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Sex and the City: el protagonismo de una antiheroína y la amistad como valor fundamental

Tras 26 años desde su lanzamiento, la incorporación de la serie a Netflix generó que vuelva a estar en el centro de la discusión.

09.04.2024 18:34

Lectura: 7'

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Por Sofía Durand Fernández
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“Si sos una mujer exitosa en esta ciudad, tenés dos opciones: luchar para conseguir una relación, o salir y disfrutar del sexo como los hombres”, decía la mujer rubia en pantalla mientras sostenía un trago. Segundos después, la conoceríamos: “Samantha Jones, ejecutiva de relaciones públicas, mujer sin casarse”. Durante los siguientes 20 minutos, su amiga y protagonista de la serie, una columnista de diario que habla sobre sexo, intentaría experimentar si esta afirmación podía ser real. El escenario principal eran las calles de Nueva York.

Con el auge de la tecnología y la inteligencia artificial, se presagia la muerte definitiva de las ideas, sin saber si esta conjetura representa un miedo o una expresión de deseo. En consecuencia, vivimos en una sobreproducción de biopics y reboots, la manifestación de una nostalgia colectiva, la consagración del “todo tiempo pasado fue mejor”. Una serie como Sex and the City (1998) no es la excepción, más allá de que a lo largo de estos 20 años desde que finalizó la serie, volvió de una forma u otra. Primero con las películas lanzadas en 2008 y 2010. En 2021, con And Just Like That: un manotazo de ahogado por parte de sus guionistas, que parecen haber considerado suficiente entrar unos minutos a las redes sociales para enterarse de lo que está pasando en el mundo.

Es difícil precisar el golpe que dio Sex and The City en 1998. En 2024, su magnitud se devela en el hecho de que su ingreso a Netflix represente todo un acontecimiento. Están las —sí, las— que vuelven a verla, y las que recién la conocen. Hay un amplio abanico de mujeres de todas las edades, clases sociales y nacionalidades que, hasta el día de hoy, encuentran en Sex and The City algo fresco y audaz. Cuatro mujeres en sus 30 y 40 años que todavía no tenían resueltos los requerimientos sociales esperados, acompañadas de la cadencia de una ciudad feroz y una curaduría musical de jazz. Además, el nacimiento de, tal vez, la primera antiheroína de la televisión.

Es verdad que también estaba presente el componente del glamour y la moda. “El programa fue el primero en nombrar diseñadores y marcas de forma regular”, dijo Cameron Silver, estilista de moda y experto en moda vintage, en una entrevista con CNN en 2021. Hasta el día de hoy, es poco claro cómo Carrie Bradshaw sustentaba su estilo de vida siendo columnista en un diario, aunque en más de una ocasión se la muestra teniendo dificultades económicas a causa de una mala gestión del dinero. Si bien es innegable que aportaba al atractivo de la serie, lo esencial no estaba ahí, de lo contrario And Just Like That habría tenido otra recepción de la crítica.

Ese grupo de amigas fue la cara visible de una nueva forma de representar a la mujer en el mundo audiovisual. Sus objetivos diferían y podían consistir en el éxito profesional, la familia perfecta o la libertad sexual y la independencia financiera. Ahí estaba la novedad. Las mujeres podían tener diferentes prioridades, las mujeres podían seguir solteras pasados los 30 —sin morir en el intento— y, ante todo, las mujeres podían considerar a sus amigas como el pilar fundamental de sus vidas. Todo esto, con diálogos hábiles e ingeniosos. 

“Lo más importante en tu vida es la familia, hay días en las que la amás y días en los que no. Pero al final, son las personas a las que siempre volvés a tu casa. A veces, es la familia en la que nacés, y a veces es la que te creás para vos”, decía Carrie Bradshaw al final del episodio 15 de la temporada dos, antes de encontrarse a sus amigas comiendo en un restaurante. La constante, entonces, sería la amistad. A lo largo de la serie, pasarían festividades juntas, se acompañarían en momentos duros, también se enojarían cuando la otra cometiera un error.

La dinámica de la amistad femenina se convirtió en algo atractivo. En 2012, HBO lanzó Girls, una serie escrita por Lena Dunham y que también trataba de cuatro amigas en Nueva York. Frances Ha (2013), de Greta Gerwig, aborda el vínculo entre dos mejores amigas. Es cierto que The Golden Girls (1985) puede considerarse un antecedente, entre otros. El diferencial se encuentra en el arquetipo de la antiheroína.

Hubo una Carrie Bradshaw en la vida real, al igual que un Mr. Big. No, no terminaron juntos. Antes de la serie, la escritora y columnista Candace Bushnell publicó un libro basado en sus columnas llamado Sex and The City (1997). En los últimos tiempos, redes sociales como Instagram y X (antes Twitter) parecen detestar a Carrie Bradshaw. Es entendible. A lo largo de las seis temporadas, la trama fue inclinándose hacía el drama entre ella y Mr. Big, eventualmente alternado por la presencia de Aiden. En un principio, el peso de otras voces era mayor, en lo que parecía ser una investigación neoyorquina sobre la vida sexual de sus habitantes. Eventualmente, los dilemas amorosos de su protagonista y sus amigas cobraron más fuerza.

No es necesario defender al personaje, ni sus acciones, para poder reivindicar que fue novedoso que apareciera una mujer en ficción con esas características. Soltera, usualmente egocéntrica, fumadora, por momentos irresponsable, mala gestora de sus finanzas y también de su vida amorosa. Uno de sus momentos más memorables en la serie, es aquella portada que iba a manejar el concepto de “Soltera y fabulosa". Después de que llegara tarde a la sesión de fotos, le agregaron un signo de interrogación. En la foto, aparecía Carrie, con resaca y fumando.

Hoy en día, ese tipo de personajes parece estar en auge. Mujeres que no tienen certeza en ciertos aspectos de su vida, mujeres que se equivocan, mujeres que no son perfectas. Se puede ejemplificar con las protagonistas de productos audiovisuales como The Worst Person in the World (2021), Shiva Baby (2021) y, nuevamente, Girls y Frances Ha.

Puede percibirse algo superficial. En cierto grado, lo es. No todo lo que es entretenimiento e incluye mujeres tiene por qué abordarse desde un lugar solemne. Sex and the City es honesta, más allá de los pares de zapatos Manolo Blahnik que tuviera una columnista de diario, o el final feliz en París. La trama corre alrededor de mujeres imperfectas que pusieron sobre la mesa temáticas que muchos tenían pudor de discutir, en la televisión o en la vida real, pero que todos se preguntaban. Para los años noventa, contar con un elenco de protagonistas enteramente femenino también era un avance. No solo es la radiografía de Nueva York en ese entonces, sino que además es un producto que le habla a sus televidentes hasta el día de hoy.

And Just Like That fue un golpe bajo para la fiel audiencia porque pierde el foco de a quién le quiere hablar, o qué quiere comunicar. Porque parece querer adaptarse a la época con falta de conocimiento y falta de profundidad. Porque parece querer tapar los agujeros argumentales con vestidos y zapatos de diseñador. Porque falta Samantha Jones. Una gran crítica al producto original fue la falta de diversidad, más aún teniendo en cuenta que tomaba lugar en una ciudad cosmopolita como Nueva York. La solución en su vuelta a la pantalla chica podría haberse abordado de manera más orgánica, sin la necesidad de que luzca forzado.

Es, entonces, comprensible, que por más de que tome lugar hace más de 25 años, Sex and the City siga cautivando a nuevas generaciones. Generaciones que poseen mejor conocimiento de las temáticas que se tratan en la serie, pero que aún debaten si era mejor Big o Aiden, si son una Samantha, una Carrie, una Miranda o una Charlotte. Si se retorna al dilema inicial, es más efectivo crear un producto nuevo, que recurrir a uno históricamente exitoso para adornarlo de actualidad. Porque no hay nada que venza mejor al tiempo que las narrativas audaces y honestas.

Por Sofía Durand Fernández
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