismo es algo que se nos escapa de las manos. Es incomprensible porque el peronismo no es Perón. No es una figura histórica o política, no es un partido, no es una ideología. Es un sentimiento nacional y argentino. Y ahí quedamos afuera de la discusión porque no lo podemos sentir. Y nadie siente las cosas como las siente un argentino. Hace un tiempo, caminando por Caballito un domingo de tarde, me crucé con una pareja de veteranos clase media discutiendo a los gritos en plena calle. Le dije a mi acompañante: “Esto en Uruguay no lo ves, no hacemo’ este escándalo en la vía pública”. A lo que me respondió: “Lo que pasa es que nosotros tenemos sangre caliente. Somos así, pasionales. Posesivos”. Los han golpeado y se han golpeado entre ellos mil veces, pero ahí los tenés, en la vereda de enfrente. De pie y con el mismo entusiasmo y orgullo de siempre.

Desde que comenzamos a viajar con Motosierra a tocar a comienzos de siglo nos vimos insertos en una escena de rock and roll garagera que ya no existe más, con bandas como Killer Dolls, She-Devils, Satan Dealers, Marcelo Pocavida y sus Viagra Boys, Lotus, Tandooris, Tormentos, Eelio & Thee Horribles, Coronados... En la primera época hicimos base en Burzaco para después irnos desplazando hacia Morón. Cada vez que íbamos nos recibían cómo sólo un argentino puede hacerlo: con un nivel de hospitalidad y generosidad que es imposible de encontrar en otro lado. Prácticamente nos trataron como familia. Pero también se adueñaron de nosotros. Los miembros de tal banda o grupo tomaron posesión de nosotros a tal punto que se ponían celosos si hablábamos con los otros. Con los boludos de enfrente, con los que tenían no-sé-cuál rencilla interna. Nos metían en un Boca-River permanente. Nosotros, como buenos uruguayos tibios y sapos de otro pozo, no nos casamos con nadie y tendimos lazos con todo el mundo. Algo que a la larga jugó a nuestro favor y nos permitió sobrevivir a la máquina de levantar y destrozar ídolos populares que es esa sociedad. La máquina de picar carne, como cantaba Iorio. Charly, Maradona, Messi, Rodrigo, el Chano, L-Gante, Fort, Néstor o Cristina. Nadie zafa de eso. Menos los Babasónicos, los únicos que, en un sitial de artistas populares todavía se atreven a tomar riesgos estilísticos y salir ilesos del experimento.

En el año 2018 fuimos a abrir para la banda americana The Supersuckers un domingo al Roxy. Esa noche, Juanmitz, nuestro guitarrista, no pudo viajar y nuestro amigo Fede de la banda argentina Avernal se ofreció a aprenderse doce canciones en dos horas para darnos una mano y salir del paso. A pesar del contratiempo, le metimos todas las ganas que pudimos y literalmente pasamos por encima a la banda principal, que se dedicó simplemente a repasar su set de hitazos sin ponerle mucha onda, a lo empleado público.

Cuando terminó el show teníamos que viajar hasta Burzaco para presentarnos esa misma noche en el desaparecido Detroit Bar de Morón. El encargado de llevarme desde Palermo hasta allá era Pablo Piñeiro, quien estaba junto al Cucho de los Auténticos Decadentes. Me lo presentan y me dice: “qué buena banda que son ustedes, y vos sos un hijo de puta de un frontman”.

Foto: Cortesía de Florencia Belén

Foto: Cortesía de Florencia Belén

“Me voy en el auto con ustedes”, anuncia. El vehículo estaba estacionado a dos cuadras, frente a un boliche de Palermo. Cuando fuimos a subir los de seguridad lo reconocieron y llamaron a los dueños, que se metieron adentro del auto y nos sacaron para que el Cucho fuese a conocer el bar. Estuvimos media hora adentro por compromiso. Salimos, y paró un patrullero. Los botones se bajaron para sacarse selfies con el cantante. Cuando al fin pudimos arrancar, el tipo me dice: “Ves, Marquitos, lo que es mi vida. Una locura. Treinta años de esto te cansan. Yo ya no puedo más...” Y ahí lo ves, sigue al firme. La única banda argentina que nunca cambió a los integrantes y están todos vivos. Y son un montón. Y son mi banda argentina favorita. Auténticos y decadentes en serio, como lo demostraron cuando me invitaron a cantar con ellos en Montevideo. Pero esa historia queda para otra ocasión.

“Si querés hablar con un facho, subite a un taxi en Buenos Aires”, me dijo un amigo peronista. "La única forma de que esto cambie es acabar hasta con el último peroncho", me dijo un taxista porteño. Como si eso fuese algo posible. En la terminal de Colonia Express están esperándote en fila para cobrarte lo que sea. A determinada hora ya no te bajan la bandera, te cobran un cargo fijo, sea por diez cuadras o diez kilómetros. La última vez cobraban 5.000, ahora te cobran 7.000. En el día de hoy la conversión peso argentino-peso uruguayo es la siguiente: al peso argentino le sacás un cero y lo dividís entre dos. Entonces, 1.000 pesos argentinos son 50 pesos uruguayos. Todo tenés que pagarlo con 1.000 pesos. O sea, 50 pesos uruguayos. Cambiás 100 dólares y te dan noventa billetes de 1.000, con olor a nuevo. Recién saliditos de la maquinita de fabricar billetes que mandan a hacer a China, España y Brasil porque no dan abasto. Entonces tenés que andar cargando con todo eso por Buenos Aires todo el tiempo, porque la Prex a veces no te toma el dólar a buen precio y además los taxistas sólo te aceptan efectivo. Entonces te transformás en una especie de cajero automático con patas de uruguayo que va a Farmacity a comprar champú y pasta de dientes o a Once a comprar ropa a los outlets. Yo prefiero invertir en vinos. Tengo una bodega armada con vinos que valen de quinientos pesos uruguayos para arriba en nuestro país y, que en cualquier chino porteño, los pagás a alrededor de cien. Compré un par caros, para regalar, de alrededor de trescientos, y que los llegué a ver a cien dólares por aquí.

Comer afuera es el otro gran lujo. La semana pasada, cuando viajé para ver a L7 (la mejor banda de mujeres de la historia), terminé cenando en el excelente y atestado bodegón Rondinella con mis amigos, los mellizos de la banda The Tormentos, y Chris Barfield, un californiano sesentón, flaco, elegante y tranquilo, que había sido guitarrista de los legendarios Fuzztones. Pagamos alrededor de cuatrocientos pesos uruguayos cada uno en una cena con plato principal, botellas de vino, y flan con dulce de leche de postre. Y la yapa, en la mesa de al lado se sentó Andy Kusnetzoff. Enseguida vi en los ojos de los Melli el brillo del cholulismo. Y les dije: “Ni se les ocurra pedirles una foto”. Me levanté con el celular, fui hasta la mesa vecina y le dije: “Flaco, no nos sacás una foto por favor”... El uruguayito invirtiendo los roles.

Crédito: Andy Kusnetzoff

Crédito: Andy Kusnetzoff

Volviendo a nuestra penillanura semiondulada, el último domingo a las 22 hs. estaba todo cerrado en el barrio y no tuve más remedio que ir a comer algo a Il Mondo Della Pizza de Millán y Larrañaga. Porque como soy viejo: a Luis Alberto de Herrera le sigo diciendo Larrañaga, como a Bulevar José Battle y Ordoñez le digo Propios o a Fernádez Crespo le digo Sierra. Pedí una promo de hamburguesa insulsa con un chopp 2x1 de cerveza Patria (que ni a palos era una pinta). Me cobraron 750 pesos, mientras Peñarol perdía con Liverpool y la moza me apuraba con la mirada porque se quería ir a la casa. Me fijé en la aplicación de la STM. El 183 pasaba en 4 minutos. Apuré la jarra, me levanté, pagué con la de débito y llegué justito a la parada.

Hay algo mal, muy mal y equivocado en todo esto. Cuando un país del tamaño, población y economía como Uruguay que llega a este tipo de realidad con la Argentina. Con permitirnos llenar barcos y barcos de uruguayos que juntan tres dólares para irse a dar la gran vida todos los fines de semana a Buenos Aires. No es justo, no es real. Todo bien, aprovechemos mientras podamos, como decía el chiste de los dos jardineros. Supongo que deberíamos aprender algo, que hay una moraleja o enseñanza al final de la historia. Quizás nos comportamos como unos rastrillos mediopelo y aprovechadores. Quizás estamos podridos de que acá es todo tan caro que la guita no te rinde un carajo. Quizás deberíamos comportarnos un poco más humildemente cuando cruzamos a reventar billetes verdes con la cara grande. Quizás podría pasarnos a nosotros… A final de cuentas es verdad, somos hermanos. Ahora le dicen empatía, para mí siempre se va a llamar solidaridad. Es un término más… solidario.

Hoy es ciberlunes y los pasajes están a mitad de precio en Colonia Express. No se duerman porque se tranca la página.

Ps: acabo de escuchar de mi compañero de laburo el Larry la siguiente frase: "No es toda la verdad que nos quieran. Es que nos tienen lástima".

Por Marcos Motosierra
@pibedestroy