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Contenido creado por Agustina Lombardi
Música
Nada nos libra, nada más queda

Sergio Marchi: “Cuido los tesoros artísticos que hemos tenido a través de mis libros”

El periodista argentino publicó “Cerati: Algún tiempo atrás”, una biografía no oficial, aunque contundente, sobre el exlíder de Soda Stereo.

03.05.2023 14:00

Lectura: 27'

2023-05-03T14:00:00-03:00
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Por Carlos Dopico
Carlos Dopico

A cuatro décadas del comienzo de su actividad profesional, el periodista musical y escritor argentino Sergio Marchi completó recientemente la cuarta biografía con su firma sobre una de las más relevantes figuras del rock no solo del vecino país sino de la región: Cerati: Algún tiempo atrás. Con esta, este veterano de la escena rockera argentina —reconocido recientemente por la legislatura porteña como personalidad destacada de la cultura— alcanzó la tetralogía de biografías definitivas. “Es un plato como los de antes, contundente”, subraya Marchi, con relación a las 687 páginas de su nuevo trabajo.

En 1997 había publicado No digas nada: Una vida de Charly García; en 2011 escribió Pappo: El hombre suburbano; en 2019 culminó Spinetta: Ruido de magia, y estos días salió de imprenta Cerati: Algún tiempo atrás (Penguin Random House). ¡Acá no pude hacer la biografía oficial! Laura [Cerati, una de las hermanas de Gustavo] —que es muy amable— me entornó la puerta, no me la abrió. […] Entonces dije: esta va a ser mi investigación, con lo que pueda; aguanto con mis trapos”, confesó el autor.

Luego de años de recorrer distintos medios como cronista, crítico y comunicador (secretario de redacción de Rock & Pop, Clarín, editor musical de Rolling Stone, y colaborador en Radar, La Nación, Revista Veintitrés, Perfil, La Mano y Billboard, además de conductor de Rock Boulevard en Radio Continental, Rivadavia, Rock & Pop o Mega), se dedicó a dar charlas, talleres y escribir. Lleva nueve publicaciones escritas, desde Beatles a Roger Waters, pasando por Room Service, donde se despacha por la escandalosa vida de las estrellas del rock, o Rock Perdido, en el que intenta comprender la conformación de los fanáticos del género.

Su trabajo, minucioso, polifónico, analítico y provocador, le ha permitido estar no solo en el backstage o el estudio, sino en la cocina, el micro o la alcoba de las más célebres figuras del rock argentino, despertando con sus memorias fieles y detractores.

Durante años se le conoció como el biógrafo de Charly, por su devota aproximación a la obra y vida de García, con quien llegó a trabajar como mánager e incluso a tocar la batería en un par de shows. “El [libro] de Charly voy a tener que actualizarlo, tarde o temprano. Yo pensaba, quizá lo actualizo una vez que se muera… ¿Y si me muero yo antes? Con Charly es probable cualquier cosa…”, reflexiona con sobrado conocimiento en la materia.

Sobre su obra, su enfoque periodístico, su encuadre del trabajo; sobre los pormenores en cada uno de los abordajes biográficos; sobre escribir durante los latidos de vida o tras las reverberaciones de la muerte; sobre música y trilogías discográficas fundamentales es que va esta charla con Sergio Marchi para LatidoBEAT.

Sergio Marchi por Alejandra López. Foto: cedida a LatidoBEAT

Sergio Marchi por Alejandra López. Foto: cedida a LatidoBEAT

En todos tus libros el abordaje documental está mayormente basado en relatos orales y archivos escritos antes que cualquier intención analítica. ¿Cuáles son para vos los ingredientes fundamentales de un trabajo como este?

Mirá, lo analítico está, pero sottovoce, no lo pongo en plano principal. A mí me gustan muchos libros que he leído, donde se cuenta la historia: hablan con la abuelita, los amigos del colegio… Esas biografías como las de Paul McCartney o Mick Jagger; grosas, me entendés, platos como los de antes, contundentes.

Para mí lo fundamental es buscar la verdad de los hechos como se dieron, no cómo me gustaría que hubiesen sido, no lo que le gustaría a la gente, ni tampoco un relato idealizado. Trato de buscar el La 440 [afinación musical estándar], ni el 439, ni el 441. A veces lo encontrás y a veces no. Entonces tenés que remarla, llamar, estar, que te digan que sí o que no tal vez. De todo ese caldo sale el libro.

Tuviste oportunidad e iniciativa de escribir varias biografías sobre los más ilustres músicos del rock argentino. Sin embargo, la mayor parte las completaste una vez que habían ya fallecido. ¿La de Charly es hasta ahora la única con el artista en vida, además de que fue casi un encargo?

Más que un encargo fue como una invitación a que yo hiciera ese libro. Más que nada porque Charly no podía encargar nada, y, al mismo tiempo, quería que lo vieran y que eso terminara en un libro, cosa que sucedió. Y, después, nosotros tuvimos como una razzia celestial que fue tremenda y la gente que se fue era gente que yo admiraba muchísimo. Entonces para mí es importante, y sé que, desde el punto de vista psicológico, para la psiquis es también importante para los lectores que haya un libro contundente de gente que ya no está. Sino queda el mito, que no es la verdadera historia generalmente. Pappo lo encaré porque ya había quedado en eso. A Luis no llegué a preguntarle, y con Gustavo lo habíamos hablado, pero en el 98; recién se iba de Soda y los dos dijimos: “Me parece que vas a vivir un montón de cosas más —no tenía ni 40 años—, cuando tengas 50 o 60, lo hacemos”. El hecho de que ya no estén hace que uno quiera traerlos de nuevo un rato. El libro de Spinetta para mí fue sanador. Su muerte me destruyó, me hizo mal. Cuando terminé el libro de Spinetta sentí gran alivio. Con Gustavo fue diferente, porque su muerte fue como en cámara lenta, se fue acolchando el impacto. De todas formas, cuando vi lo que le había pasado volví al gimnasio. No es que los elijo porque se murieron, sino para tenerlos un rato más. Cuando escribís un libro los tenés todo el tiempo en la cabeza.

¿Cuánto te condiciona y cuánto te habilita que el biografiado ya no esté? Porque también con el artista en vida todo el tiempo está generando nuevo material.

Sí, pero es mucho más divertido hacerlo con ellos en vida que cuando ya no están. Eso es clarísimo. Me imagino cómo hubiese sido la biografía de los tres: Luis (2012), Pappo (2005) y Gustavo (2014), con ellos participando y yo haber tenido el acceso que tuve con Charly; ese hubiese sido un festival. Lo que me hubiese cagado de la risa con los tres no se sabe, porque los tres tenían muy buen humor. Con Pappo me hubiese cagado de la risa mal, aunque también había que fumárselo al Carpo. Me hubiese gustado más de esa manera, con los tres tocando y produciendo.

Y, en ese caso, ¿cuándo termina el trabajo de un biógrafo? ¿Cuándo termina la vida del biografiado?

Es justamente lo que me pregunto, porque incluso después de muertos estos tipos siguen laburando. Ninguno se queda quieto; el que menos se queda quieto es Gustavo, que crece, crece y crece. No sé cuándo se termina. Para mí los libros son una especie de sidecar; vos tenés un laburo que te va manteniendo, pero a los libros hay que dedicarles un tiempo. No deja de ser un trabajo paralelo. El de Charly voy a tener que actualizarlo, tarde o temprano. Yo pensaba, quizá lo actualizo una vez que se muera… Pero ¿y si me muero yo antes? Con Charly es probable cualquier cosa, por más que él tenga 71 y yo 60, nunca sabés; van a quedar Keith Richards, las cucarachas y él.

Spinetta era un artista que no quería ser biografiado en vida —lo dejó en claro a viarios que hicieron el intento—. ¿Cuál fue el mayor reparo que tuviste al abordar su vida?

Mirá, no me hago un planteo de cómo va a ser el libro; yo dejo que el libro sea y que me lleve a mí por donde tenga ir. Te vas dando cuenta como en la ruta; si ves que hay un aviso de curva, doblás, y si hay un lomo de burro, apretás el freno. Spinetta no es que dijo que no quería ser biografiado, sino que dijo: “Yo quiero una biografía, pero después de que me muera”. Igual, hay dos libros de conversaciones publicados; no son biografías técnicamente, pero tienen algo de eso. Por eso, y como yo tenía una relación muy especial con Luis, un día tras un sueño me decidí. Era mi deseo interior de hacerlo. Mi miedo era que la familia dijera que no. Yo sentía que sin la familia no podía hacer el libro. Por suerte la familia dijo que sí y fuimos socios en esto. Hacer la biografía del Flaco es mi mayor orgullo; no es fácil hacer Spinetta. Cerati es como el bebé recién nacido.

Yo escribo sobre la gente que amo, no lo hago desde el odio. Acá hay muchos políticos que han escrito biografías desde el odio para destruir un adversario político. Yo no creo en hacer eso. Ponerme a escribir un libro de alguien que detesto me parece un mal karma y una pérdida de tiempo. A veces me preguntan: “¿Vas a escribir un libro sobre La Renga?”. Y no, no tengo gran onda con La Renga y hay personas seguramente más indicadas.

Sergio Marchi y Luis Alberto Spinetta. Foto: gentileza de Sergio Marchi

Sergio Marchi y Luis Alberto Spinetta. Foto: gentileza de Sergio Marchi

¿Y sobre Carlos Indio Solari?

El Indio hizo ya un libro de conversaciones con Marcelo Figueras donde cuenta todo (Recuerdos que mienten un poco), ¿qué puedo agregar? ¿Me voy a poner a analizar cada cosa? ¿Voy a decirle que está equivocado sobre su vida? Él ya lo contó todo ahí, en un mamotreto enorme. Él ve las cosas a su manera, y tiene todo el derecho de pensarlo.

¿Y de Andrés Calamaro?

Mirá, no sé si quiero hacer otra biografía; son muy demandantes, tenés que lidiar con muchas personas. Son muchos deseos, con muchos intereses. No sé si tengo ganas de meterme en otro viaje de esos; son tres o cuatro años de laburo cada uno de estos. Si me preguntás, ahora no tengo ganas de escribir nada. Tengo que poner el cuerpo en la difusión de este de Gustavo.

Me dijiste que el libro que te produce mayor orgullo es el de Spinetta. Sin embargo, el libro que te otorga notoriedad o catapulta en este escenario es el libro de Charly.

Sí, sin lugar a dudas. Al libro de Charly [publicado en el 97 y revisitado en 2007] le tengo un cariño bárbaro, me sigue gustando.

Leí por ahí que Spinetta llegaba a los ensayos con El hombre suburbano —tu biografía de Pappo— bajo el brazo. ¿Qué aliento te generó ese detalle para abordar la biografía del Flaco?

Sí, ¡eso me dio un changüí! [Risas.] ¡Esa fue la piedra de toque! Me escribió un tipo que no conocía —él estaba tocando con Luis [Dhani Ferrón]— para sugerirme con mucha buena onda que hiciera un libro similar con Javier Martínez [líder de Manal]. Y yo dije: “Todo bien, claro que es interesante, pero antes quiero hacer a Luis Alberto”. El tema fue que cuando quise hablar con Luis de ese tema, me atendió y me pidió que le llamara luego porque estaba con laringitis. En realidad, ya estaba enfermo y al toque se murió. Eso te bombardea cualquier proyecto. Me pasó igual con Pappo, cuando me llamó Badía para decirme que había muerto en la ruta no podía creer. Con Gustavo fue tan trágico lo que pasó que tenés que ir con puntitas de pie. Yo ahí tomé la decisión de hacerla a como diera lugar, y yo conozco bien ese lugar.

Podríamos discutir si Lito Nebbia o el Indio Solari (ambos de 74 años) podrían o no pelear el podio, pero es probable que coincidamos en que Charly es hoy el artista de rock vivo más grande de la Argentina. ¿Estás de acuerdo?

Del rock es Spinetta, pero si el parámetro es vivo, sí. Charly es el artista de rock vivo más grande de Argentina. [Lito] Nebbia, [Carlos] Solari, Javier Martínez, [Mauricio Birabent] Moris, tenés muchos nombres; pero sí, Charly es Charly. De todas formas, esto no es como una tabla de posiciones… No es un Prode de apuestas. Por ahí es Fito [Páez] o [Andrés] Calamaro… andá a saber. A mí lo que me marcó de mi relación con Spinetta fue cuando hice El rock perdido, el libro con eje en Cromañón, mi libro más político. Siempre buscaba hablar con él. Un día después de una charla que di en Córdoba, fui hasta su casa y me dijo: “Te vi por televisión y te preguntaron a quién preferías, si Charly o Spinetta”. Me puse blanco, qué mierda dije, pensé. “No, tranquilo”, me responde, “estuviste muy bien. Dijiste: ‘Para qué voy a elegir a uno si puedo disfrutarlos a los dos’. ¡That’s my chiken!” [ese es mi pollo]. El orgullo que tengo de eso no me lo quita nadie. [Risas.]

Como una vez que fui a pedirle una entrevista sobre Pescado para La Mano y me dijo [lo imita con precisión]: “Yo no voy a darte una nota para una revista que maneja Pettinato, que cree que el rock nació con Sumo. Y, además, te digo algo —y si querés ponelo— Almendra era mejor grupo que Pescado Rabioso”. [Risas.]

Hace un tiempo dijiste: Yendo de la cama al living (1982), Clics modernos (1983) y Piano bar (1984) conforman la trilogía de álbumes consecutivos más célebres que algún músico argentino haya concretado. A pesar de estar de acuerdo con la afirmación, te pregunto: ¿Qué te pasa con  Alta suciedad (97), Honestidad brutal (99), El Salmón (2000)?

Pero no es equivalente. Si bien son… Alta suciedad es un discazo; Honestidad brutal es mas desparejo y El Salmón —los cinco discos—, son un delirio. Hay muchas cosas de El Salmón que le bajan el promedio a las cosas buenas.

Sergio Marchi y Charly García. Foto: gentileza de Sergio Marchi

Sergio Marchi y Charly García. Foto: gentileza de Sergio Marchi

¿Y Tercer Mundo (1990), El amor después del amor (1992), Circo Beat (1994)?

Podría ser… Pero como esos tres discos que hablamos, de Charly no hay. Tendría que remontarme a los tres de Pescado, o Pescado 2, Artaud e Invisible, pero ya estaríamos mezclando bandas. Quizás los tres de Invisible podrían ser… [Invisible, Durazno sangrando y El jardín de los presentes]

¿Y la trilogía de Cerati: Amor Amarillo (1993), Bocanada (1999), Siempre es hoy (2002) podría pelear el podio?

Ahí lo que pasa es que entre Amor amarillo y Bocanada hubo Soda Stereo (Sueño Stereo, 1995). Podría ser Siempre es hoy (2002), Ahí vamos (2006) y Fuerza natural (2009), pero también en el medio está Soda (discos en vivo). Lo de la trilogía en realidad es arbitrario… [Risas.] La carrera del artista hay que verla en toda su extensión, no solo en su período de gracia. El período de gracia más grande que hubo fue el de Los Beatles, que lo tuvieron todo el tiempo. Los Rolling, Prince, han tenido cuatro o cinco discos en el período de gracia, pero es muy subjetivo. El tema es que Charly tiene varios, incluso a Yendo de la cama al living, Clics modernos y Piano bar podríamos incluir Parte de la religión (1987). Y, si vas para atrás, tenés Peperina (1988), bueno, todo Serú Girán, La Máquina [de hacer pájaros] y tenés Pequeñas anécdotas sobre las instituciones… Charly, entre Vida (Sui Generis,1972) y Parte de la religión la pone allá arriba, al ángulo, inatajable.

El titulo “Algún tiempo atrás” (surgido de “Música ligera”) continúa originalmente con: “Pensé en escribirte”. ¿Cuándo pensaste en escribir esta biografía?

Cuando Gustavo muere yo estaba viajando a Villa Mercedes a dar un par de charlas. Cuando me enteré fue una mezcla de tristeza por que se haya ido y el alivio de que haya dejado de sufrir, si es que sufría. En quienes más pensé en ese tiempo fue en la familia, sobre todo en los hijos. Yo soy el mayor de mis hermanas —mi viejo tuvo dos matrimonios—, y cuando lo perdimos yo tenía 27, pero ellas eran mucho menores, con la edad de Benito y Lisa. Pensaba en eso, no en escribir su biografía. A Gustavo lo pensé cuando ya estaba en el medio de Spinetta. Ahí dije: ¡Ya que estamos en el envión, vamo arriba! Sentí que tenía que hacerlo, para mí mismo. ¡Pero acá no pude hacer la biografía oficial! Laura [Cerati, una de las hermanas de Gustavo] —que es muy amable— me entornó la puerta, no me la abrió. Con Spinetta, yo había tenido una charla muy seria con Cata [hija y apoderada de la obra de Spinetta], y ella consultó con sus hermanos y su mamá, y acordamos hacerlo juntos, de puertas abiertas. Acá no se dio eso, entonces dije: “Esta va a ser mi investigación, con lo que pueda; aguanto con mis trapos”. Pero también conocía el mundo Soda Stereo —porque lo viví como periodista, conocí a toda la gente y sabía cómo era—. Ellos saben cómo laburo yo, me conocen de toda la vida. No iba a ser biografía amarillista, sensacionalista, que es a lo que le tienen miedo ellos.

¿Te da confianza el archivo que tenés de entrevistas con los distintos artistas como para mandarte a hacer una biografía cuando de antemano sabés que le faltan piezas?

Bueno, podría hacer lo que hacen los demás: citar. De hecho, hay un libro de Gustavo, el de Maitena [Aboitiz, Cerati en primera persona], donde hay reportajes míos y yo ni me enteré hasta que salió el libro. Podes reconstruir, analizar… Eso sí, no es el libro con todos los papeles en regla. Cuando me preguntás sobre biografías futuras y, la verdad, tengo que ver si tengo todos los papeles en regla.

Si son artistas vivos tienen que estar seguros de qué quieren, porque van a tener que aguantarte un tiempo largo. En el caso de una biografía al Indio sería imposible porque —más allá de que esté enfermo— es un tipo cerrado a su núcleo. Me gustaría hacer la de Skay, esa debe ser divertidísima. Creo que diría que no, pero me cae muy simpático y lo adoro como violero.

En 2015, exactamente al año del fallecimiento de Gustavo, se publicó Cerati, la biografía, de Juan Morris, con entrevistas a su mamá, Lillian Clarke, Oscar Roho, Adrian Taverna, Eduardo Capilla, Richard Coleman y un gran etcétera. ¿Lo leíste? ¿Qué hay de nuevo en Algún tiempo atrás?

Mirá, tengo como política no hablar de libros ajenos; me concentro en lo que hago.

El germen de aquel trabajo había sido “los momentos previos al colapso cerebrovascular en Caracas; la mezcla de viagra, alcohol y cocaína, más el estrés; haber vuelto a fumar luego de la trombosis, etcétera. ¿En qué lugar queda ese episodio en tu trabajo?

Queda al final, porque es cronológico, pero no le iba a sacar el culo a esa jeringa. Había mucho hermetismo en torno a eso, pero pude reconstruir bastante lo que pasó. Tampoco es tan difícil… Un ACV es un palazo en la nuca, no te deja reacción.

Biografiar a Gustavo Cerati (5 discos) es ocuparse también de una de las bandas de rock/pop más trascendentes de América Latina (7 discos de estudio). ¿Cómo fue ese trabajo?

Fue natural porque es parte del camino. A lo mejor —por decirte una analogía—, el camino de Soda es de montaña y de él solista es más bordeando el mar, costeando… Pero es todo un mismo tipo; la usina era Gustavo. Yo me concentré en Gustavo, pero también había una historia que contar de aquella banda; la interacción con uno y con el otro. Ahí tuve un montón de gente. Hablé con Taverna (sonidista de Soda), Coleman (segunda guitarra de Soda), Eduardo Dell’Oro (que era el production mánager); con Nico Nobilli (que era personal mánager); con Daniel Kon (histórico mánager de Soda); Ohanian (productor), hablé con todos. Con relación a Soda —salvo Zeta y Charly, que se guardan lo que tengan para algún proyectito— hablé con todos. Tengo una radiografía clara de Soda y no creo que le guste a Zeta y a Charly. Pero no creo haber sido injusto con ellos, más allá de que tengo cierto aprecio personal. Ellos no quisieron participar, por eso la visión que predomina en mi libro es la de Gustavo. Pero es porque ellos callaron; podrían haber hablado… Igual tuvieron un abogado defensor que fue Daniel Kon. Kon es una de las estrellas del libro. La charla con él fue muy reveladora —más allá de que fue jefe mío—, la charla con él fue como pasar todo por un ecualizador bueno y decir: ¡Ok, la visión se puede emparejar!

Foto: gentileza de Penguin Random House

Foto: gentileza de Penguin Random House

Una de las grandes características de Gustavo era la extrema perfección, quizá por inseguridad; he leído que era el primero en llegar y el último en irse de la sala, en la que antes de girar repasaban los temas con obsesión.

Sabés que no, el primero en llegar era Charly Alberti; es tremendamente profesional. Hay cosas que no todos saben, Charly era la imagen de Soda en el comienzo, no era Cerati y menos Zeta. Gustavo tuvo que armarse el personaje, encontrar su lugar; obviamente tenía el talento como para hacerlo. Pero el primero que se animaba, que encaraba, era Charly, el Brad Pitt de la banda.

El Stewart Copeland (batero de Police).

No, Copeland por ahí tiene carisma, pero estaba detrás de Sting.

Pero fue el motor durante mucho tiempo, incluso junto a su hermano se remó el debut de los Police.

Sí, está bien, puede ser.

La biografía Pappo: El hombre suburbano recorre muchos caminos, pero no escapa al zigzag entre lo patético y contradictorio de un músico de los márgenes que se ganó un lugar en la escena del rock argentino.

Mirá, la biografía de Pappo es una biografía clásica, como lo fue la de Spinetta y es la de Gustavo. Pero en el caso de Charly tenía que ser una biografía loca como él porque además tuve el acceso constante. Toda esa travesura yo tenía que trasladarla al libro, era una picardía no hacerlo. Pero quizá sí se podría hacer una biografía clásica de Charly. No sé, todos los libros que salieron después, y te diría todo lo que se escribe después de Charly, sale de mi libro. Reproducen la idea, le dan una vuelta de tuerca y la presentan como suya, más allá de que algunos están muy bien, con mucha investigación y análisis obsesivo. Está bueno que sea así. Y si mi libro lo disparó, yo encantado.

En uno de los momentos más tóxicos de Charly García —en medio de su segunda internación psiquiátrica— te cruzaste en un hotel con Steven Tyler, el líder de Aerosmith y conociendo su compromiso de abstinencia en la recuperación le llegaste a pedir una recomendación para ayudar a Charly. Tyler estuvo a punto de ir a visitarlo hasta que el propio Charly le escribió una carta. ¿Qué pasó? ¿Qué decía?

Ahí, para mí… Sabés que es algo en lo que pienso recurrentemente. Steven Tyler debe haber leído la carta, visto la desconexión de Charly y dicho: Acá no se puede hacer nada. Aún estando internado en una clínica psiquiátrica… Porque uno cree que Charly baja cuando le quitan todas las impurezas y vuelve a estar lucido. No, Charly sigue en esa realidad; es más complejo de lo que se piensa.

Sergio, vos fuiste uno de los pocos del selecto grupo de súper amigos que se sumó a la contención de Charly, cuando cayó hace ya varios años en el pozo de depresión y consumo. ¿Imaginaste en ese momento que podría seguir componiendo, grabando e incluso presentándose en vivo?

No, lo que pensé fue que tenía ahí la oportunidad de oro, pero la pateó a la tribuna. Si te pones a pensar ¿cuánto pudo hacer desde entonces? Un par de shows y no mucho más, pero además no lo ves en plenitud. Discos nuevos, hizo uno, Random (2017). Y mirá, esto lo sé porque lo hablé con él, era un penal sin arquero y la mandó a la tribuna, pero no porque salió mal sino porque él lo quiso así. ¡Charly elije! La gente lo ve como una víctima, pero es Charly quién elige. Claro, tiene una patología psiquiátrica. Nos olvidamos de eso porque creemos que es parte de su genialidad, pero no vemos que ahí hay una cosa psiquiátrica, que es seria y de la que yo tomo noticias al tiempo.

Si hubiera sido consciente de parar a tiempo, ¿cuál crees entonces que hubiese sido el desarrollo?

Y probablemente estaría de gira; hubiese hecho cuatro discos, qué se yo. Hay algo dentro de él que no sé… ¿Viste el tema “Inconsciente colectivo”? Dice: “Pero a la vez hay un transformador que se consume lo mejor que tenés”, eso lo tiene activado, y ese transformador le manda las cosas a la mierda. Pero él nunca laburó el funcionamiento de ese transformador ni le invirtió la polaridad para que juegue a su favor. Pero ya es un tema en el que tiene que entrar ciencias médicas, psicológicas y psiquiátricas, de las que él siempre descreyó. Porque también a veces se le aplicaron a la fuerza, de mala manera y que no sirvieron para nada. El dijo: “La herida es espiritual”, pero nunca se dedicó a cuidar esa herida, a mejorarla y hacer que se transforme en cicatriz.

¿Qué opinas de esa frase ladina “Murió en su ley”? ¿Aplica a Pappo, a Spinetta, a Cerati? ¿Aplicará a Charly?

Sí, es verdad, es una frase bien ladina. El tema es que nosotros no creamos las leyes… En el caso de Luis Alberto y Gustavo ponele que ta, eran fumadores empedernidos y no dejaron de fumar, y el cigarrillo en ambos jugó una cuestión crucial. De las personas que más amé en la vida se murieron por el cigarrillo: mi viejo, Luis [Spinetta], Gustavo [Cerati], [Juan Alberto] Badía. ¿Pero eso es una ley? No, es un vicio; un hábito. A partir de eso yo también tomé conciencia. Dije: Yo no quiero que esto me pase a mí; quiero estar más tiempo con mis hijos. No es que le tenga miedo a la muerte —cuando llegue llegará—, pero uno puede poner un poco para no caer en esa trampa del pucho. Yo dejé de fumar y comencé a ir al gimnasio, pero de ahí a ser un patovica de la salud, hay un trecho largo. [Risas.] ¡Yo no sé si murieron en su ley! Quizá Charly lo sea porque él es responsable de las cosas que le pasan. Ahora, no lo veo hace un montón y no sé exactamente cómo es su vida, pero por lo que me cuentan es dura: en parte por las facturas que te llegan con los años y en parte porque lo eligió. Hoy está un poco en su ley. Él tuvo un montón de warning, de advertencias y decidió…

Nunca paró

Nunca quiso parar. No es que nunca pudo… Siempre echan la culpa al entorno, ¡ah, no lo cuidaron! Uno se tiene que cuidar a sí mismo. Charly tuvo un montón de oportunidades y un montón de gente que lo cuidaba, yo entre ellos. Y él saboteaba esas cosas todo el tiempo. Yo a Charly le deseo lo mejor, lo quiero. Cuando lo internan me preocupa mucho, no es que estoy enojado deseándole lo peor. Cuando cumplió los 70 lo vi desde mi casa, no me mandaron una invitación. Me quedé muy contento de que tuviese una buena banda con [Fernando] Kabusaki, María Eva [Albistur], el Zorrito [Fabián Vön Quintiero], [Fernando] Samalea. Son su gente. Yo lo quiero ver así siempre, pero lo vi como quien sube a un auto que no está muy seguro de poder manejar. Lo vi sobrepasado, pero a la vez era una semana de celebración de Charly García y se lo merece. Espero que salga pronto el disco (La lógica del escorpión) —que me dijeron que está muy bien—. Yo le deseo lo mejor a García. Me sigo sintiendo amigo de él aunque ya no lo seamos.

De todas formas, quienes hayan escuchado el demo puede que se sorprendan del resultado final, tal como te pasó a vos con Say no more —que lo escuchaste terminado y luego Charly lo ensució y le dio esa pátina de locura—.

Bueno sí, pero yo ya sé cómo es el disco; los temas ya los conozco. No hay mucho nuevo… Hay cosas que vienen de otra época. Random me gustó.

Y en el caso de Pappo, ¿fue en su ley?

No, fue un accidente de lo más boludo. Después de toda la mierda que me tiró el hijo por redes, yo quedé condicionado para opinar, pero creo que fue un accidente boludo. Los accidentes son así. Para mi no murió en su ley, más allá de que mucha gente dice que Pappo no tenía ley. No sé, estaba para seguir; había sacado un disco hermoso (Buscando un amor, 2003) que él debería haber defendido un poquito más. Pero hay cosas que a veces no se dan. Para que progrese una carrera tiene que haber cierta estructura que acá no hay; no es como EE. UU. o Inglaterra, donde tenés cosas que te ayuden. Por eso me preocupan mucho los artistas grandes. Cuando veo a Rada, y veo que sigue produciendo, haciendo las cosas bien, digo: ¡Vamo arriba, negrito! Lo adoro. Recuerdo verlo siendo pibe, en el Margarita Xirgú en tiempos de dictadura; entraba con una fila de tambores demoledores. Imaginate para un pibe que tocaba la batería, a los 17 años. También lo veo a Nito Nebbia, con los años que tiene y empuja, y empuja como el viento. Eso me gustaría para todos.

¿Sos un periodista de rock de una generación, o todavía seguís teniendo la misma inquietud de la escena argentina, de lo que se produce, de las nuevas bandas?

Mirá, no me gustan las bandas nuevas, me gustan las bandas buenas. Cuando hay algo bueno, lo sigo, me intereso. No estoy en medios grandes. Al volcarme a los libros, dejé desguarnecido eso de estar peleando esa pelea; tampoco es una pelea que me guste. Al mismo tiempo, tengo la edad que tengo (60) y respondo a la música que me crió, que viví y que estoy viviendo. Sigo escuchando cosas nuevas. En el 98 puse casi un multimedio para bandas nuevas. Sé que de esos 300 demos que me mandan, hay 20 buenos, y quizá a cinco le puede ir bien y hacer una carrera. Por eso, cuando me dicen: “¿Maestro, no me da una opinión sobre mi música?”. Yo tengo miedo de hacerlo porque quizá los desaliento. Es tal la responsabilidad que esa la saco al córner. [Risas.] No sé de qué generación soy, pero si sé que cuido los tesoros artísticos que hemos tenido, y a través de mis libros, esas historias quedan y traspasan generaciones. El de Charly tiene ya 25 años y me siguen hablando de él, a ver cuándo actualizo, (lo hizo en 2007). Son la historia. Son historias contadas con todos los elementos disponibles; narrada con pasión y toda la garra que puedo poner. Si viene alguien y hace un libro mejor lo voy a aplaudir, pero no vengan a correrme con un ancho falso. 

Por Carlos Dopico
Carlos Dopico


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