“No entendieron nada. La historia de Nueve reinas es la de dos chabones a pie haciendo yeites en la calle”. 

Esto dijo Ricardo Darín en “Soñé que volaba”, el programa de stream de Olga, cuando le preguntaron qué opinaba sobre la versión estadounidense de Nueve reinas (2000). Una adaptación que se llama Criminal (2004) y que no toma lugar en la capital argentina, apodada como “Ciudad de la Furia”. Gastón Pauls, su coprotagonista en este film, ni siquiera vio este intento de revivir un clásico, o, mejor dicho, de adaptarlo a otra sociedad. Su explicación de por qué la original tuvo tanto éxito es simple: “Es una película que tiene verdad, tiene calle”. 

Después de 24 años, la ópera prima del director Fabián Bielinsky volvió a las salas de cine de Buenos Aires y Montevideo tras su digitalización y remasterización. Sigue manteniendo su efecto y su enganche. No es una cuestión mágica ni de engaños. No solo se trata de un guion ingenioso y hábil, con un ritmo que mantiene pendiente al espectador. Bielinsky fue capaz de hacer lo que tantos creadores de historia buscan, muchas veces sin resultado: plasmar lo que para él era la idiosincrasia social de un país, y hasta de una región.  

Nueve reinas (2000)

Por ese entonces, Darín no era Darín. No, al menos, el que hoy en día conocemos. El que juega con un abanico de protagonistas, desde el fiscal Strassera hasta el Eternauta —decisión cuestionada por muchos, pero de la cual no se puede hacer un veredicto, ya que la adaptación todavía no fue lanzada—. Había protagonizado Perdido por perdido (1993) de Alberto Lecchi, El faro (1998) de Eduardo Mignona y El mismo amor, la misma lluvia (1999) de Juan José Campanella. Con este último, llevarían a Argentina un Oscar a mejor película extranjera por El secreto de sus ojos (2009) en 2010. Pero en el 2000, Ricardo Darín no había mostrado la hilacha, todavía nadie sabía de su rol fundamental en el cine argentino.  

Fabián Bielinsky se dedicaba a la asistencia de dirección en publicidad. Años antes, había hecho una adaptación del cuento “Continuidad de los parques” de Julio Cortázar cuando era un adolescente. Como trabajo final de estudios, en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, presentó una adaptación de “La Espera” de Jorge Luis Borges. Fue un cortometraje que recorrió varios festivales.  

Para escribir Nueve reinas, Bielinsky tuvo que investigar más sobre estafas, incluso llegó a consultarle a autoridades policiales sobre casos reales. Hay un componente “meta”, y es que el director buscaba engañar a su público. De hecho, es difícil no sentirse engañado una vez que la historia llega a su final. Más aun, teniendo en cuenta que el espectador comienza a sentir un recelo por todo personaje que aparece en pantalla. “El guion está muy trabajado para convertir al espectador en víctima. A mí me gusta que, bajo determinadas reglas y herramientas nobles, me engañen, me distraigan y me den pistas falsas”, declaró el director en una entrevista con xornal.com en 2008.  

Para eso se requieren buenas actuaciones, algo fácil si se trata de un elenco integrado por Ricardo Darín, Gastón Pauls, Leticia Bredice y Tomás Fonzi, entre otros. Pero el humor también juega un rol fundamental. La consulta del personaje de Pauls a lo largo de toda la pelicula, intentando recordar la melodía de “Il Ballo del Mattone” de Rita Pavone, la audacia de Marcos, la torpeza que los lleva a tener todavía más inconvenientes.  

Nueve reinas (2000).

Nueve reinas se estrenó el 31 de agosto de 2000 en Argentina y recaudó más de cinco millones de pesos. Se proyectó en diferentes festivales de cine, como el Festival de cine de Múnich el Festival de Cine Policíaco de Cognac, en Francia. Se estrenó en países como España, China y Estados Unidos, en este último recaudó 1.230.000 dólares. 

Luego de este éxito, Fabián Bielinsky dirigió y escribió El aura (2005). En 2006, y con solo 47 años, falleció de un infarto agudo de miocardio. Su carrera y lo que podría haber continuado haciendo quedaron truncados.  

Nueve reinas marcó un antes y un después. Más allá del éxito, refleja una realidad cercana, habla en términos conocidos, demuestra que se puede hacer un cine que refleje realidades latinoamericanas fieles y de primera mano. Entre tantas cosas, el cine documenta épocas, tendencias, sentires y sociedades. Es una poderosa herramienta de generación de identidad. Puede que sea por esto que, veinticuatro años más tarde, Nueve reinas fue remasterizada y llevada nuevamente al cine. Fuera de esas salas, se gesta la discusión que Argentina vive en estos momentos al respecto de la importancia del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.