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Música
Y aún yo te recuerdo

Ricky Espinosa: el réquiem a modo de flema del último punk marxista y un irremplazable

El 31 de diciembre hubiera cumplido años uno de los mayores exponentes de la música argentina: culto, polémico y, sobre todo, inigualable.

05.01.2024 13:34

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2024-01-05T13:34:00-03:00
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Escribe Juan Gabriel López | @galopezjuan

Ricky Espinosa fue uno de los máximos exponentes en la historia del punk en castellano, de eso no hay duda alguna. La acción de resumir en una sola pieza su obra, su vida y su muerte, es un movimiento un tanto difícil de lograr; y es que las tres temáticas engloban también innumerables aristas, subtemas y anécdotas, todas dignas de rememorar y útiles a la hora de describir quién fue aquel mítico cantante y compositor de Flema, Flemita y Flemones.

A lo largo de su trayectoria, Ricky no estuvo exento de polémicas. Los medios amarillistas (y los medios en general) lo tildaron de anarquista, terrorista, satanista y nihilista. Pero su forma de componer, sus actos y sus maneras de vincularse con su contexto inmediato, lo convierten en el máximo exponente no sólo del punk en español, sino también de un cierto marxismo cultural dentro del arte mismo. Por su análisis crítico de la realidad asfixiante en la que vivía, por sus orígenes obreros, por su forma de crear música y de relacionarse con los demás, pero también por su rebeldía espontánea, revolucionaria y contingente, Ricky Espinosa es el último punk marxista.

Barrio obrero

En el último día del año 1966, en el barrio obrero de Gerli (partido de Avellaneda, al sur del conurbano bonaerense) llegaba al mundo Manuel Ricardo Espinosa, hijo de Orlando y Sofía. El hogar nunca estuvo falto de comida, pero como en toda familia de orígenes obreros, en la vida de los Espinosa jamás sobró nada. Con mucho esfuerzo, su padre le regaló una primera guitarra y, si bien Ricky tuvo un par de clases de música, una mala nota y el enojo con su profesor, hicieron que se lance al autodidactismo.

Así, por las noches Ricky se la pasaba encerrado y creando letras de las que sus padres no tenían idea. Todo lo que escribió y compuso, guardó especial relación con el modo de vivir y de sentir de su época. Ricky era un estudioso, un culto, gran conocedor de historia, política, filosofía y literatura, pero no era ningún snob. Al contrario, sus características físicas y su origen barrial, lo convirtieron siempre en un blanco fácil de discriminación, racismo y opresión.

Es que durante los 90’s, década de auge neoliberal en la Argentina, las clases media y alta supieron disfrutar de buena capacidad ahorrativa a costilla de, por supuesto, las clases bajas y obreras. El cuento corto era bien sabido por personas como Ricky que en sus letras no escatimó en manifestarlo. Por ejemplo, en la primera entrevista relevante que tuvo, manifestó: “La idea política viene del nivel social en el que vivimos. La plata no nos alcanza para estar todos los días borrachos, pero nos gustaría”. Más adelante, daría a entender que los (sus) problemas con las adicciones, eran fruto de un contexto social donde todo está mal y pinta para peor.

El existencialismo como última herramienta de aquellos que no ven futuro fue un tema que, de manera aguda y chillona, gritó el líder de Flema. Además de los problemas de salud mental y las adicciones, los sentimientos del hombre que no debería mostrarse débil y el odio a la policía y a la hipocresía social, fueron un cocktail explosivo de temas tocados en la composición del artista. Aquí, lo que Marx y Ricky nos dicen, el punto de unión entre la “Teoría del Capital” y la composición espinoseana, es que la historia y la realidad no deben ser contadas desde el lado de los ganadores, de los opresores ni de los caretas… sino por aquellos que realmente la viven y forman.

Ricky doble o nada

La carrera musical de quien supo ser líder de Flema no tiene mucha vuelta. Entre 1981 y 1986 participó en Overkill y Stress, dos bandas más bien metaleras. A fines de 1986 se acercó a Flema, grupo que ya estaba formado y allí siguió como único miembro estable hasta su trágico deceso en 2002. Al principio, durante un tiempo hubo cierto vaivén de integrantes, quedando como fijos los hermanos Fernando y Santiago Rossi, además de Alejandro Alsina.
En 1988, la participación en el disco ‘Invasión 88’, el cual recopiló a las mejores bandas del under punk del momento le dio un impulso a Flema para juntar algo de reconocimiento. Acto seguido, la revista Pelo (quizás la más importante de aquella década a la hora de contar qué pasaba en el circuito musical) los presentaba como una banda que salía a “provocar asco, repulsión y bronca en todos los lugares”. De este mote los Flema se hacían cargo, pues en innumerables ocasiones la pasión y el amor entre el público y Ricky, se manifestaba como intercambio saliva, orín y distintos fluidos.

“Vamos a vomitar a todos. A Sourrouille (ex ministro alfonsinista), por trucho, y al laburante que lo acepta y no salta. Al recibir un vómito en su ropa planchadita por su mujer, dirá: ‘En este mundo hay algo que anda mal’", declararía Flema en su primera entrevista importante. Vomitar en el obrero cipayo que borra su origen de clase y vota al que lo oprime, parece más que la actitud encausada de un descarriado anarquista, la reacción de un marxista que se preocupa por el velo ideológico que hace andar a las personas de a pie.

Sin embargo, los fluidos asquerosos y la actitud rebelde de Ricky no eran algo 100% de su esencia. Ricky era alcohólico y tenía problemas con algunas adicciones más. Por más que en su himno cante “si yo soy así no es por culpa de las drogas, no es por culpa del alcohol”, los que rodearon a Ricky sabían que era una persona distinta cuando bebía. Su padre, en “Ricky Espinosa: El Documental” declararía que su hijo no se suicidó, que fue todo un accidente producto de su enfermedad, que era el alcoholismo.

Así, la cantidad de anécdotas que suceden al Ricky alcoholizado, sin freno y endemoniado, son eternas. Escupir a un policía, agarrarse a golpe de puños con cualquier persona que pase cerca, orinar en la barra de un bar, son algunos ejemplos. Por supuesto, todo esto le dio de comer a la figura mítica del rockero descarriado que la prensa tanto se encargó de incriminar. Inclusive, cuando la mayoría de los entrevistadores se careaban con Ricky, estos parecían denigrarlo con altanería; mientras él, inmutable, les respondía con la altura propia de una persona que le sobran modales y cultura para no ponerse a la par de aquel que buscaba minimizarlo.

No hay persona alguna que lo haya conocido y que destaque su lado demoníaco o endemoniado. Todos los que rodearon a Ricky se deshacen en elogios por dos razones: la primera, su humildad, inteligencia y carisma, que lo hacían un fuera de serie para la época; la segunda, claro está, es la música.

Ricardo Espinosa rompió con la forma de hacer punk de su época. En primera instancia su voz chillona no es una voz que esté muy presente en la historia del género; tampoco las letras “sensibles” o existencialistas son una característica del punk. Si bien los Sex Pistols le cantaban al nihilismo y bandas como The Clash (o más acá, Los Violadores) incluían la partícula combativa en sus composiciones, lo de Flema era aún más directo, no tan de “cuadro político”, más cercano a la realidad cotidiana y no tanto a una revolución de las instituciones. Como si el propio Marx encarnase en un muchacho de Avellaneda, el punk de Ricky hablaba de tomar las riendas del propio cuerpo.

De por qué es esta historia importante para la actualidad

La vida de Ricky Espinosa culminó un 30 de mayo de 2002 después de grabar las voces para “5 de Copas”, séptimo álbum de estudio de Flema. Su final fue algo tan trágico como atípico. Después de perder un partido por penales en la PlayStation de Luis Gribaldo, Ricky saltó por la ventana de aquel quinto piso en el departamento de Luis, dando fin a su vida.

Por qué mantener el legajo de Espinosa con vida es una pregunta que tiene muchas respuestas. Primero y principal, la solidaridad de Ricky y el espíritu Do It Yourself presente a lo largo de su obra lo colocan como un referente. Si bien el líder de Flema no gustaba de artistas como Nito Mestre y Fito Páez (a los que les dedicó la canción de Flemita llamada “No Me Gustan Los Jipis”), Ricky no tenía problemas con ninguna banda por fuera de las del mainstream. Sus primeros cassettes eran grabados caseramente y nunca cobró una entrada por fuera de los parámetros de los que una persona de barrio no pudiese pagar. Dinero que juntaba, dinero que invertía en la felicidad de sus amigos.

El ejemplo más crucial de la generosidad de este líder es Flemita. La banda surgió en 1997 con el fin de hacer covers de Embajada Boliviana y Sin Ley, dos grupos que eran considerablemente pequeños al lado de lo que Ricky ya había logrado. Para él, éstas dos bandas, que estaban a punto de quebrar y separarse, eran las mejores de la Argentina, motivo suficiente para hacerles tamaña difusión. Además, cuando Ricky no tocaba sin camiseta, salía en los grandes escenarios de Buenos Aires o en entrevistas televisivas, vistiendo remeras siempre de bandas pequeñas.

Así lo hizo también cuando fundó Flemones, una banda que sólo tuvo por objetivo telonear a The Ramones en una visita a la Argentina. El nombre de Flema ya estaba manchado por los escándalos e incidentes de sus presentaciones, así que la elección de Flemones fue una suerte de guiño irónico al prohibicionismo. Todos estos gestos eran buenamente retribuidos por público y colegas, quienes no escatimaban en palabras de amor hacia el líder de un movimiento que es y será siempre irreemplazable.

El cariño fue tal, que cuando Ricky falleció la casa funeraria que estaba destinada a despedir sus restos físicos, no aceptó que los fanáticos se presenten en el lugar, por lo que lo velaron en la casa de sus padres. El frío y la llovizna eran tremendas esa noche, pero por larguísimas horas los punkies de la época se congregaron para despedir al más grande de los suyos. El cementerio de Avellaneda donde los restos de Ricky yacían, también fue motivo de polémica. Cada aniversario de su muerte, los fanáticos graffiteaban el lugar con la leyenda “Ricky no murió”. Las autoridades pidieron que se retire el cuerpo de la tumba, y la familia no tuvo más opción que cremarlo. Hasta el día de hoy, se desconoce qué pasó con las cenizas de Ricky, pero lo que es seguro, es que el último punk, el último marxista, yace en el corazón y en el espíritu punkie de una enorme y creciente cantidad de personas.