Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose
La expectativa no cumplida y la no continuidad. Así empieza ¿Qué sois ahora? (2011), el documental realizado por Mariano Goldgrob y Gustavo Galuppo que buscaba retratar a la banda más original y arraigada al Río de la Plata que tuvo el rock argentino, tanto de los noventa como de los 2000.
La primera etapa fue más rockera, más nick caveiana. El disco Tarde (1994) es hijo directo de The Cure, Serge Gainsbourg a la vez que se asoman los dejes tangueros, folclóricos, que más tarde serían la insignia principal de la banda. Aún no había llegado Tom Waits a su catálogo de influencias, y la emoción partía de explosiones acompañadas de letras que bien podrían haber sido escritas por Pedro Laurenz o Edmundo Rivero. Denso y oscuro con canciones como "Lázaro" y "Noche de espinas", que ostentan un espesor rojo sangre y negro como la noche, tal como lo ilustra su tapa. Fue una época de búsqueda, desarrollo. Hasta acá, ese grupo se hacía llamar Reincidentes y era una novedad, una perla oscura dentro un océano de reivindicaciones post punk más bien británicas y yankees.
Nuestros años felices es un disco en vivo lanzado en 1996 y grabado durante 1995 en el Centro Cultural Rojas. La banda tocó seguido allí, principalmente en el ciclo Molotov, organizado por Fabián Jara y Cristian Kennedy. Un ciclo que desde 1992 a 1999 abrazó a bandas como Suárez, El cuarteto de Nos e incluso a Charly García. En el disco destacan canciones que habían sido parte de Tarde, como "Vals de dos finales" aunque también se incluyen fuertes composiciones como "Montevideo" y "Joselito", en el que las letras cada vez se iban tornando más y más oscuras y con una falla poética —en el sentido sismológico, diría Gustavo Espinosa—, con una pulsación regional heredada de la milonga. Hasta llegar a ¿Qué sois ahora? (1998), en el que se plantan y entienden que ahí es por donde tenían que ir.
Cambian su nombre a Pequeña Orquesta Reincidentes. Incorporan melodías balcánicas y gregorianas, los recitales comienzan a ser pequeñas fiestas paganas. Se vuelven un poco más acústicos, pero consiguen así un sonido propio que adquiere mucha más fuerza. Se ponen al hombro la melancolía que tienen todas las músicas populares de cualquier región del planeta. Pero más que nada, se deciden por una melancolía estrictamente rioplatense, algo que los volvió y los sigue volviendo únicos. La escena del rock porta esa tristeza, pero muchas veces peca de ser ajena. Española, yankee o británica.
La melancolía rioplatense tiene el acento, las costumbres, las historias de camioneros que pasan despacio y saludan a policías y puesteros. Las mudanzas que obligan a cambiar de cielo, vecinos y flores. Las miguitas de pan que se mezclan con el vino derramado en el descuido, la harina, la tierra y las semillas del putaparió. De esta forma, Pequeña Orquesta Reincidentes logra despegarse y adquirir una originalidad sin precedentes utilizando elementos del rock alternativo más común y replicable. Estructuran un sonido que respira el aire de Buenos Aires y se aggiorna con su cuota de post psicodelia, post punk y post todo. Influencian a bandas como Angela Tullida, que se encargaron de mantener viva la llama de esa melancolía alimentada de las orillas del puerto. Ángela Tullida que, tras la salida de su cantante, se reformuló y dio paso a la creación de Chillan Las Bestias, con Franco Varise y Pedro Dalton a la cabeza.
La atención al detalle y la sofisticación musical iba de la mano de la imagen. Salían a escena entrajados, serios, y con poca comunicación con el público. mantenían un respeto por la ceremonia y así se los devolvía la audiencia, con un silencio sepulcral.
Más de 20 años juntos. Innumerables recitales en suelo argentino. Alguna Sala Zitarrosa en Montevideo, recital teloneado por Malpaso. Unas giras por Europa. El contacto con el manager de Nick Cave en la etapa del Tender Prey (1988). Música para películas como Whisky (2004). Grabaciones tangueras con John Cale, entre otras hazañas.
En un reportaje, al ser consultados por su metodología de composición, ellos advierten que no existía un cálculo frío respecto a qué incluir y qué no, qué estilos mezclar y cuáles no, sino que iban viendo sobre la marcha. La forma de buscar la emoción a través del sonido fue un aspecto que depuró a la banda. Comenzaron a ser más conscientes sobre qué camino tenían que pavimentar. Son reincidentes en esto de no repetirse, basado en los cimientos de un lenguaje muy particular, original y que muchas bandas anhelan encontrar.
El año 2000 trajo el disco homónimo en el que destacan canciones como "Sticks & Stones", "El atajo" y "El portugués". Los Reincidentes se establecen y empiezan a coquetear con la masificación. Letras con aspereza y crudeza que no resuenan forzadas. La presencia de múltiples instrumentos como el acordeón y vientos. Se los vincula con Palo Pandolfo y su Triste Atardecer y Javier Martínez, su parte más oscura. La lógica de Roberto Arlt se encuentra en las letras de Reincidentes, esta idea de los personajes que sufren de manera continua, personajes burlados, humillados, todos personajes que aparecen en las letras de la banda. Reincidentes reimplanta la letra, las historias, en una escena rockera que las había abandonado por completo.
Todos componían. No había una cosa piramidal, sino colectiva. Cantaban tres personas distintas. La creación partía de una idea, pero entre todos iban mezclando sus individualidades hasta así amalgamar un estilo perfeccionista que iba sumando elementos.
Los dejes tangueros se fueron metiendo, pero no era una banda que hacía tango. Siempre se los relacionó con esos aspectos urbanos y tangueros pero la génesis, el corazón, estaba puesto en el rock. Por ahí, la forma de cantar de Juan Pablo, ese timbre grave y profundo, vulnerable y al mejor estilo crooner, el fraseo y el sentimiento les aporta esa cuota milonguera. La intención ligada a la palabra, un aspecto netamente tanguero. Pero la Pequeña Orquesta Reincidentes no hacía tango. Aunque quizás el tango de ahora sea esto y no otra cosa. Inevitablemente los géneros evolucionan hasta deformarse en sonidos que distan mucho de ser los originales.
De esa escena, de bandas que compartían un sentimiento similar, emergen nombres como el de Bajofondo, Angela Tullida, Dios, Los Visitantes, Me darás mil hijos, Gotan Project, como una cara más electrónica dark al estilo de Cabaret Voltaire y Death In June. Se mezclaba el tango con el rock y la chanson francesa. Se buscaba o da la sensación de la búsqueda por la canción emocional. Un poco puede haber influenciado a toda esta camada la llegada de bandas como Tindersticks, la fuerte presencia de los Bad Seeds, Scott Walker y Tom Waits —por supuesto—. Una ensalada que se tradujo en bandas que ostentaban un sonido propio.
La palabra correcta no es escena. Fue un movimiento que pudo haber tenido un impacto mucho más fuerte del que tuvo. Ese interés por formar una escena no les quitaba el sueño. La Luna era un boliche, el cual supo albergar a muchas bandas de este movimiento de sonidos dispares, pero que compartían el mismo espíritu.
En el escenario mostraban camisas, aspectos claros de la decadencia de los años cincuenta. Tomaron esta idea de la Pequeña Orquesta como los tipos que vienen a tocar para ganarse el pan y andan arrastrados en el día a día sin un mango. Un poco como el grupo de señores que se juntan a jugar a las cartas en bares de San Telmo o los alrededores que muestra la película La guerra del cerdo (1975), basada en la novela de Bioy Casares. Se plantaban como si fueran muchachones de otra época, con una intelectualidad que en cierto punto incomodaba. Algunos dicen que esta identificación nace a partir de las películas de Leopoldo Torre Nilson de los años sesenta, como la que acabamos de nombrar.
Quienes desfilan anónimos por el documental ¿Qué sois ahora? destacan la fuerza que el grupo tenía en vivo. Declaran que si la fecha era compartida, usualmente las bandas sonaban mal, muy para atrás, y los Reincidentes siempre se escuchaban prolijos. Demostraban una manifestación artística que era por momentos demasiado, muy conmovedora y fuerte. Si te cautivaba era muy poderosa. Pero claro, ese coqueteo con la masividad se pierde si una banda no se ampara en la ley del estribillo, que la gente pueda rápidamente memorizar y las emisoras de ese momento perciban adecuado como para pasar todos los días. Si bien hay velocidad en Reincidentes, esta se encuentra en los ritmos, en los tiempos y en la cadencia, pero no en su capacidad digestiva. No es una banda para escuchar meramente de fondo mientras se lavan los platos tipo podcast. Tampoco es que cuenten con un aire irremediablemente esnob, sino que todo lo contrario. De nuevo, los ritmos y la idea de la banda fue en esencia netamente popular.
En 2001 aparece Mi suerte, un EP que en la tapa ostenta la bola 8 del pool. 2003 trae el LP Miguita de pan, 2005 el disco Traje y en el 2007 la despedida con el LP Capricho, compuesto por covers de The Cure, Pascar Comelade, Talking Heads y cuenta con la introducción, los créditos y la parte sonora de la película Whisky.
No se sabe si el stop fue por cuestiones personales o artísticas. La banda se separa vía mail. Enviado a una cadena de correos de personas que recibían las noticias de la banda.
Pienso en el vacío que dejaron de esta forma: es difícil pensar quién ocupaba el lugar de Reincidentes. Entonces, una vez que la banda deja de existir, es complicado teorizar e incluso divagar en cuanto a quién puede llegar a llenar ese vacío. Una banda tan particular, cuyo lugar no estaba para nada definido, estaba en movimiento y viraba entre lo difuso, la niebla.
Capricho se dice que es un disco gap filler. Discos que llenan una brecha, pueden ser discos en vivo, lados B, rarezas, de covers. Es decir que cuando una banda saca un gap filler es porque está tomando envión para pegar un salto mucho más alto. Significa, muchas veces, que la banda está tomándose un tiempo para reinventarse. Y la ruptura cae justo en la promoción de ese disco, lo que causó no solo tristeza por parte de la audiencia, sino que también sorpresa. Vía mail, lo que muchos adjudican que fue una forma Reincidentes de dejar todo. Por correo. Algo que les hace justicia, que alimenta el mito, esa intención por eliminar la individualidad y acrecentar lo colectivo como forma de alcanzar la cúspide creativa. El final de la banda, dispuesto de esta forma, a través de un mail, le hace justicia al grupo. Una banda que sencillamente desaparece, sin un concierto final de despedida. La pequeña orquesta reincidentes no existe más, ese era el asunto que aterrizó en las casillas de aquellos que formaban parte de la cadena.
La esperanza de una reunión se espera como quien sostiene una pequeña victoria escondida en el pecho. El documental cierra, luego de ese desfile de imágenes en movimiento, borrosas, recopiladas de paisajes, shows en vivo y ensayos, con la presencia de varios miembros hablando a la cámara. Guillermo Pessoa cuenta que antes de que el grupo desapareciera tenían pactado un Solís acá en Montevideo, un disco casi terminado y una gira por Europa. Y bien paga.
"Me puse mi mejor traje para esperar el silencio", dice una de sus canciones. Tal vez no esperaban otra cosa.
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