“¿Quién ha abierto el océano a los hombres?, ¿quién ha descubierto sus regiones y rutas?, ¿quién ha descubierto el globo terrestre? ¡La ballena y el ballenero!”
Carl Schmitt (Westfalia, 1888-1985), jurista y filósofo, es considerado uno de los críticos más importantes del liberalismo político. El valor y trascendencia de sus trabajos es controvertido, por haber estado al servicio del orden jurídico-político del Tercer Reich. El verano pasado, leyendo “Tierra y Mar: una reflexión sobre la historia universal” (Land und Meer: Eine weltgeschichtliche Betrachtung)(1), la descripción que hace sobre Herman Melville como “el Homero del mar”, por demás acertada, motivó la escritura de los siguientes apuntes.
En sesenta páginas, el autor narra en un tono paternal (en la dedicatoria escribe, “Contado a mi hija Anima”), los grandes descubrimientos de la geografía durante los siglos XV y XVI, y la expansión marítima de las grandes potencias del primer mundo. Narra entonces, un tema poco original: la historia de la conquista euronorteamericana. Lo valioso de su reflexión, que busco enfatizar, radica en que se centra en lo elemental, y elige para ello un episodio específico: la conquista de los mares y océanos.
El capítulo cinco de su ensayo lo dedica al elogio de dos figuras protagonistas de la conquista: la ballena y el ballenero. “¿Puedo yo acaso atreverme a hablar como es debido de dos prodigios de los mares, del más poderoso de los animales vivientes y del más intrépido de los cazadores humanos?”, se pregunta el autor, y adelanta que sólo podrá hacerlo valiéndose de dos heraldos del mar: Jules Michelet (1798-1874), historiador francés, y Herman Melville (1819-1891), escritor americano, mejor conocido como autor de Moby Dick y Benito Cereno.
De acuerdo con los autores, Schmitt concluye que los primeros héroes de una nueva forma de vida marítima, son los osados balleneros. Navegantes de océanos, persiguieron a su presa a lo largo y ancho del globo, recorriendo las aguas con remos, velas y su “mortífero proyectil”: un arpón arrojado por el brazo humano. Por su lado, la ballena, “singular monstruo” de sangre caliente, es caracterizada por su astucia, igual o mayor que la del hombre. Así, entre la ballena y el ballenero, existe desde antaño una relación personal, una conexión íntima que es amistosa y hostil a la par, tal como la presenta Melville en su Moby Dick (1851), la historia de una venganza.
¿Cómo explica entonces, el filósofo alemán, la conquista de los mares y océanos, la llamada “revolución espacial”? A partir de la lucha mortal que se da entre dos seres que, sin ser peces, se debaten en el elemento marino. Para enfrentarse al mamífero, el hombre se vio impelido hacia las profundidades oceánicas, y en pos de las misteriosas rutas de la ballena, quién sabe cuáles, descubrió el mundo. Islas, continentes enteros. Independientemente de Colón y la ruta de las especias, Schmitt considera que sin la caza de ballenas, los hombres jamás se hubieran alejado tanto de la costa. Los primeros y verdaderos hijos del mar entonces, los primogénitos de una nueva existencia elemental, fueron los balleneros; su guía, la ballena.
(1) Schmitt, C. (2007) [1942] Tierra y Mar: una reflexión sobre la historia universal. Madrid, España: Editorial Trotta.
Yamila Lara es Licenciada en Filosofía. Cursa una maestría en Ciencias Humanas y es estudiante avanzada de abogacía, todo en la Universidad de la República.
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