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Contenido creado por Federica Bordaberry
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Salva Banchero, modo retrete: "A ver si acá podés ser solemne e importante"

Los baños, los testigos y los ojos de los bares. Junto a La Cretina, volvemos con este ciclo de charlas de cubículo y watercloss.

12.10.2023 14:54

Lectura: 9'

2023-10-12T14:54:00-03:00
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Por La Cretina
@lacretinacasa

Entrevista por Martín Inca | @inca_martin

Los baños son testigos de innumerables lágrimas, algunas teñidas de tristeza y otras de risa. Reflejan, al igual que la vida, una diversidad de emociones y experiencias, revelando la complejidad de nuestra existencia mundana.

De su temprana relación con los bares, hasta lo casi efímero de la existencia. Todo se puede charlar en un baño, pero siempre lo importante, quizá, sea escuchar. Eso lo dice, y lo cree, Salvador Banchero, conductor de radio y tv, podcaster, productor.

"Visto desde un punto de vista muy egoísta, uno se enriquece con la visión ajena por más antagónica que pueda ser con la de uno", dice sobre el concepto de ser rebelde. 

Como siempre decimos, ¡los baños hablan! Por eso, seguimos un ciclo de notas donde LatidoBEAT y La Cretina realizan entrevistas en el baño del bar. 

Foto: Federico Lindner

Foto: Federico Lindner

¿Qué relación tenés, o tuviste, con los boliches con los bares?

Tuve una relación muy temprana porque siendo muy jovencito, muy adolescente, me di cuenta de que a mí la lógica de disco, de boliche, de ir a bailar, no era lo que más me gustaba. Por entonces, era lo que más le gustaba a todo el mundo. En esa época, tenía un par de amigos que eran, más o menos, como yo. Entonces, nos juntábamos a veces en casas y empezamos a encontrar lo que uno entienda como boliche, el bolichón o el bar. Me di cuenta que eso me gustaba mucho más.

Me acuerdo de una vez en particular. Mis viejos eran muy amigos del Darno (Eduardo Darnauchans) desde que eran muy jóvenes. Una noche, vino a comer a casa y terminamos con mi viejo, el Darno y un inglés que andaba acá, que conocía al Darno, en Amarcord. Yo tendría 16 o 17 años y me invitaron a ir medio como como de turista.

Fue ver una escena donde dije, "esto es lo que yo quiero". Todo me parecía raro, increíble y por descubrir. Fue una etapa muy temprana, digamos, en la que me vinculé con ese tipo de boliche. Después, fui encontrando y agarrando lugares donde empezás a generar grupo de amigos. Uno de esos lugares fue Las Flores. Es el lugar en donde hice más tertulia, muchos años. Más de diez, digamos.

Ese tipo de lugares, en donde uno va con un grupo de amigos una vez por semana a charlar. Así fui agarrando costumbre. Básicamente, ese ha sido mi vínculo. Ahora, realmente, voy muy poco. Hace años que voy poco a cualquier lugar. Son muy excepcionales las salidas a boliche, pero cuando vengo a lugares que me gustan, como este, me copa.

¿Te fijabas ya de chico, o te fijaste en algún momento, en los baños de los bares que ibas?

Sí. No nos olvidemos que, como dice un amigo, “yo vengo del siglo XX”. En esa época, los boliches, los baños de los boliches, eran más rancios que pintorescos. Creo que esto de escribir las paredes, y eso como norma, es bastante más reciente en el tiempo. Cuando empezó a aparecer en Uruguay, en otros países esta era una práctica más habitual. Pero, sí, me fijaba.

Creo que el primer recuerdo que tengo de un lugar así, es bastante de adulto. Fue en un viaje que hice hace un montón de años a Nueva York. Fui a ver un espectáculo de comedia de improvisación en una escuela que se llama Upright Citizen Brigade, la UCB. Cuando entré al baño, estaba lleno de chistes. Chistes que escribía la gente y era uno mejor que el otro. Ibas al baño y pasabas media hora leyendo los chistes porque eran increíbles. Me acuerdo que yo estaba con mi con mi novia de ese momento y le dije, "andá a tu baño porque seguro es igual". Le pasó lo mismo, estuvo como media hora ahí leyendo chistes. Ese es el primer recuerdo que tengo, como diciendo, “ok, vale la pena esto”.

Foto: Federico Lindner

Foto: Federico Lindner

Imagino la escena de hacer tus necesidades muriendo de risa y es genial.

Era una locura todo. Mirá que, si bien era muy under, es una escuela muy prestigiosa. Es una de las más prestigiosas del mundo. Entonces, claro, la gente que estudia ahí es muy buena en serio. Iba gente de SNL (Saturday Night Live), de ese palo. Los chistes eran buenísimos. Pasé mucho rato leyendo y riendo. Me parecía una idea genial.

En este baño, obviamente, tenemos un wáter. ¿Qué irías a buscar ahí dentro, a la profundidad de la mierda?

Material, creo que nada. Tengo un apego común hacia las cosas. Ni mayor, ni menor, que todo el mundo, pero creo que puedo prescindir de casi cualquier cosa material. Así que iría por algo mas abstracto. Hay dos cosas que me impresionan mucho cuando se pierden que son la capacidad de enternecerse con las cosas y la capacidad sorprenderse. Creo que sin esas dos cosas, no sé si algo pueda a llegar a tener sentido.

¿Qué tirarías por el retrete para que nadie pueda ir a buscar jamás?

Supongo que lo opuesto a lo otro, lo que iría a buscar. Hay algo que estoy pensando, algo que me viene rondando en la cabeza hace días. Es esa cosa que, desde la distancia, nada es demasiado importante. Tiene que ver con cómo a veces las personas vivimos en cierta solemnidad, que es muy vecina. Vive pegada al ridículo la solemnidad. Tiene vínculo con eso, con un auto convencimiento de que todo es muy importante, pero cuando uno toma perspectiva, somos una piedrita que está dando vueltas alrededor de unas bolitas de gas, adentro de un coso enorme de otras cosas enormes y qué carajo importa lo que te pase a vos. Pero también ahí está la magia de todo esto, ¿no? Tiraría esa solemnidad que le damos a las cosas, a no tomarse uno y las cosas demasiado solemnes.

Foto: Federico Lindner

Foto: Federico Lindner

Estamos ahora en el baño de este lugar, en La Cretina, ¿qué entendés por ser cretino? ¿Te considerás o consideraste en algún momento un cretino?

No creo que haya sido cretino alguna vez. Ahí hay un tema, que me fascina, que son las palabras y el mundo de la semántica. Es como un organismo vivo, va mutando. Entonces, yo no sé bien de qué hablamos cuando hablamos de "cretino", porque yo por "cretino" entiendo que todos lo asociamos a algo como más granuja, una palabra muy de siglo XX, que también podría entenderse como un sinónimo. Pero, sin embargo, cretino es más bien como “tonto”. No tiene ese componente malicia que todos le asignamos. En cualquier caso, ahora lo tiene porque si todos decidimos que eso es un cretino, el uso puede más que todo.

No creo que haya momentos de mi vida en que haya sido cretino. Soy bastante incapaz, digamos, de hacer cretineadas. En algún momento sí puedo haber hecho ese ejercicio, casi como una cuestión lúdica, con el ejercicio del cinismo, que también es vecino de la ironía.

Algunas veces, uno piensa que el ejercicio de ciertas ironías está libre de cinismo y, muchas veces, no. Pero también supongo que llegar a ese punto tendrá que ver con que ya estoy grande. Como otras tantas cosas que, de repente, uno hacía más joven, o para probar de qué se trataban algunos ejercicios. Ya lo probé, ya no tiene sentido, es como seguir jugando a los bloquecitos en el jardín de infantes. Después, ya no está bueno. A mí, con el cinismo, me pasa que es un ejercicio mental. No hace falta ser muy bueno para eso. Es como saber armar un cubo Rubik, tiene una técnica y cualquiera lo puede hacer, no tiene ningún mérito.

Foto: Federico Lindner

Foto: Federico Lindner

¿No creés que la palabra “cretino” hoy tiene como un deje de rebeldía?

Yo creo que de eso es lo que lo hemos cargado al concepto, pero originalmente no es eso, este lo pasé. Yo tengo una especie de obsesión con el tema de las palabras, que me gusta, me fascina el mundo de las etimologías. Entonces, siempre estoy contaminado de eso, pero, sí, puede ser que ahora tenga algún vínculo con eso. Algo de lo que hablamos recién, de ir probando dónde están esos límites, qué efectos generan, ¿no? No necesariamente para enorgullecerse. De pronto es más lo que pierdo que lo que gano, o lastimo más de lo que curo. Ese tipo de cosas que, si uno no las hace, es muy difícil de entender dónde empiezan y dónde terminan. A veces, sí es necesario cruzar esos límites, porque también uno va encontrando su camino, su forma de andar y su propia naturaleza, porque también es dinámica como las palabras. Va cambiando.

¿Qué es para vos ser rebelde, disruptivo? ¿En qué actos o actitudes encontrás esos atributos?

Yo no tengo la menor duda de que, dado el signo de los tiempos de hoy, no hay nada más rebelde y disruptivo que escuchar, que encontrarse en la diferencia con el otro. Porque, además, visto desde un punto de vista muy egoísta, uno se enriquece con la visión ajena por más antagónica que pueda ser con la de uno, y lo opuesto a eso, en el mejor de los casos, es endogamia y, en el peor de los casos, es un acto de narcisismo.

Cualquier cosa que implique escuchar, o, por lo menos, incorporar la información de otra persona me parece un acto de rebeldía. Hablo de la escucha atenta, de incorporar esa información y, después, uno decide qué hace con eso, pero otorgar esa escucha hoy me parece un gesto muy disruptivo y que no veo que sea algo frecuente. Cuando lo veo me da cierta esperanza.

Te vamos a invitar ahora a que nos dejes un mensaje en las paredes de estos baños, para que la gente que venga a La Cretina te lea. Salú y gracias, Salva.

Gracias a ustedes.

Por La Cretina
@lacretinacasa