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Música
Dios, diablo y Buda

Pedro Dalton: “No soy músico, soy cantante; los músicos saben de música”

Chillan las Bestias, una banda rioplatense que surgió de una amistad entre Ángela Tullida y Buenos Muchachos, se presenta en La Trastienda.

28.04.2023 18:26

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2023-04-28T18:26:00-03:00
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Por Valentina Temesio

En la década de los 90, Ángela Tullida llegó a los escenarios argentinos con un sonido post-punk. Con el tiempo, tomaron otras influencias del tango y otros estilos urbanos. Casi de manera simultánea, del otro lado del Río de la Plata, en Uruguay, Buenos Muchachos también comenzaba a dar sus primeros pasos como banda. “Se armó por aburrimiento de domingo; en vez de aburrirnos los domingos, nos poníamos a ensayar”, recuerda Pedro Dalton, cantante de la banda. En un momento, como si estuviera destinado a ser, Ángela Tullida y Buenos Muchachos se encontraron.

Ángela Tullida estaba formada por Miguel Palacios (batería); Pablo Ferrajuolo (bajo); Franco Varise (piano, farfisa y acordeón); Marcos Camisani (violín); Marcelo Chiachiare (guitarra); y Gonzalo Fabbri (voz y guitarra). En 1998, Dalton conoció a Varise, que fue a ver a la banda uruguaya la primera vez que tocó en Buenos Aires, en un ciclo Molotov del Centro Cultural Ricardo Rojas. Ese mismo día también estaba Tomás Notcheff, de la banda Dios, que invitó a los uruguayos a volver a tocar en Buenos Aires. Varise volvió a ir, pero acompañado: llevó a Pérez. Así empezó una amistad musical que perdura en el tiempo.

“Con los Ángela Tullida éramos como hermanos, nuestros hermanos argentinos”, comenta Dalton. Cada vez que los Buenos Muchachos cruzaban el charco para tocar se quedaban a dormir en la casa de algún integrante de la banda, se distribuían por todos lados: “Éramos amigos y nos admirábamos musicalmente mutuamente”.

Entonces, una vez que Ángela Tullida se disolvió (cuando Fabbri dejó la banda), pareció natural que Dalton ensayara con ellos. Primero, el uruguayo recitaba sus poemas; después comenzó a cantarlos. En un momento, esos ensayos se volvieron tangibles con una banda rioplatense: Chillan las Bestias. Una banda que, según Dalton, sale directamente de una amistad entre Buenos Muchachos y Ángela Tullida; que desde lo profundo llega a la superficie, que muestra a otro Pedro Dalton, a uno nuevo.

Este sábado 29 de abril, Chillan las Bestias se presenta en La Trastienda a las 21:00.

Chillan las Bestias surge después de que se separó Ángela Tullida. ¿Cómo fueron los días previos a que formen la banda?

Siempre estuve metido en el mundo de Ángela Tullida; esa previa ya existía. El cantante, Gonzalo Fabbri, estuvo ausente de la banda durante un tiempo y yo ensayé con ellos. Cuando él volvió, me dijo: “No te vayas, quedate que a mí me viene bien que estés y que compartamos un poco los cantos”. Incluso me dio una canción para que compusiera una letra y la cantáramos a medias. Un día, después de grabar Tripas corazón [en 2009], el último disco de Ángela Tullida, Gonzalo decidió irse de la banda. La banda se terminó y quedaron Chacha [Chiachiare], Marcos, Pablo y Franco ensayando solos. Ahí me invitaron a recitar poesía, arriba de esa música incidental que hacían. Fui un día, uno de esos sábados en la mañana. En la sala de ensayo descubrí melodías que me gustan, me parecía que era buenísimo. Empecé a intentar recitar un poco arriba de una parte de una canción.

¿Ya tenías algo escrito o lo improvisaste?

Tenía algo escrito, pero no para la canción. Franco ya había utilizado un libro de poesía mío que, de hecho, el recitado ese lo hice: “Las chapas de mi techo…”. En el primer disco de Chillan las Bestias está ese recitado [en la canción “Chapas”]. Cuando apareció la canción “Cielo”, del primer disco, dije: “Bo, esto es una canción”; y pedí hacer una melodía en la voz, porque recitar arriba de eso me parecía un desperdicio. Ahí empezamos.

¿Te acordás qué texto llevaste?

Fue hace muchos años, se me mezclan las cosas. Me acuerdo de que en la sala había sol, era de mañana y para mí fue un viaje, algo nuevo, porque nunca había ensayado de mañana. Menos después de tomar un café y comer una medialuna de grasa; era rarísimo y me pegó re bien. Creo que tenía unos textos nuevos, algo de la primera canción del primer disco, “Hasta el hueso”: “Comí a Buda como si fuera sushi”. Hablaba de Dios, del diablo y de Buda.

El mensaje de Chillan las Bestias era ensayar sábados de mañana; [los ensayos] eran en una sala de Almagro [en Buenos Aires]. Hacíamos música incidental y recitábamos poesía.

En un momento viviste en Buenos Aires, pero después volviste. ¿Cómo hacían para ensayar?

Yo voy para allá todo el tiempo, viajo asiduamente, ahora un poco menos. Siempre que puedo, voy; ahí aprovechamos y ensayamos. En la primera venida de Chillan para tocar acá no ensayamos; cuando fui para allá, tampoco. Hace pila no ensayamos juntos, pero ellos ensayan.

Se entienden.

Ellos ensayan y queda demostrado que el cantante para los ensayos no sirve [se ríe]. A mí me encanta ensayar con ellos, pero están firmes. No es difícil, somos veteranos, tenemos muchos años en esto. Hay oficio: no hay miedo al escenario, no hay nervio en este tipo de shows, que son más como toque, no son como shows armados.

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

¿Nunca sentís nervios?

Los nervios deben ser 40 o 50 segundos, cuando estás en el costado, se apagan las luces y tenés que esperar y ves una linternita, te dicen “entrás”; y cuando ya entro caminando, ya están los nervios, ya fue.

Tienen seguidores muy fieles.

Lo que pasa con esto es que el único problema que tenés es que cuando hacés shows, la gente va a escucharte. Antes tocábamos y era una banda de rocanrol [simula ruidos de descontrol], la gente bailaba, saltaba. En el caso de Chillan, la gente mira y escucha.

Te llamaron para recitar tus poemas. ¿Cómo llegaste a la poesía?

Empecé a escribir lo que entendía de las canciones de Tom Waits, o lo que yo quería que dijeran en español. Chapaba palabras en inglés, porque no entiendo mucho y, aparte, él toca súper entreverado. Empecé a anotar cosas que me parecían interesantes. Con Neanderthal, mi primera banda, mi primera escuela, intenté hacer alguna letra, pero no lo logré. Después, me compré una libreta y empecé a anotar cosas. De hecho, parte de esa libretita está en mi primer libro, Mentira el cielo.

¿Hubo algún poema que te haya marcado alguna vez?

No recuerdo lo que escribo. 

¿Que hayas leído?

El día que murió Juan Pablo Rebella escribí un poema que me afectó desde el momento. Lo corté todo junto con Leandro Costas [Plá], que era quien me editaba la poesía. Me habló del poema y lo llevó por un lugar; dijo que sacaría algunas partes y yo acepté. Lo escribí en una vuelta en Buquebus; ahí empecé a vomitar ideas, por eso acepté que me lo corrijan. En ese poema, para mí, relaté lo que sentía. Otros tienen cosas más picarescas, que me gustan, que me dan las nostalgias de lo que pasaba en el momento, o las alegrías también. Me cuesta recordar canciones, tengo que estudiar mucho para recordar las letras de las canciones. Una vez que las agarro, ya está, no me las olvido más. Me cuesta.

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

¿Cómo hacés con todos tus proyectos?

Con Chillan leo directo, no pierdo el tiempo en aprenderme las canciones. Incluso me compré un micrófono con el que tengo que estar parado y quieto. Mi plantada en Chillan es parada leyendo, y no es que lea todo, me acuerdo. Pero el estar no pensando en recordar palabras, a mí me hace cantar de otra manera, y lo aprovecho pila. Me encanta hacerlo y no voy a cambiar esa manera; incluso hay letras que me acuerdo de memoria e igual las leo.

¿Sí?

Tengo la hoja, no miro al público, es como si estuviera encerrado en otro lugar. No veo. Miro la hoja. Canto así. De repente hago un paneo.

¿De dónde viene esa elección?

Se dio sola; trato de no decidir nunca nada para que todo vaya fluyendo. Porque nunca sabes qué va a pasar después. Me compré ese micrófono, lo conecté, me encanta cómo suena con Chillan.

La carpeta [en la que lee las letras] es roja y decía Chillan las Bestias; después le pegué unas cintas negras arriba, donde decía el nombre de la banda, porque tenía que tocar con Luciano [Supervielle] y usé la misma. Es una carpeta especial, es como si fuera el pedal que uso.

¿Es un amuleto que tenés? 

Yo qué sé, ¡es una locura mía! [Se ríe]. No me pregunto mucho por qué hago las cosas, porque cuando empiezo a intelectualizar, por lo general, me produce paranoia. A mí me encanta tenerlo ahí. En realidad, las anoté todas por la pandemia, porque no me tenía fe para recordar “Zarpando”.

¿Qué cosas te inspiran a escribir?

No voy a decir una frase de Picasso, porque ya la dijo, pero hoy escribo, aunque no tenga nada para escribir. Aquello que decía Picasso era perfecto: “A mí, que me agarre trabajando”. Ya está, yo no espero que venga nada, voy a buscarlo, lo hago, lo busco. Escribo de lo que sea, o tengo algo para decir desde adentro. Para eso está la vida: de adentro y afuera.

Te sale escribir, naturalmente.

También hay algo que vas adquiriendo con el tiempo, que hay gente que lo hace estudiando, es como agarrar un oficio: sabés qué te gusta hacer, qué hacés y qué no; cuándo escribís y cuándo no. Ahora, hace un año y pico o dos que no me siento en la compu pensando en escribir algo, lo hago en libretas y en cuadernos. Hasta el día de hoy no usé grabar el celular. He soñado canciones y las he grabado, eso sí.

¿Cuáles?

Con Luciano [Supervielle], “Caos”. Estaba durmiendo y soñé con esa canción. La otra vuelta soñé con una canción con letra, una con un estribillo. Estaba durmiendo, no me acuerdo si la grabé o no. Soñaba con Mandrake [Wolf], estábamos los dos juntos cantando una canción, con el estribillo, que era muy oscuro y lo dejábamos de lado. Salen y terminan en algo, pero me gusta mucho más la libreta, todos estos sistemas son geniales, pero no, los uso mucho más con la música que con la escritura.

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Pedro Dalton. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Me contaste que cuando estás en el escenario con Chillan sos un Pedro diferente, ¿qué otros Pedros sos?

Soy un Pedro en cada proyecto: con Luciano [Supervielle] soy uno; con Buenos Muchachos, otro; escribiendo, otro; dibujando, otro. En ese momento soy eso que estoy haciendo, después soy una persona. Porque, a veces, te preguntan: “¿Qué sos, sos dibujante?” Yo soy una persona, hago esas cosas.

¿No te concebís como escritor?

No, esos títulos llevan a confusión.

¿Por qué?

A mí me dicen que soy músico y yo digo: “No soy músico, yo soy cantante”. Y me dicen que es lo mismo. Pero no lo es: los músicos saben de música.

¿Vos no sabés?

No. Yo sé tocar un poco la guitarra, pero nada más. Músico es mi hermano, Marcelo, que tampoco estudió, pero es músico porque está todo el día tocando la guitarra. Yo estoy dibujando y aprendo a cantar y canto. Soy cantante.

¿Te da presión que te envuelvan en una definición?

Me parece falso. Un músico, para mí, es músico. Yo en la banda soy el poeta. Veo cómo tocan Marcelo, Nacho Echeverría, Nacho Gutiérrez, Pancho [Coelho] y el Topo [Antuña], los veo tocar y los veo trabajar, y digo: así trabajan los músicos. Yo soy cantante, me sumo a ellos.

¿No te parece que la voz funciona como un instrumento?

Es un instrumento, es parte de tu cuerpo. Yo me tengo que cuidar para que la cosa resulte; un guitarrista tiene que cuidar la guitarra. Está todo bien con la digitación, pero a mí me agarra un frío y cagué: con la nariz tapada no puedo cantar. Ya sé cómo cuidarme. Antes la manera de cantar y la música que hacíamos admitía que hubiera alergias, admitía todo.

Las bestias tocan varias aristas de tu camino artístico. ¿Qué significan para vos las bestias?

Sale de ahí, de los dibujos. Pablo ya quería usarlos para promocionar a la banda [Chillan las Bestias]; no teníamos nombre y tiré uno, que era Chillan Bestias. Les gustó, aunque pusieron medio cara; a mí me parecía excelente. Fuimos hablando y le faltaba el “las”, cuando pintó el “las” se pusieron re contentos.

¿Cuándo dibujaste a tu primera bestia?

Nunca los metí en Buenos Muchachos. Empecé a dibujar cuando nos separamos, volví al dibujo y empecé con eso [las bestias] directamente. Le hice un regalo de cumpleaños a Pablo —el bajista de Chillan—: era un sorete todo trajeado con cabeza de orangután, con un bastoncito y se llamaba El Amo. Me re copé porque había visto una exposición de Carlos Alonso, uno de los artistas plásticos de Argentina que más me gustan, de tinta china y pluma, y descubrí que era lo único que podía hacer, ya que no me podía dedicar a la música, era volver a dibujar. O sea, no tenía espacio en el apartamento como para comprarme una tela y pintar. Empecé a dibujar con eso y con los blocks me iba para cualquier lado de la casa. Así arranqué: ahí salen las bestias.

¿Y por qué chillan?

El porteño chilla, le duele y grita; el uruguayo no. Chillar no es quejarse; para mí, es la onomatopeya del dolor.

Por Valentina Temesio