Por Sofía Durand Fernández
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Una búsqueda sonora. Así se define lo que ocurre en cada performance. Sea a través de diferentes instrumentos acústicos y dispositivos audibles, o mediante la participación de los diferentes músicos, toda experiencia es única y original.
Este tipo de experimentación musical es conocida como drone, en español se puede traducir como "zumbido" y remite a un ruido parejo y monocorde. Los sonidos que se buscan son largos, sostenidos y repetitivos. La idea que el SDD persigue es el de un corte minimalista.
Pero el público y la escucha colectiva también tiene un peso fundamental. El SDD busca el ejercicio de una escucha profunda, en la que cada instrumento e integrante aporta algo único.
Comenzaron en 2022 y desde entonces han congregado a más de 100 ejecutantes de diversas orientaciones artísticas y han realizado doce actuaciones, entre la que se destacan la participación en la edición de 2023 del Festival Ruido, en la Cúpula del Centro Cultural Kirchner (CCK).
Flora Dido, miembro estable del SDD, conversó sobre la esencia del proyecto.
Cada presentación representa una experiencia única. ¿Cuál es el valor de que sea efímero?
Antes que nada, nos parece honesto aclarar que en la propuesta del SDD participan algunos aficionados de la tarea archivística, entonces tenemos un archivo con los registros de las interpretaciones que fuimos haciendo. De todas formas, la propuesta es efímera en tanto que la música es un poco el arte de manipular sonidos en un tiempo determinado. Por más que la grabación de una interpretación nuestra pueda “reproducirse” si fue grabada, por más que tengamos una “partitura” para cada pieza —que, de todas formas, vale aclarar que es muy abierta a lo que cada ejecutante interprete de ella—, no podemos repetir el tiempo y el espacio en el que ocurre cada interpretación.
De alguna forma entonces, la propuesta del SDD tiene valor al convocarte a poner el cuerpo, el oído, ahí: en el espacio y en el tiempo donde tendrá lugar. En salir de vos mismo para encontrarte con otros en ese espacio y en la escucha de ese sonido que no espera respuesta, como diría Calvino: “Como el canto del último pájaro de una especie extinguida o el zumbido estridente de un reactor recién inventado que se disgrega en el cielo en el primer vuelo de prueba”.
Hay un gran peso en que la experiencia sea colectiva. ¿Qué aporta esto a la experiencia?
Nos gusta decir que es una experiencia comunitaria donde lo que cada uno tiene es de uno. Pero por un rato, puede enriquecer y enriquecerse al estar disponible para construir algo (una pared de sonido) con los demás. Este elemento es más que un aporte. Es constitutivo de la propuesta del SDD que, según su propio manifiesto, solo puede ocurrir si hay un quorum de siete miembros. ¿Por qué siete? Porque sí.
¿Qué tanto puede variar dependiendo del público?
Un montón. Y en esto también tiene que ver lo que preguntás sobre la locación y el sitio donde interpretamos nuestras piezas. Por ejemplo, este año nos reunimos a tocar dos veces en la capilla no denominacional del Cementerio Británico de Buenos Aires. Una vez en otoño y la otra el día antes de la primavera. El ambiente mismo, la temporada del año, proponen una pedagogía de lo que puede darse. De lo que el SDD puede tocar y de lo que ese cruce entre sonido, escucha y espacio puede suscitar en una persona, en un público. La primera vez que terminamos de tocar allí, se nos acercó mucha gente que durante la tocada se habían conectado de alguna forma con un ser querido fallecido y que sentían que se había hecho “presente”. A muchos de nosotros nos había pasado lo mismo tocando. Fue sorprendente. Una señora incluso nos decía: “Mis padres están enterrados aquí y les encantó”.
Entonces en términos de lo que puede variar tocar para el más acá o el más allá o para todo lo que hay en el medio es que genera disponibilidades interiores distintas. El mismo mes que tocamos por primera vez en el Cementerio Británico, también tocamos en la terraza soleada de un hospital de cuidados paliativos. Fue un toque chiquito, suave. Había algo del espacio y del público que requería tácitamente eso. Pedir permiso y entrar con cuidado, en el último tramo de la vida de alguien.
¿Cómo surge el Sindicato del Drone y qué camino han recorrido hasta llegar a la actualidad?
El sindicato del Drone nace de la idea de Mariano Rodríguez, Jonah Schwartz y Federico Fossati como un ensamble. A medida que fue pasando el tiempo, fue creciendo cada vez más y tomando otras dimensiones.
Creo que el paso más significativo fue haber tocado en el Festival Ruido en la cúpula del CCK, fue como un reconocimiento, una demostración de que había interés por una propuesta así y a partir de ahí fue más una búsqueda y crecimiento expansivo. De hecho nos abrió otras posibilidades, esa performance la registramos y editamos un cassette que de un lado tiene la pieza completa y del otro las reinterpretaciones de cada uno de los miembros. Este año también tocamos en el Mutek y en el Primavera Noise.
¿En qué afecta la locación y el sitio?
En todo. Básicamente armamos la pieza según el lugar en el que vamos a tocar y los recursos que tenemos disponibles, es el punto de partida, sobre esa base eso vemos con qué parámetros podemos jugar.
¿Cómo es la organización siendo tantos?
Tenemos una cúpula de seis miembros estables entre los que componemos las piezas, buscamos los espacios donde podemos tocar, convocamos a los demás participantes y manejamos la difusión y la burocracia de las redes sociales. Después, el resto de los músicos son convocados según la ocasión, aunque hay algunos que ya son como un elenco estable.
¿Cuál creen que es el valor de fomentar una escucha atenta y perceptiva en tiempos de volatilidad y plataformas digitales?
Tal vez sea el valor de valorar la demora. De demorarnos todo lo que queramos haciendo algo tan inútil como escuchar atentamente un sonido monocorde. También como una especie de resistencia o rebeldía, en tiempos de música hiperproducida y llena de contenido, hacer algo con la mínima cantidad de notas posibles sin un ritmo ni melodía tiene algo un poco punk.
Y si ponés atención, un sonido puede ser minimalista, pero estar lleno de detalles y texturas. Un poco cómo conectar con el aquí y ahora, si estás presente podemos conectar con el sonido desde otro lado y te genera las mismas emociones que una canción.
Por Sofía Durand Fernández
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