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Contenido creado por Federica Bordaberry
Literatura
Los libros y sus autores

Natalia Mardero y escribir en Super 8: la geografía de las emociones y las memorias

La escritora montevideana que recomienda que la literatura uruguaya circule más, mucho más. Una colaboración con HUM y Estuario.

07.07.2022 11:01

Lectura: 6'

2022-07-07T11:01:00-03:00
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Natalia Mardero (Montevideo, 1975) es escritora y redactora creativa, es Licenciada en Comunicación Social. Cuentos suyos forman parte de distintas antologías de Uruguay y el exterior, entre las que destacamos: “El descontento y la promesa” (Trilce, 2008), “22 Mujeres” (Irrupciones, 2012), “Antología de narrativa nueva / joven uruguaya” (Casa de las Américas, 2015), “Narrar lo extraño” (Qeja ed., 2018) y “Organismos” (Hal 9000 ed., 2018).

Su libro Posmonauta (ed. Latina, 2001; Irrupciones, 2010) recibió el Premio Municipal de Narrativa en 1998 y el Premio Revelación en la Feria del Libro de Montevideo en 2001. Algunos cuentos de ese volumen fueron editados en libros de enseñanza primaria de Chile (ed. Marenostrum, 2007; 2013).

Posteriormente publicó la nouvelle Guía para un Universo (ed. Cauce, 2004; Estuario, 2016), con ilustraciones de Eduardo Barreto, el libro Gato en el ropero y otros haikus (Irrupciones, 2012) y la novela Cordón soho (Estuario, 2014).

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

¿Cuándo empezaste a escribir?

A escribir ficción conscientemente a eso de los 9 o 10 años. Me encantaba que mandaran redacciones de deberes.

¿Te acordás de cuál fue el primer libro que te marcó?

Mujercitas.

¿Dejar de leer o dejar de escribir? ¿Por qué?

Dejar de escribir. Leer es más placentero y menos complicado.

Contanos qué estás leyendo ahora.

Sobre mi hija, de la escritora coreana Kim Hye-jin.

¿Cuáles son tus escritores uruguayos favoritos? ¿Identificás influencias? ¿Cuáles? ¿Alguno que te guste recomendar?

Felisberto, Quiroga, Diego Recoba, Caro Bello, Leonor Courtoisie. Dani Umpi, Damián González Bertolino… Las influencias siempre vinieron más de afuera; y recomiendo todo, lo que necesita la literatura uruguaya es circular y leerse.

¿Sos de releer? ¿A qué libro solés volver?

Poco. Vuelvo si quiero recordar cómo un escritor/a resolvió algo, más como analizándolo. Pero hay libros que leí más de una vez solo por placer, como algunos de Carson McCullers o Truman Capote.

Para este fin de semana recomendanos un libro, un disco y una película.

El Oso de Diego Recoba; Let the festivities begin! de Los Bitchos; Sweat de Magnus von Horn.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública

El más gracioso fue esperando subir al ómnibus, una señora se baja, me mira y mientras se va me grita: “¡Mardero! ¡Escrito en Super 8! ¡Buenísimo!”.

Tu autobiografía en una frase.

Vive tratando de superar la timidez y la holgazanería.

Tenés que convivir un mes con una autora o un autor: ¿a quién elegís?

Al que lave los platos y no deje pelos en la ducha.

Un lugar para volver.

Nueva York.

El primer verso que te viene a la mente.

Y que yo me la lleve al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Montevideo Portal I Javier Noceti

Montevideo Portal I Javier Noceti

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

Por lo mismo que en cualquier tiempo: para intentar entender el mundo, para conectar con otros, para no sentirse solos.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

Sopa de verduras.

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

La felicidad la asocio con la paz y el equilibrio. La miseria con tener que enfrentar lo inexorable.

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Sobre el libro:

El pasado acecha en esquinas, elige momentos curiosos, irrumpe con la fuerza de deseos corridos y elige en qué instancia de conflicto o calma caer y levantar viento. Los personajes de Natalia Mardero saben que es un bien oneroso. Y ella sabe que cada minuto en Super 8 es caro pero vale la pena: rescata atmósferas insólitas, mascotas entrañables y personajes que pesan en oro cada palabra precisa y contundente que los escribe. (Mercedes Estramil)

Las despedidas y las iniciaciones, una noción de coraje que se construye con intrepidez y con pena, la inocencia en fuga, los pliegues de la muerte merodeando la vida, un prontuario de juegos, el esplín, todo un saco de memoria: un libro que es un retrato límpido, terso, sobre los primeros desgarros y los aprendizajes, la geografía sentimental que cuenta un barrio, una casa, una familia, una identidad. (Inés Bortagaray)

Con pleno dominio de la escritura, Mardero nos advierte que el pasado es imprevisible, porque todo, incluso la infancia, está sucediendo mientras ella lo cuenta. Escribe en Super 8 y filma con palabras vivas la textura secreta del recuerdo. Nos mete tan íntimamente en las familias, las conciencias y el cuerpo de los otros, que la experiencia se vuelve propia. La vida entera cabe en este libro. (Pedro Mairal)

Un fragmento: 

Tomar la Via Monte Napoleone cuando se celebra la semana de la moda es algo que difícilmente se le ocurra hacer a un milanés, quizás por eso yo sigo cometiendo el mismo error año tras año. Suelo encontrarme atrapada en el tumulto de cuerpos, autos, motos y bicicletas, con mi cartera en una mano y el teléfono en otra, yendo contracorriente, esquivando turistas deseosos por apoyar sus narices en las bellas vidrieras de Bvlgari, Armani, Vuitton, Ferragamo o Prada. Desde que vivo en Italia he entrado contadas veces a esas tiendas, de las cuales siempre salgo voluntariamente con las manos vacías pero con la sensación de haber visto, olido y tocado cosas realmente exquisitas. Mi amigo Gioele dice que perderse en el quadrilatero della moda es tan gratificante como ir al Louvre, con la diferencia de que las exposiciones cambian indefectiblemente con cada nueva estación. Gioele es un frívolo asumido y feliz, y aunque me es imposible compartir su entusiasmo, de verdad entiendo su punto de vista.

“Murió Alejandro, de un infarto”. Recibí el mensaje de mi hermano un día de esos en que llegar al trabajo es una odisea, mientras cruzaba la plaza y apuraba el paso aunque ya se me había hecho tarde. Miré el teléfono sin disminuir el ritmo de la marcha pero agilizando el de mi dedo pulgar para ampliar la información, porque no entendía quién era Alejandro ni por qué se había muerto. El mensaje era como los mensajes habituales de mi hermano, escueto, mísero. Solo agregaba: “Me encontré en el entierro con Edu. Te manda un abrazo”. Los nombres flotaron juntos un par de segundos en mi cabeza, sin ninguna relación aparente, hasta que inevitablemente se atrajeron y se fusionaron para que yo despertara y me detuviera en seco en la puerta de mi trabajo.

Alejandro. Alejandro Elizalde.

Ese Alejandro.

En el ascensor uno de los contadores del segundo piso me preguntó si estaba bien, porque parecía que había dejado el color de mis mejillas en planta baja. Le dije que sí, que solo era el calor. Él inclinó su cabeza y entonces hizo otra pregunta: por qué tenía un acento extraño. Su interrogante me descolocó. Hacía mucho tiempo que nadie lo percibía.