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Música
Siempre a contrapelo

Tabaré Rivero: “Se mantiene la rabia que siempre tuvimos, pero sofisticada con poesía”

El cantante de La Tabaré dice estar en el mejor momento de su vida, en el que más disfruta de su banda, que hoy lleva 37 años.

28.09.2022 14:58

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2022-09-28T14:58:00-03:00
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Por Agustina Lombardi

Surgen en el año 85, con la democracia. En sus 37 años como banda, 36 músicos pasaron por La Tabaré. Uno por año, menos Tabaré Rivero que, hasta hoy, sigue haciendo sonar sus inquietudes sociales a través de la formación que lleva su nombre. 

Surgen en el 85, cuando Rivero trabajaba musicalizando una obra de teatro y conoció allí a los primeros que conformarían su banda: Ricky Musso, Alvin Pintos – de El Cuarteto de Nos –, Andrea Davidoics. “Ellos fueron los que me dieron la manija”. Recuerda que en un cumpleaños se puso a tocar sus “canciones humorísticas” en la guitarra, algo que hacía muy seguido, pero sin mucho éxito. “Capaz por eso les gustó lo que yo cantaba”, dice. 

Surgen en el 85, cuando reparten los dos demos, grabados ese año, a distintas radios. Eran “Patada en el bajo beat” y “Sigue siendo rocanrol”. Surgen cuando, según dice Rivero, agotan las entradas de su primer toque en vivo, en el Teatro Circular. 

El resto fueron años de escenas sobre el escenario ante un público que, por unos años, fue rebelde. Es que, como dice su fundador, siguen siendo una banda a contrapelo. 

La Tabaré de hoy está conformada por Pamela Cattani, Leo Lacava en la guitarra, Chelo Lacava en la batería, Bota Suárez en el bajo, Enzo Spadoni en el trombón y Dipa, hace treinta años, en el sonido. Esa Tabaré se presenta el sábado 1 de octubre en La Trastienda con un show menos teatral de como acostumbran ser. Esta vez, el foco será la música. 

Javier Noceti

Javier Noceti

Ya estuvieron en Buenos Aires, ¿cómo se están preparando para el show?

Como siempre, a las apuradas. Le dedicamos mucho tiempo a una canción y de pronto nos damos cuenta que nos faltan veinte más. Venimos preparados, lo que pasa es que nos gusta cambiar y tocar algún tema que hace tiempo no tocamos, y lo vamos dejando para el final. Hace ocho meses entró un bajista nuevo. Tiene que aprenderse muchos temas en muy poco tiempo. Además, todos trabajan en otra cosa. Tiene que sacar de su tiempo y traerlo para ensayar con la banda. 

¿Cómo es seguir vivos después de tantos años?

Para mí es divino. Es el mejor momento de mi vida y es el mejor momento de la banda. Estoy disfrutando muchísimo. Si bien antes me preocupaba mucho, me preguntaba por qué tal banda hacía una gira por Europa y nosotros no, ahora me convencí: se ve que nuestra música atrae menos que otras bandas. Hacemos un estilo que no está tan de moda o tan bien recibido, y hay que asumirlo de esa manera. Como siempre tenemos público y siempre nos va bien, no tengo derecho a quejarme. Antes me preocupaba por otras cosas: "El disco tiene que salir mañana". Ya no me quemo la cabeza por nada. Sabemos que Uruguay es un país donde todo se enlentece, entonces tenemos que hacer las cosas a la “uruguaya” y disfrutarlas de esta manera. 

¿Qué cambió y que se mantiene desde el inicio?

A pesar de que es a la “uruguaya”, somos profesionales todos. Eso ha cambiado: tener conciencia de que estamos haciendo un espectáculo profesional para la gente con mucho ensayo. Los músicos no se pueden equivocar —yo sí, yo tengo derecho a equivocarme, por lo menos a olvidarme de la letra, cosa que antes no me pasaba—. Antes éramos todos más irreverentes y más furiosos arriba del escenario. Lo que importaba era la energía y la comunicación con el público. Si había errores, no importaba. Ahora importa la escena, transmitir energía y hacer las cosas bien. 

Y, ¿qué se mantiene? 

Más allá de haber mejorado y hacer las cosas con mayor seriedad, se mantiene la rabia que siempre tuvimos, pero sofisticada ahora con poesía, con buscar el arte. Siempre somos conscientes de que estamos presentando un hecho artístico a la gente. Las letras dirán todo lo que pensamos, pero no exageramos sobre eso. El que la entiende la entiende y el que no la entiende, no la entiende. Seguimos siendo una banda a contrapelo de un sistema al que nos cuesta adaptarnos. Pero, sin embargo, vivimos en él y hacemos lo posible para adaptarnos. Podemos estar en contra, pero estamos dentro del sistema, si no, no estaríamos tocando en La Trastienda, estaríamos tocando en un garaje para cinco personas. Nos duele vivir en este mundo tan frío y tan de consumo, pero formamos parte.

¿Cómo vivís vos esas negociaciones con el mundo que repudiás? 

Yo la sufro, por eso no soy mánager. Nunca pude ser mánager. No sé negociar. Soy de los tipos que le decís "vamos a tocar gratis" y te digo que sí. El resto de la banda dice que no. Y me parece lógico, porque no podemos estar tocando gratis, le estaríamos sacando trabajo a otras bandas que están cobrando y tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. No me llevo bien con el negocio, nunca lo supe hacer. Lo que hace el mánager me choca, pero es un problema mío. Yo sufro mucho este mundo. Por suerte tengo músicos y amigos que me ayudan y me explican: “Mirá, Tabaré, el mundo actual es de esta manera”. No podés ser un cavernícola a contrapelo de todo. He llegado a los 65 años vivo y con ganas de seguir haciendo música, cosa que agradezco. No tengo que preocuparme por que la banda esté primera en el ranking, esos negocios los hace otra persona. Lo que sí trato es que La Tabaré sea una cooperativa; todos cobramos exactamente igual. Desde el baterista, pasando por mí, hasta el sonidista. Algunos son treinta años más jóvenes que yo, y me van enseñando a vivir en este mundo posmoderno, cada vez más pos-posmoderno. Más frío, más duro. 

¿A quiénes ves hoy en los toques de La Tabaré? 

Hoy es más bien un público adulto. En los inicios, en los 80 y 90, eran estudiantes universitarios. Algunos de esos, que iban a ver a La Tabaré, hoy llevan a sus hijos o nietos y los suben en sus hombros. A veces hay gente mayor que me llama la atención. 

Recordás que, en el Teatro de Verano en el 95, se armó una pelotera en medio del toque. Ustedes se bajaron del escenario y un chico se te acercó y te dijo que no te achicaras, porque las letras las habías escrito vos. ¿Qué sentiste en ese momento? 

Rabia. Pero después me calmé y me di cuenta de que él tenía razón. No era tanto por las letras, era más por mi actitud arriba del escenario. En aquellos tiempos, hasta la mitad de los 90, ese rock que había empezado en el 85 era un rock furioso. Los Traidores, Los Estómagos, las bandas que estaban por la vuelta, eran de mucha energía. Es lo que yo transmitía, rabioso quizás por 14 años de dictadura. Había pasado toda mi juventud trancado. A los 28, cuando subí al escenario a explotar con las guitarras eléctricas, mi energía era muy negativa. Lo que sentí era que él tenía razón. Si yo quería que la gente no armara lío en los toques, el primero que tenía que brindar otra cosa a la gente, era yo. Decir lo mismo, pero no en una actitud de violencia. Evidentemente eso no conducía a nada o, al revés, en contra de nosotros mismos y del espectáculo.

Siempre pensé que había algún infiltrado; gurises infiltrados por la policía —algo muy normal en esos tiempos— que nada tenían que ver con el rock, y eran enviados a armar el lío. Nadie nombraba a La Tabaré, nunca, excepto para decir que se había armado lío. 

¿No te hizo repensar tus letras?

Desde el primer disco, siempre me gustó mucho la poesía, y siempre me encargué de agarrar los discos que escuchaba y traducir las letras. Me encontraba con bandas que me encantaban, pero con letras que de repente eran espantosas. No decían nada. Nunca intenté tener una letra vacía de poesía. Me gustaba Bob Dylan, las letras nuevas de los Beatles, Crosby Stills Nash & Young; letras que tenían conflicto social y denuncia pero que no eran panfletos políticos. Además, me gustaba el canto popular. Creo que la letra no era la culpable. Era la actitud. Y el público uruguayo no estaba acostumbrado al rock. Durante la dictadura estuvo prohibido en Uruguay. Habían leído en revistas lo que era el punk, que había pasado diez años antes en Inglaterra. Entonces el público joven se comportaba como un público punk

La gente pogueaba, a veces le escupía a los músicos. Un par de veces nos escupieron hasta que dije no, no hacemos punk. Yo quería que la gente escuchara las letras, si tocábamos bien o mal, no que solamente transpiraran y estuvieran a los piñazos. Para mí era un hecho artístico.

Pero, a partir de ese momento, insistís más con el formato acústico. 

Siempre me gustó la música acústica porque en mi generación era muy normal ver en un concierto de rock una banda que tocaba blues eléctrico y después una guitarra acústica. Todo era arte. De repente entraba un tipo y leía poesías en la mitad de un concierto de rock. Hoy, inverosímil.

¿Qué es el rock para Tabaré Rivero?

El rock para mi es cultura, o contracultura. Hoy por hoy, un negocio del que La Tabaré trata de mantenerse un poco por fuera. No tiene ideología, no tiene nada. La denuncia social es lo valioso del rock, de lo contrario se convierte en una música bailable, como hay miles. Para mí es una música que debe hacer a la gente sentir sensaciones diferentes de energía, pero también de climas. Puede ser contracultura; una forma de decir que la vida no es esto que nos están dando en el mundo, sino que hay otros canales para poder ser feliz también. Si el rock no tiene ese valor, no sirve para nada, es una musiquita más igual que el reggaeton. Aunque hay muy buen rap y trap con músicos que dicen cosas muy interesantes y jugadas. 

¿Como quiénes?

Un tal Wos, para mi es muy bueno lo que dice y la música que hace. Jack White es otro. Ni que hablar de Leonard Cohen, que murió, pero es un poeta maravilloso. Me vuela la cabeza cada vez que escucho un tema de él. 

Javier Noceti

Javier Noceti

¿Cómo se complementan la música y el teatro? 

Desde el principio las vocalistas fueron actrices —Andrea Davidovics, Alejandra Wolf, ahora Pamela Cattani— menos una o dos que pasaron por la banda. Yo buscaba una actriz a mi lado, adelante, igual que yo. Nunca fueron coristas, siempre fuimos a la par. Quería que tuvieran presencia en el escenario. Siempre tenemos una química de movimiento. A veces trabajo con actores puntuales que vienen a intervenir una canción, bailarines, titiriteros. La Tabaré ha trabajado con mucho arte escénico para que sea un hecho artístico ahí arriba. 

¿Para La Trastienda en qué están pensando?

En nada de eso. Este es un concierto de la banda con invitados músicos. No va a haber escenografía. Esta vez La Tabaré se presenta así, a ver qué pasa. 

¿De qué utopías hablan en su próximo disco Suite Urutopías? 

Las suites son instrumentales en la música clásica; en el disco, son canciones cortas entrelazadas entre sí que tienen un hilo común: la utopía uruguaya. Se trata de la utopía de un Uruguay mejor y distinto. Ningún partido político le ha dado eso al país. La utopía es lo que decía Galeano, es lo que está allá en el horizonte y que sabemos que nunca lo vamos a alcanzar, pero nos sirve para caminar hacia ahí con todas las ganas. Eso es lo más lindo de la vida, imaginarse un mundo mucho mejor y caminar hacia allí, aunque sepamos que a veces es imposible. Uno espera un mundo de gente curada de todas las pavadas que tenemos hoy por hoy. ¿Cómo se hace?, educando a la gente temprano desde la solidaridad, la famosa solidaridad que tanto se publicita, pero nadie es solidario. 

¿Qué temas te preocupan hoy por hoy?

El exceso de poder, el mega capitalismo que provoca el hambre, la angustia, los suicidios, la competencia. Ser un joven competente también quiere decir ser un joven que va a toda velocidad por la vida tratando de ganarle a los demás porque quiere ganar algo, cuando en realidad la vida está acá. Es lo que decía John Lennon: “La vida es lo que pasa mientras estás haciendo otros planes”. Me encanta esa frase. La pandemia, no sabemos bien qué fue. La guerra, no entendemos ni por qué se pelean el capitalismo contra el capitalismo.

¿Qué lugar tiene La Tabaré en la música nacional?

No tengo la menor idea. Hace 37 años que estamos. Siempre nos va a ver gente. Nuestros discos se venden bien, las entradas también, por suerte. Sin embargo, por ejemplo, nunca ganamos un Graffiti. No sé por qué motivo, pero muchas veces no somos nombrados. Todas las bandas ganaron un Graffiti y, en los últimos, le dieron un premio a un flaco que escribió un libro sobre La Tabaré, pero a La Tabaré no. Es de Marcelo Rodríguez sobre el disco Placeres de Sadomusiquismo. No es que quiero competir y ganarle a otro, pero tampoco quiero que todos ganen y a mí me dejen afuera. No te sé decir qué lugar ocupamos. Creo que es un lugar importante. 

Hay un libro que hizo Andrés Torrón en el cual se hablan de los cien mejores discos en Uruguay y a nosotros y a La Trampa nos deja afuera. Kristel Latecki saca un libro, Nos íbamos a comer el mundo, y en la página cuatro alguien dice que La Tabaré y Níquel eran las únicas dos bandas de los años 90. Están todos invitados a hablar del rock, pero yo no. Esas cosas me desconciertan, me dejan sin saber si es por un problema personal. Reconozco que yo no era simpático. Soy un tipo que no reconoce caras, y eso en un ambiente muy chico como el montevideano hace que uno se convierta en un tipo antipático. En la serie de música popular uruguaya aparezco hablando. Hay alguna gente que me tiene en cuenta, algo hicimos por la contracultura o la cultura.

Cada disco de La Tabaré es distinto, nunca repetimos el mismo esquema ni sonido. Ni la misma cantante. O sea, si no te gusta como canto yo, están las cantantes que pasaron, el disco acústico o eléctrico, un disco con tango y otro con chacarera. Hemos hecho de todo. Si no te gusta nada, entonces es contra mí, pero lo admito, no siempre he sido simpático.

Javier Noceti

Javier Noceti

Por Agustina Lombardi