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Contenido creado por Sofia Durand
Música
It´s all over now, baby blue

Solo dilo en un inglés roto: adiós, Marianne

El ícono inglés falleció el pasado jueves a los 78 en Londres. Con ella, se va un sello de la época.

03.02.2025 14:24

Lectura: 9'

2025-02-03T14:24:00-03:00
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Por Jimena Bulgarelli | @jimebulgarelli

Junto a Anita Pallenberg fueron las verdaderas rolling stones. De crecer en la aristocracia, a convivir con las estrellas de los sesenta. De vivir en la calle, a ser una celebridad del cine.

Marianne Faithfull fue inquieta y conflictiva, reducida a la belleza de esa batalla. No es exagerado pensar que la complejidad musical de los Rolling Stones se basa, en principio, en la relación con esta novia rota del submundo.

Hay facetas interminables, capas y capas de lo que este misterioso icono es y representa.

Fue la hija de la baronesa Eva Erizo, descendiente de los aristócratas austrohúngaros Von Sacher-Masoch. El tío abuelo de su madre fue Leopold von Sacher-Masoch, autor de La Venus de las pieles (1870) y del término “masoquismo”. 

Marianne fue la estrella pop de los años sesenta en Londres, cuando ser estrella pop aún significaba otra cosa, otra rebeldía. Ella, siempre rubia, de aspecto angelical con un aire a ambición destructora: la complejidad de su belleza. Se casó joven con un poeta, y grabó “As Tears Go By”, de los Rolling Stones. Mick Jagger se enamoró de esa Marianne —cómo no—, podríamos creer que hasta el día de hoy sigue enamorado de ella.

Marianne Faithfull (1966). Foto: A. Vente

Marianne Faithfull (1966). Foto: A. Vente

Juntos escribieron “Sister Morphine”, una de las canciones más siniestras del álbum Sticky Fingers (1971) y de la banda. Sí, estar con Marianne debía de ser como tener los dedos pegajosos. Marianne y Mick fueron íconos de esa época irrepetible. Época que Marianne terminó casi para siempre con un intento de suicidio y adicciones, sobre todo a la heroína. Los intentos siguieron, más o menos directos.

Durante muchos años fue estrella de cine en películas con Alain Delon, donde se supone que aparece la emblemática foto de ellos dos y un Mick Jagger excluido como nunca antes debió sentirse, mirándose la punta de los zapatos. También apareció en películas más experimentales del maestro del queercore Keneth Anger, y  fue actriz de teatro en adaptaciones de Chéjov. Vivió en la calle, durante estas vueltas entre escenarios y cámaras, hasta que en 1979 grabó uno de los mejores álbumes de la época: Broken English, donde aparece con su voz rota, fuerte y femenina.

Ya tenía algo más de media docena de discos publicados en ese entonces, muy buenos, muy pop, pero que no la dejaban del todo satisfecha: algo más debía romperse. Y desde esa ruptura no paró de grabar discos, aproximadamente cada tres años. Todos fuertes, osados, enigmáticos. Todos dejan una sensación de nostalgia que te deja mirar hacia adelante. Todos contienen una fuerza imparable de deseo.

Aunque este haya sido su mundo artístico, con increíbles colaboraciones e invitaciones de las mejores bandas y artistas más jóvenes y de su época, en sus reseñas y valoración colectiva no se le ha hecho justicia del todo. No tuvo, no, esa adoración universal como sí la tuvieron sus compañeros. No me atrevo a especular sobre cuestiones de género, podemos creer que todo esto es un misterio como cualquier otro fracaso de quien parecía predilecto al estrellato; o podemos, con más acierto, decir que su figura, aunque pública, jamás fue del todo activa en el mundo de la farándula. No porque no se hablara de ella, sino porque ella no aportaría nada desde ese ángulo desde su separación con Jagger.

Alain Delon, Marianne Faitfhull y Mick Jagger

Alain Delon, Marianne Faitfhull y Mick Jagger

Su último álbum fue She Walks in Beauty (2021), en colaboración con Warren Ellis, donde ambientaron poesía romántica británica. Ya en un álbum anterior, Negative Capability (2018), no realizó giras de presentación, tuvo cáncer de mama y debía tratarse, operarse el hombro, andar con bastón. Su última gira fue en 2014, en Barcelona. Subió al escenario con un bastón por haberse fracturado la cadera; además sobrevivió al covid-19 luego de casi un mes de internación.

A pesar de que los años pasaban, su música jamás se volvió encantadora en el sentido de debilidad. Sí, iba agrandando su sabiduría, pero con una gran actitud caprichosa.

Esta personalidad nacida de la aristocracia. La verdad es que el ambiente de su infancia fue extraño, aunque ya lo sea por sí sola esa idea de la nobleza. En realidad, fue hija de una aristocracia ya empobrecida y rota. Vivían en una mansión en el campo, en comunidad, y en donde su padre exploraba cuestiones místicas y psicosexuales, lascivas. Pero sus padres se separaron cuando tenía seis años, y Eva, su madre, se fue con ella a las afueras de Londres.

A los 13, Marianne comenzó a actuar en un grupo de teatro de la zona, y a cantar folk en bares. Cuando conoció la ciudad de Londres se volvió fanática de los existencialistas, de los clubes de jazz, de la poesía y la filosofía, y del vagabundeo y el amanecer. Fue en 1964 que la descubrieron y pusieron a trabajar a los Stones para que le compusiera una canción, así se fue de gira con “As Tears Go By” por Inglaterra.

Allí comenzó la verdadera batalla entre su imagen y su vida: la imagen angelical con los días de libertad y confusión. La relación con Mick Jagger comenzó en el 66, la separación llegó apenas cuatro años después, y Marianne se perdió en la adicción y en los desórdenes alimenticios.

Foto: Ben Merk (1967)

Foto: Ben Merk (1967)

En la década de los setenta se fue a vivir contra una pared en el Soho, compartiendo el día alrededor de una fogata con otros adictos. No hacía nada, solo estaba allí, sentada con las ropas divinas de la década que todo lo empezó. Fue casi que una decisión propia, había leído El almuerzo desnudo (1959) y quería ser una adicta de la calle. A veces volvía a la casa de su madre, y a veces iba a trabajar con Bowie. Explotó el punk y decidió intentarlo, salir del torbellino Stone y definirse, comprometerse de alguna manera. Salvarse.

Compuso Broken English, ese fue su intento de salvación extraordinario: una obra pospunk con sintetizadores y voz quebrada femenina, una obra new wave oscura que a ella le permitió la luz. De alguna manera esa oscuridad vivida que contenía debía ir a parar a algún lado, y no se la podía quedar.

No la salvó del todo, pero fue el principio, aunque sí la posicionó muy bien en lo musical. Siguieron internaciones, la muerte de su madre, el suicidio de un novio, la aparición de un hijo enojado. En los noventa volvió a actuar y comenzó la regularidad musical.

Pensar en Marianne es pensar en la parte oscura de la década de los sesenta. Aunque esto signifique desafiar su imagen.

Cualquier duda sobre estos caminos escabrosos la pueden dilucidar sus autobiografías y memorias, que no solo nos cuentan sobre sus reflexiones, sino sobre una época entera y lo que desconocemos. Ella la habitó, esa tierra extraña de un tiempo dorado que la ocultaba y la exponía. Ella conoció varios mundos de ese tiempo. Pocos pueden decir eso.

Marianne murió el pasado jueves 30 de enero, a los 78 años, en Londres.

Sobre su muerte una vez dijo, en una entrevista con Roque Casciero para Página/12 (2011): “Antes pensaba que cuando muriera iban apreciarme, pero a esta altura ya no lo sé. De alguna manera soy anticuada (...) soy muy segura de mí misma y eso no está bien en Inglaterra, donde uno tiene que estar lleno de dudas”.  Y agregó: “No creo que solamente haya sobrevivido, hice más que eso”. No le gustaba que la traten como una superviviente o símbolo de resiliencia. Tal vez no le gustaba estar clasificada de ninguna manera.

Marianne Faithfull en Estambúl (2008)

Marianne Faithfull en Estambúl (2008)

Su historia está muy bien documentada, en principio por sus autobiografías, y para entender su divina complejidad habría que leerlas: Una autobiografía (1994), y Memories, Dreams and Reflections (2007).

La vimos dulce con su cerquillo rubio, con dos moños a los costados en Hamlet (1969), montada en una moto con traje de gatúbela en La chica de la motocicleta (1968). La vimos definirse y perderse ante nuestra atenta mirada hasta que una estela azul la iluminó y se mostró con las menores máscaras posibles. Marianne hizo que el dolor pareciera genial. ¿Qué tipo de mujer después de todo esto sigue creyendo en los milagros?  Pero creyó y sostuvo ese sentimiento de esperanza, incluso cuando le dijeron que después de recuperarse del covid-19 quizás no volvería a cantar.

Warren Ellis dijo en el marco de su disco compartido: “Ella es real, es realmente hermosa y única. Es todo lo que crees que es. Algo único, y sigue siendo importante. No se dedicó a hacer un acto de nostalgia. Es ingeniosa, inteligente y extraordinaria, también porque ha vivido. Fue un parteaguas para muchos sin siquiera saberlo. No hay molde para su carrera. Y cualquier cosa que te diga es verdad: dispara siempre a la primera y a la cabeza”.

Era convincente, cantaba y parecía un ángel caído, enamoró a todos. Con su estilo de cabaret gótico le pudo haber dado una fuerte competencia a Nick Cave. Escribió de las mejores autobiografías del rock. Seguirá siendo energizante y emotiva, ese golpe eléctrico azul que nunca se detuvo.

En 2017 tuvimos que despedirnos de Anita Pallenberg, a partir de ese momento las verdaderas iconos que trazaban la forma de vivir y de la moda de los sesenta comenzaron a dejarnos: en tres años nos despedimos de Jane Birkin (2023), Françoise Hardy (2024), y ahora de Marianne. Era la última representante de esa forma de vivir tan libre y entristecida a la vez, esa forma de diversión natural y caótica que llevaban a todos lados. Fueron quienes nos enseñaron a divertirnos con el dolor, y a apreciar la vida.

“Viví en un mundo muy falso en los años sesenta”, dijo en 2016. “De repente, cuando vivía en la calle… me di cuenta de que los seres humanos eran realmente buenos. El restaurante chino me dejaba lavar la ropa allí. El hombre que tenía el puesto de té me daba tazas de té”.