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Música
Another brick in his wall

Roger Waters: el concierto que mezcló política, música y lluvia de forma inevitable

El ex Pink Floyd se presentó por segunda vez en su carrera musical en el Estadio Centenario en medio de una tormenta real y política.

19.11.2023 01:18

Lectura: 7'

2023-11-19T01:18:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

El show va a comenzar en cinco minutos. The show will start in five minutes.

Alguno de los muchísimos parlantes que están puestos en el Estadio Centenario el viernes 17 de noviembre, anuncian aquello. Ahí mismo, hace cinco años, fue la primera vez que tocó para el público uruguayo.

Un relámpago primero, detrás del monstruo al que llaman escenario. Lo envuelven pantallas inmensas. Las nubes descargan electricidad. Aparece otro, y otro, y otro. El cielo no está negro, no está azul. Está, más bien, violeta. Aviolenta. Avisa, obviamente, que el ex líder de Pink Floyd subirá al escenario y dará su concierto en el medio de polémicas políticas y una tormenta inevitable.

Roger Waters, en el marco de su gira This is Not a Drill, o Esto no es un simulacro, que se anuncia como una primera despedida de los escenarios, hará lo obvio.

Hace más de sesenta años que hace shows llenos de potencia, de emociones, de posturas políticas. Durante ese rato, muchas personas se sorpenderán con las declaraciones. La sorpresa debería ser de Waters. Ellos, qué esperaban.

Foto: Gastón Britos (FocoUy)

Foto: Gastón Britos (FocoUy)

Su arte siempre ha estado empapado de política. El disco Animals se basó en el libro Animal Farm de George Orwell, una crítica al capitalismo industrial. The Wall, aunque quizá no de forma tan directa, es una crítica social desde el aislamiento del personaje Pink que protagoniza la “ópera rock”. Aunque en este último tuvo la influencia de Syd Barret (a quien mencionó durante el show, al igual que a Bob Dylan y a su esposa en la canción "Sad Eyed Lady"), el resto de su carrera, con o sin bandas, siempre estuvo marcada por sus posturas y, sobre todo, por el concepto de resistencia.

Es cierto, sin embargo, que sus declaraciones políticas actuales son el resultado de un proceso que comenzó en lo alegórico y derivó en lo específico. Que pasó de lo empático a lo conspiranoico. Eclipsó, así, cualquier mensaje de paz.

Si eres una de esas personas que dicen “me gusta Pink Floyd pero no me gusta el discurso político de Roger Waters” you can fuck off to the bar. Con esas palabras, abrió su concierto. Fuck: la palabra que Waters utiliza de forma constante y que, por más que insistan las traducciones, no tiene la misma fortaleza en nuestro idioma. Jodete, púdrete, maldito, no. Fuck you, fuck off, fuck them. Eso dice Waters.

El comienzo fue este: Waters vestido de médico. Dos asistentes detrás, de túnica blanca y el logo de los martillos cruzados más que conocidos de Pink Floyd. Una silla de ruedas y, sobre él, un alien. Lo acercan al doctor. Le hablan. El muñeco, inmóvil, inanimado, no puede negar ni aceptar nada de lo que le dicen. Toman decisiones por él. Se lo llevan. Mientras tanto, Waters cantaba “Comfortably Numb” y, en las pantallas, se sucedían escenas de una ciudad distópica destruida.

Foto: Pata Torres Mazza

Foto: Pata Torres Mazza

Los enfermeros volverían a aparecer, más adelante, acompañando al músico con un chaleco de fuerza. 

Recibirá abucheos, aplausos, gritos, escándalos, sonrisas, llantos. Sobre todo, lluvia. La tormenta, latente en un comienzo, inminente después de unos veinte minutos, amenazó con cancelar el concierto.

El volumen de agua que cayó hizo que en la mitad de la canción “Have a Cigar” tuvieran que suspender la música por peligro eléctrico. Waters, sin embargo, prometió que el recital se haría aunque hubiera que esperar toda la noche. Y, aunque acortó la lista de canciones por alerta de otras lluvias más tarde, cumplió.

Durante ese tiempo de espera, miles de personas se mojaban, otros improvisaban carpas con sillas y con paraguas. Algunos, pocos, circularon hacia la salida.

Pero, lo que hizo la lluvia fue que Waters, que suele hablar bastante durante sus conciertos, tuviera que ser conciso y elegir dentro de sus discursos. Hizo referencia, como era de esperarse, al presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, Roby Schindler, que envió una carta al Sofitel, según declaró él mismo, para concientizar sobre la figura de Waters.

"Quiero decirle especiales buenas noches al señor Roby Schindler, quien es el líder de alguna organización israelí de aquí y me hizo prohibir en los hermosos hoteles de su ciudad. Así que Roby, fuck you", dijo, mientras que alzaba una mala seña al aire.

Los días previos al concierto, Waters declaró al medio argentino Página 12, “me cerraron la ciudad de Montevideo; no tengo ningún lugar donde parar”. En medio de la polémica en que más de un hotel rechazó la estadía del artista en Montevideo, mencionó a Schindler, que envió un correo al gerente general del Sofitel donde lo tildaba de misógino, xenófobo y antisemita.

Comentó, además, cómo había cambiado todo desde su última visita a Montevideo, pero que los corazones de quiénes habían ido a verlo eran los mismos. Sobre todo, ese público (se estima que más de 25.000 personas) que se mantuvo firme a pesar de la lluvia y que lo acompañó en canciones del repertorio como “Another Brick in The Wall”, “The Bar”, “Wish you were here”, “Run like Hell”, “Money”, “Us and Them”, “Brain Damage” y una band walk con “Outside the Wall”, donde se lo vio a Waters bailando en ronda con su equipo.

Foto: Pata Torres Mazza

Foto: Pata Torres Mazza

Después de la crítica a Schindler, Waters dijo “No me quiero poner muy alegre porque, mientras hablamos, sus amigos, el gobierno israelí, están masacrando a nuestros amigos, el pueblo palestino en Gaza”. Una mujer con un pañuelo en la cabeza gritó, al unísono, ¡free Palestine!

El concierto de Waters, no tanto en diálogo esta vez, pero sí en visuales, mostró su descontento con lo anterior. Sobre todo, en un contexto donde el gobierno de Hamás en la Franja de Gaza anunció el viernes pasado que ya van 12.000 fallecidos en los bombardeos del territorio palestino desde el inicio de la guerra el 7 de octubre.

En las pantallas: imágenes de guerras, de Ronald Reagan, Donald Trump y Joe Biden acusados de criminales de guerra. Sonidos de armas siendo disparadas. Explosiones. Filtros blanco, negro y rojos. Saturados. Exagerados. Dramatizados. Twits de discursos racistas, antisemitas, mentirosos. Cerdos y ovejas volando, flotando. Letras extendidas que, en conjunto, decían resist capitalism, resiste fascism. Pedidos de derechos humanos indígenas, reproductivos, trans, negros, judíos, palestinos.

A diferencia de otras veces, Waters no apareció vestido de nazi, como sí lo ha hecho para algunos conciertos de de esta misma gira. Usó un pantalón negro, una remera negra y zapatos negros. Enmarcó, además, la canción “The Bar” en un bar ficcional sobre el piano, como lugar de encuentro y diálogo. Un bar que siguió hasta el final del show y del que terminó bebiendo para brindar por el público que lo acompañó.

Foto: Pata Torres Mazza

Foto: Pata Torres Mazza

Lo cierto es que las declaraciones de Roger Waters sobre sus posturas políticas son mucho más radicales de lo que presentó en su concierto en Montevideo. Se trató de una crítica vinculada, principalmente, a los derechos humanos. A veces, y no de forma constante, viró hacia espacios como el apoyo a Palestina.

Si bien sus criticas al gobierno de Israel no son necesariamente antisemitas, no significa que no puedan ser interpretadas de esa forma. Sin embargo, solamente habiendo creado música tan sublime se puede seguir teniendo fanáticos que logren disociar al artista de la obra.

Nada de esto fue un simulacro. Muchas personas en Gaza están muriendo, el mundo ha tomado distintas posturas ante el conflicto, Roger Waters se ha posicionado como pro palestino. Anti gobiernos capitalistas estadounidenses. A favor de los derechos humanos, de toda índole.

Esto no fue un simulacro, fue real: el arte de Waters y su postura política se mezclaron, se derritieron, se confundieron. Fue, en definitiva, lo que tiene (y lo que siempre tuvo) para ofrecer.

Por Federica Bordaberry