Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Argentina, post 2001. Entre todas las bandas de amigos que se juntaban en un garaje a hacer música, hubo una que se auto-denominó “El Mató a un Policía Motorizado”. Empezaron a tocar, la pegaron con un tema que se escuchó mucho, y en las disquerías empezaron a tenerlos en cuenta. Siguieron tocando, crecieron.
Esa banda, que surge como la manera de unos jóvenes de atravesar una crisis social de hace dos décadas, es hoy la manera de otras personas de atravesar las crisis sociales contemporáneas. La banda también creció, y si bien sigue encontrando el entusiasmo en las mismas causas de su origen (hacer música y tocar en vivo), disfrutan de viajar lejos y conocer otros públicos con la aventura de dejarse llevar por las canciones.
Santiago Motorizado es el cantante de El Mató a un Policía Motorizado. Antes de venir a tocar en vivo al Festival Buena Vibra en Montevideo, se tomó unos días en Bariloche con amigos. Para conectar un poco más con el silencio, que en la Patagonia suena a viento chocando contra la montaña.
Sin escatimar sensibilidad, consigue llegar a lo hondo en pocas palabras, como si no hubiera nada más hondo que la superficie. Parece ser alguien a quien no le cuesta divertirse, posiblemente porque también conoce las raíces más subterráneas del aburrimiento y el abatimiento. Pero no se queda pegado en esas raíces al hablar, al cantar o al escribir.
Latinoamérica en literatura se caracteriza por abrevar en el realismo mágico. La poética de Él Mató a un Policía Motorizado, tanto desde lo musical como desde lo lírico, hacen pie en ese género para salir volando, pero con una particularidad: emplazan los imaginarios en la ciudad, no en el campo. Son los rincones de lo urbano los que devienen escenarios fantásticos, donde se cruzan tesoros, números mágicos, reyes, reinas, chicas de oro, adversarios montados en vehículos misteriosos, leyendas. Hay algo del barro del barrio que tiene que ver con su origen, y por lo tanto va a seguir dando cuenta de su presente, incluso hacia el futuro. El Mató a un Policía Motorizado hace rock y realismo mágico urbano. Santiago Motorizado está de acuerdo con eso. Y desde ese lugar conversó para esta entrevista con Latido BEAT.
El Mató a un Policía Motorizado vuelve a Montevideo para formar parte del Festival Buena Vibra, que ocurrirá el 7 de septiembre, y donde compartirán escenario con Niña Lobo, Facu Balta, Nafta, Julieta Rada, entre otros. Les gusta venir y tocar acá. Dicen que en Montevideo el público te juzga respetuosamente cuando te escucha
¿Qué tiene todavía la banda de una banda de amigos de la secundaria que se juntan a tocar en un garaje?
Hay mucho. A pesar del tiempo, están las ganas de componer canciones juntos, de grabarlas, después salir a tocarlas, irse de aventura con ellas. Es algo que sucede cíclicamente siempre, no se detiene. Y el entusiasmo alrededor de eso es muy parecido. Obviamente hay un montón de cosas que cambiaron mucho, sobre todo para el afuera. La recepción y lo que genera. La expectativa cada vez que hacemos alguna cosa está buenísima, porque nos motiva a seguir buscando. Pero el entusiasmo está en relación con hacer esto que nos gusta y después salir a tocarlo.
¿Cómo viven el presente de la banda desde lo creativo? ¿Cambió algo cuando fueron cambiando las condiciones de producción?
No, no cambió en absoluto. No somos ajenos a lo que nos pasa alrededor y a lo que pasó en estos años. Pero no está ahí presente a la hora de componer. Por eso está bueno que el motor de todo siga siendo el mismo, las ganas de hacer música y tocarla en vivo. Ese es el presente continuo de la banda. Lo creativo es algo que no se sabe bien como aparece. Pasa o no pasa, pero no tiene que ver con las expectativas ni con las condiciones de producción o con lo que dicen sobre lo que hacés.
¿Qué es un amigo piedra? ¿Dónde están?
Esa canción está creada por un amigo real. La idea de amigo piedra era la de alguien que tiene una potencia interna. Proyecta mucho en su cabeza pero después está quieto. Por eso lo de la piedra. Como algo fuerte pero inmóvil. Es un poco eso.
La letra dice que sueña con un barrio mejor, pero se queda mirando la nada. Me acuerdo que cuando empezamos a llevarla nosotros a las disquerías, pasó algo raro, pre Spotify, pre todo eso. Porque nosotros siempre llevábamos los discos y los recibían, pero nos trataban como una molestia, nos trataban así nomás. Y a partir de esa canción cambió algo.
Me acuerdo que fue con ese tema, con “Amigo Piedra” puntualmente, porque la habían metido en un compilado de una revista que se llamaba Plan V, que era un compilado de la escena de Buenos Aires y alrededores de ese momento, y esa canción había gustado mucho. Y los disqueros empezaron a prestar atención porque empezó a aparecer mucha gente que preguntaba por la banda de los que cantaban “Amigo Piedra”. Entonces a partir de ahí ya nos trataban bien. Ya no nos ninguneaban. Nos empezaron a tratar con cariño porque nos volvimos parte del negocio. Y a partir de ahí sí, pasó algo. Y está bueno. Le tengo cariño a ese tema.
Con La dinastía Scorpio (2012) ya tuvieron la posibilidad de viajar por muchas ciudades del mundo. "El mató" es una banda muy de la ciudad. ¿Qué diferencias encuentran entre las distintas ciudades al tocar en vivo? ¿Pueden reconocer alguna particularidad del público de Montevideo?
Todas tienen algo particular, pero a medida que viajás lejos se empiezan a parecer. Viajás a Estados Unidos, Europa, ahora vamos a estar en Dinamarca, te vas alejando, y esas ciudades más cercanas latinoamericanas empiezan a parecerse entre sí, por cómo vivimos la música en el continente y por cómo sentimos todo en general. Y después en lo particular, en lo fino, podés buscar diferencias. Yo creo que el público de Montevideo es un poco más intelectual. Me acuerdo de que las primeras veces prestaban mucha atención, era un público curioso, que quizá no nos conocía tanto pero iba sin mucho prejuicio a ver lo que hacíamos, a ver qué onda. Era muy respetuoso, pero también era como si te estuvieran sacando la ficha. Estaba bueno, te pone nervioso. En las primeras épocas esperás que el público sea un poco más amistoso, más con ganas de celebrar. Y después un poco extrañás lo otro, extrañás que te estén juzgando respetuosamente. El público mexicano, por ejemplo, es muy festivo, es muy de festejar todo, está buenísimo porque tocás relajado, en un clima de celebración, pero después no sabés si te están celebrando a vos por vos o porque celebran porque sí, entonces un poco extrañás lo otro. Con el tiempo eso se fue volviendo mucho más cálido, en Montevideo y en todas partes.
¿Cómo es su amistad con las Niña Lobo? Su primer tema se llama “Sábado”, el de ellas “Domingo”. Tienen colaboraciones y tocaron juntos varias veces, ahora se encuentran también en el Buena Vibra. ¿Qué es lo lindo de hacer cosas juntos?
Nació en pandemia la amistad, y fue porque me volví muy fan. Las conocía de nombre. Sabía que habían tocado con Los Faunos. Nunca les había prestado atención. Y en pandemia las escuché y me encantó lo que hacían. Fan fan me volví. Esas cosas que aparecen y te devuelven el entusiasmo con la música, algo muy potente. Y un día hice un cover, viste en que en la época de la pandemia hacíamos vivos y esas cosas. Un día toqué en vivo una canción de ellas, “Domingo” creo que era, y ahí nos hicimos amigos virtuales, empezamos a chatear y eso. Y en una ventana de la pandemia, creo que en 2021, un ratito que se permitió tocar y viajar, y pude ir a Montevideo a tocar en formato solista, las conocí, tocamos juntos, y estuvo buenísimo. Y antes de eso, todavía sin conocernos personalmente, me invitaron a tocar una canción, “Fin de año”, e hicimos el video a distancia, me filmé acá en casa y mandé un video para que lo puedan editar y poner en el video de la canción de ellas. Quedó muy buena onda. Ahora somos amigos porque son unas pibas increíbles todas, muy divertidas, buena gente. Celebro la aparición artística de una banda así.
Dijiste que ellas te reconciliaron con el entusiasmo. El entusiasmo por hacer música, ¿se te va y vuelve?
No, el entusiasmo siempre está. Pero hace muchos años que ya vivo de hacer música y a veces necesito un poco de silencio. Es necesario el silencio. Por ejemplo, ahora nos vinimos de vacaciones con unos amigos acá a Bariloche, para descansar unos días, y estaban puteando porque ninguno trajo un parlante Bluetooth para escuchar música. Y para mí está bien, estamos acá en silencio, escuchando la naturaleza un rato. Y después vuelvo, y vuelve el sonido, y también el ruido. El entusiasmo nunca se va, pero empezás a necesitar agendar el silencio, darle un lugar en tu rutina, porque sino te la pasás de ruido en ruido. Este año estuve grabando canciones como solista, además de todo lo que hacemos con Él mató, y estoy contento.
La síntesis O’konor (2017) fue como un renacer de la banda hacia el rosa. Algo del sonido y la estética más rockera y oscura, saltó hacia cierto lugar de luz, armonía y colores pasteles. Además las canciones también dieron un salto poético. ¿Lo sienten así? ¿Qué hay de nuevo en ustedes desde "El tesoro"?
Sí, estoy de acuerdo, y trabajamos mucho en buscar un sonido que gire para otro lado de lo que veníamos haciendo. Sin renegar de lo que habíamos hecho, que le tenemos cariño, nos gusta y lo seguimos tocando en vivo, queríamos buscar otros caminos. Porque los caminos que ya están hechos solamente te dejan repetirlos, volver a pasar por ciertas formas. Nos entusiasmaba en ese momento la idea de ir hacia otros colores, otros sonidos. Trabajamos mucho para construirlos. Y la verdad es que estamos contentos. Está bueno sonar con otro color.
Con Súper terror (2023) sostienen esa curva ascendente hacia otra luminosidad. ¿Las canciones cuando aparecen? ¿Antes o después de componer? ¿Es una necesidad que tienen como banda de componer con colores nuevos o es una necesidad que identifican en el público?
Casi siempre es una cosa propia, no estamos pensando en el público cuando estamos haciendo canciones. Lo que atraviesa la lírica, la estética, de las canciones, tiene que ver con lo que decís, con cierto claroscuro o cosa agridulce, sí. Cierto diagnóstico del mundo actual que está yendo a lugares extraños. Es describir un poco eso. Mezclado con cosas personales, siempre todo está atravesado un poco por lo personal, incluso nuestra primera trilogía que hablaba del fin del mundo mezclado con cosas cotidianas. Siempre fuimos un poco así, cosas más grandilocuentes, como el fin del mundo, mezcladas con el día a día.
Hay una constante en ustedes que es cierta poética del realismo mágico, con transmutaciones de barrio. Un realismo mágico urbano, ¿puede ser?
Totalmente, sí, es una buena descripción.
¿Cómo contarías la historia de "El mató" en pocas palabras, en el marco de la historia de la música latinoamericana? ¿Cómo llegan al Buena Vibra?
Santiago es alguien que tenía ganas de hacer música, se juntó con unos amigos y armaron una banda, y a la banda le empezó a ir bien. Es un poco eso. El amor por la música y las canciones, que después se fue convirtiendo por una aventura loca por todas partes del mundo. Inesperado, nunca tuvimos una ambición de ese estilo. Teníamos la ambición de hacer algo real. Profundo. Sincero. Con la música y con el arte. Visto desde afuera no sé cómo se ve, hay cosas que pasan y no se pueden controlar. Y al Buena Vibra llegamos bien, con ganas de tocar, de encontrarnos con amigos y tocar en vivo que siempre está bueno.
Un disco solista tuyo que se escuchó mucho es el EP en el que está “Algún día Jenny”, tiene unas ilustraciones muy hermosas, se escuchaba en Youtube antes de que aparezca Spotify. ¿Por qué necesitaste compartir eso como solista? ¿Qué diferencia hay cuando vos componés para vos y no en el contexto de la banda?
En realidad a ese disco lo armo alguien que no se quién es en Youtube. Esas grabaciones yo se las mandaba a amigos, y después alguien lo compiló y le puso los dibujos y los nombres que quería a los temas, por eso "Chica de oro" aparece como "Algún día Jenny" ahí. Eran grabaciones que yo hacía en mi casa con la guitarra, y no sé cómo le llegaron a quien las subió en forma de disco. Parte de esas canciones son las que terminé de grabar este año con banda, siempre había tenido ganas de que dejen de ser una maqueta. Y bueno, le metimos. En un momento para mí era más fácil separar los proyectos solista y los proyectos con la banda, pero ahora es más difícil porque un poco "El mató" lo tomó todo y además a mí ya se me identifica mucho con eso.
En un momento era más claro además porque había un proyecto acústico, el solista, contra uno eléctrico, el de la banda, la diferencia estaba marcada por el sonido. Ahora eso tampoco es tan así. A esas canciones las seguí tocando porque eran parte de mi repertorio, pero "Él mató" también fue ampliando su repertorio estético y sonoro, entonces algunas entran y las tocamos juntos. Quedaron lugares grises en donde se comparte, se comparten incluso estéticas que eran más diferentes al principio. Después salió lo de Okupas, que tuve la posibilidad de hacer la banda sonora del relanzamiento de la serie, eso sí me permitió conectar más conmigo y mi proyecto solista.
¿Es verdad el cuento de que te ofreciste vos a recomponer la banda sonora completa? ¿Qué te gusta de la serie?
En realidad es Stagnaro, el director, el que me lo ofrece. Me convocó y lo hablamos en una reunión. Había una cuestión de derechos, y él quería reemplazar toda la banda sonora para el reestreno. Eran como noventa canciones, quería poner nuevas y entonces estaba buscando como loco, sobre todo entre música argentina, porque eran los derechos que podía llegar a pagar. Buscaba canciones similares a las originales, y era un delirio. En la charla esa en la reunión es que surge la posibilidad de componer, era mucho era más fácil que buscar 90 temas preexistentes que funcionen bien. Y así fue. Había algo estético de todo ese proyecto que me permitió explorar por lugares re distintos a los que venía con “El mató” y estuvo bueno por eso. Mezclarme más con la cumbia, con el tango. Y por eso me entusiasmó ese proyecto en solitario. La serie me encanta también, pero tener la oportunidad de experimentar con otros géneros estaba buenísimo y me daban ganas.
¿Cuáles dirían que son las materias primas de tu poesía y de tu música?
No sé bien de dónde salen las cosas. Creo que las mías salen de las ganas de contar algo, que de otra manera no puedo, y en las canciones tiene más sentido. Hay cosas que querés contar que por fuera de las canciones no tienen sentido.
¿Por qué cantar un tema romántico de Cristian Castro mientras el mundo se cae?
Porque me invitaron y me gustó la idea. Es una canción de amor, bastante oscura en sus formas. Y en algún punto, es parecida a alguna de las canciones mías. En patrones básicos no la veo tan ajena. Las canciones de amor siempre están. Siempre están ahí las canciones de amor cuando el mundo renace y se derrumba.
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