1920. Una sociedad de beneficencia, Entre-Nous, estrena el primer largometraje de ficción uruguayo: Pervanche. Lo dirige León Ibáñez Saavedra y lo protagonizan Gladys Cooper de Buck y María Magdalena Villegas Márquez. Cinco años más tarde, el marido de esta última compra todas las copias de la película y las destruye. No queda nada de aquel hito nacional cinematográfico y se pierde en la bruma del tiempo. La trama, el elenco, y la historia son apenas recuperadas por estudios realizados mucho tiempo después.
2025. Es enero, Montevideo está desértica y, en consecuencia, las opciones culturales escasean. Una cuenta de Instagram bajo el nombre de Pervanche es creada. Se presenta como un cineclub, y detrás hay cuatro mujeres: Iara López (licenciada en Comunicación Audiovisual y estudiante de Licenciatura en Letras), Manuela Roca (realizadora cinematográfica), Clara Vázquez (licenciada en Comunicación Audiovisual y estudiante de la Licenciatura en Letras) y Carolina Vázquez (estudiante de Licenciatura en Comunicación).
Se conocieron trabajando en la programación del festival Detour. Todas compartían las ganas de hacer algo nuevo. Así nació Pervanche, un espacio en el que no solo se miran películas, sino que también se abren espacios de discusión y reflexión sobre las mismas.
La unión no solo se gesta a partir del nombre. Sea en 1920 o en 2025, ambos proyectos son llevados a cabo por mujeres y simbolizan una reivindicación. En el caso más reciente, se brinda un espacio con entrada libre y pretende abarcar círculos que vayan más allá de la cinefilia, la realización audiovisual y la academia.
El primer ciclo se llama "Verano en la ciudad" y está integrado por tres películas: La virgen de agosto (2019, Jonás Trueba), Le rayón vert (1986, Éric Rohmer) y Summertime (1955, David Lean). Se realiza en el espacio Tatú, ubicado en Buenos Aires 314. La primera edición se llevó a cabo el jueves 9 de enero, la segunda y tercera serán el jueves 23 y jueves 30 respectivamente.
Cortesía de la producción
¿Cuándo comenzaron a planificar Pervanche?
Manuela Roca (M.C.): Nosotras el año pasado cursamos nuestro último año en el Detour, y cuando nos fuimos nos daba pena dejar de trabajar en programación, porque es algo que nos encanta. Y ahora, sobre el final de año, nos juntamos un par de veces, nos organizamos y salió el cineclub, pero fue algo un poco espontáneo.
Carolina Vázquez (C.V.): En realidad, tenemos un antecedente, que es el de la proyección “Filmar la democracia”. En el Detour hicimos una proyección que nos había gustado mucho y nos quedamos con la idea de volver a hacerla. Se llamaba “Retrospectiva electoral” y reunía tres películas: una que había entrado ese año al Detour y que era sobre las Elecciones de 2019, y después otras dos que eran películas de archivo, una sobre las Elecciones del 85 y otras sobre las del 62. Nos había gustado porque estuvo demás, pudimos ver películas de archivo, hablar sobre el patrimonio fílmico y además la hicimos por el año electoral. Nos habíamos quedado con esas ganas. Yo, que también formo parte de otro proyecto, Estado de Vigilia, que es una revista de crítica, escribí un artículo sobre esa proyección. Volvimos a repetirla nosotras con la revista y la hicimos en el mismo espacio en el que estamos haciendo Pervanche, y la hicimos el viernes antes de las elecciones.
Iara López (I.L.): Nos conocemos hace varios años y siempre teníamos esa necesidad, más allá del trabajo que hacíamos, que era más institucional. Sentíamos que había una falta, algo que, para nosotras, como espectadoras y asiduas concurrentes de cosas culturales vinculadas al cine, no estaba satisfecha. Entonces siempre fantaseábamos con hacer otra cosa. Tal vez no como cineclub, pero la intención de hacer un espacio así viene hace tiempo. Nos parece que hay una carencia de lugares que permitan un diálogo profundo sobre estos temas, porque los festivales no parecen serlo. Debería serlo, pero termina siendo insuficiente. Entonces dijimos: “hagamos nosotras el lugar al que querríamos ir y donde nos sentiríamos contentas y satisfechas, ¿qué es lo mejor que podemos hacer hoy, lo más accesible y realizable? Un cineclub”. Ahí tomó forma Pervanche como proyecto, primero, y luego su manifestación como cineclub.
Cortesía de la producción
El hecho de que sea de libre acceso también apela a brindar ese espacio de reflexión.
I.L.: Nos parecía importante que la gente, si quería ir, pudiera y que no hubiera una limitación económica. Me parece que eso facilita a que la gente se enganche más.
C.V.: A veces cuando cobrás entrada, la gente no va tanto.
M.R.: La intención es que sea libre, tenemos un sobre a colaboración, pero es voluntario.
El hecho de no tener ingresos puede ser un desafío. ¿Cómo y por qué eligen a Tatú para llevarlo a cabo?
I.L.: Nos interesaba que fuera un lugar no convencional, un lugar alternativo que encajara con nuestras pretensiones. Consideramos algunas opciones, pero nos parecía que era el lugar que más encajaba con nosotras y teníamos la facilidad de que caro los conocía, conocía el proyecto y estaba afín. El Tatu es un colectivo artístico que fomenta distintos tipos de arte. Nos parecía ideal, lo probamos en noviembre y funcionó muy bien.
C.V.: Tatu es un espacio que hace muchísimas cosas, desde toques, jams, cuestiones relacionadas a la moda, desfiles, talleres. Lo arrancaron unos unos amigos míos y después se volvió un proyecto gigante. A mí siempre me gustó, primero por la ubicación: me parece que está bueno que sea céntrico y en un lugar muy lindo de Montevideo como Ciudad Vieja. Sentimos que hay una concordancia entre los dos proyectos, entre querer hacer algo alternativo y que fomentara la cultura y que también sea autogestionado.
Iara López
Pervanche es una película perdida, ya que el marido de una de las protagonistas quemó todas las copias. ¿Cómo deciden que ese sea el nombre del videoclub?
M.R.: En un momento estábamos buscando ideas para el nombre y tirando nombres de películas y referencias de textos. Saltó Pervanche y a las cuatro nos encantó la historia, nos parece muy interesante traer a la conversación la historia cinematográfica de nuestro país, profundizar sobre eso, entender de qué va la película, que pasó con las copias. La pareja de una de ellas la manda a quemar, no se sabe si es por celos del personaje que hacía ella o porque le parecía vulgar que una mujer de la sociedad estuviera actuando. Creo que ese tipo de información no está muy a la mano, incluso para las personas que estudiamos o hacemos cine. Nos parecía valioso volver a popularizar ese tipo de cosas.
C.V.: También hay una cuestión de que cuando se hace el repaso histórico de la historia del cine uruguayo, casi que no se nombra a Pervanche. Solamente la gente de la academia que profundizó sobre el cine uruguayo y su historia, porque coloquialmente siempre se nombran las mismas películas. Está bueno porque Pervache, si bien no surge como la intención de hacer cine como una industria o un proyecto cinematográfico que nace desde el amor al cine, sino que nace para reunir fondos, es un colectivo de mujeres que se pone a la cabeza hacer eso. Nos parecía interesante reivindicar la idea de que en el cine uruguayo hay mujeres desde sus inicios y que no es solamente la historia lineal que siempre se tiende a contar.
M.R.: Capaz que hoy en día no nos vemos tan paralelas a este grupo de mujeres, porque eran aristócratas que hacían este tipo de eventos y películas para recaudar fondos. Pero la iniciativa fue de ellas, el guion lo escribieron ellas, todo lo filmaron ellas, ellas actuaban. Fue la primera ficción del país.
I.L.: Fue un espíritu emprendedor que vimos y que nos hablaba a nosotras. Y nos obliga a indagar en la historia del cine uruguayo con esa óptica de lo perdido, lo silenciado y también lo femenino, siendo nosotras mujeres. Es algo que en otros ciclos más adelante queremos hacer propuestas que tengan que ver con eso.
Cortesía de la producción
En este primer ciclo, hay un paralelismo con lo que es Montevideo en enero, básicamente una ciudad desértica. ¿Fue un riesgo empezar con el cineclub a esta altura del año?
I.L.: Era un riesgo para nosotras empezar en enero. Lo discutimos bastante y dijimos: “bueno, probemos a ver qué puede pasar”. Realmente no hay nada cultural para hacer en enero, entonces capaz que la poca gente que está acá le pinta y conoce una propuesta buena. Tuvimos un poco de razón, porque fueron entre 80 y 100 personas, no esperábamos ese número, para nada. Elegimos empezar con un ciclo muy referencial, que se llama “Verano en la ciudad” y elegimos películas de mujeres que están en ciudades en verano. Nos gustaba empezar con esa ligereza de esas películas concretas que elegimos. Más adelante vamos a hacer cada mes un ciclo distinto y vamos a cambiar totalmente de idea, también vamos a proponer cine nacional. Pero para el primero nos parecía que estaba buena esa temática.
¿Cómo se organizó la curaduría de películas y directores?
M.R.: Las películas se eligieron solas. Fuimos proponiendo y empezó a pasar que estas tres eran estúpidamente paralelas, eran igualitas, las conexiones cinematográficas y conceptuales, la forma en que se comportan las protagonistas. Los problemas que tienen son muy parecidos, y a la vez cada una es única y tiene su particularidad, y está adaptada en el tiempo que fue filmada. Cuando dimos con esas tres anclas dijimos: “son estas las películas”.
I.L.: La tercera (Summertime) nos pareció la opción más rara porque nos parece que no está tan vista, fue una sugerencia de Clara. Nos gustó esto de programar de atrás para adelante —la más nueva primero, después la de los 80 y después la de los 50—, y encontrar en todas ellas esos mismos temas tratados de manera muy similar.
Carolina Vázquez
¿Qué impresión les dejó la primera edición del ciclo?
C.V.: Nosotras teníamos algunos puntos temáticos que nos interesaba discutir. Primero, eso de trazar una línea entre las protagonistas y el vínculo con las otras películas. Pero también nos interesaba discutir algunos puntos como la visión masculina sobre los problemas, o estas crisis existenciales femeninas porque las tres películas son dirigidas por hombres. Justo se da la casualidad de que el guion de La virgen de agosto está escrito con la actriz. Son personajes muy particulares, de a ratos se escapan de lo convencional, son atrevidas y también son un poco incomodas de ver en muchos sentidos. Una de las líneas que queríamos tomar era esa, pero en realidad la charla derivó en muchas cosas. Incluso hubo puntos opuestos, se dio una construcción muy linda con el público.
M.R.: Hay un poco de timidez. A medida que vayan pasando los encuentros, la gente se va a ir ablandando. Pero también veías en los asistentes mucho deseo de hablar y de conversar, y la gente que es realizadora o que escribe se nutre de estos espacios y tiene ganas de interactuar.
I.L.: Nos pareció re interesante que había gente que no conocíamos y que no necesariamente era del mundo audiovisual, del cine o que tuviera formación. Simplemente son espectadores como todos y los aportes son mucho más ricos, porque no es simplemente técnico y con apreciaciones teóricas. Queremos fomentar eso y queremos charlas largas. Verlo juntos y después conversar y profundizar.
M.R.: No necesariamente nos interesa programar lo que nos genera comodidad o nos gusta. Hay pila de discrepancias, particularmente yo que tengo con algunas pelis, pero aun así me parece super interesante hablar de eso, de lo que no es agradable o lo que no me parece tan correcto. Eso también se dio y fue super interesante.
Cortesía de la producción
Vienen de un lugar común, pero tienen formaciones que no son estrictamente iguales. ¿Qué sienten que cada una aporta en el proyecto?
I.L.: Si bien tenemos puntos en común importantes para poder hacer esto juntas, llevarnos bien y entendernos, cada una tiene opiniones muy diversas. Caro tiene mucha experiencia en proyecciones de este tipo porque ya ha hecho varios cineclubs y la tiene clara. Además, tiene una formación interesante de archivo y de historia de cine uruguayo.
C.V.: Yo trabajo en el Laboratorio de Preservación Audiovisual (LAPA), en la UdelaR. Creo que la formación de archivo nos nutrió mucho en la proyección anterior, pero a mí el nombre Pervanche, que no se me ocurrió a mí, me encantó. Iara y Clara, que tienen una formación que viene desde las letras, tienen más presente esa cuestión más narrativa y literaria. Me doy cuenta de que cuando miran las películas están pensando esas cuestiones más allá de la imagen. Yo creo que me fijo más en las cuestiones estéticas.
I.L.: Manu es realizadora y es muy buena, pero además trabaja en lo vinculado a las redes sociales y la tiene clarísima. Es muy rápida, nos enseña.
C.V.: Parte del triunfo de Pervanche es la cuestión visual, está muy coordinado, muy planeado. Nosotras lo charlamos mucho, Manu nos trajo pila de ideas.
I.L.: Otra cosa que funciona en el colectivo es que no tenemos problema en decir que no. Nos estamos cuidando entre nosotras todo el tiempo, dando otra perspectiva sobre lo mismo y somos muy respetuosas con las opiniones de las demás. Eso realmente nos sirve para hacer lo mejor posible. Hay confianza para decir lo que sí o lo que no. Pero todo surge muy rápido porque no hay grandes debates.
M.R.: Hemos encontrado un buen funcionamiento horizontal en el que nos permitimos ceder si es necesario ceder.
Manuela Roca
El proyecto invita a pensar el cine desde otro lugar. ¿Sienten que el consumo masivo de entretenimiento y contenido en la facultad perjudica a estos espacios de reflexión?
I.L.: Creo que hay un bombardeo de cosas. Hay un montón de opciones: espacios de exhibición, festivales. Hay de todo, pero no hay lugares para pensar y reflexionar. No es que entramos a cambiar nada, pero por lo menos vamos a generar un espacio donde eso esté garantizado. De hecho, vamos a completar los ciclos con un episodio de podcast. La idea es poner en común todo lo que vivimos en las proyecciones, pero también hablar en sí del ciclo, necesitamos un lugar para poner todo junto, no de cada película, sino del ciclo y el tema. Queremos hacer algo cuidado y también que quede, porque la exhibición es efímera. El podcast nos puede permitir dejar algo.
C.V.: Creo que hay nichos dentro del audiovisual, yo he pasado por varios. Como dijo Iara, hay muchos espacios de exhibición que no tienen reflexión, y hay muchos espacios de reflexión que no tienen exhibición. Nos parecía importante combinar las dos porque hay una riqueza en eso. Por suerte, creo que últimamente han empezado a haber algunos proyectos que se alinean con nosotras. Nuestra idea es que eso trascienda la cinefilia, porque dentro de los nichos siempre va a haber gente que quiera consumir eso, pero la idea es hacerlo con acceso libre y que salga un poco del mundillo de los realizadores, los cinéfilos y también de la academia. Trascender la academia, la cinefilia y la realización para generar un espacio que sea más accesible a todo público. Quizá la gente va a Cinemateca, al Cine Universitario o a algún cine comercial, y va, consume y se queda con ganas, y no necesariamente estudió cine. Está bueno generar un espacio para esa gente.
¿Planean los ciclos y la programación sobre esa base y teniendo en cuenta a este público?
C.V.: Creo que las películas que estamos proyectando ahora son bastante accesibles.
M.R.: Tengo pila de confianza en la audiencia. Me parece que un poco ese es nuestro deber, hacer una propuesta accesible, sin subestimar. A veces uno en los copy o textos usa léxico rebuscado y propuestas súper intelectuales, y las películas son llamativas, pones un frame y son interesantes.
I.L.: Son personas que obviamente les interesa el cine porque fueron o están siguiendo al proyecto, entonces están abiertos a lo que propongamos. Eso nos permite arriesgarnos con propuestas. También es importante que haya confianza en la curaduría detrás. Nosotras también sentimos que es re importante poder charlar sobre las películas, las entendés y la terminás de captar en la conversación, aunque sea con tus amigos en la puerta. Favorecer eso nos parece lindo.