Documento sin título
Contenido creado por Manuel Serra
Cine
Walk on the wild side

Relatos salvajes: el lado animal del humano o el permiso para explotar todo

Mirar esta película me resulta una experiencia catártica, porque permite exorcizar esos impulsos primitivos a través de la imaginación.

05.12.2022 12:16

Lectura: 7'

2022-12-05T12:16:00-03:00
Compartir en

Por Diego Sardi

Título original: Relatos Salvajes / Director: Damián Szifron / Año: 2014

País de origen: Argentina, España, Francia, Reino Unido / Duración: 2 horas y 2 minutos / Disponible en HBO Max

¡Escuchá la columna de forma auditiva!

A veces no me creo capaz de convivir en comunidad como un ser humano civilizado. O al menos, como la sociedad espera que nos comportemos. Especialmente en esta época del año, en que al hecho de que ya estamos todos cansados se suma la carrera por comprar regalos para un sinfín de amigos invisibles en shoppings saturados de gente apurada, la ansiedad de tener que pasar las fiestas con nuestra familia, el ejercicio casi inviable de concentrar en dos semanas una cantidad de despedidas y comidas con gente que hace años que no vemos, como si se fuera a acabar el mundo —que tampoco es lo peor que nos podría pasar—. Todo esto mientras la temperatura aumenta día a día, calentando las calles asfaltadas y volviéndonos más intolerantes, de a un grado a la vez. Al igual que muchos, me esfuerzo por controlar todos los instintos animales dentro de mí, que pelean por salir en tanto se acerca diciembre. Y mientras observo a una sociedad al borde de la regresión a su estado primitivo, me pregunto: ¿somos humanos tratando de domar a nuestro animal interior o somos animales tratando de comportarnos como humanos?

Sé que estoy exagerando. Somos seres civilizados, si omitimos algunas borracheras que se salieron de control y arranques de ira ocasionados por el ruido de las motos con caño recortado. En general, logramos tener a la bestia interna adormecida, casi sin manifestarse. Sin embargo, como bien demuestra Damián Szifron en las seis historias cortas que componen Relatos salvajes, es cuestión de que se den las circunstancias correctas para que nuestro lado más animal se desencadene y salga a hacer estragos.

Así lo ilustra la historia de Mauricio (Oscar Martínez), un hombre de familia que cuando su hijo recurre a él porque atropelló a una mujer embarazada y huyó de la escena, intenta usar su fortuna para evitar que lo manden a la cárcel. Nervioso y corto de soluciones, se le ocurre proponerle al viejo jardinero de su lujosa casa que tome el lugar de su primogénito, declarando que él era quien conducía el auto cuando el accidente y que acepte ir a la cárcel a cambio de una “generosa” cantidad de dinero. Es en esos momentos de desesperación que, por más avergonzados que digamos estar, nuestro lado salvaje se despierta y nos muestra qué somos capaces de hacer para conseguir lo que queremos. Por ejemplo, eliminar al eslabón débil. Sin embargo, en la lógica de la supervivencia del más fuerte, rápidamente Mauricio se verá acorralado por buitres avaros que vieron en su debilidad una oportunidad para enriquecerse.

A veces, no es que nuestro lado salvaje esté adormecido, sino que nos hemos vuelto expertos en disimularlo o reprimirlo. Y así, hasta por un tema de ahorro de energía personal, no lo dejamos salir ante cada provocación externa, como podrían ser todas las veces que nos sentimos abusados por un sistema ineficiente e injusto que nos controla. Pero ese no parece ser el camino a una sociedad civilizada porque todo lo que nos tragamos termina explotando con mucha más fuerza. Es así que cuando en el medio de la noche llega a un restaurante de carretera el usurero arrogante y abusivo (César Bordón) que remató las tierras del padre de la moza (Julieta Zylberberg), que lo llevó a quitarse la vida, la cocinera (Rita Cortese), una expresidiaria amargada harta de los corruptos al poder, decide hacer justicia por mano propia. “Así está el país: todos quieren que alguien les dé el merecido a estos personajes pero nadie se atreve a mover un dedo”, dice en un arranque de indignación tras sugerir ponerle veneno de ratas a la comida del prestamista. De la misma forma, en otra de las historias, Simón (Ricardo Darín), agotado de que la vida lo bastardee —empezando por la grúa que se llevó su auto dos veces de manera injusta y siguiendo por la esposa (Nancy Dupláa) que le pide el divorcio cansada de lidiar con él— decide no reprimir más su ira y hacer explotar todo lo que cree que está mal en este mundo. 

Mientras que reprimir nuestro lado salvaje no parece ser la solución, darle todo el control también tiene consecuencias catastróficas. Así lo cuenta la historia de Romina (Érica Rivas), que cuando descubre en su fiesta de casamiento que su esposo invitó a la mujer con la que la está engañando, entra en un espiral de desquicie que termina con la amante estrellada contra un espejo de pared, el esposo con una cuchilla en la mano y los invitados asustados, rehenes de la locura de los novios. De la misma forma, en otra de las historias, un tal Pasternak rencoroso se las ingenia para reunir en un vuelo a todas las personas que lo lastimaron y se rieron de él a lo largo de su vida y hacer caer el avión con él adentro en la casa de sus padres, los causantes originales de todas sus desgracias. Es que dar rienda suelta a la bestia interna no es solo dañino para nuestro entorno, sino que es autodestructivo. Así lo cuenta la historia de Diego (Leonardo Sbaraglia), quien tras ser provocado en la carretera por un conductor ordinario que le tranca el paso, permite que su ego herido tome el volante y con tal de demostrar que él no se deja pisar por nadie, se embarca en una pelea torpe pero sangrienta con el otro conductor, que concluye en la muerte de ambos.

No es que el ser humano tenga un lado animal, sino que es un animal en sí, solo que de una especie diferente a las que conocemos. Mientras que las bestias sacan su lado salvaje dominados por los instintos que los llevan a cubrir sus necesidades básicas —como alimentación, refugio, reproducción o supervivencia—, el ser humano lo hace controlado por otras motivaciones más sofisticadas, dignas de su condición de evolucionado, como lo son los celos, la avaricia, la baja autoestima, el rencor, la ira o cualquier otra herida del ego. Entiendo lo de que el hombre es un salto en la evolución de las especies, pero a veces me pregunto si saltamos en la dirección correcta.

Sin embargo, como muestran varios de los personajes de la película, el problema no está en nuestra condición de animales, sino en negarla. Al final, la mayoría de las catástrofes que ocurren son por no haberse sabido relacionar con ese lado salvaje, tratando de reprimirlo o cediéndole el control, en lugar de reconocerlo e integrarlo. Y creo que un primer paso es contemplar esos instintos salvajes con cariño, porque podrán ser feos, destructivos o humillantes, pero son verdaderos. Mirar Relatos salvajes me resulta una experiencia catártica, porque me permite exorcizar esos impulsos primitivos a través de la imaginación y querer a los personajes en tanto me reconozco en ellos. Seguramente sea una de las mejores formas de prepararme para esta época del año, en que la bestia interna empieza a relamerse y a sacar las garras entre tantos días agitados. Feliz diciembre.

*Diego Sardi (Montevideo, 1990). Productor de contenidos audiovisuales y docente. Es coordinador académico del departamento de Cine y TV de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Montevideo. Cursó una Maestría en Producción de Cine en Columbia College Chicago. Trabajó en Chicago y en Los Ángeles para productoras de cine y TV, en el Sundance Institute y el Festival de Sundance en 2017.

Por Diego Sardi