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Música
¡Robertooooooooooooooo!

Roberto Musso: “Siempre me he sentido libre de escribir lo que quiero”

El 12 de noviembre El Cuarteto de Nos presenta en vivo “Lámina once”, su último disco, en el Antel Arena.

11.11.2022 10:50

Lectura: 9'

2022-11-11T10:50:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

Cuando Roberto Musso era joven y buscaba trabajo como ingeniero en sistemas, antes de dedicarse plenamente a la música, se enfrentaba al desafío de aprobar el test de Rorschach, una técnica que se utiliza para evaluar la personalidad y que, al menos en los tiempos de Musso, se exigía en los procesos de selección. La prueba consiste en imágenes o formas —como el de una mariposa o una mujer— a partir de diez láminas con manchas de tinta. Como a Musso le daba miedo no aprobar el test, recuerda que solía consultar lo que veía en las láminas con un amigo psicólogo.

Esas imágenes quedaron en la retina de Musso y hoy vuelven a jugar con su percepción en la portada de Lámina once, el último disco de El Cuarteto de Nos; una nueva imagen a las diez que había diseñado Hermann Rorschach. Musso estaba con ganas de escribir una canción y que su nombre no estuviera dentro de la letra, uno de sus desafíos de escritor “para ver a dónde va la imaginación”. Se acordó del test y comenzó a construir su propio personaje de Rorschach, un tipo “loser” y “outsider” que no quiere ser clasificado ni encasillado. “Me pareció muy interesante que, ante una misma lámina, podía haber varias respuestas diferentes”, dice Musso. Y la idea de que cada canción tuviera su propia lámina vino después.

Pero no era la última. En la apropiación que El Cuarteto de Nos hace de Rorschach, el próximo paso sería La lámina que no está, una serie de podcast que la banda se regala para conversar sobre sus propias canciones. Por ahí aparecen Hernán Casciari, Nacha Guevara, Alfredo Ghierra, Gabriel Rolón, por nombrar algunos. Cuando habla, a Musso se le escapan esas reflexiones de sus canciones que, en realidad, son sobre las palabras de los personajes que construye para cada uno de sus universos sonoros. Y Rorschach es solo uno dentro de entre los ocho universos del disco

De chico, Musso era “muy buen lector”. Los primeros libros vinieron de la biblioteca de su papá, al que le gustaba mucho la ciencia ficción y tenía varios escritores vinculados al mundo matemático. Dice que Borges siempre le encantó por eso, porque “era un tipo al que también le fascinaba la matemática”. Después vinieron los escritores latinoamericanos —Cortázar, García Márquez— y la atracción por “lo florido del idioma español”. Quizás por esos intereses, y la tendencia a reflexionar y criticar aspectos de la sociedad en voz de personajes ficticios, Musso comenta que cuando dice a otras personas que es ingeniero “se quedan de cara”.

¿Qué se ve en la lámina once?

Y es la lámina que no está. Me pareció un link interesante con ese personaje de Rorschach; uno puede ver manchas sin que nadie lo clasifique con ninguna psicopatología. Es la lámina que no existe, la que cualquiera puede crearse. Por eso el personaje que solo ve manchas: no lo obliguen a decir que ve algo que no ve, está en todo su derecho a no tener que elegir qué ver. Lo tomo como un paralelismo con un momento en el que todo está bipolarizado, bipartidizado en extremos, y donde a muchos no nos gustan ninguna de las dos opciones que van quedando porque se van extinguiendo los grises. ‘¿Y vos qué sos? ¿De qué lado estás?’ No me convence ninguna de las dos cosas. Como dice el personaje: “Yo solo veo manchas”. 

Ya en “Flan”, la primera canción del disco, se presentan varios temas que aluden a cierto descontento social. Pensando que el disco fue escrito durante la pandemia, ¿es una catarsis?

Fue un momento en el que, por primera vez, me encontré como padre sin poder darle una explicación a mi hija sobre qué estaba pasando. Antes, para cada pregunta que me hacía, aunque fuera filosófica, yo tenía una respuesta o de la experiencia o de la imaginación o de la certeza. De algún punto de vista. Y en este caso, cuando me preguntaba yo estaba igual que ella.

Pero, si lo miro por lo que estoy viendo en los shows, sí. En el lugar que estemos de Latinoamérica es impresionante como, sobre todo la gente joven, lo vive con una intensidad que no había visto antes.

El Cuarteto de Nos en Medellín.

El Cuarteto de Nos en Medellín.

En la frase “aquí estoy esperando a que cambie el mundo” ¿no hay cierto descontento?

Tengo escritas ideas y frases, esa la tenía desde antes de la pandemia. Y me pasó con varias que las volví a releer y algunas habían perdido el sentido y otras se revalorizaban, como esta, por ejemplo. Tampoco es casual que el disco arranque con esa opening line

Además, hay alusiones a la publicidad, a “los tipos que se ríen mientras comen flan”, a la hiperinformación. De todas formas, ¿ves un final esperanzador?

Al final queda esa esperanza amarga. Me da la impresión de que todas las canciones y personajes de este disco suceden en una ciudad sin alma. Es el container de todos esos personajes; esa ciudad hecha añicos y escombros. La última canción del disco, que es “Ciudad sin alma”, dice que “algo renacerá en un mejor lugar”. Me gusta en muchas canciones dejarlo abierto y con un signo de interrogación. Es una desesperanza esperanzadora. 

Ni esperanza ni desesperanza...

Tengo mucho cuidado en no irme para un lado que sea desalentador y alentador de más. Siempre están en esa frontera las canciones del Cuarteto, en las que no se puede identificar bien quiénes son los personajes. Me gusta que tengan esas contradicciones y ambigüedades que tenemos los seres humanos. Incluso, hablar en primera persona de personajes opuestos; el de “Ya no sé qué hacer conmigo” y el de “Así soy yo” son antagónicos. Son el que siempre viene cambiando porque ya no sabe qué hacer y tiene la esperanza de que algo nuevo solucione sus problemas, y el que no hace nada y queda inmovilizado por temor al fracaso. Las canciones van una después de la otra justamente por ese tema. Siempre me gustó la ambigüedad, ‘¿y Roberto cuál es?’... y soy los dos.

Para mí es importantísimo la primera o la tercera persona si voy a ser un trovador, para el ángulo desde el que escribo una canción. Como en “La fiesta en lo del Dr. Hermes”, que va cambiando la narración de la persona. ¿Quién marca si esta bien o mal esa fiesta? Son como dos bandos que se van acusando la culpa mutuamente.

Hablás de tus canciones como escritor de literatura; son personajes, ficciones, tienen recursos narrativos. ¿Las pensás desde esa perspectiva?

La gente me pregunta si estudié Filosofía, Literatura, y eso que soy ingeniero de sistemas. Era muy lector. Me encanta lo florido del idioma español y construir desde ese lado. Me parece que le da una capa de información interesante a las canciones, pero no quiere decir que reniegue ni que me parezca mal una canción instrumental o de pocas palabras. Envidio sanamente a muchos colegas que en cuatro frases plantean una cuestión poética divina, que para mí es imposible. Preciso muchas palabras para el desarrollo. Es más, la génesis de una canción viene de una idea que quizás esta más emparentada con la literatura que con la música. 

Las letras tienen un rol muy importante en El Cuarteto de Nos. 

Sí, de hecho, una cuestión de la que estamos recogiendo los frutos fue la apuesta por Latinoamérica cuando podríamos haber hecho más giras por Europa o Estados Unidos —excluyendo España—, porque alguien que no entienda el idioma español, ¿cuánto se pierde? Por más de que la música acompaña y tiene su peso, si te perdés esa conexión no entendés el juego.

“Yendo a la casa de Damián” es el ejemplo de una canción que cuenta una historia, como un recorrido visual.

Una canción que, con el paso del tiempo, se ha hecho una relectura de frases que yo ni me imaginaba. “Por qué me cuesta tanto llegar” era para mí una frase cualquiera. Hoy es el frasón con el que terminamos todos los shows. Es la realidad del joven latinoamericano.

Al ser una banda con tanta influencia, ¿pensás dos veces antes de escribir?

Si me comparo con el Roberto más joven, cuando escribía canciones a los 20 años, no tengo el proceso de edición que tengo ahora ni por asomo. Y valoro esas canciones súper frescas, con poco filtro, pero con mucha actitud. Obviamente, los años no pasan en vano. No me gusta la palabra responsabilidad —si querés la usamos entre comillas— pero sí, a veces lo pienso más detenidamente porque hoy, cuando estoy escribiendo las letras, sé que van a tener mucha más amplificación que antes, para un mundo mucho más sensible también.

¿Te autocensurás mucho?

Siempre me he sentido libre de escribir lo que quiero. Lo veo más como afinar hacia donde quiero ir.

¿Tenés vicios cuando escribís?

Capaz que me doy cuenta de que los tengo cuando estoy en el camino de una canción; un recurso que vuelvo a utilizar, un personaje que se repite.

¿De dónde surge la idea del podcast?

Viene relacionado con el tema de las redes sociales que, hasta hace no mucho, no las manejábamos tan bien. Al hacerlo se notó un montón cómo se vendían las entradas de los shows. Es una forma muy rápida de llegarle a los fans. La idea no era adaptar El Cuarteto a las redes, sino que las redes se adaptasen a lo que el Cuarteto ofrece. Estos temas, que hablaban de filosofía, sociología, se los mandamos a algunos académicos y tuvimos una devolución divina. Ahí surgió la idea de hacer una charla con distintas personas. Y salieron así nomás, sin editar.

Es gracioso porque en “Frankenstein posmo”, por ejemplo, se habla mucho del problema de la hiperinformación. ¿Sos apocalíptico de la tecnología?

No, pero me gusta escribir sobre personajes apocalípticos. Uno de los temas que generó la pandemia fue la hiperinformación. Yo nunca vi ni consumí tanta información como en ese momento. Me encanta el juego de palabras en “Frankenstein posmo”. En vez de ser un retazo de carne y hueso de otra persona, como en el libro de Mery Shelly, ahora somos esos seres fragmentados pero de pequeños estímulos compartidos, que es lo que dice la canción: “Saber casi nada de casi todo”. Somos de una generación previa a internet. Con mis amigos ingenieros, somos de la generación que creó internet. Hay de los propulsores y de los arrepentidos.

Por Agustina Lombardi