Escribe Damián Snitfiker* | @nitivision
¿Quién me manda a hacer estas cosas? Tan bien que me sentía dejando todo lo que se pudiera para el día siguiente, vengo a apalabrar una crónica sobre un recital, yo que casi no tengo capacidad para retener este tipo de eventos, ni los adjetivos necesarios para describirlos.
La cosa es que Fernando Cabrera tocó el pasado domingo 20 de marzo, gratis, en Berazategui, Buenos Aires, mi ciudad. Y yo, este 24, feriado por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia acá en Argentina, estuve toda la mañana deseando que Lacalle Pou se hubiese levantado con la maravillosa idea de adoptar el huso horario de la Isla de Howland y así me dé una ventaja de nueve horas para entregar estas líneas.
Al otro día del show, del que pasaremos a hablar luego, me llamó Genniol, el clown que integró la gran banda de rock SUMO durante la mayor parte de su existencia. Entre otras cosas, porque también fue campeón de Yoyo; frecuentó el mítico bar La Cueva; conoció a Tanguito; tuvo un centro cultural con Gustavo Spinetta, el hermano del flaco; tuvo un circo y es el único argentino que estuvo dos años preso en Siberia, en los últimos años de la URRSS. Me llamó diciéndome que se le había quedado el auto en Capital Federal y me pedía si podíamos remolcarlo hasta lo de su mecánico, en algún lugar del conurbano bonaerense, y yo que no soy bueno en remolcar gente, mejor dicho sus autos, accedí. Así, entre semáforos en rojo, colectivos cruzándose, gente puteando y una linga que tiraba precariamente un auto en cuyo interior viajaba un septuagenario prócer del under local, cuya seguridad dependía de mí, que iba escuchando a todo volumen a Cabrera, esbozando mentalmente líneas sueltas para esta nota.
Tengo la intención de volcar esas líneas y sentir la satisfacción del trabajo terminado o simplemente para dejar de tener esta espina clavada en el costado que me acusa de vago e irresponsable. Mientras la televisión de fondo muestras imágenes de Plaza de Mayo que se va llenando con personas que proclaman Nunca Más y honran la lucha de Madres y Abuelas, no puedo evitar asociar eso con la letra de uno de los clásicos de Cabrera interpretado en los bises “Te besé en la noche/ Con un sabor desaparecido/Que se fue contigo” de Te abrace en la noche.
Ahora a lo que se espera de una nota de estas características: El show arrancó 19:45 hs. Plantado solo con su guitarra eléctrica, en una propuesta íntima y minimalista, cautivó a la gran cantidad de personas que se congregaron en el centro de actividades culturales del municipio para verlo, otro problema que tengo: no se calcular cantidad de gente a ojo, pongamos que había más de quinientos y menos de mil, o más de doscientos cincuenta y menos de quinientos, es muy amplio el espectro, pero no es lo importante, ustedes se imaginarán. Sonaron una tras otra grandes canciones del autor, como La casa de Al lado, Dulzura distante, Por ejemplo, Oración, Lisa se casó, Puerta de los dos, Viveza, Caminos en Flor (la que le dedico a “Barby Aguirre y la Soñadora”, la banda que tocó antes, como así también a los sonidistas e iluminadores del show) y obviamente El tiempo está después. El concierto duró cerca de una hora y media. La interminable ovación al final del mismo fue la catarsis de un grupo de gente silenciosa, expectante, que aplaudía entre tema y tema, pero fuera de eso no volaba una mosca. Ese atento silencio y la entrega tanto de arriba hacia abajo como de abajo hacia arriba, mantenía la comunión ante una propuesta tan íntima en un Polideportivo de tan grandes proporciones.
Fernando Cabrera bajó del escenario, a la gente de repente pareció volverle la voz, charlaban, se saludaban aparentes conocidos bajo las luces recién encendidas del lugar y todo terminó ahí. Yo cerré el domingo comiendo una pizza en Tatán, una de las pizzerías emblemas de estos pagos, si algún día el destino los empuja hacia aquí, no duden en buscarla. Supongamos que acá termina la nota. De todas formas nunca entendí esto de la reseña de recitales, se está o no se está en ellos, y lo que se vive allí se hace con sensaciones, en los oídos; en los ojos; en el pecho, y eso es imposible de transmitir. Solo nos queda enumerar la lista de temas, encontrar un par de alternativas a “lindo” o “feo” del diccionario de sinónimos y entregar la nota a tiempo para ser publicada. Algo que hace unos años podía tardar hasta un mes, a que saliera el siguiente número de la revista, pero hoy es inmediato, cuando esto salga publicado ya es viejo.
Si algo les queda de todo esto es que escuchen a Cabrera, empiecen a valorarlo como el músico poeta rioplatense que es, y tengan cuidado cuando acarreen con su auto a Genniol.
*Comunicador social y cocinero, vive en Berezategui, en el Conurbano bonaerense, desde dónde – en sus propias palabras – es "observador de ese vasto terreno denominado Gran Buenos Aires". Además de esto, es escritor, contando entre sus publicaciones "Ciudad Dormitorio" (CrackUp), y amante de la cultura uruguayo. La película 25 Watts es más fuerte que él.
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