La primera vez que Kumbia Queers se presentó en suelo uruguayo fue en 2008. Según la bajista de la banda de tropipunk, Patricia Pietrafesa, fue una actuación “desopilante”. Compartieron fecha con Néstor en Bloque —cantante de cumbia villera argentino— en el mítico programa de los mediodías que conducía Omar Gutiérrez, De igual a igual.

Esa vez, Pilar Arrese, Inés Laurencena, Patricia Pietrafesa, Juana Chang, Flor Linyera y Ana Gua Gua —quien ya no integra la banda— se subieron al escenario a hacer playback por primera vez y les falló: les mandaron mal la pista. Pero los desperfectos técnicos son apenas un desvío del cuento.

Tuvieron que escaparse y esconderse en una habitación. “La gente nos quería pegar”, recuerda Pietrafesa ahora, 15 años después. Para la banda, esa reacción se deba por su aspecto: lucían “raras” y, por eso, les gritaban. Lo mismo les sucedía en Argentina.

Para Pietrafiesa “era como haber vuelto a ser punk”. La banda, que se formó en 2007, conserva la estética de una contracultura de la que fueron parte, pero con otro género musical: hacen tropipunk, protestan mientras, al mismo tiempo, hacen bailar.

Por eso, en 2008, Kumbia Queers era “peor que el punk”. Cuando Pietrafesa se dio cuenta, pensó: “Buenísimo estar viviendo esto de nuevo”. Lucían desprolijas, “demasiado incorrectas”. Usaban medias rotas, no calzaban en la norma hegemónica. Y eso hacía que la gente se impactara al verlas. La resistencia a lo distinto.

Con el tiempo, Kumbia Queers encontró su lugar en la música, tanto en la escena argentina como en la uruguaya, y también en otras partes del mundo. Son espacios diversos en los que hay un público que se indentifica, personas que “encontraron un lugar, un recital al que ir y sentir que está bien”. Pietrafesa describe cómo siente esta identificación: “Hacerme sentir cómoda porque estoy incómoda con la sociedad, o por mi cuerpo, o con un montón de cosas, y quiero protestar, bailar”. Kumbia Queers es un combo de protesta y baile, de protesta y de fiesta. “Porque también ha pasado mucho eso: hemos copado montones de protestas llevando fiesta”, dice Pietrafesa.

Así, después de escuchar canciones de Kumbia Queers hubo personas que “han podido expresar lo que les pasaba a nivel de su identidad sexual o genérica, o a su sentir con su cuerpo, con cosas que le disparó la banda o por vernos”, comenta. 

En Montevideo la banda tocó en distintas movidas de cumbia, en Bluzz, en La Trastienda, en la marcha del orgullo en 2016. “Todas las chicas de Kumbia Queers tenemos amistades con gente de Uruguay”, menciona Pietrafesa. Tanto que algunas escenas del segundo video de Kumbia Queers está filmado en Montevideo: “Kumbia dark”. Para la bajista, esta versión de la canción de The Cure es una de las mejores que hicieron.

“Nosotros pensábamos que era un disco más, no pensábamos: ‘Che, nadie habló de esto’. Nos sorprendimos cuando presentamos el disco y se armó tremendo escándalo, fue muchísima gente a la presentación: había personas que estaban en contra, sacó mucho debate”, recuerda.

La presentación fue en Cemento, el mítico boliche bonaerense por el que pasaron muchas de las bandas que hoy son parte de la historia de la música argentina.

Entonces, una vez más, Pietrafesa estaba involucrada en un proyecto colectivo, que daba información, que contaba lo que no salía en los principales medios de comunicación.

Patricia Pietrafesa. Foto: Montecruz fotos

“Siempre me alegró mucho que, al pasar los años, me fui encontrando con personas que son regrosas de pensamiento, activistas, etcétera, que me siguen diciendo: ‘Ingresé a este tema [el aborto] por medio del disco cuando tenía 15 años’”, menciona.

La historia con Montevideo

A Montevideo llegó por primera vez en 1992, cuando tocó con una de las bandas que integró, Cadáveres. Desde ahí, su vínculo con la capital uruguaya se fortaleció. Hizo amistades musicales con la banda Pirexia, con Andy Adler, con las Brainers. Por eso, hasta hace dos años atrás en su bajo tenía un sticker de la cerveza Patricia.

“Mis amigos de Montevideo me traían los stickers de Patricia, desde la primera vez que fui. Primero, traía las etiquetas, que las tenía desde los 90. Después los stickers de las heladeras”, cuenta. 

Y, a pesar de que ese sticker ya no está cada vez que toca, protesta y hace bailar, el vínculo con Uruguay se mantiene, siempre desde lo colectivo.