Documento sin título
Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
En el sótano

Santi Moraes: “El desafío de hipnotizar una audiencia es un juego que me gusta jugar”

El músico argentino, trovador rioplatense, entusiasta de lo uruguayo, se presentará con su banda Transeúntes en Inmigrantes.

07.12.2023 16:47

Lectura: 6'

2023-12-07T16:47:00-03:00
Compartir en

Al principio, fue un walkman. Lou Reed, Bob Dylan, Tom Waits, una trilogía sagrada. Aprendió inglés traduciendo letras de Pink Floyd y Nirvana. A los 17 años, llegó la guitarra. Y las grabaciones viejas de Pescado Rabioso, Charly García, Manal, Almendra, Moris, Los Gatos. Lo mismo con Jaime Roos, Eduardo Mateo, el Dino.

Descubrió que todo aquello que sonaba, eran cuentos. Historias de vereda muy parecidas a las que podía vivir él y a las que podía hacer sonar él. Las canciones rioplatenses eran de barrio, pero además compartían con él un lenguaje.

Santiago nació en Buenos Aires, Argentina, en 1982. Padres uruguayos. Hoy, guitarrista, cantautor, coquetea con otras disciplinas artísticas como la escritura de ficción, la pintura y el dibujo. En 2010, comenzó su trayecto con la banda argentina Los Espíritus, hasta 2019.

Por 2013, en medio de aquel otro proyecto, formó Los Transeúntes, una banda por necesidad. “Algunas de mis canciones me quedaban cajoneadas. Esta es una banda que cambia mucho de formación, todo el tiempo”, dijo a LatidoBEAT hace un tiempo.

Un año previo a comenzar esa formación, Moraes publicó su primer disco en etapa solista denominado Las canciones de Santi, continuando con el EP Los Boliches (2016) y Transeúntes (2019). Durante la pandemia no hizo música. En 2022, llegó Hogar, su tercer disco solista que fue lanzado en vinilo con la discográfica Little Butterfly Records este 2023.

Junto a la banda Los Transeúntes, sigue girando en diferentes formatos por muchísimos escenarios de Argentina y Uruguay. Hoy, a esa formación la componen Nacho Echeverría en bajo, Fede Anastasiadis en percusión, Patuco López en batería, Ignacio Gutiérrez en teclados y Sol Bassa en guitarra eléctrica.

Santiago Moraes y Transeúntes se presentarán, por primera vez, en Inmigrantes. Realizarán un recorrido por las canciones de Hogar, junto a un repertorio de las principales canciones de todos los tiempos de Santiago Moraes. Los tickets pueden adquirirse acá.

Has hecho largas estadías en Cabo Polonio, ¿por qué ese lugar?

Cabo Polonio es una burbuja fuera del tiempo y del espacio. Ahí conocí a Patuco López, una tarde, comiendo milanesa de pescado. Al día siguiente ya estábamos tocando juntos en el Mucho Bueno, donde voy a volver este verano. Lo de las largas estadías capaz que se debe a que cuando me quiero ir alguien siempre dice “quedate”.

¿De dónde sacás la energía para seguir siendo un trovador a la edad que tenés?

Epa, tampoco soy tan viejo. Las energías hay que ponerlas en algún lado porque sino, después, no me puedo dormir y ando nervioso. No me gusta trabajar de otra cosa que no sea cantar y hacer música, así que intento focalizarla en esto. No siempre me sale. A veces pierdo el foco y me da insomnio, acidez o algo por el estilo.

Si te dijeran que sos el último Dylan del Río de La plata, ¿qué pensarías de esa afirmación?

Me muero de la risa. Tas loco.

¿Encontrás diferencias entre tocar en Uruguay y en Argentina?

Claro que sí. Siempre es distinto. Las diferencias entre Uruguay y Argentina son sutiles. Alguien que no pertenece a ninguno de los dos pueblos, capaz que no se daría cuenta nunca de cuál es cuál. Para nosotros está clarísimo. Son mercados con reglas diferentes y públicos que no reaccionan de la misma manera. A mí me entusiasma y me divierte siempre de igual forma el desafío de tener que hipnotizar una audiencia. Es un juego que me gusta jugar.

Empezaste viniendo de vacaciones a Uruguay, de forma más esporádica, pero ahora venís bastante y con estadías largas, ¿por qué se dio ese proceso? ¿Qué encontrás acá??

Toda mi familia es de Uruguay. Crecí en una casa de uruguayos en Buenos Aires, así que este país es mi segunda casa. En los últimos años pude instalarme por periodos largos porque se combinaron varias cosas, pero más que nada porque hice amigos en el mundo de la música y me dediqué a recorrer el Este tocando la guitarra, que es lo más lindo que hay.

¿Hacia donde sentís que está caminando tu música? Si es que sentís que cambia.

Quizás se puso un poco más acústica, aunque este sábado vamos a tocar con una banda eléctrica de blues rock arrabalero. Pero es una excepción. Mayormente estoy tocando con una pandereta en el pie, una guitarra acústica, mi voz y las armónicas.

Quizás, antes pensaba que eso era algo incompleto que uno hace porque no tiene banda, pero ahora no lo vivo así. Es un formato que me queda muy cómodo. En banda también me encanta. Son diferentes versiones de un mismo mundo. También creo que las canciones que hago hoy en día son más libres que las que hacía antes, están menos atadas a satisfacer a nadie.

¿Cuál es el último libro que te partió la cabeza?

Temporada de huracanes de Fernanda Melchor.

¿Qué disco te interesa o estás explorando ahora?

Esto es Tango! de Troilo y Grela. Lo pongo a la mañana mientras hago el café con cara de dormido, un ojo todavía cerrado. Pongo pan en una sartén y, cuando ya está, lo doy vuelta. Así, en caliente, le tiro la manteca para que se derrita. Mientras tanto, suena “El abrojito” y yo feliz.

Si hubiera una película que te definiera, ¿cuál sería?

No tengo ni idea. En los 2000 cuando salieron 25 Watts y Okupas, me sentí muy identificado con todo eso. Pero ahora no sé, las películas salen por Netflix y son una más bosta que la otra, podrían dejar de hacerlas y sería lo mismo.

¿Cuánto te influye emocionalmente (y por ende artísticamente) la situación de crisis de tu país?

Me cae como el orto todo lo que está pasando en mi país. No lo veo como un fenómeno nuestro, típico de Argentina. Veo algo mundial que tiene que ver mucho con los medios de comunicación y las redes sociales.

Vivimos en una nube de pedos, de vanidad y desinformación. Y, mientras tanto, nos aplican un proceso que está descripto en el libro de Naomi Klein, la doctrina del shock, algo que ya se aplicó en los 90 y que está volviendo a suceder. De a poquito nos van quitando la capacidad de acceder al mundo que nos rodea y nos pertenece. La realidad siempre se mete en la escritura de la canción, porque uno describe lo que ve, las vivencias propias y ajenas. Ojalá pueda seguir existiendo este oficio. Por cómo viene la mano, pareciera que puede llegar a pasar cualquier cosa.