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Contenido creado por Federica Bordaberry
Cine
Gracias a la caverna

Palm Springs: la tranquilidad y la angustia de que nada nuevo ocurrirá

O salimos y abrazamos la existencia con sus altos y sus bajos, o nos refugiamos en una cápsula de tiempo.

26.08.2022 10:38

Lectura: 6'

2022-08-26T10:38:00-03:00
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Por Diego Sardi

Título original: Palm Springs / Director: Max Barbacow / Año: 2020

País de origen: Estados Unidos / Duración: 1 hora y 30 minutos / Disponible en Star+

Me ponen muy nervioso las noches de los domingos. Cuando tengo que aceptar que ya se terminó el fin de semana y que al día siguiente el ciclo volverá a comenzar. Me refiero a esa seguidilla de jornadas que empiezan con alarmas programadas, de cumplir con horarios laborales que consumen la mayor parte del día, de almuerzos insulsos y rápidos con comida en tuppers, de entrar a reuniones que ya sabemos cómo terminarán, de regresar a casa cansado para comer algo, quizá mirar alguna serie y tirarme en la cama pronto, que en pocas horas hay que volver a empezar. ¿En qué momento las semanas se convierten en algo tan repetitivo y desabrido que nos esforzamos en tolerar? Según la película Palm Springs, los bucles temporales y la física cuántica pueden tener algo que ver.

Nyles es un joven de unos treinta años que amanece sin ganas de haber despertado. Se encuentra en un hotel en el medio de la desértica ciudad de Palm Springs para el casamiento de una amiga de su novia. “¿Me matarías?”, le pregunta a su pareja buscando una alternativa a tener que salir de la cama. Entre desganado y despreocupado, pasa el día de shorts y camisa hawaiana flotando en la piscina, comiendo burritos y tomando cerveza para llegar a la celebración por la noche, con la misma ropa y la misma actitud. Nada de lo que está ocurriendo le importa.

Cuando nos convencemos de que cada día será una fotocopia del otro y de que nada podrá romper con nuestra existencia repetitiva, la vida nos da igual. Lo peculiar de esta película —y ahí es cuando celebro la magia de la ficción— es que, literalmente, para Nyles, hace incontables años cada día es idéntico al otro porque se encuentra atrapado en un bucle temporal. La explicación tiene algo que ver con una caverna en el desierto que funciona de portal que te deja encerrado en el día que lo cruzás.

Pero la película no va de eso, sino de un personaje que vive con la tranquilidad —o la angustia— de que si queda inconsciente, muere o regresa a la caverna, volverá a despertar en el mismo día y en el mismo lugar. Así, dedica sus días a los pequeños placeres: alcohol, drogas recreacionales, burritos, sexo (cuando tiene suerte) y flotar al sol en la piscina del hotel para matar el tiempo. La gratificación inmediata se vuelve el escape de la monotonía, como bien saben nuestras heladeras y cuentas de PedidosYa.

El tedio de Nyles termina cuando Sarah, la hermana mayor de la novia homenajeada a la que en una iteración del día se intentó levantar, lo sigue a la caverna y cae en la trampa temporal. “Esto es hoy, hoy es ayer. Y mañana también es hoy. Es uno de esos bucles de tiempo infinitos de los que quizá escuchaste”, le explica Nyles a Sarah, quien no puede creer lo que está ocurriendo. Tras probar desesperada diferentes formas de escapar, Sarah acepta que no hay salida y está condenada a repetir ese día para siempre. Reconociendo que ya nada importa, se une a Nyles para matar el tiempo juntos. Sabotear el casamiento, hacerse tatuajes guarros y pilotear un avión sin saber cómo hacerlo son algunas de las formas en que lidian con su condición de eternos. Y así, como la buena comedia romántica en la que se encuentran, se enamoran y su existencia se tiñe de ilusión. Sin darse cuenta, ya no amanecen condenados a repetir el día, sino a disfrutarlo juntos.

Sin embargo, en Palm Springs el día se reinicia, pero las mochilas personales no desaparecen. Cuanto más se abre con Sarah, descubrimos que Nyles esconde la tristeza de alguien lastimado que ya no está dispuesto a aferrarse a algo si implica el peligro de perderlo. Quizá, de tanto miedo a correr riesgos, es que su vida se quedó sin altos y sin bajos. Quizá, ya estaba encerrado en un bucle temporal antes de entrar en la caverna. Por su parte, Sarah parece otra justa víctima de esta trampa temporal. Hay algo de sí misma que odia y que la lleva a tomar decisiones que la lastiman, sin importar a quién arrastre consigo y sin poder romper ese patrón. Despertar una y otra vez en el hotel rodeados de la misma gente obliga a estos dos personajes a recordar esa versión de sí mismos, por más que en el día se esfuercen en dejarla atrás. Sarah no concibe pensar en una relación con Nyles si no logra mejorar su vínculo con la vida en general. Y, para eso, necesita de la oportunidad de un día nuevo. Pero Nyles quiere quedarse en el bucle con ella en lugar de tener que darle play a su vida nuevamente.

Podremos padecer la monotonía, pero hay que admitir que, en cierta forma, nos resulta cómoda. Convencernos de que todo será siempre igual nos ayuda a sentir que nada importa y así desligarnos del esfuerzo que implica la búsqueda de algún tipo de sentido para nuestros días. Nos protege de querer intentar aferrarnos a algo para luego perderlo en un mundo donde, tarde o temprano, todo se desvanece. O salimos y abrazamos la existencia con sus altos y sus bajos, o nos refugiamos en una cápsula de tiempo, protegidos de todo e ilusionados con nada. Este es el dilema que tendrá que enfrentar Nyles.

Palm Springs es una comedia romántica que trae a dos personajes que comparten una química muy atractiva. Es una historia que encuentra humor en la pesadez de la existencia y romance en los momentos más insulsos de la vida. Narrada con un tono audaz, mayormente divertido y dulce, pero con algunos momentos crudos, nos embarca en una aventura reconfortante. Quizá, mi único reparo con esta historia es que plantea al amor romántico como el escape del tedio y el camino a una vida con sentido. Y me pregunto, ¿qué pasa cuando, encerrados en la monotonía de una vida sin ilusión, no aparece una persona que te ofrezca un escape? Pero eso ya es otra película.

Por Diego Sardi