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Música
De Nashville a Rocha

Nico Bereciartúa: el músico que mamó de Pappo, tocó con Black Crowes y llega al Polonio

El argentino formó parte de la última formación de RIFF, vivió en Estados Unidos y tiene una relación íntima con el Milagro de los Andes.

24.11.2022 17:24

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2022-11-24T17:24:00-03:00
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Por Manuel Serra

Imaginate mandarle un video haciendo un cover a tu ídolo y que no solo lo escuche, sino que te convoque a que se lo toques en vivo. O mandarle un manuscrito al escritor que te quita el sueño, que te diga que está bueno y te invite a revisarlo. Parecen situaciones de ensueño —y en la mayoría de los casos lo serán— pero, sin embargo, y por suerte, existen. El caso del argentino Nicolás Bereciatúa es un ejemplo patente de esto.

Hijo de Víctor Bereciatúa, fundador de RIFF, junto al legendario Norberto Napolitano, Nico mamó desde muy pendejo el mundo de las guitarras eléctricas y hasta podemos decir que lleva los acordes plasmados en la sangre. Incluso llegó a tocar, invitado por el propio Pappo, en la última conformación de la banda. Por si fuera poco —y en sus propias palabras—, “en un bar que tenía Juanse”.

Es que hay que decirlo, desde púber este más que virtuoso guitarrista se movió por todo el ambiente rockero de la vecina orilla y tuvo la oportunidad de codearse con los verdaderos: Charly García, Pappo, Juanse, el Zorrito Von Quintiero. Y muchos más.

Y así, un día, luego de ocho meses de escribirle y a Rich Robinson de The Black Crowes —una de sus bandas predilectas— y mandarle una versión de su canción “Baby”, el guitarrista del mítico grupo de rock sureño le escribió por Twitter para invitarlo a audicionar en Estados Unidos. Sí, pasaje de avión en el bolsillo y directo al hemisferio norte. Ahí quedó como parte de su gira, en la que recorrió lugares soñados de Norteamérica y Europa, chupando así una rueda de experiencia musical muy difícil a la que tener acceso. “La época de las vacas gordas”, lo definió entre risas.

Hoy, con ya dos discos de su proyecto solista NICO, llega a nuestro país para dos shows diferentes, donde promete dejar a su paso toda una aureola de rock and roll. Primero, a su bar amigo Ferona (en la Juanita, Maldonado). Y más importante aún, llega a Cabo Polonio, donde dará un espectáculo bajo las estrellas en el boliche Mucho Bueno. Este llega también como fiesta de fin de rodaje de la película La ruptura, de la actriz y directora argentina Marina Glezer. Pero Nico en lo único que piensa es en el “chapuzón” que se podrá dar —si dios quiere— en las hermosas playas polonienses.

Antes de esto, nos comunicamos con él desde LatidoBEAT y mantuvimos una charla íntima y sincera que recorrió un poco de toda su vida. Y hasta desentrañamos misterios que no conocíamos, como su fanatismo por la historia del Milagro de los Andes. También nos animamos a preguntarles por qué lleva a todas partes una bandera de Euskadi. Y, por qué no decirlo, nos reímos mucho también.

Ayer me mandaron tu número, vi la foto de perfil y vislumbré algo que me sonaba. Acerqué la imagen y era nada más ni nada menos que con Keith Richards. Una de las mayores leyendas del rock and roll en toda regla. ¿Cómo fue eso?

Por suerte, tuve varias oportunidades de conocerlos. Esa fue la última vez que vinieron a Argentina. Y es una foto que, cada vez que la miro, digo: “La tengo que encuadrar y colgarla de mi techo”. Para que sea lo primero que mire cuando me levante (risas mutuas). Porque tener una imagen así con Keef es realmente un lujo. Un honor, también, haberlos conocido siempre y haber podido ser contemporáneos a los Stones es algo que vamos a valorar muchísimo. Ya lo valoro, pero ¿cuánto quedará? ¿De los Stones, de Paul McCartney, de bandas así?

Tu padre, Víctor Bererciartúa, es fundador de RIFF, junto con Pappo. ¿Cómo te llevás con eso? ¿Es una carga? ¿No es una carga? ¿Lo vivís con naturalidad?

No, una carga no es. Para mí, RIFF, tratando de hacerme un lado de lo que fue siempre la cosa familiar, es la mejor banda de rock que tuvo la Argentina. Y te diría también de Latinoamérica. Te digo de rock, ¿no? Y haber formado parte con Pappo, en su momento, antes que él falleciera… tuve la suerte de haber sido parte de la banda, el llamado me lo hizo él, no mi viejo. Y yo lo conocía mucho. Y hasta compartía mucho con él; porque, visto, por ahí mi viejo al vivir en Tigre no aparecía y yo, a fines de mi adolescencia y hasta los veinte años, iba a lugares y estaba Pappo ahí y me decía: “Bueno, che, vení a tocar”. Y de repente me encontré por hay una vez a los diecinueve años tocando el bajo con Pappo y Black Amaya. Era como una formación de Pappo’s Blues en un boliche que tenía Juanse [histórico líder de los Ratones Paranoicos] en Buenos Aires. Y es una locura haber compartido todo eso, porque para mí Pappo es de los mejores guitarristas de la historia. Entonces, un lujo haber formado parte de RIFF y tener eso en mi currículum.

Comentame un poco cómo fue que te convocó Richie Robinson y cómo fue esa experiencia. A mí me llegó un dato, que puede ser totalmente un rumor, pero confirmármelo vos. Si no lo hacés, no me lo puedo confirmar nadie. Y es algo así que subiste un cover a YouTube y ahí te llamaron. ¿Puede ser eso o es un verso más grande que una casa?

No, no, es verdad. Es verdad. Subí un tema de Rich Robinson solista, que se llama “Baby”, a YouTube. Él tenía Facebook, estaba haciendo un “question and answer” porque estaba lanzando un disco y, de repente, yo le hice una pregunta y le dejé el link del video. “Si tenés un minuto, me encantaría que lo puedas ver”, le escribí. Y en el momento no pasó nada, pero, ocho meses después, estaba caminando por la calle y me llegó un mensaje de Twitter suyo, diciéndome: “Me encanta cómo tocás, a ver si nos conocemos”. Y en un momento me vi audicionando en Estados Unidos con él y terminé estando dos años de gira. Por Estados Unidos y por todo Europa; primero, con la banda de Rich Robinson, y después con The Magpie Salute, que es el grupo que armó con otros integrantes de los Black Crowes también. Como Marc Ford, Sven Pippen o Eddie Harsch. Fue la época de las vacas gordas (risas). Porque tocando en Estados Unidos, cobrando en dólares, tocando con esos monos... Increíble.

Imagino que todo eso también sirve a la hora de mamar escenario porque son cosas que solo se pueden aprender en la cancha. Todo bien con la teoría, pero si no estás ahí, no lo podés absorber. ¿Lo sentís así?

Seguro. Aparte en una liga como la de Estados Unidos, que se maneja todo de otra manera. Onda: llegás dos minutos tarde a la prueba de sonido y ya tenés al tour manager cagándote a pedos. Entonces, hay que manejar ahí un nivel de alerta que uno por ahí acá y, como yo en ese momento tocaba en la banda de mi viejo, Viticus, todo era un poco más permisivo. Y ahí hubo que ponerse las pilas. Y me mandaron ciento cuarenta temas para que me aprenda. ¡En dos meses y medio!

Te internaste…

Me interné, me interné. En mi casa tenía un sótano y me metí ahí con dos parlantes enfrente. E iba apagando uno para escuchar la guitarra de un lado, y después lo hacía con el otro. Y me armé todo un esquema para poder recordar los temas sin tener que usar cifrados en el escenario. Y resultó, porque llegué muy bien preparado. De hecho, cuando apareció Marc Ford, guitarrista de los Crowes, me preguntaba “che, ¿cómo es este tema?”. Estábamos en Londres y viene y me pregunta en qué tónica está el solo. “En LA, Marc” (risas). Tenía que gritar. Muy divertido, muy groso.  

Imagino que eso fue como tocar el cielo con las manos.

Sí, porque aparte tocar en escenarios donde, por ejemplo, yo mismo había ido a ver grandes bandas. Incluso, los Black Crowes años antes. Y de repente estaba ahí con ellos, tocando.

Viniendo un poco más hacia nuestras latitudes, contame un poco de NICO, tu proyecto solista. ¿Cómo fue que surgió? ¿De dónde salieron esas ganas? ¿En qué está hoy?

Bueno, eso medio que surgió en 2014 cuando abandoné la banda de mi viejo. Ya con la idea de hacer algo propio. Y el primer disco salió todo instrumental, porque era lo que me salía en ese momento hacer. Ese primer álbum fue bien recibido, ganamos el Premio GARDEL. Así que fue como “Opa, a la gente le interesó”. Pensaba que no iba a pasar mucho y, de repente, uno piensa que está cerrando una puerta, pero fue lo mejor que hice porque abrí otras. Y también pude armar una cosa propia y que a la gente le guste. Después, me tuve que ir a Estados Unidos y el segundo disco se tuvo que hacer esperar un poco más; lo hice en 2019, se llamaba Volviendo y vino con un par de temas cantados. Algunos por mí y otros por mi sobrino Felipe Agote, que también es parte de la banda. Y ahora estamos en proceso de grabar el tercero, que, calculamos, que va a salir para marzo o abril.

Así que estamos cerca de la recta final, aunque quedan unos meses…

Sí, estábamos tratando de apurarlo para sacarlo a fin de año, pero decidimos relajar un poco y que fluya mejor. Como te decía antes: no volverse locos, encima ahora con el Mundial y todo. Es preferible esperar y hacerlo más tranquilos.

También tenés una canción bastante linda con Lisandro Aristimuño.

Sí, Lisandro es un capo. Participé de uno de sus discos, Constelaciones, porque me llamaron él y el productor, Ariel Polenta, para que grabe unas guitarras, y ahí nos conocimos. Y pegamos la mejor onda. Y, en un momento, él me llamó para otra producción que estaba haciendo y le comenté que para este disco nuevo tenía ganas de hacer varias colaboraciones. “Si no me llamás a mí, me ofendo”, me dijo (risas). Entonces, llegué a casa y le mandé unas músicas que tenía. Fue un WeTransfer con la idea y, al otro día, me levanté a la mañana, y tenía un mensaje suyo que se había quedado hasta la madrugada dándole y ya tenía la melodía y la letra. O sea, ¡que eso salió en un día nomás! Entonces, fuimos y lo grabamos y va a ser parte del tercer disco. Y sí, “Atuel”, una canción que me gusta mucho.

Qué servicio entonces. Se lo mandaste una noche y al otro día tenías todo armado.  

Sí, total. Todo armado menos el nombre. Y ahí escuchamos el tema con la letra y yo le dije… o me permití preguntarle y consultarle a Lisandro si podíamos ponerle así. Ya que, justamente, yo fui con Eduardo Strauch, uno de los sobrevivientes de Los Andes, hace varios años a dónde quedó el avión. Y teníamos que cruzar el Atuel [un río que abarca desde Mendoza hasta el noroeste de La Pampa] a caballo. Y la letra habla del viejo río, de los montes, y cuando escuché la canción me hizo acordar a esa experiencia. Así que le dije: “¿Le ponemos poner Atuel?”. Y a Lisandro le encantó, aparte él es de Río Negro y el río pasa por esos lugares. Entonces, salió una muy linda colaboración con alguien a quien admiro mucho. Porque Lisandro es un gran cantautor y un tipo muy versátil, que puede hacer todas las cosas.

Eso que recién relatabas, que fuiste con Eduardo Strauch a donde estaba el fuselaje de los sobrevivientes, no la sabía. Describime un poco esa experiencia, que también, en cierto punto, es una demostración de tu cercana relación con Uruguay.

Y sí. Mi bisabuelo, por ejemplo, era uruguayo. Y mi abuelo en un momento también se fue con toda mi familia, con mi madre y todos sus hermanos, a vivir a Uruguay. Y mi tío jugaba en el Old Christian y en Los Teros llegó a jugar. Hay fotos de él viajando con muchos de los chicos que viajaron y muchos de los que no volvieron de los Andes. Entonces, siempre estuvo la historia muy latente en mi casa. Y una vez que leí el libro, a mí me pegó mucho.

¿Cuál de todos?

El Viven [escrito por Piers Paul Read]. En esa época era muy chico y perdí un amigo, en ese momento, en un accidente de auto. Y el libro se transformó en un gran refugio. Mi tío, como te dije que jugó en los Teros, estuvo casado con la Beba, la hermana de Carlitos Páez. Entonces, conocí a varios de los conocimientos y ahí fue que conecté con Eduardo Strauch para ir. Y fue una increíble experiencia, la verdad. Ahora, en los primeros días de diciembre, quizá me iba de vuelta, que se cumplen los cincuenta años. El otro día hablé con Eduardo y me dijo: “Venite”. Y voy a ver si voy de vuelta.

Ya veníamos hablando de tu relación cercana con Uruguay. También está mucho eso de tocar en Punta del Este, pero esta vez querías cambiar de emplazamiento. Primero se buscó en Montevideo, que no se terminó dando, y finalmente terminó generándose una hermosa fecha en Cabo Polonio. ¿Qué te llevó a querer tocar en un lugar diferente?

Es que justo el sábado 26 vamos a estar tocando en Ferona, que queda en La Juanita [en Maldonado, balneario aledaño a José Ignacio], que es el bar de un amigazo mío que vive allá, y quisimos intentar meter algo el viernes 25 para aprovechar que estábamos yendo con toda la banda. Y cuando salió lo del Cabo fue sin dudarlo. Porque es un lugar que me alucina, tuve la oportunidad de ir un par de veces. Y poder ir a tocar, y hacerlo con la banda, porque, a veces, uno va y hace cosas más chiquitas. Y ahora estamos yendo todos: con los dos teclados, el contrabajo, la batería. Y por poder hacerlo allá… ya te digo, a mí me encanta y amo el Uruguay, también tengo muchos amigos uruguayos. Entonces, estoy muy contento e ilusionado con estos dos toques.

Y también espero poder llegar temprano al Polonio para poder darme un buen chapuzón en el mar (risas), que es algo alucinante.

Es también la primera vez que venís con tu banda a nuestro país. ¿Eso genera una motivación extra?

Estamos muy ilusionados de ir por primera vez con nuestra música a Uruguay. Porque ya he ido con RIFF, con Viticus, con el Zorrito, con los Gustocks… pero nunca con mi proyecto. Entonces, muy ilusionados con eso.

Ya llegando al fin de la charla, te quería hacer una pregunta personal, que la hago también como descendiente de vascos, y es que generalmente se ve tocar con una Ikurriña [la bandera nacionalista del País Vasco]. Te quería preguntar por qué es y qué significa para vos.

Sí, tengo en todas mis guitarras. Ahora tendría que comprar un par de calcos más. También tuve la suerte de conocer el País Vasco en varias ocasiones. Tocando con Viticus siempre hacíamos la base en Bilbao y de ahí alquilábamos un auto o mismo nos tomábamos el tren para ir a San Sebastián. De ahí, otro tren a Segura, que es de donde vienen los Bereciartúa.

El EuskoTren, si no me equivoco, ¿verdad?

Sí, el EuskoTren (risas). Entonces, yo siempre conecté mucho con mis raíces vascas. La última vez que fui fue hace cinco años, cuando fui a llevarle flores a la tumba de mi tatarabuelo, Domingo Bereciartúa.

Es algo que me pega. Yo estudié euskera varios meses; no es simple, así que tuve que abandonar porque el tiempo tampoco me daba. Pero me gusta conectar con mis raíces, así como con Dodero, que es el apellido de mi madre, que son de Génova. Y también hay un tema en el segundo disco, que se llama Segura, que, como te decía, es el pueblo en Guipúzcoa donde salió mi familia. Y aparte te reciben de una forma en el País Vasco que es increíble, yo les decía que mi apellido era Bereciartúa y era algo así como “bienvenido a casa”. Esto es un amor muy grande que siento por Euskadi.

El viernes 25 de noviembre van a tocar en Mucho Bueno en Cabo, junto a Morón y los Intensos. El 26 estarán en Ferona, boliche de La Juanita.

Por Manuel Serra