Por Agustina Lombardi
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“La libertad es muy importante, los terrenos donde ejercerla son fundamentales. La música es uno”: eso fue lo último que Mariano Gallardo Pahlen dijo en esta entrevista por la presentación en vivo y transformada de su primer disco.
—¿Te acordás cómo transcurrió el 28 de octubre de 2022, el día que presentaste Los sueños de los otros?
Silencio. Mariano Gallardo Pahlen se tapa la cara con las manos. Estiradas, esbeltas. Dedos largos, con los que toca la guitarra o el piano. Sus pensamientos se esconden, también, debajo de un gorrito de lana violeta. Siempre lleva una gorra puesta. Silencio.
—Sí y no. Ahora me confunde si lo que estoy acordándome pasó el día anterior o ese mismo... —Pausa. —Sí, me acuerdo. La primera parte del día estuve haciendo llamados y organizando el equipo que iba a filmar para el show. Gestión de producción, estando en mi casa, idas y vueltas. Después de eso, fui a La Trastienda y de repente el día se metió ahí dentro. A partir de las tres de la tarde fue la prueba de sonido, exigente, técnicamente bastante compleja, pero la terminamos en hora. Era un desafío técnico zarpado porque la consola de La Trastienda tiene 48 canales, y usamos los 48. Llegamos al tope.
Dice también que, seguramente, no haya tenido un momento de mucho esparcimiento al levantarse. Al contrario, razona que lo más probable sea que se haya dirigido directamente a “encarar” algo al despertar.
—Estuve con la cabeza en cuestiones muy ejecutivas. Me ayuda a no entrar en estanques y divagaciones, sino a estar enfocado.
Esa noche Mariano Gallardo Pahlen presentó su primer disco, habían pasado dos años desde su publicación. Tuvo ese tiempo para dejar el álbum decantar y diseñar lo que sucedería sobre el escenario: un disco nuevo.
—Las canciones que tocaste en vivo resultaron ser reversiones del álbum. ¿Cuál fue tu intención?
—En realidad esas versiones son la música que me salió hacer en ese momento [cuando compuso el vivo], no fue que tuve una intención y después me puse a hacer. Capaz: ¿cuál es la experiencia que quiero brindar? Lo hice pensando en que fuera una invitación al baile, con foco en el plano físico, los cuerpos. Y cuando lo grabé, también fue en pos de lo que escuchaba en ese momento, mientras grababa. No estaba pensando en lo que sería una presentación en vivo. No lo consideraba, tendría que haber hecho concesiones para lo que estaba grabando.
—Te iba a condicionar la creación.
—Y un poco sí, porque tenía que pensar en una manera de resolverlo. —El disco, las diez canciones, los arreglos de cuerda, de vientos, los más de 25 instrumentos que utilizó en Los sueños de los otros.
—Reversionar las canciones es una decisión que te lleva por un camino más complejo, porque implica reescribir sobre tus propios temas, pensarlos desde otro lugar. Hubiese sido más fácil tocar como se escuchan en el disco. ¿Qué te motivó a volver a trabajarlas?
—En realidad, es curioso, ¿por qué más fácil? Quizás sí. Pero no sé si es más fácil para mí hacer algo que no quiero. No tenía ganas, no era algo que me motivaba. Entonces, ¿es más fácil hacer algo que te motiva o algo que no te motiva? ¿No? A mí me puede llegar a costar más, porque es algo que no tengo ganas de hacer. Tuve charlas así, me lo preguntaban: ¿por qué no hiciste lo otro? La respuesta es muy sencilla: porque el cuerpo que va a estar ahí arriba haciéndolo va a ser el mío, el que tiene que estar alineado, motivado y contento con lo que va a hacer soy yo. Lo que yo tenía ganas de hacer era eso.
Terminaba el 2021. Mariano probaba unos plugins nuevos —instrumentos en la computadora— y mientras jugaba con un teclado escuchó lo que sería el inicio del show en vivo. Lo supo al instante. El 2 de enero estaba de vacaciones en Portezuelo y tuvo que volver a Montevideo para trabajar en el comienzo porque no se lo podía sacar de la cabeza. A partir de ese momento, de ese sonido que desencadenó la reversión de la canción “Los sueños de los otros”, el show comenzó a hilarse.
El living de su casa se transformó en una sala de ensayo; un día con las bases de la banda, otro, los vientos, otro, los coros. Una vez por semana cada uno, hasta octubre de 2022.
—¿Qué aprendiste sobre la dirección de orquesta que ejercía tu abuelo?
Mariano Gallardo Pahlen es nieto de Kurt Pahlen, músico, director de orquesta y coros, profesor, académico, conferencista que se radicó en Sudamérica cuando Austria fue anexada por los nazis y retornó a Europa en los 70. De niño, Mariano viajaba a Suiza un mes al año y se quedaba en lo de su abuelo, “una casa repleta de música” en Männedorf, un pueblo cercano a Zúrich. Iba a la ópera, donde Pahlen tenía palco. Participaba de La semana de los niños, un seminario de música, danza y dibujo que organizaba la academia de música que fundó su abuelo en Europa. Varios de sus veranos de la infancia sucedieron en Lenk, un valle al borde de los Alpes rodeado de instrumentos y niños que se alojaban en el pueblo 15 días para aprender de orquesta, coro y artes plásticas. Donde los “chalets de la montaña” ponían sus pianos a disposición de los estudiantes y la escuela o la iglesia se convertían en espacios para brindar clases.
—¿Qué aprendí de él? —piensa. —No es tan fácil de responder, porque no es que aprendí a escribir en clave de do y a arreglar para tuba. Creo que de él aprendí la vida a través de la música como algo cotidiano. Es eso.
—De alguna forma, en la puesta de Los sueños de los otros ejerciste ese rol, ¿qué implica?
—Hay una cuestión musical que tiene que ver bastante con escribir los arreglos y hacer que la música funcione de una manera orquestal. Pero, en realidad, lo que tiene ese rol es una gestión humana, del relacionamiento. Siento que de alguna manera terminás siendo como algo que articula a las partes, entonces es muy importante que estés en determinado estado de fluidez con las cosas. Porque si vos te trancás, y sos la articulación, vas a trancar todo. Creo que eso es algo en lo que hice énfasis, en los ensayos y en el show. Me preocupé mucho por mi estado interno, porque de ahí iba a salir el resto. Y la verdad es que toqué con musiques muy experimentados, personas que saben muy bien lo que están haciendo y que admiro un montón. Juntos, hicimos cinco ensayos generales para el show.
Las canciones en vivo de Los sueños de los otros tienen un hilo conductor: la música contemporánea. Aunque el disco original no puede ser definido según los géneros musicales tradicionales, la música clásica aparece como un intento de describir algo de lo que se escucha. Del otro lado del tiempo, el 28 de octubre de 2022 sobre el escenario, las mismas canciones aparecieron con sonido a música electrónica, techno, trap, sonoridades de las que Mariano también “quería hablar”. Fue un camino que siguió de forma natural, cuando apareció el inicio del show mientras jugaba en la computadora, y que trabajó como si creara un disco nuevo, con maquetas de todas las canciones.
—¿Ves distintas las versiones del disco y las del show en vivo?
—Sí, las veo distintas. —Mariano piensa, se toma su tiempo para responder. —Es como una actualización. También hay un multiverso ahí.
—¿De qué forma?
—Unas son de un universo y las otras de otro, y también conviven. Porque la actualización implica una linealidad; esto va antes que esto otro. Pero, al mismo tiempo, no hay una cuestión de que una está más actualizada que la otra, en realidad, son dos versiones. Conviven. No está una antes que la otra, sino que más en paralelo.
—¿Las canciones pueden ser infinitas?
—Sí. Son. Hay millones de canciones que siguen teniendo miles de versiones a lo largo del mundo. Creo que también tiene que ver con que mi educación musical siempre estuvo vinculada a ese tipo de práctica, desde chico escucho discos de versiones. La reversión es como algo creativo que me mantiene fresco, me permite avalar el impulso de hacer algo que me motiva mucho ahora.
—Arraigado al presente.
—Sí, totalmente. Hice lo que tenía ganas de hacer ahí.
Entre los cuatro y siete años, Mariano acompañaba a su madre a ensayar una obra para niños en el Teatro Alianza. Al inicio, los personajes cantaban “Canción para renacer”, de Eduardo Mateo, pero también aparecían piezas de Mozart: una puesta psicodélica que además tenía una estética de la película Yellow Submarine. Misteriosa para un niño permeable: “Te dejaba con preguntas”. Los sueños de los otros retoma esa vivencia de alguna manera. Para crear el disco [original], Mariano se propuso experimentar y el resultado es un álbum sin categorías. Dejó de salir, dejó de tomar, se borró WhatsApp; disciplina, tiempos y concentración para permitirle el espacio a la experimentación.
—¿En qué momento te proponés hacer Los sueños de los otros? ¿Qué te hizo comenzar?
—Pah, tenía que hacerlo. Si no hacía eso me venía como una especie de presión enorme. Tenía que grabarlo, no había opción. Necesitaba sacar ese material de adentro de mí, porque tenía un montón de canciones, pero no estaba registrando. Fue una decisión muy visceral y sencilla. Era algo que necesitaba hacer.
Fue a principios de 2017. Una noche calurosa de marzo Mariano se juntó en su casa con un amigo músico que quería compartir sus canciones con él. Entonces, también se animó a mostrarle alguna grabación que tenía guardada. Y se sorprendió: “Ponete ya a terminar esto”, le dijo. Mariano recibió entusiasmo y ganas de escuchar sus canciones terminadas. Fue un puntapié en el proceso, dice. No se acuerda si fue antes o después de esa noche, pero, para encarar el disco, dejó su trabajo y consiguió un horario fijo en una cafetería, el resto del tiempo: a la música.
—Encaraste la producción del disco vos solo, ¿por qué no involucraste otros músicos?
—Porque tenía ganas de tocar y grabar los instrumentos. Podía dedicarle la cantidad de tiempo y de investigación que yo quisiera a cada elemento. Quería aprender.
—¿Los sueños de los otros fue una búsqueda personal?
—Sí, absolutamente. Las búsquedas personales no son únicamente personales, pero sí. Siempre estamos en contacto. Tuve una relación con las personas que me cruzaba en ese período. Al estar tan metido en eso, cuando afloraba en una conversación, cualquier aporte o gesto generoso en torno al proceso, yo lo tomaba.
—En el disco hay referencias al tema de la identidad, la búsqueda de la verdad para uno mismo. Cargar con la mochila propia, después liberarse, andar desnudo.
—Sí.
—¿Lo viviste conscientemente?
—Sí. Está en la letra. Realmente creo que no tengo que explicar eso, lo que sí puedo aclarar es si fui consciente o no. Porque podría haber sido algo que yo atravesaba, pero no. Creo que, de hecho, todo lo que aparece en el disco, justamente, aparece porque pasa por un plano de consciencia de ese momento, de lo que me estaba pasando, de lo que me atravesaba. Está compartido ahí.
—¿Como un momento de epifanía? ¿Manifestación?
—Uno no vive epifanías milimetro a milimetro, segundo a segundo. La consciencia es algo que puede tener un poco más de estabilidad en el devenir. Y también está bueno entenderla o abogar por algo que tenga que ver con eso; ojalá no tengamos raptos de consciencia una vez cada ocho meses, sino poder entrar en períodos un poco más extensos de conexión. Creo que a través de hábitos y prácticas eso es posible. Estar en un plano consciente.
—Ese sentir ¿tiene un vínculo con el clima espiritual, trascendental que se escucha en el disco? Podrían ser, por ejemplo, los coros en “Las mañanas”. ¿Lo ves así?
—No, me pasa que cuando escucho música me provoca movimientos internos. Casi como si hubiera una danza dentro de mí, por arriba de las descripción cultural que pueda tener, o la asociación estética.
—O sea, describís la música a partir de un sentimiento.
—Sí, absolutamente.
—¿Y qué te hace sentir tu música?
—Llego a conocer de manera muy personal cada canción. Creo que, internamente, me hace sentir cosas con las que me identifico. Me hace sentir vivo.
Por Agustina Lombardi
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