Documento sin título
Contenido creado por Sofia Durand
Música
Mundo extraño

Sobre “Amelia” y “Ark United States V” de Laurie Anderson

Ella solo es de su propia invención: nadie se le parece, aunque estire las restricciones de la música pop tanto como Bowie.

03.12.2024 14:44

Lectura: 6'

2024-12-03T14:44:00-03:00
Compartir en

Por Jimena Bulgarelli | @jimebulgarelli

La firma musical de Laurie Anderson es multimedia. Anderson tiene una gran trayectoria en esta decisión artística: desde 1983, con su espectáculo United States, ha comenzado en este camino que hoy, 41 años después, sigue creciendo. Presentó ARK: United States V.

Ella solo es de su propia invención: nadie se le parece, aunque estire las restricciones de la música pop tanto como Bowie. Su sencillo de 1981, O Superman, de alguna manera fue un éxito pop, porque ocurrió de manera extraña, el electro es inquietante, su humor es furioso y paranoico, pero de alguna manera llegó a ser un éxito pop mundial aunque desfasado con la realidad y fuera de lugar. Este desfasamiento lo remarca y consolida en un espectáculo de ocho horas distribuido en cuatro noches: el primer United States. Esto ocurre un 3 de febrero de 1983 en la Brooklyn Academy of Music.

La gran mayoría, luego del consenso en el mundo pop, esperaba un show más convencional. Pero Anderson abre esa noche del 83 al tiempo que abre su boca y dice: “Una cierta secta religiosa estadounidense ha estado observando las condiciones del mundo durante el diluvio… Según sus cálculos la civilización anterior al diluvio [estaba] en algún lugar del área del norte del estado de Nueva York, y el Jardín del Edén en la ciudad de Nueva York. No hay rastros de historia bíblica en el área del norte del estado de Nueva York. El arca simplemente no ha partido todavía”.

El público se reía. Creo que desde el comienzo, Anderson ha dejado muy claro su camino, y es el misterio de ese éxito pop que acumuló las risas.

Así, 41 años después, Laurie retoma el tema con ARK: United States V. El espectáculo debutó en noviembre en Manchester, hubo inteligencia artificial, transmisiones en vivo, arte escénico, y conversiones de sus canciones a violín, electrónica y percusión.

Su discografía explora temas de la vida estadounidense en el presente y en un futuro imaginado. Con sus matices, siempre se mantuvo en esta línea de esclarecer nuestro mundo problemático con un inquietante y siniestro humor, desde su debut con Big Science (1982), hasta hoy con Amelia (2024).

Amelia es un conjunto de canciones sobre la pionera de la aviación Amelia Earhart. Aunque Anderson elige un tema que podemos llamar histórico, ella siempre está hablando sobre el futuro, lo confirma en cada canción y entrevista, y cada vez que le preguntan sobre su difunto esposo Lou Reed, ella siempre mira hacia el futuro. Y allí está él. 

Este álbum es dramático y orquestal, pero eso no es lo fascinante, eso subyace en este extraño formato que Anderson nos presenta: el de un álbum musical que narra el último vuelo de Amelia Earhart en 1937, cuando intentó convertirse en la primera mujer en volar alrededor del mundo. Amelia estaba llegando a la última etapa de su viaje, pero desapareció en el Pacífico.

La cantante narra en primera persona, como si ella fuese Earhart, pero sin dejar de ser Anderson: lo fantástico es cómo todo confluye en la autora, siendo dos personalidades que logran convivir, mezclando los recuerdos o ellos apareciendo de manera inconsciente. Las voces se confunden para crear una nueva voz. Cuenta Anderson, en una entrevista a BBC Radio 4, que la historia de la infancia en “Flying At Night” —número 13 del álbum— sobre “correr por el césped oscuro” para ver los aviones pasar en el cielo de la noche, es de su propia infancia, no de Earhart.

Amelia no es una biografía ni una autobiografía, pero es una reflexión sobre lo que dice la elección, o no elección, de nuestros héroes sobre nosotros. Es decir, a quienes ponemos en un pedestal son quienes, al observarlos, revelan cosas de nosotros mismos, como un espejo.

Durante toda la discografía de Anderson la elección de los temas narrativos y estéticos se mantienen, al punto que su debut Big Science comienza con un accidente aéreo, como si Laurie hubiera empezado desde el final. Y los aviones no paran de aparecer, desde su infancia pasando por el cielo nocturno, a los jets que cruzan de manera siniestra la canción “O Superman” diciendo: “Here come the planes/ They’re american planes”.

En 2017, montó una instalación de realidad virtual, Aloft, una simulación donde parece que uno esta sentado en un avión que se disuelve de a poco. Pero Anderson, además, sobrevivió al naufragio de un avión comercial, cuenta que pasaron diez minutos desde que el avión comenzó a fallar hasta que se estrelló, que el ruido es blanco, un silencio absoluto, diez minutos interminables. Pero terminaron, para seguir, no como Earhart, que habrá quedado en aquellos minutos de sordera.

El álbum parece jugar con el tiempo de forma inversa: condensa los últimos 44 días de Amelia en 35 minutos. Anderson creó la crónica de un accidente. Comienza por ruidos de motor que rugen como en un combate aéreo de la Segunda Guerra Mundial, y termina bajo el agua del Pacífico. El final es trágico, pero el álbum entero no deja de ser su obra más ligera y vivaz del resto de su discografía. Un trabajo que debía ser así, con el espíritu aventurero de Amelia.

Foto: Transmediale vía Flickr

Foto: Transmediale vía Flickr

Anderson crea un guion con datos del diario de Earhart, datos objetivos en tercera persona que se alternan con los de los telegramas a su marido. Para dar cuenta de las diferentes perspectivas, Laurie utiliza diferentes registros vocales. 

Amelia es un homenaje a Earhart, a la propia infancia de Anderson, al pasado histórico y personal, pero también un homenaje al futuro. Esto se demuestra en la estructura, en el gran círculo que las canciones encierran. Un círculo en permanente auge y destrucción, nacimiento y muerte.

El álbum culmina siendo una experiencia cinematográfica: el mapa, la cabina del avión, los periódicos con la noticia fatal. La atmósfera es de brillantes drones oceánicos, dramática pero tranquilizadora.  Ocurre una perspectiva crucial como una súplica, un pensamiento de la piloto: “¿De dónde saqué esta obsesión de lanzarme contra el cielo?”. Pasan océanos y desiertos, y mientras Earhart observa crecer la sombra de su avión en el agua del Pacífico que se acerca, sus palabras son las mismas que abren el álbum: “Era el sonido del motor lo que más recuerdo”. Después, solo el sonido de las olas rompiendo.