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Contenido creado por Catalina Zabala
Música
Mr. Moondial

Pose, looks y desmayos: crónica del show de Quevedo en el Antel Arena

El cantante español se presentó en Montevideo este domingo 15 de junio.

16.06.2025 12:51

Lectura: 9'

2025-06-16T12:51:00-03:00
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Por Catalina Zabala
catazabalaa

La noche del 15 de junio fue una de dicotomías. Con un público adolescente y mayormente femenino, el show de Quevedo en el Antel Arena reflejó lo que el artista viene buscando hace un tiempo en su carrera: ofrecer una nueva perspectiva dentro del género urbano. Uno que hace años congrega a jóvenes —y no tan jóvenes— en su entorno y les aporta la vía de escape que parecen estar buscando. A través de los sonidos intensos y beats repetitivos del reguetón y letras que hacen posibles los deseos más reprimidos, los oyentes se olvidan, por un momento, de sus preocupaciones.

Y la música de Quevedo lo consigue. El joven de 23 años lidera las listas de Spotify con 26 millones de oyentes mensuales. Conquistó los sonidos latinos, o estos lo conquistaron a él, y esta fusión enamora a su público de manera constante. Con una voz tan profunda y difícil de imitar, Quevedo es inconfundible.

La globalización permite que dos puntas opuestas del mundo se unan a través de un sonido, una palabra, una señal. Que nos sintamos identificados incluso en la diferencia más radical que nos proponga un otro. Porque nos vemos reflejados en ella. Que un cantante español elija dedicarse principalmente al reguetón, originario de lugares muy distantes al suyo, y que encabece el panorama musical. 

Por esto mismo, la experiencia del show en vivo de hoy es otra. Los tours se vuelven virales en plataformas como TikTok o Instagram cuando apenas están comenzando. Esto le brinda publicidad gratuita al artista, pero también puede jugar malas pasadas. Uno ya sabe con qué se va a encontrar, y las expectativas son altas. Queda poco margen para la sorpresa.

Cabe destacar que “Buenas noches”, la gira de Quevedo que nos convoca, propone un claro rebranding del artista. Un cambio radical en su estética. Abandona los buzos de capucha y la identidad visual del trap para optar por algo más clásico: blazer y pantalón de vestir en conjunto. En este caso, todo de negro. Pelo bien peinado con gel, y joyas. La estética y el decorado visual que acompaña el show pone en pantalla el lujo de celebridad. Alfombras rojas, flashes y cámaras de paparazzis son constantes en el imaginario del “Buenas noches” Tour, todo pintado de bordó.

Intenta mezclar dos mundos que hasta ahora no parecían combinables. La soltura y la pasión del reguetón con la clase, el lujo, y la postura. Quiere romper con ese prejuicio instalado que vincula al reguetón con lo vulgar. El show de Quevedo se vio directamente marcado por la pose, los detalles visuales bien cuidados, y por esta misma línea, poca emoción. Porque el cantante parecía haber adoptado este rol de celebridad, este lugar exclusivo e inaccesible. Pocas palabras, pocos movimientos, lentes de sol. Lo VIP no es para todos.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Como ya se ha visto en tours de gran calibre hace algunos años, hoy las producciones de los shows son conscientes de la presencia de lo digital, y lo trabajan a su favor. Como lo hacía Rosalía hace tres años en su “Motomami” Tour, la noche de ayer Quevedo fue seguido por las cámaras de manera constante. Así, las pantallas ofrecían una perspectiva ambiciosa para quienes se encontraban lejos del escenario. Primeros planos de abajo, de arriba, de atrás. Las cámaras se movían alrededor del artista en todas direcciones e interactuaban con él. Y flashes constantes. Desde el comienzo al final del show, el canario se mostró como una estrella, en sintonía con el concepto del tour.

Sin la presencia de teloneros, el show comenzó a las 21:10 de manera sencilla, con los tres primeros temas de su reciente álbum Buenas noches (2025). Sonaron “Kassandra”, “Duro” y “Chapiadora.com”, con su lírica sexual despreocupada: “Pa olvidarte me fumé la chusta que quedaba con tu pintalabios, y le puse a otra loca el tanga que había en el armario”. Deseos reprimidos que se cumplen.

La voz inconfundible nunca falló. Comenzó a cantar e hipnotizó. Luego de estas tres canciones se dirigió a su público, algo que no se dio en muchas ocasiones durante el show. “Buenas noches Montevideo, los veo con energía. Muchas gracias a todos por venir y por todo el apoyo que me dan. Quiero preguntarles si están preparados para pasar unas buenas noches conmigo, ¿sí o no?”.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Así comenzaba su segundo show en Uruguay.

Siguió con los temas de su nuevo álbum: sonaron “14 febreros”, “La 125” y “Los días contados”.

En este punto TikTok volvía a hacer de las suyas, porque llegaba el momento de “Halo”. Uno de sus hits más exitosos del nuevo álbum. Y con él, manos al cinturón, movimiento de cadera y bailarines. El baile viral de TikTok. Si los celulares en alto y grabando abundaban desde el primer minuto, ahora se sumaban los pocos que faltaban. Todos querían mostrar en redes su perspectiva de “Halo”. Porque hoy, para bien o para mal, los shows se viven en gran medida a través del otro. Necesito mostrar que estuve ahí. Si no queda registrado ya no vale tanto.

Para ser uno de los momentos más esperados de la noche, la realidad es que la energía no sobró. En el campo de pie contra el escenario, donde suelen acumularse los mejores fans, poca gente saltaba. El ambiente fue frío en varias ocasiones, como el aire invernal que rodeaba el recinto esa noche de domingo.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Más tarde, anunció una antigua canción con su colega la Pantera. Era el turno de “Piel de cordero” con micrófono de pie. Luego llegaría la primera pausa, en la que volvía a agradecer a su público y desaparecía para su primer cambio de vestuario. Las pantallas proyectaban antiguos videos de los comienzos de su carrera, cuando no llenaba los recintos que colma hoy. Y ahí sí, varios fans se emocionaron.

Tras pocos minutos volvió a aparecer sentado en una silla de musculosa gris. Habla del principio de su carrera y del álbum Donde quiero estar (2023), y de Canarias. Presente en cada lugar al que va. Porque si hay algo que nunca olvida, es la tierra de su infancia. Pero cuando anunciaba la tan esperada “Sin señal”, aparecía el primero de cinco cortes repentinos en el show. El español paraba la música y preguntaba si estaba todo bien en el campo.

El concierto se vio constantemente interrumpido por problemas de seguridad en el sector de la cancha. Jóvenes que se desvanecían entre los apretones del resto del público, y un abastecimiento de agua gratuita que no daba a basto. “¿Ahí pasó algo? Hagan un hueco para que se pueda pasar, pobrecito”. Y aplausos. La primera de cinco.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Retomó con los antiguos hits del álbum previo, aquellos que le dieron fama. Sonó “Playa del inglés”, y llegaba el segundo corte por seguridad: “Habrá momentos en los que saltemos, a mí me encanta que salten, pero vamos a tener cuidado para que no pase nada. Avisen rápido por cualquier cosa que les pase”. Llegaban los hits: siguió con “Wanda”, “Vista al mar”, “Punto G” “OA” y “Pero tú” con Karol G, mientras miraba el baile de su mejor bailarina con actitud de deseo. Y sí, otro momento viral de TikTok. Pero esta canción se vio interrumpida a la mitad y retomada desde el principio.

El cantante volvió a pedir seguridad, esta vez más cansado: “A ver si los de seguridad pueden sacarlos más rápido; yo los veo desde lejos pero no puedo hacer nada. Avisen, y si pueden ayudarse entre ustedes es mejor para que podamos seguir con el show”. Pero se iba a continuar interrumpiendo.

Estos cortes constantes perjudicaron la construcción de un clima que se venía generando de manera muy lenta. Costó formar un ecosistema apto. Ante lo que el cantante veía suceder las pausas eran inevitables, pero le jugaron en contra. Si bien el público del campo era tranquilo, parecía haber un malestar general en términos de salud sin explicaciones obvias. Pero los mareos continuaron.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

“Romeo y Julieta”, “APA” junto a Mora, y una nueva pausa. Cambio de look. Volvió con un conjunto blanco de pantalón holgado, remera de manga corta, abrigo atado a la cintura y cadena de plata. Llegaba “Qué asco de todo”, en pose. Se sentó en la escalera con su alfombra roja. En este punto el show intentaba tomar un tono más melancólico y abrir el corazón. Aparecían las lentas. Momento de “Noemú”, él en medio de una fila de pies de micros. Cantaba solo mientras se preguntaba con aires de dolor: “¿Qué nos ha pasado?”.

De a poco volvía la fiesta con “Shibatto” e “Iguales”, para la que pedía el canto de los hombres. Y se desataba el clímax. Quevedo con cámara en mano ofrecía un primer plano autorreferencial para las pantallas, y otro momento viral: era el turno de Gran Vía, su colaboración con Aitana. Seguía con “Columbia” y “Buenas noches”, la que cierra el álbum que lleva su nombre. Esta vez, con la bandera de Uruguay en el cuello y vaso de whisky en mano. Pose.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Para cerrar, eligió mezclar dos de sus más grandes éxitos. “Mr. Moondial”, su colaboración con Pitbull, y su Bizarrap session, “vol. 52”. O mejor dicho, “Quédate”. Pedía al público que saltara, “es la última canción”. Y para sorpresa de muchos, efectivamente lo fue. Terminó, soltó un “hasta la próxima”, subió las escaleras junto a sus bailarines y desapareció. Luces encendidas. El público se preguntaba si quizás volvería a salir, pero parecía improbable.

El show de Quevedo terminó a las 23:00 de forma abrupta. Sirvió su voz tan característica, presente en todo momento y sin fallas. Sirvió estética visual, moda y looks. Tuvo sus momentos de intensidad, alegría y melancolía, pero en varias ocasiones faltó algo. Se trató de un show centrado en reguetón, trap y sonidos más bien latinos, la expectativa de fiesta era inevitable. Y el riesgo de la masividad virtual radica en este punto: el fanático ya lo vio en su celular. Ya sabe lo que le van a mostrar. Esto expone al artista. Le exige mayor intensidad emocional y capacidad de cautivar, y esto no siempre se consigue.

Por Catalina Zabala
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