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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
En una casa que ya no es

Muñe Cach y la presentación en privado de “Amarás”, un disco de baladas psicodélicas

El artista uruguayo presentó su último disco en la intimidad de su excasa, que originalmente era de su bisabuela, cerrando una trilogía.

20.12.2023 15:00

Lectura: 5'

2023-12-20T15:00:00-03:00
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Escribe Martín Inca | @inca_martin

Brazo Oriental. Un rincón entre fábricas, telos y casas de barrio. Ese fue el escenario. En una de esas casas, al tocar el timbre, abrió la puerta el anfitrión de la velada: Damián Cacciali o Muñe Cach (1988). El músico uruguayo que, hacia el año 2019, mutó de su banda anterior Individuo y se embarcó en su carrera solista, se volvió casi inclasificable tras su tercer disco.

Bailes, introspección, amor, alegría. Toda su música se podría definir así.

La cita tuvo lugar en su hogar, que pronto sería su excasa. Allí presentó su álbum más reciente, Amarás (2023). Se trata del último disco de una trilogía que incluye a Baraja (2021) y Chocolate Rey (2023).

Se trata de un disco más íntimo que sus predecesores, con canciones más reflexivas. Baladas introspectivas impregnadas de psicodelia y amor dan forma a este trabajo. Una descripción justa, aunque tal vez se quede corta ante la riqueza de matices que ofrece.

Adentro de la casa, de la excasa, hay una foto de toda la banda. Esperando. Saludando. “Siempre que entraba a la casa de mi bisabuela, este sería el comedor de la casa. Me llamaba la atención que en esa pared tenía una foto de la última cena”, explica Muñe sobre por qué esa foto está ahí. La banda en lugar de los discípulos. La casa de la abuela de alguno de sus padres.

El ambiente estaba meticulosamente preparado, la casa se había transformado en un ataque a los sentidos. La iluminación, tenue, se dispersaba con múltiples focos de colores vivos que otorgaban un aura psicodélica al espacio. Incluso el baño se veía inmerso en una luminosidad azulada. Las cortinas, hechas de tiras de papel brillante, ostentaban destellos, mientras que un altar improvisado, iluminado por una vela, exhibía reliquias y objetos, quizá, místicos.

Una cantidad de instrumentos, desde guitarras vintage hasta teclados retro, ocupaban cada rincón disponible, creando una sinfonía visual que se mezclaba con los susurros de las melodías que flotaban en el aire. Esta amplitud de estímulos convirtió a la casa en un refugio donde la música y el amor se entrelazaban. En un universo donde cada detalle contaba su propia historia.

Pop, frutillas y aceitunas añadieron un toque.

“Amarás, conceptualmente, es un estado de previa, un pasito antes del esplendor”, dice Muñe en conversación con LatidoBEAT. El nombre surgió en Piriápolis. Caminando con su novia por la rambla y con un trueno de fondo como si fuera el ooommm de la tierra, esperó la señal y ahí estaba el nombre del disco, escrito en el letrero de un restaurante.

Amarás guarda esperanza y contiene un carácter premonitorio.

“El proceso fue crearlo, grabarlo y sacarlo. A diferencia de los discos anteriores, decidí que la secuencia fuera rápida para poder parir un álbum que, cuando lo presente, lo sienta actual. A veces, los discos llevan mucho tiempo previo a mostrarlo al mundo y pierden ese carácter de ser lo que se canta un poco”, agrega.

Fue grabado completo en su casa (su ahora ex casa) y mezclado junto a Esteban Pesce, que también estuvo en Chocolate Rey. El máster a cargo, nuevamente, de Martín Brizolara.

“Esta es una trilogía que amé vivir, Baraja un disco debut que tuvo una linda repercusión y que fue motor de muchas cosas preciosas que luego se desarrollarían con el Chocolate Rey, un disco ya más de banda y creado en pandemia, desafiante y bailotero, profundo y con un contenido que trabajamos durante dos años. Los Caramelos es una banda hermosa q me acompañó en estos tiempos de Chocolate. Amarás es volver a la soledad, a la intimidad, al nido ya con un carácter más romántico y psicodélico a la vez”, confiesa Muñe.

Amarás cierra, de alguna manera, la trilogía. Si bien trae elementos nuevos, tiene algo de los discos anteriores. En la tapa, incluso, se ven símbolos que fueron parte de las estéticas de Baraja y de Chocolate Rey. Es un cierre, un homenaje, de un ciclo.

El calor, mitigado por un ventilador ubicado en una barra espontánea, no impedía que la gente se agolpara en la casa. Con el espacio interior llenándose, los invitados se movían hacia el patio, buscando el viento reparador que se levantaba de a poco en la noche. El bullicio de risas y conversaciones se mezclaba, hasta que todo dio inicio.

La presentación comenzó a las 22:15. Muñe, solo, de camisa y corbata, acompañado únicamente por una guitarra eléctrica y custodiado por un enorme corazón hecho con luces navideñas. Tras un par de canciones, se sumaron invitados. Entre ellos, la talentosa vocalista cubana Eilen Sánchez  (voz en Rumbo y Maneras) y Esteban Pesce como percusionista improvisado con un tamborcito hallado en la casa. La formalidad de la vestimenta cedió ante el calor de la hermosa noche de verano, transformándose en una musculosa de básquet.

Muñe Cach

Muñe Cach

Tras interpretar las seis canciones que conforman Amarás, hubo un paréntesis. Quince minutos después, acompañado por su banda Los Caramelos (Esteban Rodríguez en teclados, Gabriel Gutiérrez en guitarra, Rodrigo Vaccotti en guitarra, Gimena Reboredo y Valentina Volonte acompañaron en voces) Muñe regaló a los asistentes un rato de jolgorio festivo con sus clásicos.

“La idea de presentarlo en casa es, justamente, debido a este carácter íntimo que lleva Amarás. Me interesaba tocarlo donde nació la creación y, de esta maneram despedir y homenajear una casita que nos dio muchas alegrías y momentos que no olvidaremos”, dice Muñe.