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Contenido creado por Manuel Serra
Comiéndome al Mundo
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Tennessee: la tierra en la que un pentagrama de soul y country forjó la historia americana

Segregación en la calle pero unión en el dial fue la marca registrada que puso al Sur en el mapa, trazando una “highway” repleta de cultura.

13.09.2023 17:49

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2023-09-13T17:49:00-03:00
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Por Daniela Varela
daniela.varela.martinez@gmail.com

“And while I can think, while I can talk, while I can stand, while I can walk, while I can dream, Oh, please let my dream come true, right now” o “mientras pueda pensar, hablar, ponerme de pie, caminar y soñar, deseo que por favor que mi sueño se vuelva realidad” eran los últimos versos de “If I can dream” de Elvis Presley. Estas palabras las entonó icónicamente como cierre en el legendario Comeback Special de 1968 y la canción significó más que un espectacular despliegue de entretenimiento del Rey. Era la forma en que Elvis tenía de manifestarse, de apelar a una unidad nacional y de rendirle tributo al Dr. Martin Luther King Jr, quien había sido asesinado en el balcón 306 del motel Lorraine el 4 de abril de ese mismo año. Poco me imaginaba que iba a estar hospedándome en diagonal al Lorraine, sitio que hoy alberga al National Civil Rights Museum. Presley y King se llevaban solo seis años y ambos fueron nacidos y criados en el Sur, en Georgia y Mississippi respectivamente, rodeados de un racismo feroz, atroz e institucionalizado. Pero Tennessee los núcleo y la historia cambió.

Memphis ha sido terreno de lucha, pero en lo personal, fue escenario de regocijo. Pocas cosas me gustan más que escuchar música en vivo, por lo que manejar esos 342 kilómetros de Memphis a Nashville por la I40 o la “Music Highway”, fue un sueño hecho realidad. Plagada de carteles en honor al rey, a Aretha Franklin e incluso a Tina Turner, el cuentakilómetros no sabe si reflejar la velocidad o un tempo musical. Para empezar, fui con mi amiga Danielle, por lo que ya de por sí, teníamos nombre artístico por dos para no desentonar. Memphis es una ciudad pequeña, se puede caminar, pero como en el resto del país, es recomendable contar con auto. Hay dos arterias principales: Beale Street y Main Street. La primera se destaca por su ritmo y la segunda por su sabor, aunque en ambas la música y la comida se entremezclan con facilidad. Existen muchos sitios de interés, como el Memphis Music Hall of Fame, el Memphis Soul and Rock Museum y el Peabody Hotel. Y, como no podía ser de otra manera, arrancamos por Beale Street, conociendo cada rinconcito de cada bar deleitando el cuerpo con aquellos artistas desconocidos que nunca más íbamos a olvidar. 

Estábamos en la cuna del blues y el soul. Esta música de origen negro, religioso, rural, igualmente doloroso y esperanzador, que muta con la fe cristiana y blanca del country, e inicia así el incipiente fenómeno del rock and roll. La música no puede entenderse sin un contexto que la explique, sin un orden cronológico que la estructure y encaje las múltiples piezas de un puzzle variopinto. Una segregación racial voraz aún presente en el sur de Estados Unidos fomenta que la comunidad negra se refugie en la fe y conecte con sus raíces, cantando, rezando y comulgando un gospel triste, melancólico: la propia definición de estar “blue”. El éxito de esta música poco tenía que ver con las letras o la técnica –aunque claramente disruptivas en un inicio, marcaron tendencia y posteriormente se tornaron incuestionables– el visceral sentimiento transmitido era el verdadero objetivo y el alma de dichas melodías. No por nada se lo llamó “soul”

Veinte años antes que Elvis conquistara su trono, el reino comenzaba de la mano de uno de sus antecesores. La monarquía del linaje musical no distingue raza: la sangre blue se identifica solo por talento. La trilogía de los reyes no estaría completa sin el Beale Street Blues Boy o Blues Boy King, mejor conocido como B.B. King, a quien el tiempo convertiría, increíblemente, en mentor de Pappo, quizá el mayor exponente de esta música que tuvo nuestra Sudamérica. Una vez llegado a Memphis, el artista de Mississipi cruzó el estado para consagrarse sin saberlo con “Three O’Clock Blues”, cambiando así no solo la historia de la música sino la del marketing; haciendo que Gibson, icónica marca de guitarras creara una línea en su honor, la ya famosa Lucille, siendo precursor de técnicas de mercadeo que luego veríamos en los 90s de manera masiva con Nike y Michael Jordan.

Otis Redding también dejó su huella y era tal su talento que STAX, la disquera de soul, funk y soul, ubicada a pocas cuadras de la casa donde nació Aretha Franklin, no pudo dejarlo pasar. Lo apadrinó en 1962 y le permitió crear su propio sello personal llamado Volt, transformándolos en sellos independientes de renombre en todo Estados Unidos hasta entrados los 70s. Se convirtieron en la plataforma por excelencia de una comunidad negra sumamente talentosa que cada vez se hacía sonar con mayor fuerza. Si bien aún existe un racismo y una xenofobia institucionalizada en este país, el terreno de lucha se ha dado y se sigue viendo en la música, la moda, el deporte, la comida y el arte. Desde Black Twitter hasta en los 50 años de Hip Hop, el fenómeno de esa otredad es la que triunfa al imperialismo blanco. La arena cultural ha sido el coliseo por excelencia donde el poder, la influencia y la verdadera libertad se juega en los Estados Unidos, y me animo a decir que claramente, la comunidad negra y, hoy en día, la latina, finalmente está empatando la jugada y puede ganarla por goleada. 

Por otra parte, Sam Phillips inició Sun Records viendo lo fértil que era esta región del mapa en febrero de 1952. Elvis grabó un par de demos en dicho estudio con tal de atraer la atención de Sam y dispararse al estrellato. Varios contemporáneos le siguieron: Carl Perkins, Jerry Lee Lewis y Johnny Cash, llamados luego el Cuarteto del Millón de Dólares, artistas prodigios de la disquera. 

Little Richard merece una mención en toda esta exploción de experimentación ya que fue precursor del showbusiness del género per se. Transformó la tristeza en alegría y se abrió paso en una audiencia blanca. Enriqueció sus shows con drag, humor y baile que luego Elvis supo explotar y elevar. Si pensamos en showbiz, no podemos dejar de lado a la moda y aquí es donde, nobleza obliga, es necesario mencionar a los Lansky Brothers. La icónica boutique abrió en 1945 ofreciendo colores y cortes que no eran bien vistos por el público blanco tradicional pero que, claramente, destacaban arriba de las tablas y volteaban cabezas en cualquier esquina. Todos los integrantes del famoso Cuarteto del Millón de Dólares de Sun Records también supieron vestirse allí. Hoy por hoy, la línea de ropa se encuentra en dos locaciones: dentro del Hard Rock Café de Memphis (ubicación original) y en el famosísimo Hotel Peabody. Este fenómeno incipiente en una corbata o en una prenda de color estrafalario, tomó proporciones épicas y cambió la forma que entendemos el entretenimiento cuando comenzaron las transmisiones en vivo del Comeback Special y de todos los shows de Elvis desde su residencia en Las Vegas. Este concepto de magia, cuasi mise-en-place de moda y expresión musical puesta en escena luego lo tomarían estrellas como Abba, Elton John, David Bowie, incluso Madonna o Lady Gaga y hoy en día no concebimos la noción de espectáculo sin ellos. 

El Hotel Peabody tiene una atracción bastante particular: por más de cien años, cada día, un grupo de patos deja su penthouse y camina por una alfombra roja para pasar el día jugando en la fuente del vestíbulo. Así es: cinco suertudos patos viven en una habitación especialmente diseñada para ellos en la azotea del hotel y a las once bajan en ascensor y caminan por el lobby hasta llegar a nadar en la fuente hasta las cinco de la tarde cuando vuelven, también caminando, a su penthouse hasta la mañana siguiente. Cuenta la historia que uno de los dueños del hotel o uno de sus clientes más asiduos, no recuerdo bien, cerca del 1900, fue a cazar pero no tuvo suerte. Por lo que compró unos patos vivos y los dejó en la fuente a modo de broma. Resulta que al resto de los huéspedes les causó gracia y disfrutaron de la presencia de las aves en la fuente, por lo que, allí quedaron y a lo Pavlov, los patos desfilan todos los días cual pasarela de Milán ante los ojos de miles de turistas, mientras una ceremonia especial es llevada a cabo por el “Duck Master”. ¿Increíble? Sin dudas. ¿Extremadamente gracioso y único? También. 

A la vuelta del Peabody, está Rendevouz, la parrilla a carbón más popular de Memphis, que se jacta de tener las costillas más famosas “después de las de Adán”. Con un horno gigante donde se humean y cocinan kilos y kilos de costillitas, pechito de cerdo y ternera, que junto a su salsa barbacoa tradicional, definen el sabor de la ciudad desde 1948. Hace años, su fundador Charlie Vergos limpió el sótano debajo de su humilde restaurant improvisado de barrio y descubrió una tubería caliente que trasladaba carbón. Este hecho, sumado a su pasión por la comida, hizo que diera rienda suelta a su imaginación y talento, transformando el sótano en un gran horno que al día de hoy sigue vigente, cambiando la escena gastronómica de Tennessee.

Una visita a dicho estado no estaría completa sin un recorrido de la contracara blanca de este fenómeno: Nashville. Ahí se encuentra el Museum & Country Music Hall of Fame y el que es considerado el museo de música número uno de Estados Unidos: el Johnny Cash Museum. Ubicado en el centro de Nashville, concentra la colección más completa de artículos, pertenencias y memorabilia del artista en el mundo.  Desde versiones originales de los discos grabados en Sun Records de I walk the line o Cry, cry, cry hasta su Gibson J200, es realmente una dicha para los fanáticos y para aquellos que no lo conocen tanto, es una gran inmersión muy entretenida y aún mejor contada de la vida de este monstruo musical. 

Recorrer Broadway, su calle principal, a partir de las 5 pm y parar en cada bar para deleitarse con el grupo música de turno haciendo temas propios y covers es la actividad por excelencia a hacer en Nashville. Desde el Honky Tonk de Kid Rock, pasando por Tootsie, Nudies, The Stage, Robert’s hasta Blue Bird Café, uno de los venues famosos que se encuentra por fuera de este circuito.

Este barcito chiquitito y perdido en las afueras del centro Nashville ha parido a algunos de los artistas mejor consagrados de Estados Unidos de los últimos tiempos y desde hace 40 años se ha transformado en un lugar de renombre para aquellos compositores que buscan descubrir a los héroes detrás de los hits. Ídolos del country como Miranda Lambert, Faith Hill o Taylor Swift han tenido momentos trascendentales en sus carreras en este lugar. Todas las noches, su capacidad se agota con facilidad y sus shows son sumamente cotizados en línea.  Pero, con mi paciencia inquebrantable y mi particular suerte logramos no uno, sino dos, de los 12 walk-ins un martes a la tarde y nos emocionamos junto a Emerson Hart y David Ryan Harris. Es un hermoso lugar extremadamente íntimo, unplugged y con lucecitas tenues, casi casi como una sesión privada e improvisada en un living con amigos, donde no se permiten fotos y la música se vuelve protagonista junto al carisma del artista de turno. 

Paradójicamente, este lugar puede dar muchísima paz y alegría, pero se encuentra a solo dos kilómetros de la escuela de Covenant en Green Hills, donde sucedió la última gran tragedia escolar en relación al porte de armas en Estados Unidos. Es triste y a su vez esperanzador saber que ,a pesar de todo, “el show debe continuar”. En la intimidad y oscuridad del Blue Bird, se puede sentir esa comunión y comulgar con el sentir de la música. Siempre lo dije y lo repito, la música salva. De la misma forma, a casi 15 kilómetros de la habitación 306 del Lorraine se encuentra Graceland. 

Ubicada en Elvis Presley Boulevard, es la segunda casa más visitada de Estados Unidos luego de la Casa Blanca, y la casa privada más visitada del mundo, alberga algunos de los recuerdos más personales del Rey. Podríamos decir que Graceland es el Disney del rock and roll clásico. Además, en el predio aledaño, se desarrollaron varios teatros, museos, una galería de todos sus outfits, el showroom del famoso avión Lisa Marie, al lado del jet Hound Dog II y la famosa colección de autos, incluyendo el Cadillac rosado que le regaló a su madre. Organizado a la perfección y solo a través de una visita guiada se pueden recorrer distintas habitaciones de la casa, hasta su renovado establo, jardín, cancha de frontón y su estudio. Incluso después de su fallecimiento, Elvis sigue batiendo records: en los necrorankings de tumbas más visitadas del mundo, el rey se encuentra siempre en el top 10. “La muerte de Elvis Presley priva a este país de una parte de sí mismo” fueron las palabras del presidente Carter el día que la estrella falleció. 

No puedo evitar escuchar al Rey y emocionarme. Se me pone la piel de gallina y se me cae alguna que otra lágrima. No importa si lo estoy escuchando y mirando en mega technicolor con un sonido increíble en el anfiteatro de Graceland o al paso en mi celular… Su voz tiene esa magia que te agarra desprevenida, y cuando querés acordar, te acongoja una emoción sin saber bien qué paso o por qué. Les invito a escuchar The wonder of you o Unchained melody, y sí… también gasten hasta el hartazgo If I can dream. Díganme si efectivamente no se desarman en algún momento. Quizás ahí, y solo ahí, sin armadura, sin filtro, en carne viva, la empatía pueda surgir y efectivamente, la música pueda desmantelar los problemas, las tragedias, la injusticia, y transformar aquellas meros sueños en acciones tangibles y cambiar al mundo.

*Daniela Varela es comunicadora, escritora y directora creativa. Entre otras cosas, estudió gastronomía profesional, antropología cultural y periodismo gastronómico. Comparte sus pasiones de viajar, comer y escribir en Bites&KMs. Actualmente, es creativa publicitaria en la ciudad de Nueva York. Es frecuente encontrarla escribiendo sus historias en distintos cafés de Brooklyn.

Por Daniela Varela
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