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Contenido creado por Agustina Lombardi
Literatura
Los libros y sus autores

Pedro Peña: “Dejar de escribir es posible, hasta deseable. Dejar de leer, nunca”

“La literatura tiene aún más sentido en tiempos de desamparo, que es cuando se escribe mejor”.

15.09.2022 14:44

Lectura: 9'

2022-09-15T14:44:00-03:00
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Pedro Peña es escritor, profesor de Literatura y cofundador de la revista La letra breve.
En 2006 obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Narradores de la Banda Oriental por el libro de ciencia ficción Eldor. Cuentos suyos han obtenido importantes reconocimientos, figuran en antologías de narradores jóvenes o fueron publicados en suplementos culturales. Publicó artículos y ficción en El País Cultural, La Diaria y, semanalmente, escribe la contratapa del diario Primera Hora de San José. Ediciones Altazor de Perú publicó por primera vez La noche que no se repite, reeditada por Estuario Editora en 2015 y adaptada al cine por los directores Aparicio García y Manuel Berriel.
En 2013, Estuario Editora publicó Mito, con ilustraciones de Matías Bergara. Entretanto, su saga de novelas policiales, cuyo personaje principal es el periodista Agustín Flores, fue publicada por la colección Cosecha Roja: Ya nadie vive en ciertos lugares (2010), No siempre las carga el diablo (2011), Tampoco es el fin del mundo (2012) y A veces tarda, casi nunca llega (2014). Su obra El libro de los mitos. Historias del lago obtuvo el primer premio de Literatura Infantil y Juvenil en los Premios Nacionales de Literatura 2018.

¿Cuándo empezaste a escribir?

Cuando tenía dieciocho años. En aquellos días trabajaba en una empresa de créditos que trabajaba para un supermercado de San José. Como iba poca gente, tenía mucho tiempo libre y leía mucho. Un día me compré un cuaderno de doscientas páginas de aquellos que tenían las tapas impresas con sellos de todo el mundo y empecé. Como todo, al principio eran cosas muy copiadas de los escritores que iba leyendo.

¿Te acordás de cuál fue el primer libro que te marcó?

Viaje a la luna, de Julio Verne, en aquellas ediciones amarillas de la colección Robin Hood. También, cuando era niño, me marcó mucho la lectura del Nuevo Testamento. Obviamente que lo leía desde el asombro y la inocencia. El milagro de Lázaro, por ejemplo, me provocaba un sentimiento rarísimo... ¿Y si Jesús pudo resucitar a Lázaro, por qué no resucitaba a todos los demás muertos que andaban en la vuelta? No entendía aquella arbitrariedad. Tampoco comprendía por qué, en cierta parte, se decía que, de dos hermanos, solo uno conocería el reino de Dios. Y yo amaba a mi hermano... pero entonces, llegado el caso, sería él o yo... y yo quería estar en el reino de Dios... en fin... Tenía diez u once años y aquellas cosas de alguna manera me marcaron.

¿Dejar de leer o dejar de escribir? ¿Por qué?

He dejado de escribir algunas veces, siempre con culpa, porque no se me ocurría nada interesante que pudiera desarrollar. Pero nunca he podido dejar de leer. Leo seis o siete cosas a la vez y desde hace tiempo llevo un registro y un diario de lo que escribo. Se lo recomiendo a todo el mundo, incluso a mis estudiantes de formación docente. Uno realmente comprende lo que ha leído cuando puede escribir sobre ello. O sea, dejar de escribir es posible, incluso capaz que hasta deseable en ciertas circunstancias. Pero dejar de leer, nunca.

Contanos qué estás leyendo ahora.

Como te dije, muchas cosas a la vez. La última novela de Horacio Verzi, que me parece, otra vez, de muy alta calidad literaria. Un libro de Antonio Alatorre sobre la historia de nuestra lengua. El Antiguo Testamento, pero esta vez por su orden cronológico. Voy recién por el Deuteronomio. También estoy con El libro de los muertos, el clásico de la antigüedad egipcia; Si esto es un hombre, de Primo Levi, pero en el italiano original, ya que estoy estudiando esa lengua. Y un par de autores uruguayos, Mario Pons y Marco Rivero, que escribieron un libro de cuentos a cuatro manos que me parecen muy interesantes. Y siempre anda en la vuelta alguna edición de Tolkien, sobre todo de las cosas no tan conocidas.

¿Cuáles son tus escritores uruguayos favoritos? ¿Identificás influencias? ¿Cuáles? ¿Alguno que te guste recomendar?

Henry Trujillo, sin dudas. Es un escritor que siempre me ha gustado y cuya temática creo que es, de alguna manera, también mi temática. Sobre todo, las obras más cercanas a la novela negra. Horacio Verzi me parece un escritor despegado. También Rafael Courtoisie o Tomás de Mattos. En las nuevas generaciones me gusta mucho lo que viene haciendo Andrea Arismendi en narrativa. O Damián González Bertolino, a quien admiro. En la poesía reciente me ha gustado mucho el trabajo de Regina Ramos o el de Leonardo de León. Hay un par de novelas y libros de cuentos muy buenos y recientes, como Cómanse la ropa, de Valentín Trujillo, Papeles suizos de José Arenas, La lluvia sobre el muladar, de Martín Bentancor, El zambullidor, de Luis do Santos, o Educación, de Fernández de Palleja. Rodolfo Santullo también me interesa mucho por afinidad temática. Y en realidad muchos de los colegas y amigos de la colección Cosecha Roja: Sosa, Rosende, Mazza. Me interesa mucho también lo que escribe Leonardo Cabrera, aunque hace tiempo que no leo algo nuevo suyo. Leonardo es un virtuoso, ciertamente. Ramiro Sanchíz ha escrito un par de novelas que me han gustado mucho. En fin, es como una lista interminable, porque sé que estoy dejando fuera a otros de los que he leído menos y que también me parecen interesantes: Espinosa, Trías, Cavallo, Mardero, Estévez, Mella.

¿Sos de releer? ¿A qué libro solés volver?

La obra de Tolkien siempre está en constante relectura. Por temas de trabajo suelo releer los clásicos. El Quijote, Los miserables, La Ilíada, La Divina Comedia, ya llevan varias lecturas. Y siempre es distinto. Hace poco debí releer El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, y me pareció, otra vez, fascinante.

Un libro, un disco y una película para este fin de semana.

Está difícil, pero haré el intento. Libro: San José sobrenatural, de César Reyes, una recopilación escrita de relatos orales de los que se cuentan en zonas rurales y urbanas y que tienen un fondo de leyenda muy ameno. Disco: Stadium Arcadium, de los Red Hot Chili Peppers. Película: El séptimo sello, o cualquiera de Ingmar Bergman.

Contanos sobre esa vez que un lector te reconoció en la vía pública

Cosa rara para alguien como yo, que no soy un superventas, me ha pasado bastante seguido, sobre todo después de la película La noche que no se repite, con la que anduvimos de gira en muchos medios de la capital y del interior. Hace unos días me paró en la calle una señora con su nieto. El joven no habló nada, pero me miraba como fascinado. Creo que le costaba creer que ese ya veterano que andaba en una bicicleta vieja de freno de varilla era el que había escrito, según su abuela, la novela que más le había gustado. Estaba hablando, justamente, de La noche que no se repite.

Tu autobiografía en una frase.

A casi todas las cosas he llegado tarde y cansado, pero he llegado.

Si tenés que convivir un mes con una autora o un autor: ¿a quién elegís?

Entre los vivos, a Cormac McCarthy, porque tengo la intuición de que no me va a agobiar con charlas impertinentes y de que voy a aprender un montón. Entre los muertos, me gustaría un mes al lado de Safo. Quisiera ver de primera mano cómo era todo aquello, si me entienden...

Un lugar para volver.

Dos: Lake of the Woods, en Canadá. Ayacucho, en Perú.

El primer verso que te viene a la mente.

Van a ser tres: Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte / contemplando...

¿Para qué literatura en el tiempo del desamparo?

La literatura es sobre todo catarsis. Catarsis del autor y del lector. Tiene aun más sentido en tiempos de desamparo, que son los tiempos en los que se escribe mejor y en los que siempre hay lectores a los que la realidad les resulta tan insufrible que es mejor estar dentro de un libro.

Lo último que comiste va a ser el menú para toda tu vida ¿qué es?

¡No, por favor! Un paquete de galletitas Salvaje...

Tu idea de felicidad y tu idea de miseria.

La felicidad: caminar por el campo, por la playa, por la montaña, con personas que quiero, mis hijos, mi esposa. La miseria... nuestra violencia cotidiana contra los menos privilegiados. La actitud de los poderosos cuando reclaman pagar menos impuestos. Lo que estamos haciéndoles a las nuevas generaciones no enseñándoles el poder del lenguaje para mejorar las vidas de las personas.

Sobre Nada es una verdad tan grande:

Después de muchos meses desaparecido en un balneario de frontera, Agustín Flores regresa a Montevideo. Ya no es el mismo de antes. No se ríe de las mismas cosas. No se perturba fácilmente. Ni se ama, ni se odia tanto como hace unos años. Podría decirse que la edad, finalmente, lo alcanzó.
Pero no por mucho tiempo. Una vez reconectado, la rueda comienza a girar otra vez. Y a girar en serio: crímenes rituales, logias de camioneros del sur de Brasil, jornadas de pesca en el interior profundo, periodismo de tierra adentro, y un encuentro con un gaucho de los de antes, son algunas de las historias que aguardan a Agustín y a sus lectores. Claro, si se animan, porque nada es una verdad tan grande.

Un fragmento:

Le disparé al pecho, a un metro de distancia. Por supuesto que sabía que era un disparo de muerte. Ustedes se preguntarán por qué. Como en los viejos cuentos, todo tiene un comienzo. Antes que nada, no soy un asesino. No en el sentido cabal del término. Yo me definiría como periodista. Y todo esto comenzó hace unos meses, cuando decidí volver a mi oficio. Aunque bien podría haber comenzado antes, mucho antes. Hace cinco años, cuando fui a aquella estancia perdida, cerca de aquel pueblo perdido. E incluso alguien podría objetar que el comienzo de todo es siempre un nacimiento. Ya lo dijeron en algún libro: “pues el delito mayor, del hombre, es haber nacido”, o algo así.