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Contenido creado por Sofia Durand
Música
Manosanta del under

Steve Albini, el productor que pasó por músicos de todas las tallas por convicción

La pérdida del compositor y productor estadounidense, fallecido este mes, representa un duelo para el mundo de la música.

22.05.2024 16:39

Lectura: 12'

2024-05-22T16:39:00-03:00
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Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose

Ha muerto Steve Albini, uno de los principales productores musicales no solo estadounidense, sino también del mundo. Una figura tan venerada como respetada, que trabajó con bandas que van desde Nirvana, PJ Harvey y los Pixies, hasta Pussy Galore y los argentinos Fun People.

Originalmente se llamaron Anesthesia, pero ese nombre ya estaba registrado, por lo que titularon así su primer disco y se pasaron a llamar Fun People por un fanzine que hacía el cantante de la banda, Nekro. Se juntaron en julio de 1989 en Campana, al nordeste de la Provincia de Buenos Aires y en el límite septentrional del gran Buenos Aires. Sus ensayos eran medianamente secretos porque era normal que la sala se llenara de amigos. Grabaron varios discos, tocaron en vivo un montón de veces, fueron un ícono del hard punk en el Río de la Plata de la mano de algo que inventaron ellos, que fue el hardcore antifascista, con letras de alto contenido político, pronunciándose a favor del vegetarianismo, el aborto y el ambientalismo.

Gori entró a la banda como reemplazo del anterior guitarrista, Lucas Sequeira, y en 15 días tuvo que aprenderse más de 30 canciones para un recital que iban a dar en Florencio Varela. Además, comenzó a prepararse para una gira en Estados Unidos en la que también grabarían un disco, el más conocido de la banda. Gori necesitaba una Gibson Les Paul para la grabación y recurrió a sus padres para que le prestaran la tarjeta de crédito. La guitarra en cuestión tenía un precio de, más o menos,  dos mil dólares, por lo que los padres pensaron que era una locura, además de decirle que él ya tenía una guitarra, ¿para qué iba a querer otra? Él la iba a pagar con la guita que estaban agarrando de los shows, les estaba yendo bien, llenaban todos los locales.

Entre idas y venidas lograron aceptar, y entonces Gori fue al ensayo, les comentó que ya tenía la tarjeta, que ya había probado la guitarra y que mañana la compraba en cuotas a lo que Nekro, cantante de la banda, responde con una ilustrativa anécdota. Con sus bermudas, sus dread locks características y los zapatos todos rotos de tanto andar en skate, mete la mano en los bolsillos y saca dos mil dólares, "tomá, andá y cómprala en efectivo así capaz que te hacen un descuento’’.

Carlos

Carlos "Nekro" Rodríguez (2007)

The art(e) of romance (1999) tiene una tapa en la que aparece el anarquista Kurt Wilckens, el vengador de la Patagonia rebelde. Contó con la producción de Steve Albini. Se grabó, entonces, en Electrical Studios y es considerado por la Rolling Stone como uno de los cien mejores discos de la historia de la música argentina.

Llegan a Albini a través de Los Crudos, que fueron una banda de hardcore punk de Chicago. El cantante de dicha banda tenía una novia que era amiga del productor, entonces la mandaron a decir que iban a venir unos argentinos y que querían grabar un larga duración. Albini le pide que le mande los discos y que le cuente un poco de qué iba la banda. Le gustó la forma de moverse de la banda y se creyó capaz de potenciar su sonido. Ya era un productor de alto renombre a esa altura, un miembro del infame mainstream. Pero había algo que lo diferenciaba del resto de los productores. Tenía una forma de trabajar que se basaba en realizar producciones carísimas, en pos de asegurarse el sustento, y luego dejaba a precio amigo otras que no iban a tener tanto impacto comercial, pero que a él le encantaban.

Coordinaron por teléfono cuántos días estarían en el estudio y cuál sería el precio final. En diversas entrevistas cuentan que les terminó saliendo casi lo mismo que si hubieran grabado el disco en Buenos Aires. Llegaron al estudio con muy poca plata. La semana anterior, habían estado tocando en el lugar Jimmy Page y Robert Plant y estos habían dejado algo de comida en la heladera. Los muchachos argentinos llegaron y lo primero que hicieron fue comerse lo que encontraron en la heladera, que era comida macrobiótica en tuppers, con sus respectivas etiquetas que señalaban de quién era la propiedad que, en ese caso, era de Page.

Estuvieron cinco días. Tres días de grabación y dos de mezcla. En los momentos de distensión, a Albini le gustaba jugar al billar y escuchar algo de música que la banda propusiera. Le pusieron Luzbelito (1996), de los Redondos, y cuentan que le voló la cabeza. Incluso pedía que lo hagan girar, después de la primera experiencia, mientras iban en la furgoneta. Un disco que se acerca a cumplir veinticinco años y que soporta el peso del tiempo de forma inigualable. El audio es natural, nítido y caótico de iguales maneras. Garagero y fiel a sus raíces, es una obra atemporal que adquirió valor una vez lo dejaron madurar. La foto que resume el proceso es aquella en la que la banda posa junto a un Albini literalmente dado vuelta, con la cabeza en el piso y las piernas siendo sostenidas por dos miembros de la banda.

Steve Albini nació el 22 de julio de 1962 en Pasadena, California. El periplo que fue su infancia involucró un sinfín de mudanzas antes de asentarse en Missoula, Montana en 1974. Primero vinieron los Ramones y con ellos la configuración de lo que podría haber sido una infancia aburrida y monótona, casi sin elementos que sirvieran para aminorar el paso de las horas. El entretenimiento instantáneo no vino nunca, pero llegaron las estelas de lo que se llamó proto punk y, consigo, un mundo entero por descubrirse.

Estudió periodismo en Illinois y poco a poco se fue sumergiendo en la escena punk de Chicago, vinculándose con bandas como Mentally ill, que Albini asegura fueron fundamentales para el desarrollo del sonido del punk rock, como declaró en la entrevista que el canadiense Nardwar le hizo en marzo de 2018. Pasaba horas en las tiendas de discos, comprando todos aquellos que le parecieran interesantes por su portada y charlando con personas con "cortes de pelo graciosos’’, según contó en una entrevista para The Guardian.

A principios de los años 80 comenzó una banda que se llamó Big Black y con ellos desarrolló una breve obra violenta, ingeniosa y macabra. Noise rock, post hardcore, como ustedes quieran llamarle. Integrada por Santiago Durango en guitarra, Albini en guitarra rítmica y voz, y primero Jeff Pezzati, que rápidamente fue reemplazado por Dave Riley, en bajo. Usaban una caja de ritmos, cargaban un sonido abrasivo y Albini describió el cruento destello de sus guitarras como clank, que podría traducirse como onomatopeya, siendo las más comunes "boom’’ "clap’’, entre otras. Las letras son todo un revuelo y no se achican a la hora de tratar temas tabúes como la mutilación, el abuso infantil, el racismo y la misoginia. Prendían petardos antes de tocar. A veces, se prendían fuego a sí mismos buscando alguna performance que coqueteara con la inmolación. Grabaron el Atomizer (1986) y Songs for fucking (1987).

Foto: JBOULAIS14 vía Flickr. 

Foto: JBOULAIS14 vía Flickr. 

Luego viene Rapeman, con el que graba un EP titulado BUD (1988) que son 14 minutos de rabia, pausas y mid tempos agresivos que no dejan respirar. También llegaron a grabar Two Nuns and a packed Mule, también lanzado en 1988, un disco que fue una influencia para Sonic Youth. Tardaría hasta 1992 en formar otra banda, llamada Shellac, la cual seguía activa hasta el presente. Estos Shellac eran más amables que los anteriores proyectos de Albini, pero solo en cuestiones sonoras. Sus letras seguirían siendo contundentes, como mazazos que se dan en la nuca y buscan que la boca golpee contra el filo del escenario.

Él quería que le pagaran su honorario y después nada más. Es decir, llegó a producir In Utero (1993) de Nirvana, el disco que en la tapa tiene la imagen de un estudio anatómico, que vendió más de quince millones de copias y de las cuales no cobró un solo peso. No quería estar contemplado en la división de los royalties. Entregaba mapas a los integrantes de las bandas con un bosquejo del orden de la sala de grabación para cada canción, como si fuera un director de cine haciendo un storyboard.

Todo estaba pensado, hasta la forma en la cual podían optimizar el tiempo en pos de que los artistas aprovecharan al máximo su momento dentro del estudio. Para eso, hacía estos mapas ilustrativos y contaba con asistentes que vestían overoles grises con la E estampada en la espalda. E de Electrical Studios, su guarida, su lugar desde donde comprendía el mundo musical mejor que nadie. Ponía sus principios por encima del enriquecimiento personal, y esa es una de las tantas cualidades de Albini. También habría que recordarlo por su ética de acción, su casi que nulo palabrerío y su completa dedicación con la acción propiamente dicha.

No se tomaba tiempos libres. Ni vacaciones, ni licencias pagas, ni nada de eso. Uno navega en las listas que recopilan su vasto trabajo año a año y encuentra que en el lapso de doce meses, el señor había trabajado en media docena, y en algunos casos hasta una docena, de discos. Por supuesto que es recordado por trabajar como ingeniero de sonido y productor en Surfer Rosa (1988) de los Pixies, en Rid of Me (1993) de PJ Harvey, en discos de los Breeders, por mencionar algunos de los éxitos en los que el oriundo de Pasadena metió mano.

Pero también trabajó en clásicos del underground como God Hears Pleas Of the Innocent (1995) de Killdozer, Liar (1992) de The Jesus Lizard, Right Now (1987) de Pussy Galore y en el primero de la Blues Explosion.

Era el manosanta fundamental dentro del género y terminó moldeándolo a su propio gusto. Era el tipo que mejor hacía sonar el ruido. El que mejor lograba hacer sonar las baterías en los discos, aún cuando era uno de los principales detractores de la utilización de la compresión durante el proceso de grabación, alegando que esta le quitaba la belleza a la canción, la naturalidad, y que era un obstáculo nítido para alcanzar la verdad. El que utilizaba cintas métricas para ajustar perfectamente la distancia entre dos micrófonos, como contó Thom Yorke. Alguien que bien supo ser una deidad para todo un movimiento, no solo aquel que coleteó en Seattle, liderado por un rubio que tocaba con la mano izquierda y luego se reventó los sesos con una escopeta, sino para toda la escena que vino después.

Pregonaba la idea de buscar a personas que te cayeran bien y que te quedaras con ellas, que trabajes solo con gente que quieras y no te entregues a las manos del dinero por nada en el mundo. Este bagaje de conocimientos que existía en su organismo podría justificarse a su pasado y presente como músico, como un eximio frontman y un excelente guitarrista, al cual fácilmente se lo puede comparar con Blixa Bargeld.

Pero es también gracias a su observación filosa, a sus silencios y a su capacidad contemplativa. Bastaba con que girara un par de perillas para obtener aquel sonido que el músico estaba buscando. Mezcla rara entre intuición, conocimiento y deseo de aprendizaje. Constante aprendizaje. No dejemos de lado sus producciones en discos del denominado género math rock, Flemish Altruism (1996) de A Minor Forest, en coproducción con Weston y We sing loud sing soft tonight (2001) de Sonna. Todo esto a pesar de sus dichos al respecto del género, como que su creación fue un error, que nunca tendría que haber existido y que fue simplemente un error de cálculo.

Su figura fue tan inusual, que se formó un consenso popular respecto a que los mejores tributos que inundaron las redes estos últimos días, son de aquellos grupos que prestan sus respetos y recuerdan a Albini, a pesar de que este haya declarado que odiaba sus bandas. Esta admiración se la gana por ser una persona que luchó por algo. Que buscó que la industria musical fuera un mejor lugar, más accesible. Que genuinamente nunca se movió motivado por la guita, que entendió el funcionar de un sistema —por supuesto— regido bajo estrictas leyes capitalistas que pretendió esquivar, pero amigándose con sus engranajes.

Manic Street Preachers, el The things we lost in the fire (2001) de Low y que dio título para uno de los libros de cuentos más conocidos de Mariana Enriquez. Slint, Jarvis Cocker, OM, Valina, Songs: Ohia. Trabajó en todos esos, ya sea como productor, o ingeniero de sonido. A su vez, le reconoció a los miembros de Low durante una charla al costado del escenario, mientras sonaban en vivo los Bauhaus, que se había olvidado cuánto les había robado a esos tipos de sus sonidos de guitarra. Son ejemplos de que su espectro creativo fue madurando consigo y ampliando su horizonte.

Trabajó con bandas que bien tenían influencias de Butthole Surfers, pero también lograba conectar con aquellas que veneraban a agrupaciones un tanto más sinfónicas como Marillion y que no labraban su sonido en el ruidaje explosivo. Si le gustaba, ayudaba a la banda, metía mano en su sonido y se caracterizaba por ser solidario, compañero y para nada autoritario. Se encargaba de que cada uno que vaya a tocar usara el equipamiento que prefiera. No existía una línea estética, no se manejaba por los hilos del prejuicio.

Murió dentro de su estudio de grabación el 7 de mayo, producto de un ataque al corazón, así lo confirmó su staff. El último disco que produjo fue The Above de Code Orange, lanzado el 29 de setiembre de 2023. La partida de Albini es, sin dudas, una de las pérdidas más importantes que ha sufrido el mundo de la música en los últimos años.