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Música
Wild Child

Rimbaud, Blake, Huxley: a 80 años de su nacimiento, una lectura filosófica del Rey Lagarto

La búsqueda de Morrison es una carrera contra el tiempo, porque nunca estuvo dispuesto a pasar por este mundo de manera inocua.

08.12.2023 15:14

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2023-12-08T15:14:00-03:00
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Por Diego Paseyro
dpaseyro

“Cuando la diversión muere, se convierte en el Juego.

Cuando el sexo muere, se convierte en el Clímax.

Todos los juegos contienen la idea de la muerte”.

-The Lords. Notes on Vision (antología poética de Morrison -1969)

El primero de marzo de 1991 se estrenó en Estados Unidos la película que diera cuenta de la vida y obra de Jim Morrison y The Doors. Dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Val Kilmer, haciendo las veces del Rey Lagarto, la película dejó más dudas que certezas. Una suerte de exageración caricaturizada del cantante acompañó toda la narrativa, dejándolo siempre en una especie de trance chamánico psicodélico.

Si de algo nos privó la película, fue, paradójicamente, de saber quién fue Jim Morrison. Porque ese avatar errante que se pasea durante casi tres horas con pantalones de cuerpo y torso desnudo, siempre en una postura performática híper psicotrópica, poco tiene que ver con aquel muchacho introvertido, oriundo de Melbourne, Florida, nacido el miércoles 8 de diciembre de 1943, que antes de cumplir catorce años ya se había mudado siete veces de hogar, debido al trabajo itinerante de su padre, almirante del primer navío nuclear.

En definitiva, si pretendemos acercarnos a la figura de Morrison, como poeta, como intelectual y pensador, comenzar por el largometraje de Stone sólo nos conduciría a un sin fin de lugares comunes de lo que estereotípicamente se conoce como “rockstar”: una persona indolente, soberbia, errante y poco sistemática. Todos atributos que no le calzan a un pensador que dio la casualidad que le tocó ser el frontman de una de las bandas más legendarias de la historia del rock, pero que, semejante coincidencia, no nos debería impedir de abordarlo como lo que él mismo entiende que fue: un poeta.

Aquí nos proponemos rescatar a Jim Morrison despojándolo de esos infaustos episodios con los que el mundo se emperraría en conocerlo; ser el primer artista arrestado en escena en un concierto en 1967 en New Haven, Connecticut; haber sido llevado a juicio luego del controversial concierto en el Dinner`s Key Auditorium, en Miami, el 1º de marzo de 1969; ser un sex symbol para posteriormente rechazar esa condición aumentando deliberadamente de peso y dejándose crecer una espesa barba; o ignorar el pedido de Ed Sullivan antes de salir en vivo a cantar “Light my Fire”, en la tarde noche del domingo del 17 de setiembre de 1967, y no cambiar la letra de la canción, cantando con una supuesta vehemencia “girl we couldn`t get much higher” (chica, no nos pudimos drogar más), en lugar de “girl, we couldn't get much better” (chica, no la pudimos pasar mejor).

Todos estos episodios cobraron una injusta relevancia y eclipsaron -en parte- la vida y obra de un hombre sensible que nos dejó mucho más que un largo derrotero de desatinos.

Ávido lector, algún profesor contaría luego que debió ir a la biblioteca a verificar que los libros que, supuestamente, su alumno había leído, efectivamente existían. Desde temprana edad, seguramente desde sus días en la educación primaria, Morrison comenzó a garabatear aforismos y bocetos de poemas en cuanto cuaderno tuviese a mano. El primero que escribió data de 1954.

Foto: Elektra Records

Foto: Elektra Records

En la última entrevista que dio para la revista Rolling Stone en 1969, Morrison diría: "Creo que cuando estaba en quinto o sexto grado escribí un poema llamado "The Pony Express". Ese es el primero que recuerdo. Era una especie de balada. Sin embargo, nunca pude terminarlo bien. Siempre quise escribir; pero imaginaba que no sería bueno a menos que, de algún modo, mi mano tomara el lápiz y empezara a moverse sin que yo decidiera nada. Como escritura automática. Pero nunca sucedió". Como prueba de que Morrison fue un hombre de palabras, y en particular de palabras escritas, se debe mencionar la publicación por HarperCollins, en junio de 2021, The Collected Works of Jim Morrison: Poetry, Journals, Transcripts and Lyrics. Con casi 600 páginas, el libro, compilado con la cooperación de sus herederos, reúne la mayor parte de su trabajo publicado anteriormente, desde letras de canciones hasta poesía, así como la totalidad de las colecciones de escritura publicadas póstumamente, Wilderness y The American Night.

El envío rápido del correo

Más allá de la colina, mucho más allá,

a lo largo de los ásperos senderos escarpados.

Y los valientes hombres que lo llevaban sin quejarse,

Ellos sabían que estaban ayudando

a dar un buen nombre a su país.

Él cabalgó y cabalgó

a través de los fuertes vientos y la lluvia,

Sólo para llevar el correo

y construir nuestro nombre.

Más allá de la India

y de las grandes llanuras de arena

Llevaron el correo

y compartieron nuestra gran fama.

(Jim Morrison, "The Pony Express")

¿Podemos hablar de una filosofía en la obra de Morrison? ¿Es posible rastrear cierta coherencia conceptual de su corpus teórico? ¿Cuáles son los temas centrales que aborda su literatura? Su legado no sólo se remite a su prosa en las decenas de piezas musicales que nos dejó, sino a sus tres libros de poesía: The Lords. Notes on Vision y The New Creatures, editados en 1969, y An American Prayer editado en 1970.

Póstumamente, aparecieron dos libros más: Wilderness: The Lost writings of Jim Morrison y The American Night: the Writings of Jim Morrison, editados en 1988 y 1990 respectivamente. “Me interesa todo lo que sea rebeldía, desorden, caos y, particularmente, cualquier actividad que parezca falta de sentido. Ese es el camino de la libertad”, declaró Morrison alguna vez.

Está claro que la muerte, el sexo, la trascendencia, la exploración de los sentidos y la conciencia, la libertad y el rechazo de cualquier tipo de autoridad, son el hilo conductor de su obra. Todos estos temas aparecen, de una u otra manera, a lo largo de sus trabajos líricos y poéticos. Sin embargo, pareciera que es una actitud nihilista y hedonista la que se lleva puesta su ars narratio.

Esta forma irreverente e iconoclasta en relación a todo lo que la sociedad de consumo americana más codiciaba: seguridad, bienestar, tradición, es posible, entiendo, que fuese el único camino para sembrar un nuevo terreno; golpeando en los cimientos del statu quo. En la edípica y épica The End, cuando llega el incestuoso verso que en su momento escandalizó al dueño del Whisky A Go Go y motivó a que la banda fuese echada del pub, y más allá de lo escandaloso que pudiese resonar para los oídos de la época, el grito desgarrador que acompañaba el mensaje no era otra cosa que un urgente llamado a rebelarse. A romper las cadenas de la tradición; con nuestros maestros, padres y autoridades en general, para así poder renacer. En una entrevista que dio para la revista Newsweek en 1967, diría: “Considerame como un político erótico”.

“We chased our pleasures here                 “Perseguimos aquí nuestros placeres,

Dug our treasures there                              enterramos aquí nuestros tesoros,

But can you still recall                                 pero, ¿puedes todavía recordar

The time we cried?”                                    el momento en que lloramos? (cuando nacimos)”

Morrison nunca ocultó las fuentes de las que bebió. De la generación Beat y en especial de la obra de Jack Kerouac, es posible que haya extraído el espíritu y el impulso vital que lo empujó a su vida itinerante, díscola y ecléctica, que lo llevó a no privarse de nada que pudiese satisfacer su cuerpo y alimentar su conciencia sobre el mundo: lecturas, mujeres, sustancias. Es posible que si On The Road no se hubiese escrito, The Doors no hubiera existido.

Jim la leyó en el invierno de 1957 cuando contaba catorce años, y se rindió ante el personaje de Dean Moriarty, «el héroe con grandes patillas del nevado Oeste», y de Carlo Marx, personaje en la novela del poeta Allen Ginsberg, «el apesadumbrado y poético farsante de mente oscura». Por esos años también leyó Vidas paralelas de Plutarco y el Ulises de Joyce. Un profesor diría luego que tenía la sensación de que Jim era el único alumno que lo había leído y comprendido.  

En el tema “Wild Child” perteneciente al cuarto álbum de estudio, The Soft Parade, editado en 1969, hay una clara referencia a otro de sus referentes literarios: Arthur Rimbaud. La vida y obra del poeta francés, quien escribió toda su poesía entre los dieciséis y diecinueve años, sin dudas tuvo una clara injerencia en Morrison. Dicho tema culmina con la siguiente pregunta: “¿Recuerdas cuando estábamos en África?”.

Rimbaud abandonó por completo su faceta como escritor para dedicarse al tráfico de marfil y a la fabricación de municiones en Etiopía. La poesía del poeta londinense, William Blake, inspiró el título de Aldous Huxley -otra de las influencias de Morrison-, Las puertas de la percepción (1954), y es posible que The Doors haga referencia, por un lado, al ensayo de Huxley y, por otro, al aforismo de Blake: “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el Hombre tal cual es: infinito”.

Foto: Joel Brodsky

Foto: Joel Brodsky

La búsqueda de Morrison es una carrera contra el tiempo, porque nunca estuvo dispuesto a pasar por este mundo de manera inocua sin reparar en la potencia creadora que anida dentro nuestro, y sin recordarse diariamente nuestro carácter finito y mortal. “No eternal reward will forgive us now for wasting the dawn” (Ninguna recompensa eterna nos perdonará haber malgastado el alba, en criollo), escribe Morrison en The WASP (Texas Radio and the Big Beat).

Si nuestra misión en el mundo es consumirnos como una estrella, no se trata de cuánto sino de cómo nos paseamos por este planeta. Si nos entregamos lánguidamente a una muerte lenta rodeados por distractores o si empujamos los límites del abismo un poco más. Si tensamos la cuerda tendida entre el animal y el superhombre, siguiendo al gran maestro filosófico de Morrison: Friedrich Nietzsche.

“Can you picture what will be, so limitless and free?”

-"The End", The Doors

Endilgarle a Morrison ser partidario de algún tipo de nihilismo o pesimismo, entiendo que es mal interpretar toda su propuesta filosófica poética, del mismo modo que podríamos hacerlo con el filósofo alemán. Ambos son un canto -literal y metafórico- a la exaltación de la vida tal cual es, sin máscaras, placebos o promesas de una vida eterna. Es una urgente llamada a denunciar las trampas de una sociedad que nos quiere anestesiados, obedientes y sumisos.

Foto: Dade County Public Safety Department

Foto: Dade County Public Safety Department

“Si mi poesía pretende algo es liberar a la gente de su limitado modo de ver y sentir” (The American Night: the Writings of Jim Morrison). Mientras que Morrison escribe en la segunda mitad del siglo XX, el filósofo alemán lo hace un siglo antes. Sin embargo, ambos son tan intempestivos como atemporales. Fueron a contramano de lo que en su tiempo se pensaba y se escribía. Nietzsche, en pleno auge del idealismo alemán, rechazaba como furia incandescente esa mirada totalizadora de filósofos como Hegel o Schelling, mientras que Morrison, en pleno auge del movimiento hippie, proponía una mirada más trágica y punk.

Ambos fueron acérrimos críticos de la sociedad burguesa anestesiada por la mirada hegemónica de los lectores de periódicos, en el primer caso, y del sueño americano, en el segundo, apuntando sus mirillas a la industria cinematográfica, otro de los intereses de Morrison, al que supo dedicarse en la Universidad de UCLA, culminando sus estudios, a diferencia de lo que se muestra en la película de Stone, donde se deja saber que “abandonó”, y llevando a cabo su única producción, titulada HWY: An American Pastoral. El hombre era algo que debía ser superado.

De nuevo: no se trataba de cuánto se viviera. La felicidad no es una mortuoria prolongación de nuestros días en la tierra a como dé lugar, sino una búsqueda de excusas para aumentar nuestra visión y procurarnos experiencias nuevas: epifánicas, reveladoras, trascendentales.

Los Señores nos apaciguan con imágenes. Nos dan

libros, conciertos, galerías, espectáculos, cines.

Especialmente cines. A través del arte nos confunden y

nos ciegan a nuestra esclavitud. El arte adorna las

paredes de nuestra prisión, nos mantienen en silencio,

distraídos e indiferentes”.

(The Lords. Notes on Vision)

Para Morrison, su propuesta estética, era indisociable de un ethos. Es decir, tenía claro que entregarse al arte en términos generales y en particular a la poesía, implicaba poner el cuerpo, de lo contrario, ¿qué tendría para decir? Es innegable el movimiento dialéctico entre su obra y su vida. Ambas esferas se retroalimentan. La intensidad con la que vivió fue el combustible de todo lo que produjo en materia literaria, y sus escritos, recíprocamente, fueron el lente que se forjó para ver -y entender- la realidad. Una realidad que nos viene loteada, decodificada, interpretada. Por eso su necesidad de romper y atravesar al otro lado y de procurarse nuevas visiones.

“Insiste en llegar a un acuerdo con el "Exterior",

absorbiéndolo, interiorizándolo. Yo no saldré, tu debes

entrar en mí. En mi jardín-útero donde me asomo.

Donde puedo construir un universo dentro del cráneo,

para rivalizar con la realidad”.

(The Lords. Notes on Vision)        

En el verano del 64, cuando Morrison contaba con apenas veinte años, ya se había devorado La genealogía de la moral (1887), Más allá del bien y del mal (1886) y El origen de la tragedia en el espíritu de la música (1872). Tres libros capitales en su vida y su obra, que no sólo le aportaron contenidos teóricos que luego resignificaría en sus escritos, sino que es posible que haya tomado de ellos elementos estilísticos. La forma aforística, e incluso en pequeños versos con la que el filósofo de Röcken acostumbraba a transmitir sus ideas, en una suerte de martillo metodológico, fue adoptada por Morrison en los tres libros de poesía que nos dejó.

En cuanto a los elementos teóricos más sobresalientes, se debe hacer mención a la tensión entre lo apolíneo y lo dionisíaco que Nietzsche expone en su tesis doctoral. La tesis fundamental de esta obra es que el arte se asienta y funda en dos fuerzas contrapuestas, simbolizadas en los dioses Dionisio y Apolo. El primero es sinónimo de desborde, vitalidad y embriaguez, mientras que el segundo supone armonía y proporción. La síntesis entre estos dos conceptos es lo que da lugar a la tragedia. En una primera instancia se podría pensar que Morrison se identifica plenamente con Dionisio y que su obra es una exaltación constante del cuerpo, del caos, de la fuerza incontrolada de la pasión. Que prescinde de orden, de simetría, de control.

Sin embargo, no ha habido un artista que lograra equilibrar de manera más efectiva esta aparente dicotomía. Si pensamos en sus performances arriba del escenario veremos, por un lado, una furia indómita, una atracción constante por empujar los límites hacia el abismo siempre un poco más, logrando generar el caos, como él mismo reconoció luego del concierto en Miami: “Estaba probando los límites de la realidad, sentía curiosidad por ver qué pasaría, eso fue todo: curiosidad” (Entrevista con Danny Sugerman para la Rolling Stone en 1969).

The Lords. Notes on Vision de Jim Morrison

The Lords. Notes on Vision de Jim Morrison

Los conciertos de The Doors se sostienen gracias a que lo dionisíaco no se logra imponer del todo; siempre aparece Apolo a aportar el orden, el control y la simetría. Los alaridos, aullidos y gritos que Morrison le imponía a cada show, o cuando reptaba por el escenario, nunca ponían en riesgo la cadencia, el tempo y la potencia de su voz. Desborde y control. Furia y entonación. Apolo y Dionisio. Y, en este sentido, se debe hacer mención a Raymond Daniel Manzarek, pieza apolínea fundamental en cada show, marcando el ritmo y el tiempo con una mano en su órgano Hammond, y con la otra en el bajo Fender, en una suerte de director de orquesta, siempre afeitado, bien peinado y de corbata. “See that guy? He is The Doors” (Jim Morrison señalando a Manzarek).

Influenciado por la estructura del blues, era muy común que tanto las poesías como las canciones que escribió Morrison comenzaran y terminaran con los mismos versos, a pesar de que en el medio haya tenido lugar un aquelarre infinito de sonidos, texturas y despliegues melódicos y actorales. Paradigmas de este concepto es “When The Music´s Over”, “Riders on the Storm”, “L.A Woman” o “The End”. 


"Cancelen mi suscripción a la resurrección"

-Jim Morrison

Hoy es la celebración del lagarto. La de un asteroide kamikaze que surcó los cielos de California y de allí al mundo en un viaje que duró siete años desde que un día decidió exorcizar musicalmente su poesía en las playas de Venice, hasta que muriera en París, el 3 de julio de 1971, uniéndose -por qué no- a la lista de poetas malditos franceses que él tanto admiró. La vida y obra de Morrison fue una angustiosa y ácida carrera psicodélica. Un ritual rapsódico/sexual. Como diría el crítico de cine de Los Ángeles Free Press Gene Youngblood: “Los Beatles y los Stones te hacen volar la mente; los Doors son para después, cuando ya no tienes mente”. 

“La división de los hombres en actor y espectadores es el

hecho central de nuestro tiempo. Estamos obsesionados

por los héroes que viven por nosotros y a los que

castigamos”.

(The Lords. Notes on Vision)

Por Diego Paseyro
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