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Música
Tender puentes

Tacua Noise: el festival que une a Tacuarembó y Montevideo a través del indie

En su 5ta edición, Federico Cáceres y Natalia Soboredo explican cómo surgió, cuáles son los objetivos, y qué esperar este 28 de diciembre.

23.12.2024 13:47

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2024-12-23T13:47:00-03:00
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Por Catalina Zabala
catazabalaa

Federico Cáceres y Natalia Soboredo integran Incluso si es un susurro soviético. Un proyecto musical que nacía como solista pero que, por decisión de Federico, su creador, se transforma en banda. La estética de la antigua cultura soviética fue su musa inspiradora, y hoy, años después, ponen sobre la mesa temáticas como la depresión. Pero no es el único proyecto que los une, ya que ambos se encargan de la organización completa de Tacua Noise. Un festival con sede en Tacuarembó cuyo objetivo es tender puentes. Generar lazos inquebrantables a través de la música. 

Como cada año, se preparan para recibir grandes cantidades de visitantes en su tierra natal. Con la música indie como bandera, se concentran en unificar la música de Tacuarembó, Montevideo y Buenos Aires, apostando por la novedad y el apoyo a las bandas más incipientes, así como al talento de músicos ya consagrados, afirmando una vez más que la escena de cultura no debe reducirse a la capital uruguaya. 

En esta ocasión, el festival contará con la presencia de 11 bandas que darán una fiesta encima de dos escenarios diferentes. Además, contarán con un patio gastronómico con cocina de autor y cerveza artesanal y local, así como venta de merch oficial del festival. Su objetivo, cumplir un deseo que los une: motivar el pensamiento de una cultura nacional menos centralizada en Montevideo, y generar espacios que rompan con un antiguo prejuicio. Con aquella idea que ubicaba a la capital como el único escenario posible en el cual desarrollar el talento del artista. El festival tendrá lugar este sábado 28 de diciembre a las 18.00 horas, y las entradas pueden adquirirse aquí.

Ambos integran la banda de Incluso si es un susurro soviético. ¿Qué la distingue de otras bandas?

Federico Cáceres (F.C.): Incluso si es un susurro soviético nació hace como cinco o seis años, era mi proyecto solista. Fue a raíz de una inspiración en la cultura soviética, escuchaba muchas bandas independientes rusas. Hace como cinco años arranqué como solista, pero hace un año formamos una banda para poder sacar los temas en ese formato. Ahí se sumó Nati que es Julia Lunar, el otro proyecto que hay, y otros amigos: Michi, Facu y Omar.

Natalia Soboredo (N.S.): Fede tiene una fascinación por la cultura soviética, especialmente por bandas que encontró de forma medio fortuita, navegando en internet. Encontró bandas de post punk ruso, y eso a él le inspiró un montón. Además del brutalismo soviético; la arquitectura soviética es algo que a él le gusta mucho, y esa es la inspiración de Incluso si es un susurro soviético a nivel estético.

¿Qué encontrás en la cultura soviética que te resulta llamativo? ¿Por qué esa y no otra?

F. C.: Es esa nostalgia de lo soviético y de la época de la URSS. Obvio que no es apoyando al régimen ni nada, sino eso. Más por lo estético, la arquitectura, los afiches, la propaganda, el arte visual que había en esa época. La temática de cómo vemos a Rusia de este lado, como un lugar frío y triste.

N. S.: Dicen que "Vorkutá", que es una de las últimas canciones que hizo Fede, podría ser descrita como la ciudad más triste del mundo. Y nosotros somos de Tacuarembó, pero también frecuentamos mucho Montevideo. Son ciudades que tienen su costado gris, incluso la idiosincrasia uruguaya es un poco gris. Si bien tratamos de combatir eso, tenemos esa visión nostálgica del uruguayo gris.

Cortesía de producción

Cortesía de producción

¿Cómo se originó el Tacua Noise?

N.S.: Hace muchos años, allá por 2016, tenía con un grupo de teatro el Festival Alternativo, que era un festival que se basaba en el "Do it yourself". Todos hacíamos todo. Gracias a ese festival nos conocimos con Fede y generamos una amistad preciosa. Después vino la pandemia, yo separé mi grupo y ese festival murió. Pero con Fede veníamos con la semillita. Él ya estaba con Incluso si es un susurro soviético como solista y participó en pila de festivales online. Me acuerdo del Cuarentena Fest, ahora, por nombrar alguno, y veníamos con eso de no saber. Teníamos todos la incertidumbre de si algún día íbamos a volver a los escenarios, qué iba a pasar cuando recién había arrancado la pandemia.

Cuando empezó la apertura sentimos la necesidad de que se generaran espacios, especialmente acá en Tacuarembó, porque en Montevideo estábamos yendo mucho a tocar. En ese sentido, se había abierto como un canal. Al principio solo traíamos bandas para Tacuarembó. Después, con Incluso si es un susurro soviético y posteriormente con Julia Lunar, que es mi otro proyecto, logramos ir con gran frecuencia a Montevideo. Por eso sentíamos la necesidad de devolver ese cariño que sentíamos en la capital acá en Tacuarembó, para la gurisada que de repente no podía ir para allá. Surgió un poco así, con un montón de inconsciencia y ganas, y se convirtió en una bola incontenible.

¿Dirían que es un intento de descentralizar la cultura de Montevideo?

F.C.: Sí, eso. Está bien que pasen las cosas en Montevideo, y es lógico por la cantidad de personas que hay. Pero también nos gusta que nuestros gurises más chicos de acá, de Tacuarembó, vean que el mundo no termina ahí, en irse a Montevideo o quedarse en una ciudad deprimente. Generar los espacios, generar los puentes para que puedan venir bandas de allá, que capaz que de otra manera no las pueden ver. Así tal vez se inspiren y quieran hacer sus propias bandas acá, y después terminen tocando en el Festival. Tenemos muchos ejemplos de eso, de gurises que eran público del Tacua Noise. Ahora por ejemplo, en esta edición, Antonio Solar va a estar tocando. Él era público, después pasó a ser integrante de las bandas de Julia Lunar, después de Incluso si es un susurro soviético, y ahora va a tocar con su proyecto solista. Eso para nosotros es bastante emocionante.

Cortesía de producción

Cortesía de producción


¿Qué creen que podrían hacer quienes integran la escena cultural para incluir el interior en sus proyectos? Para que, cuando piensen en su público, no contemplen solo Montevideo.

N.S.: Nosotros ya tenemos el canal aceitado con Montevideo, por ir a tocar allá. Por suerte, podemos ir mucho. Hay una escena formada en Montevideo que nos recibe y que nos hizo parte aun siendo de Tacuarembó, que para nosotros es una locura, porque no es algo habitual. Nos sentimos como uno más cuando vamos a tocar allá. Para nosotros era reimportante explorar ese canal en el sentido opuesto: desde Montevideo hacia Tacuarembó. Es algo que siempre tratamos de cimentar, y que ahora se transformó en una movida en la que no importa si es acá o es allá, es la misma escena ocupando dos ciudades.

Ahora también estamos haciendo el puente con Buenos Aires, gracias a El Bloque Radio, que nos está dando esa mano. Ellos vienen haciendo el puente Buenos Aires-Montevideo hace un montón de tiempo. Bandas como Julen y la Gente Sola y Alucinaciones en Familia también, desde su lugar, vienen construyendo ese puente para el indie y la música independiente, para los sonidos raros. Ahora estamos logrando esa triangulación con Tacuarembó, que hace cuatro o cinco años atrás capaz que era impensado y medio loco, y hoy está ocurriendo. Lograr que nuestra ciudad entre no solo desde las bandas, sino como sede de festivales dentro de la cartografía de la música indie a nivel nacional, para nosotros es un sueño cumplido.

¿Cómo evolucionó el festival desde su creación hasta el día de hoy?

F.C.: Al inicio fue un toque tranqui que hicimos acá, como para la gente de Tacuarembó. Nos llamó la atención que hubieran ido como 100 personas para un toque autogestionado. Lo organizamos rápido, y cuando terminó la pandemia algunos amigos de otras bandas empezaron a hacer toques y festivales y empezaron a cobrar entrada, que en Tacuarembó era muy difícil hacer eso. Si vos cobrabas te asegurabas de que no iba a ir nadie, porque nadie quería pagar entrada. Pero unos amigos empezaron de a poco; primero con $50, después con $100, y así fue subiendo. La gente se fue acostumbrando y colaborando, y eso ayuda mucho a poder sustentar el festival. Eso pasó con el primero, y ahora nos está pasando con este, que ya es el quinto, que vamos a Montevideo y hay gente que ya habla del Tacua Noise allá. Las remeras andan por todos lados, se volvió más que un festival. Es una sensación, no sé cómo describirlo.


¿Cómo ven la escena cultural de Tacuarembó hoy? ¿Qué lo identifica?

F.C.: Tacuarembó se identifica con el tradicionalismo y la Patria Gaucha. Uno dice "Tacuarembó" y piensa en la Patria Gaucha, pero no es solo eso. Hay toda una parte que no se veía, pero que está empezando a sonar ahora, y eso está bueno.

N.S.: Claro. Nosotros ahora, que somos más grandes, estamos deconstruyendo esa vieja idea que teníamos cuando éramos chiquilines de que "en Tacuarembó no pasa nada, Tacuarembó es reaburrido". Nos sentimos responsables de que en nuestra ciudad ocurran las cosas que queremos que ocurran, y que esos chiquilines más jóvenes tengan el lugar que capaz nosotros soñamos con tener y no tuvimos. Generar espacios y que no se den contra una pared, sino que sepan que si quieren armar sus bandas y tocar en Tacuarembó hay gente que los abraza y los recibe. Gente que les va a dar una mano. De repente nosotros, que ya tenemos un poco más de experiencia de vida haciendo música, podemos tender esa mano; es el objetivo principal por el que hacemos estas cosas. No solo mostrar nuestra música y encontrarnos con el público, que es algo que adoramos, sino tender ese puente para los chiquilines. Tenemos una visión linda, hemos abrazado nuevamente a Tacuarembó, y tenemos una perspectiva esperanzadora. Vemos que esto va en crecimiento y nos enorgullece mucho.

¿Cómo es el público montevideano del rock, si tuvieran que compararlo con el de Tacuarembó? ¿Esperan cosas diferentes a la hora de tocar?

F.C.: No sé, siempre es inesperado. Allá y acá. Nos ha pasado que hemos tocado allá y la gente está quieta. Igual hacemos canciones que hablan de la depresión, así que no podemos esperar otra cosa. Después hay otros toques en los que la gente se salta todo, se canta todos los temas, y eso para nosotros es una locura. Acá en Tacuarembó es lo mismo, un toque puede ser tranquilo, en otro puede que la gente esté más receptiva, es como algo que no manejás y nunca vas a saber, y la gente siempre te sorprende.

N.S.: Lo que es un denominador común, es la energía que hay de respeto y de cuidado hacia los artistas y en el público entre sí. Siempre son ambientes muy lindos, muy amorosos, y la pasamos muy bien tanto acá como allá.

F.C.: En Tacuarembó hubo una movida de rock importante en la época de los Pilsen Rock. Acá hacían un baile que contaba con dos pistas: la de baile normal, que era cumbia y todo eso, y otra pista en la que tocaban bandas de rock, y ahí venía Trotsky, Buitres, millones de bandas de ese momento. También tocaban bandas de rock locales, y fue un auge del género. Después pasó un tiempo y eso murió, pero con los años las bandas de rock siempre aparecen. Pero a nosotros nos gusta traer música nueva. 

N.S.: Y la verdad que nos sorprende lo que nos están acompañando con eso. En Tacuarembó hay ganas de conocer cosas nuevas, que es algo novedoso para nosotros también. La sed de la gurisada y no tan gurisada, porque lo que tiene de lindo el Tacua Noise es que es un público reintergeneracional. Hay chiquilines de 20 como veteranos de 50 o 60. Compartimos todos por igual y eso es relindo.

Tacua Noise se concentra en el indie. ¿Cuál es el criterio que siguen a la hora de decidir qué bandas participan? 

N.S.: La curaduría la hacemos con mucho cariño. Siempre nos quedan bandas afuera, querríamos que tocaran 100.000. Este año son 11 bandas; armamos dos escenarios, que es la primera vez que lo hacemos así, para que sea más digerible y no haya tantos intermedios. Termina de tocar una banda en un escenario y arranca la otra, y así vamos a estar toda la noche. Queríamos tender ese puente con Buenos Aires, por eso nos apoyaron los amigos de El Bloque y viene El Club Audiovisual, que ha tocado muchas veces a través de El Bloque. Siempre es tender puentes desde la música que nos gusta escuchar y que tiene un valor, en el sentido de que no han venido anteriormente. Que la gente los pueda escuchar y conocer. También desde la amistad, porque somos una escena muy unida y tratamos de darnos una mano entre todos.

Para esta edición ofrecen transporte desde Montevideo al festival. ¿Cómo se dio eso? 

F.C.: Eso fue una idea de El Bloque. Propusieron contratar un bondi para las bandas que viajen desde Montevideo y les interese. El resto de los asientos, los vendemos para el público. Lo gestionó El Bloque y ya lo agotaron; se viene un bondi de 40- 45 personas lleno de gente. Pero la organización entera del Tacua Noise está a cargo de Nati y yo, la cual disfrutamos mucho. 

Por Catalina Zabala
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