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Contenido creado por Manuel Serra
Música
Fotos pioneras

Patti Smith, su doble entre el público y las consecuencias de jugar con lo infinito

La icónica punk de New York sostiene una guitarra, tiene a Keith Richards estampado en el cuerpo, y mira al vacío. La foto está en Uruguay.

13.01.2023 12:10

Lectura: 5'

2023-01-13T12:10:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Costó convencerla para que subiera al escenario. Decía que no quería, que estaba cansada, que el repertorio ya lo había hecho demasiadas veces. Que el público lo único que hace es aplaudir de forma automática cuando hay un silencio. Que la prensa ya no sabe criticar y que, ni si quiera después del show, leería algo interesante.

Subió, quizá por aburrimiento y para confirmar que, en ningún sentido, ella se debía a los que pagan entradas.

Los primeros veinte minutos tocó sentada en un sillón de un solo cuerpo. No quiso micrófono porque no cantaría. O no todavía. Se dedicaría a hacer un concierto en guitarra ella sola. Tocó con la parsimonia de alguien que sí sabe que se debe al instrumento que tiene entre las manos.

La luz tenue no le permitió ver a las personas que fueron dejando la sala. Cuando se paró para moverse a una banqueta, y hacer otros veinte minutos de guitarra acústica, vio que quedaban las dos primeras filas. El resto había desaparecido, las otras veinte filas que seguían.

Fue reconfortante saber que los cantos de su sirena aún tenían alcance para las dos primeras filas. Fue reconfortante saber que, si seguía con ese ritmo, al llegar la mitad del show no habría más público. No quedaría nadie. Nada. Ella explorando notas. Sus notas.

Corrió la banqueta, entonces, y se sentó de piernas cruzadas en el borde del escenario. Tocó suave, despacio, gentil como algodones. Cuando veía a alguien levantarse, sonreía y agradecía con la cabeza su retirada.

Tenía la intención de que su show fuera tan eterno como el tiempo, que aburriera como aburre lo inmortal y que careciera de sentido como carece la infinitud. Para aumentar esa tensión dramática, para volverlo aún más insoportable, esperó a que quedaran personas solamente en la primera fila.

Así fue, restó lo suficiente y se puso de pie. Hizo un gesto a los técnicos para que le alcanzaran un micrófono. Mientras que se lo traían, miró los rostros de los que quedaban ahí sentados y parecían ilusionados. Creían que la paciencia los recompensaría.

Cuando estuvo todo acomodado, se paró frente al micrófono y sonrió. Con la guitarra todavía colgada al hombro, se aclaró la garganta como para comenzar.

De pronto, desde el fondo de la sala, escuchó a una mujer sentada en la oscuridad gritar. Dijo, exactamente, estas palabras: no quisiera que lloviera.

Ella, sorprendida, respondió: te lo juro.

La mujer: que lloviera en esta ciudad.

Ella: sin ti.

La mujer: escuchar los ruidos del agua.

Ella: al bajar.

La mujer: y pensar que allí donde estás viviendo.

Ella: sin mí.

La mujer: llueve sobre la misma ciudad.

Ella: quizá tengas el cabello mojado.

La mujer: el teléfono a mano.

Ella: que no usas.

La mujer: para llamarme.

Ella: para decirme.

La mujer: esta noche te amo.

Ella: me inundan los recuerdos de ti.

La mujer: discúlpame.

Ella: la literatura me mató.

La mujer: pero te le parecías tanto.

Y hubo silencio.

Ella sintió ese silencio como una sordera agobiante. Mientras miraba a la mujer, lo creyó posible. La idea se sugirió en su cabeza. La vio pararse y caminar hasta la salida del fondo. Ella, aún muda, dura, quieta.

Abrió la puerta y, mientras que la mujer cruzaba al exterior de la sala, pudo verle el perfil del rostro dibujado por la luz. Fueron unos segundos, breves. Los suficientes como para que la mandíbula le quedara flotando en el aire.

Se reconoció en el rostro de la mujer y supo que quien la había acompañado en el canto del poema era, como entiende la infinitud, ella misma.

Ella, de quien hablamos hasta ahora, podría haber sido una cantante aburrida de hacer conciertos con ganas de recitar poesía de Cristina Peri Rossi. Podría, pero no lo es. Se trata, en realidad, de uno de los íconos del rock americano: Patti Smith.

La fotografía fue tomada en el Asbury Park Convention Hall, en New Jersey, el 5 de agosto de 1978. Ese año, el mismo en que Patti lanzó el disco Easter que contiene, probablemente, su canción más escuchada: “Because the Night”.

Quien supo cuándo, dónde y cómo sacar la foto fue Ebet Roberts, la reconocida fotógrafa de rock. Se mudó de Memphis, su ciudada natal, a Nueva York. Su intención era pintar, pero comenzó a explorar la fotografía cuando, en 1977, comenzó a documentar la escena del bar CBGB en evolución.

Capturada en el Asbury Park Convention Hall, New Jersey, el 5 de agosto de 1978. Foto: Ebet Roberts

Capturada en el Asbury Park Convention Hall, New Jersey, el 5 de agosto de 1978. Foto: Ebet Roberts

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The Music Photo Gallery es una galería con base en Nueva York que cuenta con el derecho de las fotos más icónicas —la de Mick Jagger y Keith Richards, una de ellas— de la historia del rock. Las que toda la vida vimos en revistas: bueno, esas. Y por primera vez presenta una muestra colectiva en Uruguay. El lugar es el Club Cultural PIONERO (ruta 10, kilómetro 177,5), esa hermosa iglesia del rock and roll que esconde el balneario de Santa Mónica en Maldonado.

Todas las fotografías de la exhibición estarán disponibles para la venta en forma exclusiva para Uruguay y podrán adquirirse a través de la página oficial del lugar y de la galería en MusicPhoto.net. Este 20 de diciembre se realizó el lanzamiento de la muestra, que permanecerá todo el verano en el club. Todas las semanas publicaremos en LatidoBEAT la historia de las diferentes fotos con las que uno puede deslumbrarse.

Por Federica Bordaberry