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Contenido creado por Agustina Lombardi
Música
Quiero puré…

Redescubriendo a Los Tontos: “¡Toda buena banda necesita su apedreada!”

El histórico grupo de rock tuvo un homenaje en los festejos por los 23 años de la sala Zitarrosa y hablamos con dos miembros originales.

03.11.2022 16:25

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2022-11-03T16:25:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

A 35 años de su disolución, un grupo de jóvenes liderados por Sebastián Gavilanes, “el Gavilán”, junto a más de 20 músicos, rinde tributo el jueves 3 de noviembre a una de las bandas más populares del rock posdictadura en Uruguay: Los Tontos. El concierto será en el marco de los 23 años de la sala Zitarrosa.

Si bien para toda una nueva generación puede tratarse de un grupo desconocido, en la década del 80, aquella fue la primera banda de rock en alcanzar el disco de oro a nivel nacional. Con una postura irreverente, aires new wave y textos provocadores que no temían exhibir fibras de humor, Los Tontos se colaron en una escena lúgubre y nihilista que trascendió rápidamente, incluso en la región.

En 2018 falleció su cantante, co-compositor y bajista Renzo Guridi, a quien muchos conocimos como Teflón. Para esta crónica contactamos en Buenos Aires, Argentina, al guitarrista Fernando Calvin Rodríguez y en Indianápolis, Estados Unidos, al baterista, co-compositor y mentor Leonardo Trevor Podargo Baroncini.

El éxito y el fracaso, los conflictos y las hazañas, la ovación y la detracción. Una charla honesta y merecida sobre una banda aún chispeante y lejos de la extinción.

Leonardo Baroncini: Mirá, Los Tontos es una banda que tomaba ciertos elementos estéticos del punk, quizás una actitud, pero que tenía más asidero en el dadaísmo. Queríamos que el mensaje fuera lo más alejado del panfleto, que fuera un puñal a clavar, pero que hubiera que escuchar dos veces para entender. Es una banda que valoraba muchísimo el absurdo y el humor como expresión. Una banda humilde. Nosotros no sabíamos qué iba a pasar con nosotros. Cuando tocábamos en el garaje de Mabel, la mamá de Calvin —que nos aguantó un montón, pobrecita—, lo hacíamos para nosotros. Cuando salimos en Graffiti se convirtió en una banda que fue una sorpresa, para nosotros tres, para el público y para Orfeo (el sello editor que predominaba en la escena rockera de aquel tiempo).

El embrión de Los Tontos fue el proyecto Los Cortapalos, con el que, a fines de la dictadura, Leonardo Baroncini intentaba convencer a Alberto Mandrake Wolf de conformar un trío musical. De aquel intercambio artístico nacería el tema que los consagraría y que, a dieta de puré de hueso y seso, les permitiría crecer en la escena musical local: “El himno de los conductores imprudentes”.

L. Baroncini: Yo trabajaba en el Poder Judicial como empleado público, y escribía a máquina de escribir. Cuando no tenía nada que hacer me ponía a escribir letras. Fue así que escribí “la del puré”, todo alrededor de la idea de “She loves you”, (yeah) de The Beatles, y se la llevé a Alberto Mandrake Wolf. En ese momento queríamos hacer una banda que se llamara Los Cortapalos —como el club de los sobrinos del Pato Donald—. Tenía que ser un trío: Hugo, Paco y Luis, pero que al final nunca se conformó; éramos solo Mandrake y yo (Risas). En aquel momento le llevé la canción y él hizo la música, y lo mismo con “Sr. Juez”.

Yo seguí escribiendo letras, todas medio sarcásticas, y en un momento se me ocurrió el nombre Los Tontos. La cuestión es que nadie quería tocar en una banda que se llamara así, hasta que encontré a Renzo [Guridi] y después a Calvin [Fernando Rodríguez].

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Baroncini se saltea una etapa, transitoria pero anterior. Antes del ingreso de Calvin, el tercero en la formación había sido Santiago Tavella. Tras su breve permanencia y consolidación con El Cuarteto de Nos es que ingresa Fernando Rodríguez y se produce una rotación en la interna de Los Tontos. Renzo comienza a hacerse cargo del bajo y Fernando de la guitarra.

Cuando apenas consolidaban su repertorio reciben una tentadora propuesta discográfica: integrar nada menos que la ensalada Graffiti (Orfeo, 1985) junto a bandas mayormente posicionadas en la escena rockera: Los Estómagos, Los Traidores, Neoh 23, ADN y Zero.

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¿Qué saben de esa leyenda de que Alfonso Carbone (histórico productor y promotor discográfico) quería incluir a Estados Alterados (Banda Uruguaya, no la colombiana) en la ensalada Graffiti y que, supuestamente, como tempranamente se había disuelto al momento de cerrar la grilla, Gustavo Parodi (guitarrista de Los Estómagos por aquel entonces) le propuso incorporar a Los Tontos?

L. Baroncini: Los Estómagos sabían de nosotros porque yo tocaba con ellos y se reían de nuestras locuras. Puede ser también lo de Estados Alterados, no lo sé. Pero sí que un día Parodi le dijo: “Si necesitas una banda, están Los Tontos”.

¿Ya eras Trevor Podargo (seudónimo artístico de Leo Baroncini) en ese momento?

L. Baroncini: No, todavía era Leo Baroncini. Incluso, en la foto de Graffiti salgo sin la peluca (Risas). La peluca surgió después, cuando Los Tontos comenzaron a tener popularidad. Ahí Los Estómagos me dijeron: “Loco, no queremos compartir batero; afecta la imagen de la banda”. Entonces les dije: tranquilos, yo me pongo una peluca y me cambio el nombre. Calvin y Renzo se cambiaron también en nombre en solidaridad conmigo. (Fernando Rodríguez pasó a ser Calvin y Renzo Guridi adoptó el alias de Teflón.) El tema es que después no íbamos a poder tocar, porque el batero era el mismo y me tuve que ir. Elegí Los Tontos, por supuesto, era mi banda.

F. Rodríguez: Lo que sí es cierto es que en el Graffiti la mayor parte de las bandas grabaron dos temas.

¡Es cierto! De ustedes se incluye solo un tema y en el lado B de aquel vinilo.

L. Baroncini: Eso prueba que nadie tenía idea de lo que iba a pasar; fuimos cuartos en el lado B. Habitualmente, las apuestas discográficas siempre iban en primer y último surco de cada lado, porque eran los que más cómodos le quedaban a los DJ. Orfeo no confiaba en nosotros, o al menos no era a los temas que apostaba. ¡Pero explotó!

Fue tan fuerte el estruendo tras la presentación del Graffiti en el Teatro de Verano, que Orfeo desarmó lo programado y eligió el disco (homónimo) de Los Tontos como el primero a editarse de todas las bandas de aquel compilado de culto. (Los Estómagos ya contaban con Tango que me hiciste mal, pero Los Traidores ni siquiera habían debutado aún)

L. Baroncini: Claro, de hecho, Los Estómagos iban a grabar primero La Ley es otra (segundo álbum, publicado un año después). Pero Carbone dijo: “Vamos a aprovechar la popularidad que están teniendo Los Tontos; grabemos inmediatamente”. Pospuso el disco de Los Estómagos y grabamos nosotros. Y lo increíble fue que en muy poco tiempo se convirtió en disco de oro, algo inusitado para esa época. Fue el primer disco de oro de una banda de rock posdictadura. Para Orfeo fue un elemento de márketing muy fuerte para comercialmente darle fuerza al rock nacional, y para nosotros fue una alegría tremenda.

Poco antes del reconocimiento discográfico, había que firmar contrato entre la banda y la casa disquera. El acuerdo estándar establecía una regalía de apenas 3% para la parte artística y pautaba una relación contractual por tres álbumes. Sin embargo, Los Tontos se envalentonaron con la repercusión y fueron por una retribución mayor.

L. Baroncini: Yo no recuerdo por qué estaba Hueso (Hernández, bajista de Estómagos) conmigo, pero me acuerdo de tener una reunión con Carbone en la que fui a discutir el porcentaje de regalías. Le dije a Carbone que queríamos un 6% en vez del 3%. Carbone renegaba del acuerdo hasta que, en un momento —convencido de que no iba a perder—, me dice: “Mirá, si superan las mil copias, yo les doy el 6%”. Yo sabía que vender 500 copias en un año para un disco de rock era prácticamente una hazaña. ¡Vos fijate que Los Estómagos habían vendido 700 copias desde que habían sacado Tango que me hiciste mal! Cuando me dijo eso, yo ya daba por imposible que vendiéramos esa cifra en un mes. Cuando llama al departamento comercial la cara se les desfigura, queda rígida y se empieza a morder el bigote. Cuando cuelga el teléfono, me mira y me dice: “Leo, ¿sabés cuánto vendieron?”. No me olvido más de esa cifra: 2019. Fiel a su palabra, nos dio el porcentaje prometido.

Fernando Rodríguez: Leo es la memoria de todo aquel proceso, se acuerda de todo. Yo tenía 20 años, era re pendejo.

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En aquel momento, Calvin y Teflón tenían a penas 20 años, pero Trevor era unos años mayor, tenía 26.

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F. Rodríguez: Ese disco se grabó y mezcló en 30 horas. Tuvo más tiempo “El puré…” (Himno de los conductores imprudentes) en relación a todo resto del disco (otras 11 canciones). “El puré…” tuvo diez horas y el resto del disco 30. Era una locura… Grabamos en IFU y no existía la edición, eran solo 8 canales analógicos. Así que siempre prevalecía la toma caliente y copada.

L. Baroncini: No olvidemos que Carbone, que era un tipo abierto e inteligente, sabía que si llegábamos a un disco de oro iba ser una cosa muy importante para todo el rock nacional, no solo para Los Tontos. No hay que olvidar que en aquel momento había bastante hostilidad y resistencia del canto popular. Después cambió todo…

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Aquella cifra de ventas, de cierta forma, confirmaba la trascendencia del rock. A las dos semanas los llamó para decirles que habían llegado a las 3 mil copias. Eran disco de oro. (Poco después alcanzarían también el de Platino.)

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La inusitada popularidad de la banda generó movimientos en la escena rockera local, cierta displicencia en parte de la crítica cultural y alguna de las bandas de trinchera.

L. Baroncini: Por supuesto que teníamos nuestros detractores, como Raúl Forlán Lamarque (fallecido en 2004, a los 45 años) y sus acólitos. Había sido compañero mío del liceo. Nuestras canciones les encantaban hasta que alcanzamos el disco de oro. Desde ese momento, nuestras canciones se convirtieron en comerciales.

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Si bien las canciones de Los Tontos se bailaban y radiaban sin parar, y su disco seguía vendiendo copias, su repertorio difícilmente podía considerarse como una propuesta comercial. Al menos, no había ninguna composición que a priori cumpliera con la mínima formalidad del éxito enlatado. Temas como “Pasame la escoba”, “Menéndez el demente”, “El gerontocida”, “Ana la del quinto”, “La gordita 103” o “Elmer el gruñón” (conocida como “Bugs Bunny”, otro de los temas de Los Cortapalos, musicalizado por Javier Silvera) no eran jingles promocionales de buena conducta, sino piezas provocadoras con estructura de canción. Muchas de esas, incluso, no eran más que denuncias disfrazadas de todo un clima de opresión.

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¿Qué tres canciones fueron las primeras en integrar la lista para este homenaje?

El Gavilán: “El esotérico”, “Ana la del quinto”, “El gerontocida” y “Quiero puré”, (El himno de los conductores imprudentes). Esas fueron las primeras que anoté. “Esotérico” me gustaba sobre todo por aquella frase que decía: “Afilo mi Gillette en la pirámide (Risas).

“Elmer el gruñón” es buenísima, la entendía, pero dudada… La letra es tremenda: “Elmer, cuidado, los conejos juntos pueden hacer mucha fuerza”. Eso es elegancia para decir lo que había que decir.

Fueron 12 las canciones que elegí. Después le pasé la lista a los invitados y cada uno fue eligiendo y tachando. Pero alguno pidió temas nuevos e incluimos un par más, así que son 14. Va a ser muy pintoresco, va a pasar todo el mundo por ahí.

Esa popularidad que se dispara a partir de éxito del disco, ¿creen que rompió el proceso paulatino que se supone debería recorrer toda banda, de ir transitando escalonadamente el ascenso? ¿Creen que fue contraproducente para la estabilidad de Los Tontos?

L. Baroncini: Fah, la verdad que no lo sé.

F. Rodríguez: Yo lo que sé es que la carrera de Los Tontos fue muy veloz. Y eso sí, afecto mucho la estabilidad. Fue muy rápido. Grabamos “El puré…” y luego se hizo el show del Teatro de Verano, donde la compañía vio la reacción del público. Nuestro pequeño set puso de pie a la gente y a bailar todo el teatro; era una locura. Ahí ya, la compañía Orfeo nos puso a grabar. Al toque e inmediatamente surgieron las giras y los conciertos. Fue a toda velocidad y eso sí que pudo haber afectado alguna toma de decisiones y tensiones internas.

L. Baroncini: No estábamos preparados, nos sorprendió y dejó descolocada a la mayoría del rock nacional. No esperaban lo que pasó. Yo siempre digo: estábamos todos los grupos en la misma bañadera y de repente, tres loquitos se subieron a un taxi y llegaron antes al destino. ¡Eso descolocó a todos!

***

Una vez que Los Tontos consumaron el éxito y demostraron que tenían mucho más que un hit, el clásico one hit wonder, tenían que planificar el álbum sucesor: Los Tontos al natural (Orfeo, 1987). Para eso buscaron primero mejorar el registro y en Buenos Aires encontraron el adecuado estudio de grabación: Moebio, del uruguayo Carlos Píriz. Para entonces, la banda ya comenzaba a experimentar diferencias internas. Si bien la tensión siempre había sido una constante de producción, las rispideces entre Trevor Podargo y Renzo Teflón comenzaban a afectar el trabajo.

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Más allá de la critica o el rencor de cierto sector de la escena, la implosión vino desde adentro. Calvin, ¿vos eras el conciliador?

F. Rodríguez: Sí, cada uno tenía un rol dentro de la banda y parte del mío era que estos dos [Leo y Renzo] no se mataran (Risas). Yo era el conciliador, el benjamín de la banda y les tenía mucho respeto, pero estos eran dos temperamentales. Eran discusiones muy tensas.

¿Por qué discutían? ¿Era sobre el rumbo musical de la propuesta artística o sobre la perspectiva comercial-administrativa del proyecto?

F. Rodríguez: No, era sobre la propuesta; sobre el manejo de las canciones, la composición, y —en honor de la verdad— había una cuestión también de autoría. Esa es la mecha… En parte, por eso en el segundo disco ya firmábamos todos la composición musical.

L. Baroncini: El primer disco fue divino, nos cagamos de risa y éramos como hermanos. Después empezó a haber una cuestión de autoría. Yo escribía una letra y si Renzo le cambiaba una palabra, la canción pasaba a ser de Renzo y mía. Pero si él traía una letra y yo le cambiaba alguna palabra, la canción seguía siendo de Renzo. Después, además comenzaron cuestiones estilísticas. Sabíamos cuál era nuestro techo y había cosas que no quedaban bien dentro de la propuesta, ni tampoco técnicamente. Era difícil hacernos entender. Él decía: “A mí me gusta y lo voy a hacer igual”, pero había cosas que no podía cantar porque no llegaba a los tonos de la melodía.

F. Rodríguez: Y lo mismo me pasaba a mí. Si no me daban los dedos tenía que simplificar y renunciar. Siempre teníamos esa actitud interna despiadada. No teníamos un productor. Entre nosotros teníamos que lidiar con eso. El segundo disco es un capítulo aparte.

Gavilán: Es difícil definir su música. ¿Sabes qué pasa con Los Tontos? Yo me sé todos los piques, los cortes de platillo, las líneas de bajo, pero nunca los había sacado en la guitarra en mi vida. Y Los Tontos tienen eso que también tienen los Beatles; son tan amables al oído que la música te parece sencilla y no lo es. Cuando vas a sacar los temas… Ay, ay ay. Tan hermoso y tan simple. Cuando se me ocurrió lo del homenaje y empezamos con la banda a sacar las canciones que íbamos a tocar… ¡Fah! Hay que tocar. Su música es tan elegante, con soltura, y letras tan ingeniosas. Es como leer un libro de cuentos… Ese conjunto de cosas es lo que hace de Los Tontos una banda súper especial.

¿Es un disco en conflicto?

L. Baroncini: Sí, fue un disco en conflicto. Nosotros queríamos demostrar que no éramos una banda de un disco o un tema y que teníamos mucho para decir. Las presiones internas y externas hacían muy difícil la grabación. Pero además pasó otra cosa…

F. Rodríguez: Fuimos a Moebio en Buenos Aires, donde grababan muchos artistas consagrados: Fito, Soda, etcéters. Nos grabó la ingeniera Laura Fonzo y en la producción nos ayudó Jorge Sadi; nos instalamos en su casa. La verdad que hicimos tremendo laburo, pero cuando escuchamos el corte, la masterización era una porquería y el prensado peor, una catarata de agudos insoportables. Les dijimos: “Esto no es lo que nosotros entregamos. Habíamos gastado mucha guita y la compañía ya no quería tirar para atrás y lo largaron igual. ¡Una locura!”

L. Baroncini: Carbone decía: “Se va a vender igual”. Y sí, ese segundo álbum fue disco de oro antes de salir a calle, pero no era lo que habíamos trabajado.

Más allá del problema técnico, en esa grabación ya estaban muy cruzados. Sé que salían de la misma casa en Almagro e iban por caminos distintos al estudio.

L. Baroncini: Calvin y yo por nuestro lado, y Sadi y Renzo por otro. Renzo y yo solo hablábamos para pelear. Sí, el segundo disco se grabó en esas condiciones terribles.

F. Rodríguez: Eran dos tanos terribles… ¡Mamita! (Risas). Pero la verdad que tuvimos momentos tan buenos que no se puede creer. Era una forma de gestión particular. Las tensiones estaban siempre, incluso cuando nos llevábamos bien. Los procesos se nutrían también de eso, del antagonismo de nosotros.

L. Baroncini: Es verdad, pero hay que señalar lo trascendente que ha sido Renzo en nuestras vidas —la de Calvin y la mía—. Es una cuestión indeleble, un tatuaje emocional. Nos podemos haber peleado a muerte y odiado, pero la importancia de este individuo es innegable. No seríamos lo que somos si no hubiésemos tenido esa simbiosis.

F. Rodríguez: Aparte, en la última recta se hicieron las paces… y se llevó dos amigos. Tenemos más situaciones para recordarnos felices que de las otras.

L. Baroncini: Las risotadas entre pelea y pelea eran de esas que te hacen doler la barriga.

Entre riñas y risotadas la banda regresa a Montevideo y presenta el álbum en un evento multitudinario, la fiesta por los 250 programas de Videoplips, el programa que Carbone tenía en canal 5 y que reunía a buena parte de la escena nacional de rock.

L. Baroncini: Sí, ese disco se presentó en el Palacio Peñarol, donde tocaron un montón de bandas y nosotros cerramos. Todos tocaban unas cuatro canciones y nosotros hicimos todo el disco porque Carbone quería que hiciéramos la presentación. Salimos a escena luego de atravesar un gran papelógrafo con la tapa del disco impresa. Nos fue muy bien, aunque después tuvimos nuestros detractores que decían que habíamos sido injustamente favorecidos tocando más que los demás. Ese concierto se grabó; fue un show bárbaro.

F. Rodríguez: Renzo era un frontman increíble, estupendo.

L. Baroncini: Es verdad, tenía una habilidad extraordinaria y un desparpajo único. Era otra de las cosas atractivas de la banda, el carisma de Renzo.

***

Luego de edición de aquel disco mal “cortado”, con notorias fallas en su masterización, el suceso continuó en ascenso. Comienzan a trabajar en La Cueva del Rock, un programa musical en la pantalla de Canal 4, en el que entrevistaban a bandas colegas y hacían gala de su estrafalaria condición. (Existen algunos registros por la red).

***

Los Tontos se presentan en Argentina y poco más tarde en Chile, con cuatro conciertos programados. Allí los acompañaba Fabián, uno de los hijos del humorista uruguayo Enrique Almada, y los escoltaba la banda anfitriona Valija Diplomática, que tocaría como apertura en cada presentación.

L. Baroncini: Cuando fuimos a Chile habíamos llevado un montón de discos de bandas uruguayas para mostrarle a los de la EMI y a algunas productoras lo que se estaba haciendo acá. Habíamos editado en Chile y queríamos ver si se generaba una circulación.

Nosotros íbamos a tocar cuatro conciertos, uno de los cuales iba a ser en Viña del Mar. Pero ahí nos prohibieron por obscenos (Risas). Así como había pegado acá “El puré”, la canción que había pegado allá había sido “Mi guaterclo azul” (ayer se me perdió) —versión en joda del tema de Silvio Rodríguez—. Cuando bajamos en el aeropuerto de Chile, nos estaba esperando la prensa, fanáticos y los chicos de Valija Diplomática. La primera pregunta que nos hace un periodista fue: Ustedes que vienen de un país que acaba de entrar en democracia, ¿qué piensan de la situación política en Chile?”. Renzo y yo nos miramos desorbitados… Cualquier cosa que dijéramos podía terminar con nuestra gira y conciertos, quedar presos o anda a saber qué con una dictadura como la de Pinochet. En ese segundo, Calvin —que era siempre el más rescatado— se adelanta, le agarra el micrófono al periodista y le dice: “¡Flaco, recién llegamos, no nos rompan las pelotas!”  (Risas).

F. Rodríguez: Era peligroso y cualquier cosa que dijéramos y no les gustara terminábamos colgados de los pulgares.

L. Baroncini: [Miguel] Olivencia nos había dicho: “En Chile no canten la canción ‘Policía’, aquella de ‘Un policía golpea mucha gente, dos policías golpean mucho más; tres policías golpean mucha gente, seis policías te pueden magullar’. Y en medio de toda la efervescencia y la increíble aceptación que experimentábamos, sin meditarlo demasiado, la empezamos a tocar. Terminamos, hubo un momento silencio y estalló el agite, los aplausos, y nosotros contentos con la pequeña picardía. Cuando vamos al camerino con los Valija Diplomática, estábamos tomando unos piscos, y de repente entra la policía, dos gendarmes grandes y preguntan por Los Tontos… Yo recuerdo que casi se me abren los esfínteres. (Risas). Los tipos querían autógrafos. (Risas) Sí, sí, cómo no. Toma, toma…

Meses más tarde, en febrero del 88, son convocados una vez más ser parte de la grilla de Montevideo Rock II, cuyo escenario esta vez se montaba en el estadio Franzini. Había varios artistas extranjeros: Charly García, Fito Paéz, Paralamas, GIT, Los Pericos, Los Cadillacs, y por supuesto varias bandas de acá. Los Tontos a penas llegaron a tocar cuatro temas, ya que luego de esquivar varios proyectiles, un pedazo de baldosa les sugiere a abandonar el show.

L. Baroncini: Nosotros tocamos 208 conciertos en menos de tres años y solo nos tiraron cosas en un concierto. Por lo que, si te pones a ver, estamos ganando 207 a uno. Pero como éramos Los Tontos, fue una cosa muy publicitada. Y como justo nos separamos después, se le dio una trascendencia que en realidad no tuvo. Nosotros nos bajamos del escenario porque, entre los bizcochos y frutas, nos tiraron una baldosa. Pero yo en ese concierto —en que vi varias bandas desde arriba del escenario— recuerdo que le tiraban cosas a todo el mundo antes que a nosotros. Recuerdo que una naranja le pegó en la rodilla a Fabiana Cantilo cuando cantó con Charly García.

Se ensañó con nosotros un grupo de pintas. Hay rumores de que era una banda que había ido a tocar a “La cueva del rock”, cuya grabación no había quedado bien; sonaban muy mal en vivo. Los pintas se miraron toda la temporada a ver cuándo salían y nunca salieron, el sonido no había quedado bien. Aparentemente alguno de la banda y sus fans se ensañó con nosotros en ese Montevideo Rock II.

Eso afectó muchísimo a Renzo.

F. Rodríguez: A mí el que me avisó que parábamos fuiste vos [apunta a su excompañero en filas]. Vos me dijiste que Olivencia [manager del grupo desde los inicios] paraba por el pedazo de baldosa que había pasado entre los teclados de Jorge Sadi y reventado contra los hierros del escenario. De todas formas, estuvo bueno. ¡Toda buena banda necesita de su apedreada! (Risas). ¡Nunca contaron cuando nos tiraban corpiños! ¿Cómo es eso? Por un cacho de baldosa, ni siquiera una baldosa entera (Risas).

Pocos meses después debían volver a grabar. Trevor y Calvin proyectaban resarcir el error y finalmente alcanzar un disco que sonara de verdad, al que titularían: “Nunca pasa nada en Islandia”. Anhelaban viajar a Río de Janeiro y grabar en Sigla, un mítico estudio donde entre otros había trabajado Paralamas y Charly García había grabado “Parte de la Religión”. Pero Renzo quería primero una mejor paga y el proyecto se embarcó en una nueva negociación que terminaría en Jeje y Chau Jetón!

L. Baroncini: Renzo quería una determinada cantidad de dinero, para los tres, no solo para él. Y Carbone decía que no. Pero Renzo estaba emperrado en obtener más, tanto que Carbone fue a consultar con sus jefes, los Gioscia. Nosotros, con Calvin, creíamos que si se calentaba podía tirar abajo el proyecto. La cuestión es que nos juntamos en el bar de la esquina de El Palacio de la Música y Renzo ahí nos dice: “Me voy”. Bueno, pensémoslo. Grabamos este último disco y si querés después te vas. “No, no grabo nada”, nos dijo, y no lo pudimos convencer. Fuimos a la reunión con Carbone, y Alfonso con una sonrisa que le borraba el bigote dice: “Muchachos, tienen la guita”. Sí, lo que no tenemos es a Renzo, le dijimos (Risas). ¡Quedó de la nuca! Se re calentó y dijo: “Ustedes tienen un contrato firmado y si quiero los puedo obligar”. Y ahí le respondimos que ya habíamos grabado el segundo disco en unas condiciones terribles, con Renzo interesado en grabar… Imaginate lo que iba a ser esta grabación en Brasil con un tipo que no quiere ya estar en la banda. Para cumplir, le dijimos: te grabamos un disco nosotros.

F. Rodríguez: Aceptó, pero ya no nos dio la guita ni salió la posibilidad de grabar en Brasil. Nos dio 60 horas en Elvisur, y arreglátelas.

L. Baroncini: Reclutamos la ayuda de Carlos da Silveira y sus secuencias —porque yo quería entrar con las baterías ya todas secuenciadas para no perder tiempo—. Yo le dije a Calvin: “a este disco le vamos a poner Chau Jetón!” Y Calvin —siempre más tranquilo— me responde: “No, cómo le vamos a poner así”. Descartamos todo lo que habíamos hecho con Renzo y compusimos todas canciones nuevas y un día estaba programando la máquina en el garaje de Calvin y de repente se abre la puerta, entra echando humo y me dice: “¿Sabes cómo le va a poner Renzo a su disco? Jeje. Ahora sí, al nuestro le vamos a poner Chau Jetón!” (Risas).

De todas formas, esos dos discos, tanto el de ustedes (Chau Jetón!) o el de Renzo (Jeje) no tenían dardos cruzados como los de John y Paul con How Do You Sleep? o Too Many People, ¿verdad?

L. Baroncino: No, mensajes cruzados no. Una vuelta que yo volví de España, nos juntamos a tomar una cervezas y nos cagamos de risa de los discos. Y sí, él me confesó que Jeje era en referencia a nosotros, de la misma forma que Chau Jetón! lo habíamos hecho para él.

Tonto y re tonto, el homenaje. 

El recital homenaje que preparó Gavilán y su banda recorrerá 14 canciones de su repertorio y tendrá como invitados a Alejandra Wolff, Alejandro Spuntone, Diego Drexler, Fata Delgado, Gabriel Peluffo, Gastón Puentes, Eli-U, Agustina García, Jorge Nasser, Mandrake Wolf, Maia Castro, Max Capote, Tabaré Rivero, Álvaro Apagón Albino.

Sebastián Gavilanes: Yo creo que nací músico, pero las canciones de Los Tontos siento que me marcaron profundamente. Tengo un gran sentimiento de alegría de hacer un homenaje a esas canciones. No es a Renzo, a Calvin o Trevor, es a Los Tontos y sus canciones. Es como hacer un homenaje a mi propia historia, cuando ponía varias latas como si fuera una batería y jugaba a ser un Tonto.

¿Jugabas a ser Trevor?

Sí, pero me gustaba cantar también, o sea que era Trevor/Renzo. Yo quería ser baterista, pero no quería estar atrás. Además, en casa no había dinero para una batería. Luego me pasé a la guitarra. Me fascinaba esa música y o era un Beatle o era un Tonto.

En el ADN de tu música, si escucho tus discos random identifico más Beatles que Tontos.

Sí, porque seguí más en la atmosfera de Beatles, pero nunca dejé de escuchar Tontos.

Todo esto es como una especie de quijotada, ¿no?

Sí, tal cual. Estaban los molinos y yo iba de frente. (Risas) Para mí es un proyecto muy grande y de mucha carga emotiva. Me interesa que todos estén contentos con esto: Calvin, Trevor, los técnicos, la banda y los invitados. Eso es lo primero para mí.

¿Pensaste en que participaran Trevor y Calvin?

Sabía que estaban lejos de acá y no se me pasó por la cabeza. Recién en medio del proceso, en reunión con la sala Zitarrosa se barajó la posibilidad. Después, por temas de agenda no podían viajar y a Trevor además lo atropelló un auto y se quebró la cadera. Va a haber sorpresas y van a estar, incluso Renzo. ¡Vamos a estar todos allí!

¿Los llegaste a ver en vivo?

No, jamás. Mi viejo trabajaba en una imprenta y una vez me dice: “¿Sabés que hoy estuvieron Los Tontos?”. Y mi vieja lo cagó a pedos por no pedirles un autógrafo para el botija. (Risas) Eso fue lo más cerca que estuve de Los Tontos.

Jueves 3 de noviembre, 20:30 horas Sala Zitarrosa

Invitaciones a través de www.tickantel.com.uy o boletería de la sala.

Desde las 14:00, conciertos en la Plaza Fabini: Florencia Núñez, Gonzalo Deniz, Ana Prada y Julieta Taramasso, Alfonsina, MagikaSoul, Mínima y Fulana de Val, con entrada libre.

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico